viernes, 30 de agosto de 2013
Buitres y víboras
Los cuentos que debemos a Esopo, originario de la antigua Frigia, modernizado por La Fontaine, francés del siglo XVII, nos hablan de comportamientos humanos en el reino animal. Quizá por alarde literario, tal vez por razones de precaución personal, estos autores pintan pasiones humanas, encubiertas bajo las pieles y pelajes de bestias salvajes.
Por Eric Calcagno
Suelen tener estas fábulas algún colofón moral, como en "la cigarra y la hormiga", o remarcar el cinismo de la sociedad, tal en "el lobo y el cordero".
Otras especies nos convocan hoy con igual pertinencia. Habida cuenta de las recientes resoluciones de la justicia estadounidense sobre aquellos tenedores de bonos que no entraron en el canje de deuda externa argentina producto de la renegociación realizada por Néstor Kirchner, vuelve a surgir en el horizonte de la Patria el poco amable perfil del buitre.
Fondos buitre se les llama a aquellas empresas financieras que compran deuda soberana de los países cuando estos han quebrado. Entonces, el precio de mercado de los bonos es substancialmente más bajo, sino insignificante, en relación al valor nominal. Como muchos de los tenedores originales se deshacen de esos papeles al cundir la crisis, aparecen estos fondos que compran a precio vil y, vuelta la relativa normalidad, reclaman por el todo.
No se trata de una inversión de riesgo sino de aprovechar algún descalabro significativo en una economía nacional -muchas veces como resultado de seguir los dogmas de la ortodoxia económica- y adquirir esos títulos para esperar rescates o recuperaciones que permitan alegar justos derechos en cobrar la totalidad del valor.
Así es comparado al buitre (aunque al menos en su versión animal, este tiene el decoro de esperar el fallecimiento de su presa). Al no existir tropas y flotas de potencias que, como en otras épocas, tomaban las aduanas del país insolvente paracobrarse, los buitres financieros modernos incurren en otro ejercicio colonial basado en los fallos favorables de jueces afines, la complicidad de los organismos internacionales de crédito, complementados por las calificadoras de riesgo. Ahora el precio del pago no será la aduana, sino el ajuste, como vivimos los argentinos con la promulgación de la ley de "déficit cero" durante la Alianza: primero se sirven los acreedores externos, luego las necesidades nacionales. Eso que llaman "confianza" es, en realidad, la forma como terminan las políticas de endeudamiento perpetuo.
Jugando al margen, contra el país que reestructura y contra los bonistas que aceptan esa reestructuración, conspiran contra la propia sobrevida del sistema, ya que de ser ley, su accionar impedirá cualquier quita de deuda en caso de insolvencia, sea cual fuere la economía que se trate; establecen un nuevo patrón de comportamiento, en el cual cualquier fondo buitre, anidado en paraíso fiscal, puede más que la voluntad de una Nación, o la sustentabilidad de un sistema político –como, digamos, la democracia–; empujan a la sociedad que cae en insolvencia a la sumisión o a la desesperación, lo que no contribuye a la estabilidad financiera global, ya que impiden los pagos a quienes quieren cobrar; sobrepasan las relaciones entre Estados que son la norma en la civilización al menos desde 1776 en Estados Unidos, 1789 en Francia, 1810 en la Argentina; y, por eso mismo, ejercen el terrorismo por medios financieros.
Hay que decir que Esopo y La Fontaine, en alguna imaginaria fábula sobre los buitres, deberían incluir también a las víboras. Rampantes y frías, escamosas, las víboras (con el debido respeto a su animal naturaleza) serán aquellos que, en el país evocado, sean quienes defienden a los fondos buitre. Recordemos que durante el episodio de la Fragata Libertad hubo quienes sugirieron conseguir fondos para pagarles a los buitres y así dejar libre a la nave. ¡Qué bien! Tendríamos una fragata alquilada. Como quisieran una economía endeudada. Una Casa Rosada en tiempo compartido con señores de doble apellido –los de aquí– e impronunciables abreviaciones por los de allá.
Es ignorar, por complicidad o incompetencia, que la cuestión de la deuda externa es un problema de política interna: endeude Usted al país, entrégueles el presupuesto nacional, y tendrá como pilares de poder a los influyentes especuladores. Sólo bastará con seguir sus deseos para alcanzar la confianza, la gobernanza, en síntesis: la vergüenza. Pero individualmente tan rentable. ¡Y tan bian!
Es en busca de esa rentabilidad, que no es otra cosa que la apropiación de la riqueza nacional para su posterior atesoramiento, fuga o disfrute, que escuchamos a las víboras de estos días pintar a los buitres como "blancas palomitas", que fueron defraudadas en su oportuna confianza por algún "engendro populista". Eso, que los peronistas llamamos Proyecto Nacional. Así lo entendió Cristina Fernández de Kirchner, que frente al atropello de los buitres y la complicidad de las víboras en el caso de nuestra Fragata, llevó el conflicto a la política, y desde la política, con el Derecho Internacional, lo solucionó. Del mismo modo envía ahora al Congreso Nacional los proyectos de ley pertinentes para resolver desde la política e instrumentar en lo económico la respuesta frente a este nuevo embate.
Así será, a no dudarlo, la posición de la Argentina frente al ataque externo de los buitres y a la sinuosidad de las víboras internas. Hay un canje de deuda internacionalmente aceptado por más del 90% de los bonistas; existe aquí la solvencia y la voluntad de pago para continuar con el canje tal lo acordado; buitres de afuera que van por lucro sin causa y víboras de adentro que van por el poder que no merecen, deberían saber que Esopo, como envidiaba La Fontaine, llevaba un gorro frigio. El mismo que está en el escudo de la República, nuestra Nación.
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