A 39 años del crimen, José Luis Nacci estrenó un documental donde repasa los misterios del episodio.
Mito - Nacci dice que le interesaba mitificar a Ringo, un ídolo popular que no fue campeón del mundo.
José, yo me muero a los 33, soy como Jesucristo.” Oscar Bonavena lo dice entre bromas. Su amigo y sparring, José Menno, escucha lo que ahora resulta un presagio. Es 1972. Bonavena tiene la mano izquierda lastimada después de haber peleado con Floyd Patterson. Está deprimido. Sabe que la lesión lo hace ingresar en el final de su carrera: será muy difícil ser campeón mundial. “Ringo quiere morir, pero no se atreve a suicidarse”, recuerda el periodista Alberto Oliva. Bonavena protagoniza otras peleas –la última en el Luna Park frente a Reinaldo Gorosito–hasta que en febrero de 1976 se instala en Reno, Nevada, contratado por Joe Conforte, regente del prostíbulo Mustang Ranch. “Muerto, estaré enterrado dentro de ti”, le escribe a Dora, su mujer. La madrugada del 22 de mayo Ringo es asesinado en la puerta del burdel. Tenía 33 años.
“Mire, no le miento, piel de gallina”, dice Menno mientras muestra su brazo al recordar el diálogo con Bonavena. El relato sobre el tramo final de la vida del boxeador es uno de los momentos más emotivos –y más tensos– del documental Soy Ringo, que el jueves pasado se estrenó en el cine Gaumont, a pocos días de que se cumplan 39 años del crimen. Menno, que también fue sparring de Carlos Monzón, falleció el año pasado. No llegó a ver la película sobre su amigo, en la que revisa la pelea con Muhammad Alí el 7 de diciembre de 1970 en el Madison Square Garden, un combate que se generó el propio Ringo. “Clay se mueve mucho.” “Oscar tiene que mover la cintura para poder entrar.” “Está haciendo todo lo posible.” Menno habla en presente. “Y bueno, hizo demasiado”, se resigna cuando Bonavena, que había puesto de rodillas a Alí en el noveno round, cae por nocaut en el último asalto.
“Era su propio representante. Hacía sus contratos, organizaba sus peleas, y las difundía como si fuera su jefe de prensa”, cuenta José Luis Nacci, guionista y director de Soy Ringo, que ganó el premio a mejor película en el Festival Internacional de Cine Deportivo 2015 y el año pasado fue presentada en el BAFICI y en el festival Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. “Ringo se convirtió en una figura emblemática. No llegó a salir campeón mundial, como sí ocurrió con otros boxeadores, pero por su carisma fue el más querido, generó una devoción muy particular y cuando murió se convirtió en una leyenda, en un mito argentino. Yo tenía unos 20 años cuando pasó y ese impactó me quedó”, dice Nacci, que colaboró en los guiones de Infancia Clandestina y Una mujer sucede. Soy Ringo es su primera película.
En 105 minutos el documental cuenta al mito Bonavena con testimonios de periodistas, amigos y familiares. “Quería reírse para que pasara rápido el tiempo de la vigilia, que es el más dramático en la vida de los boxeadores”, dice Ernesto Cherquis Bialo, uno de los entrevistados. Pero además del Bonavena que se movía arriba del ring, el de las peleas con Joe Frazier, el que desafiaba a Alí y buscaba con ansias el título mundial, estaba el Bonavena que desfilaba por los medios y los sets de televisión; el que era capaz hacer un sketch con Pepe Biondi o grabar un disco con Los Shakers. “No se lo puede catalogar sólo como un boxeador –dice Nacci-, era polifacético, histriónico y mediático. Tenía un buen sentido del humor y le gustaba hacer bromas. Y era muy creativo. Fue él quien se construyó como Ringo, el que se inventó a sí mismo.”
Pero el tronco central de la película gira en torno al misterio de su asesinato, su relación con Sally Burguess, esposa de Joe Conforte. ¿Cómo cayó Ringo en manos de un mafioso? “Dicen que todo mafioso que se precie tiene que tener un caballo de carrera, una rubia platinada y un boxeador. Ringo era el boxeador”, explica en la película Ezequiel Fernández Moores, autor del libro Díganme Ringo, la biografía de Bonavena. ¿Cuál era el vínculo real que unía a Sally con Ringo? ¿Ese fue el móvil del crimen? ¿O Conforte se vio amenazado porque Ringo quería quedarse con el burdel? ¿Fue efectivamente William Ross Brymer, un matón de 32 años y ojo de vidrio, quien disparó? Sobre esos enigmas se construye un relato policial, con filmaciones en Súper 8 realizadas en Estados Unidos.
“Me interesó cotejar las diferentes versiones pero, por sobre todas las cosas, me interesó dejar en claro que Conforte tenía que ver con el asesinato. Estuvo involucrado y el que tiró fue el que pagó las consecuencias, más allá de los pormenores del caso”, explica Nacci. “Quería mitificar al personaje. Ringo tiene una raigambre fuerte dentro del imaginario popular. Y era un hombre grande pero en el fondo era como niño. Peleaba con un boxeador y al día siguiente lo invitaba a comer a su casa. Nadie podía estar enojado con él”, agrega el director y guionista, que además pone la voz en off en la película.
