Nadie diría que la visita guiada a un correo restaurado podría convertirse en una aventura. Sin embargo, la recorrida que el flamante Centro Cultural Kirchner preparó para periodistas e invitados resultó bastante parecida a una montaña rusa. No tanto porque haya transcurrido velozmente (se avanzaba a un paso de hombre muy en línea con la morosidad húmeda del mediodía), sino más bien por los súbitos cambios de perspectivas que se sucedían de un piso a otro, de una sala a otra, de un pasillo al otro.
El nuevo centro es un artefacto de evidente complejidad política y estética y, en cierto modo, podría decirse que encierra una dimensión dentro de otra. Esto no es una simple metáfora. Como una mamushka, el Centro Cultural Kirchner contiene también una sala (permanente) llamada Néstor Kirchner, que, a su vez, aloja una exposición (también permanente) dedicada a Néstor Kirchner -Experiencia NK-, en la que se lee: "Una experiencia nos atraviesa. La alegría de ser parte de este momento en el que podemos preguntarnos: ¿quiénes éramos, quiénes somos hoy, ahora?" Tal vez sin proponérselo, esa pregunta se vuelve dramática, y no en el sentido de la muestra.
Tautologías y paradojas: al salir, a pocos metros por un pasillo, está la entrada a la Ballena Azul, la "vedette" y corazón del centro. Con un aforo casi igual al del Musikverein vienés, aunque menor al de la Berliner Philharmonie, la hermosa Ballena Azul es una de las salas sinfónicas más grandes del mundo, en una ciudad y en un país donde, hasta la inauguración de la Usina del Arte, se carecía por completo de salas de ese tipo, dado que el Teatro Colón es en verdad una sala eminentemente lírica. La importancia de esta sala, como la recuperación misma del espacio del Palacio de Correos, está fuera de discusión.
Menos claro parece el destino del Centro Cultural, con una obra todavía inconclusa, una programación sostenida con alfileres y una orientación general cuya meta primera parece ser una demostración faraónica de poderío.
La obra del Correo no está terminada todavía, y aunque pueden verse sectores en obra prácticamente en todos los pisos, el ministro de Planificación, Julio De Vido, aseguró ayer en la conferencia de prensa que el avance de los trabajos era del 93%.
La llamada área "noble" o "señorial" del Palacio, aquella con los mostradores de madera y los cuadros de Amadeo Dell'Acqua, quedó prácticamente intacta: la restauración mejoró lo existente y la obra garantizó accesibilidad y condiciones de seguridad. Las casillas de correo se guardaron y serán expuestas más adelante. Aparte de la Sala Néstor Kirchner, están en funcionamiento ahora otras seis en las que se despliega Cuídese mucho, instalación de la francesa Sophie Calle que llega aquí vía la Bienal de Performance, y la Sala Eva Perón. La Sala Argentina, destinada a música de cámara y espectáculos teatrales, no está habilitada todavía ni puede verse. Por lo tanto, la recorrida al Centro Cultural Kirchner consiste, ante todo, en la visita a la Ballena.
Es ahí donde estuvieron puestos todos los esfuerzos. Con sus patas que la separan del suelo y la malla metálica que la recubre, la Ballena impresiona por fuera, pero más al ingresar. Lo que importa en una sala sinfónica es su comportamiento acústico y, en este punto, la Ballena es irreprochable. Se lo pudo constatar en tres situaciones diferentes: el ensayo de la Sinfónica Nacional de una versión de Adiós Nonino, de Ástor Piazzolla; el último movimiento de la Sonata Claro de luna, de Beethoven, que tocó Horacio Lavandera, y Tocata y fuga en Re menor, de Bach, en el órgano alemán de la marca Klais.
El rendimiento fue muy satisfactorio en la pieza sinfónica, con un sonido detalladísimo, aun cuando las condiciones no fueran las mejores por las puertas de la sala abierta y la circulación de gente; menos convincente resultó en el piano solo, mientras que, en el caso de Bach, es difícil decidirlo porque la instalación del órgano no está terminada. El cuidado de la acústica está cargo de Gustavo Basso y Rafael Sánchez Quintana, el mismo equipo que se ocupó de custodiar la acústica de la sala principal del Colón en los tiempos de su restauración. El propio Basso hizo notar que las tareas no habían concluido y que el rendimiento que se escuchó rondaba el 70% de las posibilidades. "Es un piso."
Pero la noticia más importante respecto de la Ballena Azul llegó en la conferencia de prensa que ofrecieron De Vido y la ministra de Cultura, Teresa Parodi. Allí se confirmó que esa sala será "la residencia" de la Sinfónica Nacional. De este modo, se paga una antigua deuda con la orquesta, que vivía hasta ahora en un nomadismo entre el Auditorio de Belgrano y la Bolsa de Comercio. Ésa parece haber sido una de las condiciones que puso Martha Argerich para actuar en el centro, antes de tomar la resolución de no tocar. En este punto, Parodi se expidió también sobre el affaireArgerich: "La artista decidió no venir porque circularon versiones falaces sobre lo que iba a cobrar. Estaba dolida. Y yo como artista también la comprendí. Tengo una relación hermosa con Martha Argerich. Pero existe todavía la posibilidad de que venga antes de fin de año y toque con la Sinfónica".
CAMPO DE FUERZA POLÍTICO
La demostración de poderío que implicó la puesta en funcionamiento del Centro Cultural Kirchner tiene destinatarios inequívocos: la ciudad de Buenos Aires, en primera instancia y, después, el propio Teatro Colón, la principal competencia musical y, sobre todo, simbólica. De Vido no eludió esta comparación: "La música clásica estaba destinada a la elitea la que pertenecen los columnistas de los diarios opositores". Esta presunción sociológica tuvo un correlato territorial: ya antes tampoco se había privado de señalar que el nuevo centro era "para todos los argentinos y, por qué no, para los habitantes de la ciudad". Habló también de "traer a los artistas excluidos del mercado", aunque la lengua le jugó entonces una mala pasada y arrancó la frase con "centro comerc..." en lugar de cultural.
El modo en que todas estas intenciones se llevarán a la práctica es incierto, lo mismo que el contenido de las salas. La escasa programación anunciada (puede consultarse en la páginawww.culturalkirchner.gob.ar) no se extiende más allá de junio. Por otro lado, el centro no contará con colecciones permanentes, y Parodi aclaró que hasta ahora "no se compró ninguna obra para este espacio". En todo caso, se expondrá el patrimonio de los museos nacionales, pero tampoco aquí puede hablarse de fechas. "Tienen que cumplirse las condiciones museográficas."
El Centro cuenta con cuatro áreas de actividades: artes visuales, música, artes escénicas y literatura. En los materiales de prensa, no constan los coordinadores de cada área, pero Parodi dio algunos nombres de "entrecasa": Liliana Piñeiro (viene de la Casa Nacional del Bicentenario), Ernesto Bauer, el recordado barítono que cantó el "Ave María" en el velorio de Néstor Kirchner, y el Instituto Nacional del Teatro, como responsable impersonal del área escénica.
En ese panorama, y en un espacio erosionado por los vientos y las especulaciones de campaña, tal vez la Ballena Azul sea, como lo fue para Jonás, el único refugio seguro en ese viaje; un viaje en el que, como les pasaba a los navegantes más antiguos, todo parece guiarse menos por el Norte de un brújula que por la lectura de las estrellas que se ven desde la cúpula vidriada del viejo Palacio de Correos..anera | LA NACION
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