sábado, 24 de agosto de 2013
Tonada de abrazos, estrellas y pañuelos Por Enrique Gil Ibarra | 22 de agosto 2007
Casi primavera en la Patagonia. Sol radiante, fresco, los arbolitos recién plantados se agitan en el viento suave, que apenas molesta, que se desplaza casi ignorado por los más de 500 compañeros de casi todo el país.
Las madres y las abuelas, como siempre: con sus pañuelos, con sus ojos húmedos y afectuosos, con su sonrisa, hoy, casi triunfante.
Me abrazo con Alicia Bonet, mientras ella ríe y llora y ambos susurramos: "¡Qué día!" y nos miramos cómplices, subversivamente implicados en otro pedacito de utopía. La busco a la mamá de Capelo y la encuentro. Me mira desde su pequeña altura, desde su alma inmensa, y su mirada sabia y dolorida de décadas sigue consolándome, hoy mucho más que otras veces. Hoy, ella también se ha despojado de un cacho de duelo, hoy ha plantado por su hijo un nuevo árbol, que en esta oportunidad no será robado.
Elisa, eléctrica, va de un lado a otro, preguntando, confirmando, dando indicaciones de lo que viene después. Desde su subsecretaría de Derechos Humanos provincial, este es en gran medida su logro. Pero desde su recuerdo, los 35 años de lucha no se cumplieron hoy, sino el día que asumió como obligación personal ser la "apoderada" de Mariano Pujadas. Elisa Martínez, a la que no le importó no ser peronista, ni estar en desacuerdo con la lucha armada. Los compañeros estaban presos. Los ciudadanos de Trelew y de Rawson tenían que ser solidarios. Así de simple. Así de claro.
Los abrazos se han multiplicado en la mañana que se acaba. Incontables, estrechos, furiosos de nostalgia, recuperando años de soledad, de desencuentros, ecos de discusiones lejanas que se subsumen en una bandera con las dos estrellas. Nadie cuenta las puntas. ¿Para qué? Como en ese 15 de agosto, hoy da lo mismo.
Ya ha pasado la "hora formal". Los discursos, concretos pero breves, dieron el marco necesario para institucionalizar el acto. Sin embargo, sospecho que fueron algunas palabras de ellos, algunas pequeñas frases, las que calaron más adentro en todos: "nunca será tarde para hacer justicia" dijo Das Neves. "Eran cinco bellos corazones" memorió Duhalde cuando surgieron a su frente los fantasmas vivos de las cinco compañeras.
Por supuesto que el aire olía a muerte en aquellos días de agosto del 72. Treinta y cinco años demoraron nuestras ropas –las de todos- para sacudir un poco de ese hedor maligno que nos acompañaba. Hedor que se fue disipando a medida que la tarde comenzaba, derrotado por el aroma de las rosas rojas, oscuras, q familiares, los amigos, los desconocidos, iban dejando caer, como al descuido, frente a las fotografías. Me abrazo con el hijo del Turco Haidar, con José. El Vasco se ríe a carcajadas y le dice: "si tu viejo te viera, te mata". Porque José es un chico de hoy. Se viste y se comporta como un chico de hoy. Y charlamos, Y descubrimos que piensa como nosotros. Y que también es un chico de ayer, y de mañana.
Entramos juntos, con Fernando y Celedonio. Ayer el Cele, sin darle importancia, nos refregó por la cara su estrellita federal. Una de aquellas. Ayer por la noche revolví placares y hoy por la mañana, solamente para joderlo al Cele, le di al Vasco una y me prendí otra para mi. (Pero debe ser cierto que dios castiga la malicia, porque la perdí ni bien llegamos).
El aeropuerto ya no es viejo. Pero es el mismo. Algunos preguntan: ¿las pintadas reproducen las que se fueron haciendo durante estos años? Les decimos que son las que se hicieron en estos años. Que no las hemos tocado. Por algún lado se oye un emocionado y suavecito: ¡mieerda!
"La memoria se construye cada día, luchando en el presente", y es por eso, también por esa pintada, que insistimos tanto en estos años. "Tiene que ser un Centro Cultural, no queremos un Museo". Ellos también insistieron. Pero el gobierno provincial decidió: Centro Cultural. Aquí estamos. "Ahora viene el desafío, Enrique, nosotros cumplimos" me dice Norberto. Es cierto. Ahora hay que hacerlo funcionar. Ahora hay que lograr que sus puertas abiertas las atraviese gente. La que no es compañera "de antes". La que no sabe, la que nació después, la que todavía tiene en su cabeza dos demonios, y no sólo uno. Los que continuarán en un camino que no empezamos nosotros, y que no podremos terminar. Hace muchos años, leyendo a Omar Khayyam, una de sus frases me golpeó: "eres una hebra en el tapiz del mundo".
¿Tan sólo una hebra? Si, pero ¡qué tapiz!
HEROE - El tema me afectó muchísimo; en ningún momento he reconocido la culpabilidad. Lo triste es que todos los marinos, sin excepción, no me creen, creen que peco de modesto. Me tienen como un individuo decidido, como un héroe, y yo no quiero ser un héroe, fue una cosa que no tiene nada que ver. Si me dijera que yo di la orden, bueno, pero yo no di ninguna orden.”
(Respuesta del capitán de la Armada Luis Sosa al juez federal Hugo Sastre, que investiga la masacre donde fueron fusilados 16 presos indefensos.) Pirulo de tapa de Página|12, 16/02/08
Hoy, aunque con parches, con muchas, demasiadas hebras faltantes, el tapiz de nuestra generación pudo visualizarse por algunos minutos, extendiéndose a través de kilómetros desde las barricadas del mayo francés y de las tonadas cordobesas, los montes cerrados de la Sierra Maestra, atravesando el "sertao" brasilero, compartiendo la gloria del compañero Salvador, y descansando suavemente sus flecos aquí, en el fin del mundo, en medio de la árida planicie patagónica. El milagro de un diseño inconcluso, pero inteligible, remendado pacientemente durante décadas por esos pañuelos blancos, por los viajes, las protestas, las manifestaciones, las lágrimas.
El predio va quedando vacío. El Vasco me ha pedido que esperemos, cuando la gente se vaya, cuando se apague la melodía de las voces, "para mirar". Quiere pararse, supongo, solo frente a la pista. Aquella en la que el "Gallego" Fernández Palmeiro le colocó un fierro en la cabeza porque creyó que era un militar que quería subir al avión tomado. "me salvó el Roby –cuenta Fernando- que venía atrás mío y tuvo tiempo de gritarle: `pará, Gallego, que es Vaca Narvaja´". Quiere llorar tranquilo, me imagino, aunque todos simularemos que los montoneros no lloramos. Mi turno llegará a la noche, cuando todos se hayan ido. Cuando mi encuentro con el hijo del querido "Negro" Quieto sea un recuerdo más, y una deuda menos. Será entonces, cuando queden sólo un par de amigos de aquí o de allí, y las últimas casi agotadas copas de vino. Salud. Hasta la victoria.
Enrique Gil Ibarra | Trelew / 22 de agosto del 2007.
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