viernes, 30 de agosto de 2013
El diálogo no es el problema Por Eduardo Di Cola*
En febrero pasado el Ministro de Agricultura convocó al diálogo a las entidades agropecuarias. En aquella oportunidad se negaron a concurrir.
Ahora se manifiestan ofendidas por que no fueron convocados por la Presidenta a Río Gallegos la semana pasada.
Cuando los invitan no van, cuando no los convocan se enojan.
Evidentemente la dificultad para buena parte de la dirigencia nacional de las entidades agropecuarias no es el diálogo.
En todo caso el diálogo como otros temas a partir de los cuales pivotean con sus críticas, son mera pantalla detrás de las cuales ocultan las verdaderas razones de sus molestias.
El problema es la política que se lleva adelante desde hace una década. Con el agravante para ellos, que cuando deciden participar directamente enarbolando sus propuestas como candidatos, la cosecha de votos les resulta tan frustrante que no pueden dejar de leer el claro rechazo que política y personalmente sufren por parte de sus conciudadanos. No logran ni el apoyo del sector que dicen representar. A estos dirigentes, no al sector agropecuario y muchos menos a los medianos y pequeños productores, la realidad los pone en evidencia mostrándoles en forma cruda que a sus intereses egoístas solo pueden defenderlo a partir de la fuerza brutal de procesos golpistas o de un sistema político dócil y doblegado a los designios de sus corporaciones, a las que en no pocas oportunidades utilizaron en beneficio de sus propios intereses y no en el de sus representados.
La historia reciente es implacable en este sentido. No fue casual que buena parte de esta dirigencia apoyara el golpe genocida, y que no ocultaran en distintos momentos a partir de 1983 sus molestias con la democracia.
Incluso en la etapa más dura de quebranto del sector al que representan, a fines del siglo pasado comienzos del presente, no fueron ellos los que sacaron las castañas del fuego. Por el contrario, mientras algunos aprovecharon la debilidad del endeudado para ampliar sus extensiones y hacerse de maquinarias a precio de remate, fueron las esposas e hijas de los campesinos quienes organizadas en “Mujeres en Lucha” enfrentaron la triste realidad.
Escenas como: “La tierra se labra arando, no martillando, gritó una mujer de Formosa poco antes que el martillero público decretara suspendido el remate. (...) Los cantitos hicieron imposible al martillero llevar adelante la subasta y los gritos lo obligaron a abandonar la sala custodiado por cinco policías mientras repetía “esto es un acto judicial”…”, se multiplicaron en todo el país.
Entre los múltiples beneficios, 30 años de democracia ininterrumpida más la recuperación del debate político nos permite ver al desnudo la actitud de los dirigentes y los verdaderos intereses que los distintos sectores corporativos defienden.
Estos dirigentes ruralistas de las entidades nacionales, morosos en el cumplimiento de sus obligaciones con todos los argentinos, como sucede con la Soc. Rural Argentina, ya no pueden ocultarse detrás del discurso de la “necesidad de recuperar el orden” acudiendo al auxilio de las otrora fuerzas armadas golpistas.
Tienen que participar del debate político con las reglas de la democracia y a la hora del sufragio muchos de ellos cuando participan como candidatos sienten el rechazo masivo y contundente a sus propuestas.
Ese es el problema, no el diálogo, del que nada dijeron durante el proceso militar.
*Ex Diputado Nacional
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