Por Iván Pablo Orbuch *
La exitosa telenovela brasileña Rastros de mentiras, emitida por Telefe en horario central, ofrece interesantes aristas para pensar el modo en que los monopolios comunicativos describen la realidad de un país determinado. En efecto, al margen de los característicos temas, propios de los culebrones tradicionales, como los romances prohibidos, las relaciones sociales entre ambos espectros de la escala social o las ambiciones y la falta de escrúpulos en las elites locales, que aparecen profusamente en esta producción, pueden apreciarse algunos elementos que son propicios para analizar la sociedad del vecino país.
En el caso mencionado, y al ser una realización de la red Globo, fuertemente enfrentada con los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, la manera en que los personajes y las situaciones que encontramos en el día a día de la telenovela son representados pueden interpretarse como un intento de construir una cosmovisión de la sociedad que tenga un fuerte impacto en la opinión pública. Cuestión particularmente necesaria para el monopolio en instancias en que se discute la sanción de una nueva ley de medios que limite su estructura empresarial y que, como consecuencia de esto, diversifique la cantidad de medios de comunicación existente.
La trama se desarrolla en dos tiempos, estrechamente vinculados entre sí. En el inicial, que transcurre en el año 2001, la protagonista, caracterizada por Paola Oliveira, en un viaje por el Machu Picchu. conoce a un hombre situado en los antípodas sociales y que la enamora por su estilo de vida libre, diametralmente opuesto al que su familia diseñó para ella, con quien tendrá una hija, que a la postre será secuestrada por el hermano, quien compite con ella por la herencia familiar. En el segundo momento, los hechos tienen lugar en el año 2013 en la megalópolis de San Pablo, con la consolidación profesional de la heroína, en sintonía con los deseos familiares, y su acercamiento al hombre que encontró a su hija abandonada en un basurero y merced a un ardid en la clínica pudo inscribir a su nombre.
La mayor parte de las acciones presentadas en el culebrón tienen que ver con un sobredimensionamiento del dinero, de las jerarquías sociales y de la esfera privada. Es de esta manera que todas las relaciones, sean amorosas, familiares o amistosas, son sospechadas de tener una motivación económica.
Por otro lado, la clínica privada de la familia protagónica funciona como el mayor creador de empleo en la vida de todos los participantes del programa, así como en lugar de encuentro, de relaciones personales y de concreción de negocios. El trato entre las personas parece mostrar una barrera entre aquellos que han accedido a estudios universitarios y quienes no. Se trata de una manifiesta exaltación de los valores individuales, distintivo del neoliberalismo, y que los escritores de la novela se encargan de resaltar constantemente.
De este modo, los ascensos sociales sólo pueden darse por medio de la relación personal que alguna persona de los sectores populares pueda tener con alguien adinerado, reivindicando su rol de benefactores, puesto que crean empleo, y también de potenciales damnificados, ya que quienes se acercan a ellos lo hacen por su dinero y el acceso al goce de determinados bienes que éste les posibilita. El rol del Estado es virtualmente inexistente y sólo aparece de manera represiva cuando los patrulleros irrumpen en los mercados populares de las afueras de la ciudad paulista.
Esta caracterización se da de bruces con el ingreso de más de 30 millones de brasileños a la clase media durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores, con el Plan Bolsa Familia y con la permanente inversión hecha durante estos años en el plano de los derechos sociales más elementales como la salud, la vivienda y el trabajo, que permitieron una sensible reducción de los índices de pobreza, de desempleo y de desigualdad, así como por el mayor acceso de los sectores sociales más desfavorecidos en la universidad. Todas estas medidas interrumpieron el ciclo de pobreza y miseria de familias que, en la actualidad, pueden comprar, comer bien, vivir mejor y hacer planes para el futuro, algo impensado años atrás.
Rastros de mentiras se empecina en pintar retazos de un Brasil que, a juzgar por la mejora de todos los indicadores sociales de estos años, ha quedado atrás, aunque por lo visto ostenta defensores muy poderosos que añoran restablecer aquel ideario individualista, desigual y conservador.
* Profesor de Historia (UBA-UNLZ-Undav).
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