martes, 19 de mayo de 2015

Detrás del gas pimienta Por Jorge Muracciole

Hablar de los bochornosos hechos del jueves por la noche en La Bombonera desligado del largo proceso del negocio del fútbol es caer en un reduccionismo.

Ese reduccionismo impide analizar los múltiples factores que inciden en el accionar de determinados emergentes sociales, denominados comúnmente barra bravas, que han sido capaces de cometer un nuevo delito, en esta ocasión, "ingeniárselas" para arrojar gas pimienta al equipo contrario en una eliminatoria de la Copa Libertadores, generando un hecho inédito. Que haya sido inédito no quiere decir que sea el más grave hecho de violencia en ese recurrente devenir de enfrentamientos y muerte. Esa violencia, a pesar de la prohibición de la asistencia de público visitantes, no sólo se ha dado entre miembros de hinchadas contrarias, sino que la violencia se ejerce con cualquier competidor interno que intente arrebatar el control de sus múltiples negocios.

"La carne de cañón de esta guerra económico-deportiva hunde sus raíces en generaciones de excluidos".

Entre los disimiles elementos que confluyen semana tras semana en esa violencia instalada en diferentes divisionales del fútbol profesional está la creciente participación en el negocio del fútbol de las llamadas barras, en connivencia con las cúpulas que gerencian los clubes. Desde la venta de souvenirs, la explotación del estacionamiento callejero en las cercanías a los estadios, o la vía libre de la reventa de entradas, hasta porcentajes de la transferencia de jugadores, además de algunas actividades non santas que son secretos a voces en el ambiente futbolero. Tampoco el fenómeno es ajeno el mundo de la política y alguna dirigencia sindical que utiliza desde hace años como base de maniobra a las barras, para actos políticos o congresos sindicales o pujas internas. Esa también es otra particularidad que diferencia con otros países como Inglaterra donde se desarticuló el tema de los hoolligans, en las pasadas décadas.

El negocio es tan importante que hasta miembros de la justicia y destacados abogados contribuyen en ese aceitado dispositivo, que permite el libre accionar de los violentos, que son tan sólo la mano de obra ejecutora que hace posible el millonario negocio. En ese perverso contubernio no es ajena la exacerbación mediática que con tal de vender potencia las rivalidades, recorta declaraciones, bucea en el posible puterío de los vestuarios y en el caso de los últimos tres clásicos, los define, ya no sólo como superclásicos, sino como una batalla épica donde el pasaje a la otra fase de la copa trasciende la eliminación deportiva. Esta vez se tituló como la “Trilogía de Mayo”.

Lo cierto es que el negocio es mucho más que una contienda deportiva, el equipo que queda fuera de una fase de la Libertadores pierde sumas millonarias al no llegar a los cuartos de final, y proseguir el camino a la consagración en la instancia final.

Ante tamaña parafernalia mediática, millones de telespectadores en el mundo globalizado percibieron la irrupción de lo real, y cuando lo real irrumpe, se torna inasible, donde huelgan las palabras, generándose una imposibilidad de simbolizar, o sea de asimilar el hecho que irrumpió como gas pimienta en sus pantallas. Por lo tanto, ante el sin sentido, aparece el fantasma y emerge el mito que ocupa el lugar del discernimiento.

En la sociedad del espectáculo que habitamos, el jueves último, pasadas las 22 horas, ocurrió lo imprevisible, que transformó el aliento multitudinario en acto de un grupo de "desquiciados", "energúmenos", "inadaptados", "los violentos de siempre", pero cuantos de esos millones de telespectadores indignados por el hecho delincuencial, puestos en situación, no hubieran reaccionado como los miles de aficionados presentes en La Bombonera, deseando entrañablemente que el espectáculo continuara, que el equipo de sus amores ganara la contienda mas allá de los afectados por la agresión y que por supuesto como hombres de bien que se restablecieran y siguiera el espectáculo. Detrás del gas pimienta y de las reacciones de la afición emerge un espíritu de época que niega al otro, donde el prójimo no existe, o por lo menos es ninguneado por la conveniencia o los intereses personales, en este caso los económicos futbolísticos.

Seguramente ante las saciones de la Conmebol, el mundo futbolístico se dividirá sobre la corrección o no de la pena. Mi duda a pesar de las sanciones persistirá, mas allá si dicha sanción allá sido dura o light. La misma es más que una simple operatoria estética, una salida de compromiso que tiende a maquillar el verdadero problema, la violencia que hunde sus raíces en lo social y lo cultural. De un estado de cosas que se perpetúa y que combina el imparable semillero de potenciales barrabravas , que se reproducen en las innumerables barriadas pobres que circundan nuestras ciudades, con los que manejan el gran negocio y se apropiaron de las instituciones futbolsticas.

La carne de cañón de esta guerra económico-deportiva hunde sus raíces en generaciones de excluidos, o en su defecto ninguneados por el trabajo precario, los salarios indignos , que instalan como relaciones laborales esos mismos empresarios, que en muchos casos conforman la clase dirigente que regenta el negocio millonario del fútbol profesional. Lamentablemente, a mi entender la violencia seguirá, mientras persistan las cuestiones estructurales que impidan a sectores significativos de nuestra población la posibilidad de ser alguien, tentándolos a formar parte de una organización identificada con los colores de una camiseta, sea del color que sea, que le permita a ese joven marginado poder hacer "carrera" con su único capital, sus agallas, su rebeldía y sus ganas de formar parte en un ámbito que lo incluya, a su manera, pero que lo dota de una identidad. Instalándose de ahí en más en esa cultura del aguante que en connivencia con los que rigen el destino del gran negocio futbolístico se constituyan en una formula tan peligrosa como el gas pimienta, o su sucedaneo acuñado en esa geografía tumbera de donde se nutren, en este mundo donde el prójimo no existe, los que manejan los hilos de las múltiples formas de incrementar las ganancias, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.


iNFO|news

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