viernes, 2 de agosto de 2013

La oposición, una insípida ONG Por Demetrio Iramain

Patéticas escenas de campaña electoral: Sergio Massa le agrega pimienta a su sal de bajo sodio PRO, y dice: "si quieren pelea, entonces vamos a pelear". El Papa les aconseja a los jóvenes reunidos en Río de Janeiro ser rebeldes, hacer lío, ir contra la corriente. Por estos lares del sur, algunos se entusiasman al dorso de sus palabras. Justo cuando el proyecto nacional en curso –tras una década de transformaciones sociales, culturales, económicas– encara su etapa de cristalización institucional, se autoexige ser orgánico e insta a no construir únicamente sobre la contradicción (especialmente en tiempos de campaña electoral), ¿creerán sus contrincantes tener derecho a portarse mal para ganarse así el cielo? Macri se fanatiza y asegura que la exhortación vaticana a salir a la calle está íntimamente relacionada con el cacerolazo del 8-A. Pero, claro: para La Nación, la impía, la que manipula a su conveniencia y usa electoralmente el discurso papal es Cristina. ¿Mauri no? Clarín titula que Cristina compara al Papa con su marido por la heterodoxia de ambos. Pero no hace lo mismo cuando Francisco dice que la política es una de las formas más altas de la caridad. ¿Se olvidaron ya cuando en mayo la presidenta convocó a las formaciones de base de la Iglesia Católica a sumarse al plan Mirar para cuidar porque "todo forma parte de ocuparse de los que tienen mayores necesidades (…) El gobierno quiere que la sociedad se organice, que esto es lo importante"? Es entonces cuando Beatriz Sarlo descubre, entre sorprendida y pasmada, que la derecha macrista –que Gaby Michetti expresa con una ductilidad de la que Macri adolece por completo– disfraza su ideología, esconde sus prejuicios, y que eso es antipolítico y está mal. Diez años tardó la heroína del pensamiento libre, la que se animó a ir sola a 6,7,8, en darse cuenta; mientras tanto asistía a los actos más emblemáticos del kirchnerismo para sugestionar a los cultos y paquetes lectores de La Nación que el reclamo de "mucha unidad" formulado por la dirigencia K en Huracán 2011 "puede tomarse como una advertencia". A su turno, Sergio Massa le agrega pimienta a su sal de bajo sodio PRO, y dice "si quieren pelea, entonces vamos a pelear". A mitad del río, y sobre todo advirtiendo que las encuestas empiezan a nublarle el panorama, se arremanga y levanta el tono de la confrontación. Le sale chirle: su perfil da un De Narváez con gripe. Sucede apenas unos días después de que Jorge Lanata citara un discurso de Rafael Correa para darle crédito a su "investigación" televisiva, y pusiera como ejemplo de soberanía política a la Revolución Ciudadana, otorgándole al proceso ecuatoriano (tan similar al nuestro, tan intrínseco al que recorre de punta a punta América Latina) la misma carga de valor que a Leonardo Fariña en aquella tristemente cámara oculta que inauguró la presente temporada de café concert. Se entiende: el problema es que Chevron no invirtió en "servicios de consultoría estratégica", como sí hacía Repsol con Alberto Fernández, Joaquín Morales Solá y Marcelo Bonelli, entre otros. Cuántos "periodistas" estarán poniéndose precio ante las oficinas de recursos humanos de la compañía. Con una excepción: la invicta Margarita Stolbizer, quien muy suelta de cuerpo declara que Massa es el candidato de las corporaciones como lo fue Francisco de Narváez en 2009, sin hacerse cargo que su compañero de fórmula, Ricardo Alfonsín, fue coequiper del Colorado en 2011. Detalles. Los militares no deben politizarse y los jueces, tampoco, dice el manual de procedimientos neoliberal. La política: una técnica. Gestión. Con ser "profesionales" (las Fuerzas Armadas) e "independientes" (los jueces) del gobierno, y no importa si sí o si no de los poderes económicos y los conglomerados mediáticos, alcanza. Y ojo, no estamos haciendo aquí un juicio de valor sobre las formas que asumen los mensajes de campaña, sino sobre sus contenidos. Cada cual sabe cómo vestir la marquesina y también cómo disimularla cuando hay poco o nada que ofrecerle al cliente. "Mi comercial", dijo una vez De Narváez (¿o era su imitador en El Gran Cuñado?) para referirse a un aviso de campaña de su partido. Que el kirchnerismo no tenga que desnudar a sus candidatos en Plaza de Mayo como sí lo hizo un aspirante de izquierda, no implica, per se, que la propuesta de Bodart tenga mojada la pólvora ideológica, sino apenas, que la del oficialismo está lo suficientemente clara y definida, lo cual no hace sino potenciar su mensaje. De ahí la desesperación de Clarín por callar la voz y la presencia de la presidenta en la campaña: conducción política, cohesión, y sobre todo proyecto de país, es lo que trasuntan los candidatos del FPV, atributos imprescindibles para ejercer una política de transformación, y de los que adolecen las multiplicidades opositoras. Debieran tomar nota y preocuparse los enemigos del proyecto nacional: el esfuerzo que a ellos les demanda alcanzar el mínimo común múltiplo de su oposición senil, el oficialismo lo emplea en delinear cada vez más claramente el perfil de su proyecto, circunstancia que le proporciona aún mayores adhesiones. El capitalismo en su versión neoliberal, financiero y excluyente, legitimó su hegemonía mundial en la economía con un discurso único, hegemónico también, que pretendió invisibilizar la lucha política. Ningunearla. Naturalizar las condiciones que hacían posible su supremacía, negando la puja de intereses entre clases sociales contrapuestas y clausurando por decreto, incluso, a la propia historia. Impugnando la práctica política, la formación política, la ideología política. Tirándolas al tacho de los productos descartables por perecederos. Y junto a ellas, la militancia, la entrega desinteresada a una causa justa y noble, la noción de altruismo. No hubiera sido posible el Consenso de Washington sin el brutal despojo ideológico, expresado en la alteración de valores y globalización de consumos culturales, que arrasaron con las diversidades y riquezas de las múltiples y complejas sociedades contemporáneas, muchas de ellas milenarias. La derecha insiste en todo aquello. La vaguedad expresiva, la imprecisión ideológica, a las que recurre en sus variados formatos electorales, convierten a la política en eso que el Papa no quiere para su Iglesia: apenas una ONG. Tarde piaste, Francisco. Infonews

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