El Ringo más tierno se observa en los testimonios de Adriana y Natalio, sus hijos. Ringuito relata cuando lo vio a un costado del ring del Luna Park contra Gorosito. “Estaba con mi hermana llorando –dice–. Lloré más en la pelea que cuando falleció.” Adriana cuenta de los intentos de su padre por simular el dolor que le habían dejado los golpes de Alí en la cara. “A mí no me duele”, le decía Ringo y se ponía a tocar el piano aunque no supiera. Y recuerda cuando su papá le organizó una guerra de tortas para su cumpleaños, el más lindo que haya tenido. “Es el día de hoy –dice Adriana– que a veces pienso: ¿estará vivo?”
“Mire, no le miento, piel de gallina”, dice Menno mientras muestra su brazo al recordar el diálogo con Bonavena. El relato sobre el tramo final de la vida del boxeador es uno de los momentos más emotivos –y más tensos– del documental Soy Ringo, que el jueves pasado se estrenó en el cine Gaumont, a pocos días de que se cumplan 39 años del crimen. Menno, que también fue sparring de Carlos Monzón, falleció el año pasado. No llegó a ver la película sobre su amigo, en la que revisa la pelea con Muhammad Alí el 7 de diciembre de 1970 en el Madison Square Garden, un combate que se generó el propio Ringo. “Clay se mueve mucho.” “Oscar tiene que mover la cintura para poder entrar.” “Está haciendo todo lo posible.” Menno habla en presente. “Y bueno, hizo demasiado”, se resigna cuando Bonavena, que había puesto de rodillas a Alí en el noveno round, cae por nocaut en el último asalto.
“Era su propio representante. Hacía sus contratos, organizaba sus peleas, y las difundía como si fuera su jefe de prensa”, cuenta José Luis Nacci, guionista y director de Soy Ringo, que ganó el premio a mejor película en el Festival Internacional de Cine Deportivo 2015 y el año pasado fue presentada en el BAFICI y en el festival Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. “Ringo se convirtió en una figura emblemática. No llegó a salir campeón mundial, como sí ocurrió con otros boxeadores, pero por su carisma fue el más querido, generó una devoción muy particular y cuando murió se convirtió en una leyenda, en un mito argentino. Yo tenía unos 20 años cuando pasó y ese impactó me quedó”, dice Nacci, que colaboró en los guiones de Infancia Clandestina y Una mujer sucede. Soy Ringo es su primera película.
En 105 minutos el documental cuenta al mito Bonavena con testimonios de periodistas, amigos y familiares. “Quería reírse para que pasara rápido el tiempo de la vigilia, que es el más dramático en la vida de los boxeadores”, dice Ernesto Cherquis Bialo, uno de los entrevistados. Pero además del Bonavena que se movía arriba del ring, el de las peleas con Joe Frazier, el que desafiaba a Alí y buscaba con ansias el título mundial, estaba el Bonavena que desfilaba por los medios y los sets de televisión; el que era capaz hacer un sketch con Pepe Biondi o grabar un disco con Los Shakers. “No se lo puede catalogar sólo como un boxeador –dice Nacci-, era polifacético, histriónico y mediático. Tenía un buen sentido del humor y le gustaba hacer bromas. Y era muy creativo. Fue él quien se construyó como Ringo, el que se inventó a sí mismo.”
Pero el tronco central de la película gira en torno al misterio de su asesinato, su relación con Sally Burguess, esposa de Joe Conforte. ¿Cómo cayó Ringo en manos de un mafioso? “Dicen que todo mafioso que se precie tiene que tener un caballo de carrera, una rubia platinada y un boxeador. Ringo era el boxeador”, explica en la película Ezequiel Fernández Moores, autor del libro Díganme Ringo, la biografía de Bonavena. ¿Cuál era el vínculo real que unía a Sally con Ringo? ¿Ese fue el móvil del crimen? ¿O Conforte se vio amenazado porque Ringo quería quedarse con el burdel? ¿Fue efectivamente William Ross Brymer, un matón de 32 años y ojo de vidrio, quien disparó? Sobre esos enigmas se construye un relato policial, con filmaciones en Súper 8 realizadas en Estados Unidos.
“Me interesó cotejar las diferentes versiones pero, por sobre todas las cosas, me interesó dejar en claro que Conforte tenía que ver con el asesinato. Estuvo involucrado y el que tiró fue el que pagó las consecuencias, más allá de los pormenores del caso”, explica Nacci. “Quería mitificar al personaje. Ringo tiene una raigambre fuerte dentro del imaginario popular. Y era un hombre grande pero en el fondo era como niño. Peleaba con un boxeador y al día siguiente lo invitaba a comer a su casa. Nadie podía estar enojado con él”, agrega el director y guionista, que además pone la voz en off en la película.
El Ringo más tierno se observa en los testimonios de Adriana y Natalio, sus hijos. Ringuito relata cuando lo vio a un costado del ring del Luna Park contra Gorosito. “Estaba con mi hermana llorando –dice–. Lloré más en la pelea que cuando falleció.” Adriana cuenta de los intentos de su padre por simular el dolor que le habían dejado los golpes de Alí en la cara. “A mí no me duele”, le decía Ringo y se ponía a tocar el piano aunque no supiera. Y recuerda cuando su papá le organizó una guerra de tortas para su cumpleaños, el más lindo que haya tenido. “Es el día de hoy –dice Adriana– que a veces pienso: ¿estará vivo?”
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