sábado, 31 de agosto de 2013
Aerolínea de bandera Interés nacional: último aviso para abordar la causa Por Jorge Dorio
Basta con asomar la nariz por encima de la maraña argumental generada por el conflicto con la empresa LAN para notar que ningún análisis ha destacado como basamento para iniciar la discusión el imperativo fundacional de la defensa de lo propio.
Un fantasma acecha en la observación de nuestra política: la rutina del estupor. ¿Cómo es posible que no produzca asombro el hecho de que el Presidente de Aerolíneas Argentinas tenga que dedicarse a dar puntillosas explicaciones por ejercer la defensa del interés nacional?
Mueve a risa pensar que un funcionario público – especialmente si su ámbito de competencia es una aerolínea de bandera – deba enfrentar una discusión de cualquier orden desde una postura de imparcialidad como la que reclaman algunos sedicentes líderes de opinión locales.
En el caso puntual de Mariano Recalde, el cuestionamiento es el más reciente eslabón de una cadena envuelta a su gestión desde el mismísimo comienzo. En aquel momento, carentes aún de un objeto pasible de crítica, los dardos se centraron en dos caracteres de pueril fragilidad. El primero era la “excesiva” juventud del flamante funcionario. El segundo, su pertenencia a La Cámpora, una agrupación a la que se ha intentado demonizar tratando de asimilarla a nucleamientos que van desde Montoneros hasta las Juventudes Hitlerianas.
También en este caso el desatino de las pretendidas similitudes revela el desembozado motivo del ataque, que no es otro que el disciplinado respaldo de la agrupación a los lineamientos del Ejecutivo y su recreación en virtud de renovados desafíos generacionales.
Desde este punto podemos rastrear la conexión con el comienzo de estas líneas. Transcurridas varias décadas de extravío en lo que a la recuperación plena del concepto de soberanía se refiere, el modelo kirchnerista asumió la restauración del interés nacional ( y su consecuente ampliación a la idea de “Patria Grande”) como un leit motiv de sus políticas.
Frente al cipayismo mal disimulado de la dictadura, las relaciones carnales del menemismo y una vindicación nacional puramente declamatoria de otros momentos y núcleos partidarios, esta toma de posición – elemental, fundante, insoslayable – no dejó de hacer cierto “ruido” en algunos sectores de la opinión pública urbana y pseudo progresista.
Desde distintos ámbitos se intentó travestirla de chauvinismo u otras perversiones del concepto aprovechadas históricamente por la derecha para disfrazar sus posturas como imperativos categóricos. Pero pasados diez años de políticas consecuentes, es cada vez más difícil que se logre desnaturalizar la idea concreta de soberanía.
Para volver al tema de Aerolíneas Argentinas ha de decirse en primer lugar que es incorrecto hablar de “conflicto” en el diferendo con la empresa LAN o en la demanda de hangares y explotación de rutas internas en países vecinos. La actitud de Recalde no ha sido otra que la de ratificar su eficacia en la conducción del crecimiento de la empresa con la afirmación del interés que define el carácter de una aerolínea de bandera.
Pero en este punto corresponde también aclarar un perfil ampliado de lo soberano. En el caso de Aerolíneas no se trata sólo de la recuperación de rutas, destinos y frecuencias o de la modernización y ampliación de la flota. La incorporación de miles de ciudadanos a los beneficios del transporte aéreo, la progresiva federalización del servicio y la vocación solidaria en aspectos como el acuerdo con el INCUCAI, expresan la necesidad de entender la soberanía nacional en el perfil que la completa y que es el de soberanía popular.
Por eso el cuestionamiento a ciertas decisiones oficiales no se limita a la vocación entreguista de quienes cuestionaron la postura frente a Malvinas o la Fragata Libertad. La condición de esas voces es idéntica en su respaldo de los fondos buitre y las tutelares de Clarín o la condena de la política tributaria y las relaciones con el lobby agropecuario.
La cuestión es tan sencilla como la que emerge de parafrasear viejos refranes. Es obvio que la soberanía bien entendida empieza por casa. Por eso es necesario mantener la vigilia frente a los abanderados de las hipotecas y otros okupas agazapados. Sólo la unidad frente a esos intereses puede garantizar que la casa esté verdaderamente en orden.
Télam
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario