Más del 90% de las leyes votadas en estos casi 12 años sólo contó con respaldo oficialista. Muchos se opusieron y luego se arrepintieron. Tarde.
Superados los balances del año que finalizó, es claro que llegó el momento de los análisis de los probables escenarios políticos que vivirá la Argentina. No es para menos, el año que comenzó es una bisagra donde el cambio de gobierno manda y pone en juego el futuro del pueblo de estas amplias, variadas, complejas y maravillosas geografías. En términos generales, las propuestas de todos los por ahora autodenominados presidenciables tienen en común, al menos en el discurso, la promesa de mantener lo bueno de estos años kirchneristas y modificar o corregir lo errado. Las diferencias saltan cuando se escarba un poco y allí los gatos dejan de ser pardos.
Las encuestas de opinión, todavía verdes en cuanto a escenarios electorales, reflejan un nivel de aceptación del gobierno nacional que obligó al mundillo opositor a reconocerle algunos aciertos. Eso sí, estas valoraciones positivas siempre se producen mucho tiempo después. Por caso, los comentarios favorables a las condiciones políticas de Néstor Kirchner se hicieron una vez que dejó de ser un potencial peligro electoral, esto es después de su fallecimiento. Ahora es posible encontrar declaraciones a favor de la Asignación Universal por Hijos y otros programas sociales por el estilo. A ojo de buen cubero más del 90% de las leyes votadas en estos casi 12 años no contaron con el respaldo opositor. Después, mucho tiempo después, vinieron los cambios de opinión, como cuando se escuchan reconocimientos sobre las bondades de contar con una empresa petrolera estatal o la finalización necesaria del negocio de las administradoras privadas de jubilaciones y pensiones. Pero es bueno recordar que estas frases (¿de ocasión?) no son las mismas de cuando el debate político pasaba justo por esas transformaciones y en esos días se parecían mucho al de simples y pobres voceros ideológicos de los sectores de poder local e internacional que rechazaban el atrevimiento kirchnerista.
El discurso opositor tiene una volatilidad envidiable. Repudian el populismo del gobierno de Cristina Kirchner, critican su enfrentamiento con los Estados Unidos por los fondos buitre y sin mediar segundos recuperan el discurso antiimperialista cuando rechazan, por caso, el acuerdo comercial con China.
Así, los precandidatos opositores hoy se presentan, sin reconocerlo, como reformistas del modelo actual. Llegan a esa condición tras visualizar que ya no son los ganadores de la primera vuelta de octubre (como se creían tras los comicios de 2013) sino como aspirantes a poder ser partícipes de la segunda vuelta prevista para noviembre. Sin duda, un descenso de sus expectativas que se observa tras confirmar que la realidad les arruinó los titulares de los emporios comunicacionales a los que suelen ser fieles seguidores de sus mandatos.
Pero el azar de alguna manera les sonríe a estos falsos reformistas. La actual indefinición de un candidato del Frente para la Victoria (FPV) les permite seguir buscando aliados en las provincias para engrosar su posible caudal electoral. Sergio Massa y Mauricio Macri despluman a la Unión Cívica Radical que, consciente de su incapacidad para genera un líder que aglutine a su sinfín de corrientes internas, se inscribió en cuanto remate de candidaturas se presenta. Macri prefiere las provincias importantes y busca aliarse con los radicales de Córdoba y Santa Fe. Son distritos de peso en cuanto a lo electoral y apura los acuerdos porque allí habrá elecciones anticipadas que servirán como pruebas testigo de la entente que están pergeñando. Massa, en cambio, optó por distritos menores en cuanto al peso específico electoral. Tal vez sea por la influencia peronista que le otorgan sus principales socios en el Frente Renovador. Así, cierra filas con el radicalismo de Jujuy, Tucumán y otras provincias del norte donde a los candidatos y dirigentes de esas UCR, que a esta altura ya funge de confederación de partidos radicales, les importa poco (al menos en el discurso) la fórmula presidencial que acompañen si les garantiza el envión necesario para hacerse de las gobernaciones. Soñar no cuesta nada y especular en política mucho menos.
La sobreabundancia de ofertas electorales dentro del kirchnerismo es positiva. Al menos por ahora. Sin embargo, entre los precandidatos hay coincidencia en que dos o a lo sumo tres fórmulas presidenciales compitiendo en las PASO es lo más conveniente. Todos afirman sentirse representantes del mandato kirchnerista. En rigor, hay algunos más que otros. El kirchnerismo lleva ya en estas latitudes el suficiente tiempo como para tener en su interior un ala ortodoxa (que no tiene una connotación negativa) y otra más conservadora. Todos expresan su intención de continuar con el modelo. Incluso hablan de profundizarlo aunque por el momento no dan pistas de lo que ello implica. Es posible que sea demasiado temprano como para andar mostrando cartas y las guardan para el momento oportuno.
Todos actúan, todos recorren las provincias y los que administran provincias se sienten con más posibilidades, tal es el caso de Sergio Urribarri (Entre Ríos) y Daniel Scioli (Buenos Aires). El primero se define como el que mejor expresa el pensamiento y la acción kirchnerista. El bonaerense, a quien todos ubican en el ala conservadora del FPV, evita los cruces con sus competidores y afianza su perfil conciliador. Muy a pesar suyo, pende sobre sí el estigma de ser el gobernador de una provincia que nunca sirvió como trampolín para una presidencia. Pero, como se dijo, todavía falta tiempo y la participante más importante de esta partida todavía no mostró sus cartas.
La presidenta Cristina Kirchner por ahora se muestra equidistante de los precandidatos del FPV aunque dio algunas señales cuando habló de fotos y colores de los aspirantes presidencial. Por ahora, se concentra en lo que mejor sabe, que es gobernar. Afianzó su iniciativa tanto en lo político como en lo económico. Resistió, a pesar de los nefastos pronósticos, los embates especulativos tanto de los fondos buitre en Nueva York como las corridas locales que se produjeron el último año.
Por caso, el ministro de Economía, Axel Kicillof, advirtió sobre un nuevo ataque especulativo que promueven estos fondos buitre aunque a hora a nivel regional. La especulación financiera es mal endémico en el mundo y si bien en este último tiempo en la Argentina se hizo mucho para controlarla todavía no ha sido suficiente. El propio Kicillof los denomina escurridizos y creativos a la hora evitar controles y fugar capitales. Las pruebas que llegaron desde Francia sobre la conducta de un solo banco, el HSBC, dan cuenta de la capacidad de daño que tienen sus protagonistas. En la justicia está la denuncia contra esta entidad bancaria, en el Congreso todavía se espera la puesta en marcha de la comisión bicameral investigadora sobre este caso. Ambas pueden servir como herramientas para desenmascarar estos actores que todavía gozan de protección mediática y política. También podría el gobierno nacional, a modo de una prueba más de que el síndrome del "pato rengo" no es válido en CFK, llevar al Congreso una nueva ley de Entidades Financieras que termine con la impronta neoliberal que tiene la actual norma nacida bajo la sombra de la última dictadura cívico-militar. Son los primeros días de enero y esta posibilidad bien puede valer como deseo para este año que recién comienza.
Infonews
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