Para Europa el riesgo no es Tsipras sino Merkel”. Esta verdad expresada hace unas semanas por [Thomas] Piketty me ha dado un golpazo de optimismo. Porque Piketty, aunque no tenga ningún poder deliberativo, se ha acreditado como una voz escuchada y respetada (no hay más que pensar en las cifras astronómicas de ventas de su último libro); y aunque sea cada vez menos, la opinión pública todavía cuenta un poco.
Por lo demás, Piketty no es el único economista importante que se ha expresado de este modo acerca de Syriza: en los más importantes diarios europeos e incluso norteamericanos no han sido pocas las voces autorizadas que han analizado con seriedad el programa del partido que aparece en los sondeos como vencedor de las próximas elecciones griegas y han llegado a la conclusión de que no se trata de reproches de un insensato extremismo sino de propuestas que pueden en buena medida compartirse. .
Si ha ocurrido esto es porque Tsipras no sólo ha obtenido el apoyo de una parte tan grande del pueblo griego que pide justicia sino también de un núcleo apreciable de economistas del país que se han convertido en consejeros suyos (y algunos en candidatos a ministro en caso de conquistar la dirección del gobierno de Atenas). Se trata de antiguos estudiantes griegos que, como tantisimos, han emigrado por todo el mundo a fin de asistir a universidades de excelencia del Reino Unido, de Francia, de Alemania y también a las norteamericanas. Por eso se les conoce y escucha también fuera de su país.
El poder deliberativo lo tiene por ahora este ejecutivo de la Unión Europea que justo en su última cumbre – sordo y ciego respecto a la realidad griega – ha remachado sus acostumbradas posturas: no a ninguna reestructuración de la deuda sino tan solo a una breve prolongación del plazo de devolución. Del todo insuficiente para asentar una política a largo plazo destinada a garantizar una recuperación económica como la que sería necesaria.
Ni las anunciadas promesas de aumento de la liquidez anunciadas por el BCE (la QE,quantitative easing [flexibilización cuantitativa]) parece que puedan ayudar de verdad: ahí está la experiencia de estos años para demostrar como cada vez que los bancos consiguen dinero se apresuran a dárselo a los grandes que disponen de mayor seguridad y no a los protagonistas de una extendida y menuda economía autóctona.
Lo que Grecia pide no es una limosna sino medios para asentar un nuevo modelo de desarrollo que no sea reproducir ese otro heterodirigido adoptado en años pasados por los especuladores extranjeros compinchados con los locales, responsables de haber llevado al país a la catástrofe.
Sin plantearse siquiera algunos interrogantes autocríticos, ni el ejecutivo europeo ni los gobiernos que sostienen esas posiciones tienen intención de comprender que no se saldrá de la crisis excepto mediante una transformación radical, no limitándose a permitir a los ciudadanos un poco más de consumo inútil en las cadenas de supermercados internacionales (el modelo de los 80 euros de Renzi).
Una victoria de Syriza el próximo 25 de enero puede ayudar a replantear este género de problemas. Esperémoslo.
Luciana Castellina es una reconocida periodista y analista política italiana que colabora regularmente con el cotidiano comunista Il Manifesto. Fue miembro del partido socialista y pacifista Democrazia Proletaria y luego de Rifondazione Comunista. Ha sido diputada en el Parlamento italiano y en el europeo. Recientemente se ha adherido al llamamiento a una lista unitaria de la izquierda italiana para las elecciones europeas impulsado por figuras como Luigi Ferrajoli, Rossanna Rossanda, Pietro Ingrao o Danilo Zolo.
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