martes, 20 de agosto de 2013

Por primera vez, un libro muestra fotos tomadas por Alicia Sanguinetti en el penal de Villa Devoto por dentro, horas antes de la liberación de presos políticos

Instantáneas de una época en la que lo único irreal eran las rejas Es fotógrafa como su madre, Anne-Marie Heinrich, pero hasta que cayó detenida por su militancia en el ERP, nunca había disparado una máquina. Hoy, un puñado de las únicas imágenes en horas urgentes componen El Devotazo. Por Daniel Enzetti Mirá lo que tengo acá; si querés, la dejo. El problema es que hay un rollo solo, ¿te arreglás?" Ricardo Sanguinetti no lo podía creer. El 24 de mayo de 1973 a la tarde estaba en el patio de la cárcel de Villa Devoto visitando a su hermana, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores, y la guardia de la entrada lo había dejado pasar sin revisarle absolutamente nada. Abrió el bolso y le mostró a Alicia la cámara Exacta con una película de 36 fotos blanco y negro de 100 asas, la misma que venía usando para retratar a la gente que festejaba en las calles la primavera camporista. "Dale, si nos largan mañana, me quiero llevar un recuerdo", le contestó la chica. Hasta que cayó detenida en 1970 durante la dictadura de Alejandro Lanusse, Alicia trabajaba en un mítico estudio de fotografía, pero nunca se le había ocurrido sacar fotos como a Ricardo. Hijo, como ella, de la gran Anne-Marie Heinrich, el motor del estudio mítico. "En ese momento no caí en lo importante del ofrecimiento –recuerda Sanguinetti a Tiempo Argentino–, y acepté que Ricardo me dejara la cámara como si se tratara de un juguete. Hoy, esas imágenes son las únicas que existen del interior del penal, en esas horas tan vertiginosas." Cuarenta años después de la liberación de los presos políticos que Héctor Cámpora hizo posible aquel año '73, decisión que indultó a militantes guardados en varias cárceles del país, El Devotazo recopila por primera vez en formato libro esas 36 veces que Alicia enfocó los pasillos y las celdas de Devoto por dentro, entre el 24 y el 25 de mayo, día de la salida triunfal. Ahí están sus compañeros haciendo banderas de Viva Perón, y cosiendo brazaletes de distintas organizaciones armadas. Las paredes pintadas con los nombres de los asesinados en Trelew. María Antonia Berger, sobreviviente de esa masacre, mientras prepara un tacho de pintura. Un Falcon de la policía visto desde la ventana de la calle Bermúdez. Carlos Ponce de León con una sábana convertida en estandarte del PRT. Pedro Cazes Camarero hablando. El barrio, otra vez visto desde la misma ventana. "El rumor de la salida empezó a correr más fuerte –dice–, y ese 24, día en que recibíamos a familiares, se ve que los controles estaban distendidos. Pero lo de la cámara me tomó por sorpresa. La cárcel tenía poca luz, y disparé sin pensar. El paso del tiempo hizo que Devoto fuera un capítulo especial en la historia de los setenta, pero en ese momento, lo único que quería era llevarme recuerdos del lugar donde habíamos estado tanto tiempo." Quemen todo. Pocos días antes del 9 de julio de 1970, Alicia y un grupo del PRT-MRP, donde también estaban Pedro Cazes Camarero, Eduardo Streger, María Elena Maucieri, Mario Rodríguez y Martín Marcó, organizaba en un bar porteño una operación de sabotaje contra la dictadura de Lanusse. Para recordar la Independencia, el general hablaría en un palco sobre la avenida Libertador, acompañado por el presidente uruguayo Juan María Bordaberry. La idea era cargar un camión cisterna con nafta, y chocarlo contra la estructura la noche anterior, para que la explosión destruyera el escenario. Pero en el bar, alguno de los militantes habló mucho y en voz alta, suficiente como para que los dos agentes de la Comisaría 22 que estaban sentados a pocos metros los llevaran detenidos. Sanguinetti cayó primero en esa seccional, después, en Coordinación Federal, y de ahí fue trasladada a la Cárcel de Mujeres en la calle Humberto Primo, controlada por monjas. A los pocos días, las religiosas, aterradas por tener como huéspedes a presas políticas después de la fuga producida en el penal femenino de Córdoba, ordenaron otra mudanza. Alicia visitó el Pabellón de Mujeres de Villa Devoto, la corrieron a Rawson en la época del escape del '72 y la Masacre de Trelew, y finalmente apareció otra vez en Devoto, donde se quedó hasta la liberación camporista. Venía de la Federación Juvenil Comunista, previo a convertirse en cuadro de Vanguardia Comunista y más tarde en una de las impulsoras del Frente Antiimperialista de Trabajadores de la Cultura (FATRAC), brazo del PRT. Nunca había disparado una cámara, pero hasta caer detenida trabajaba en el estudio de su madre. "Una familia muy comprometida con la política –dice–, con abuelo paterno anarquista, otro abuelo alemán socialista, y con mi viejo, Álvaro Sol, escritor, también socialista y parte junto con mamá de la Junta de la Victoria y el Consejo Argentino por la Paz." Aquel mayo del '73, los presos que confiaban en la promesa de campaña que ordenaba "ni un solo día de gobierno peronista con presos políticos”, apoyados por los abogados Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, sabían que saldrían. "Pero hasta que la puerta se corrió el 25, no estuvimos tranquilos, porque una de las cosas que se comentaba era que las condenadas como yo no serían alcanzadas por la decisión. Otros dijeron que debíamos esperar una votación del Congreso, y eso aumentó la confusión. El Devotazo fue un momento de alegría general, manchado por una represión que algunos policías encabezaron la madrugada del 26 en las calles que rodean la cárcel, y donde murieron Oscar Lysac, militante de la JP, y Carlos Sfeir, de VC. A ellos les dedico el libro." "Empecé a conocer Devoto ese día 24". “Teníamos visita de familiares en el patio –recuerda–, lo cual era toda una novedad, porque por lo general, las charlas con padres, madres y hermanos se hacían a través de rejas". El director del penal, Romualdo Díaz, supuso que las hordas de ese peronismo tan molesto que ganaría con el 50% de los votos se tomarían venganza, y ordenó a su fuerza de choque refugiarse en los pisos superiores. "Los guardias también tenían miedo, y el desbande permitió que pudiéramos salir de las celdas, caminar por los pasillos, y 'pasear' por el edificio. Pintábamos los nombres de los asesinados en Trelew, preparábamos banderas, fabricábamos volantes. Era como una gran oxigenación, y pude traspasar por primera vez mi pabellón, el 49. Empecé a conocer Devoto ese día 24, mirando para afuera, fijándome el color del techo. Hasta ese momento, lo común era estar esposados con las manos en la espalda, y mirar al suelo. Nunca había podido ver la calle Bermúdez desde la ventana. La primera vez fue cuando saqué la foto." Los 36 disparos que refleja El Devotazo fueron hechos entre el 24 y el 25 de mayo a la tarde, con Alicia apurada para que no se fuera la luz, y sabiendo que la película era de baja calidad. "Pero no me preocupaba. Es más, nunca pensé que esos instantes podían convertirse algún día en un momento histórico. Pude fotografiar los pabellones, y a los compañeros trabajando, mirando el barrio, pintando consignas. Por ahí estaba Francisco Urondo, hablando con Berger. La imagen de Paco me recuerda su poema, que describe el afuera y el adentro de la cárcel como la realidad, y a la reja que los separa como lo verdaderamente irreal. Otra cosa que destaco es la excelente relación que manteníamos con los presos comunes, un vínculo de mucha solidaridad. Gracias a la radio, eran los que se enteraban de cómo iban las cosas afuera, y nos contaban novedades. El día de la salida, ellos, que se quedaron, fueron los que nos aplaudieron a nosotros, sin importarles que esa noche volverían a dormir encerrados." Sanguinetti volvió al afuera, siguió militando junto a su compañero Alberto Munarriz, liberado de Rawson y después desaparecido, pero el negativo quedó oculto en el estudio de Heinrich mientras Alicia permaneció en la clandestinidad. Hasta 1983, revelado y convertido en copias caseras que cedió para un par de exposiciones. El material pasó a integrar el patrimonio del Archivo Nacional de la Memoria, sirvió para una muestra en el Museo de la Memoria de La Plata, pero nunca había sido editado completo para un libro como el que ahora se conoce. « Presentación en el Archivo Nacional de la Memoria El Devotazo se presentó hace algunos días en el Archivo Nacional de la Memoria, con una charla moderada por su director de Prensa, Marcelo Duhalde, y en la que participaron, junto con la autora, el fotógrafo Julio Menajovsky y Pedro Cazes Camarero, ex militante del PRT. Pudieron verse fotos inéditas de Carlos Pesce sobre la noche del 24 de mayo de 1973 en los barrios y Unidades Básicas, horas antes de la liberación de Devoto, tomadas “cuando tenía 20 años, recién había empezado a trabajar en El Descamisado”, dijo Pesce desde el auditorio. Muy cerca de Gabriel Roth, responsable de Topo Blindado, proyecto digital que rescata y hace circular documentos vinculados a la lucha armada de los setenta. Cazes Camarero recordó que “cuando Alicia estaba sacando las fotos nos daba mucha curiosidad lo que iba a salir. Era un verdadero misterio. Y para Alicia, además de misterio era la necesidad de lograr algo representativo con un solo rollo”. Menajovsky sostuvo que “los protagonistas son Pedro y Alicia, quien además es quien hace presente a ese tercer protagonista, ese sujeto autónomo que es la fotografía”. Y agregó: “En aquel 25 de mayo de 1973 sucede un milagro: una presa política a la que la historia se le presenta encontrándola con una cámara en la mano. Esas fotos que podemos revisitar 40 años después, separarlas de la productora, y tenerlas ya convertidas en un documento histórico”. (Agradecimiento a Felipe Deslarmes) Iluminando historias Por Julio Menajovsky (*) Las imágenes tomadas por Alicia Sanguinetti son en varios sentidos luminosas. Por lo que emanan y muestran por sí mismas, pero fundamentalmente por el hecho mismo de que hayan sido realizadas y preservadas para su difusión. Aquella tarde, una cámara fotográfica, astutamente introducida en el penal de Villa Devoto, le permitirá develarnos en parte el devenir de esas horas, puertas adentro del penal. Y no lo hará desde un lugar neutral. Y por allá va sacando fotos. Mezquinando cada fotograma como intento inútil para atrapar el tiempo. Las consignas en las paredes, que no lucen grises ni opacas, dan la bienvenida a una "zona liberada". En una se distingue a María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew, a contraluz, envuelta en una suave bruma como si no fuera tomada en ese día urgente. Algo del encierro carcelario habita esa imagen sobrecogedora como si recreara cualquier otra mañana, allí adentro. Y así una, y otra, hasta agotar la película. La cámara de Alicia no se detiene en planos cerrados, ni en retratos individuales. El sujeto, su sujeto fotografiado, es el grupo, es el sujeto colectivo. Por ejemplo, hay una imagen que mira el afuera de la cárcel. El preso siempre que puede lo hace. Lo añora y sueña reconquistarlo. Pero ¿es sólo la añoranza, la nostalgia de la libertad perdida las que fuerzan dirigir la lente hacia la calle? ¿Qué vemos en esa vista del barrio de casas bajas? ¿Habrá algo que a simple vista se nos escapa? Pero Alicia, podemos imaginarlo, no se entregó a la nostalgia que podría contener esa visión. A esas horas, de ese día, esa imagen va cargada de otras ansias y promesas. Las fotografías de Alicia iluminan esta historia, pasó hace 40 años, un 25 de mayo de 1973, y están acá para contarla. (Párrafos de una introducción escrita para el libro El Devotazo). (*) Fotógrafo y documentalista. Miembro fundador de la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (COFAPPEG) en 1972. Detenido a disposición del PEN entre 1974 y 1982. Se desempeña en el Archivo Nacional de la Memoria, y como docente en la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA). Infonews

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