- “Cuando era chico quise ser un montón de cosas que resultaron imposibles: por patadura no pude ser jugador de fútbol; por pecador tampoco pude ser santo; también quise ser pintor, pero el talento no daba. Pero de algún modo escribo pintando: si no cierro los ojos y no veo lo que voy a escribir, lo que voy a contar con palabras, que puede ser una idea, una noción, una experiencia, no puedo hacerlo. Tengo que verlo antes, lo que indica que tengo una manera plástica de escribir. Por otra parte, creo que es una pena que se haya perdido aquella sana costumbre de leer en voz alta en las escuelas, porque eso hacía que uno desde temprano se familiarizara con la música de las palabras. A cada texto lo escribo y lo reescribo, lo hago y lo rehago muchas veces, pero la prueba de fuego es la lectura en voz alta. Uno percibe la eficacia de un texto a través de su musicalidad, de cómo suena cuando se lo lee en voz alta.”
- “No soy un pensador, por suerte, ni siquiera soy un intelectual. La palabra pensador me horroriza un poco. El intelectual se define por oposición a la manualidad o por desprecio al corazón. Yo soy un sentipensante, siento y pienso a la vez. Lo que la razón hace es organizar las sensaciones que vienen no se sabe de qué entraña: el hígado, el corazón, el estómago o el sexo... No se sabe qué es lo que genera eso que está más allá de las ideas.”
- “Somos instrumentos de las máquinas: el automóvil te maneja, la computadora te programa, el supermercado te compra, la televisión te mira. Los instrumentos que nacen al servicio de la gente terminan por poner a la gente a su servicio. Una de las pruebas de que el mundo está al revés es lo que pasa con las ciudades: fueron creadas como lugares de encuentro entre las personas y, hoy, las personas somos intrusas en estos vastos garages.”
- “Hay una imposición de un sistema de valores que corresponden a un modelo social que a mí no me gusta, pero que hoy por hoy se acepta como el único posible. La ‘Macdonaldización’ del mundo”.
- “El problema es la inversión de valores: el problema no es lo que uno consume, sino que es consumido por lo que consume. Hay que empezar a reivindicar lo que es más obvio, la dignidad humana, el trabajo, el valor del trabajo, en lo que yo insisto mucho porque me parece que es una de las fuentes de la inseguridad colectiva en que vive el mundo. Los que algo tienen tienen miedo de perder lo que tienen, y los que no tienen tienen miedo de no llegar a tener nunca eso que no tienen y necesitan. Entonces es un mundo gobernado por el miedo.”
- “El trabajo ha sido reducido al mínimo de los mínimos; vale menos que la basura. Es cada vez más difícil conseguirlo, más difícil conservarlo y ganar un salario digno. Y todo en nombre de la competitividad, que se lleva por delante dos siglos de conquistas obreras. Ahora dicen: ‘La cola es larga: tómelo o déjelo’. El auge del delito tiene que ver, entre otras cosas, con la injusticia social, con el desvalor del trabajo. El mundo actual está preso de la inseguridad y del miedo. Todos estamos más o menos presos: los de arriba, los del medio y los de abajo. Aunque la prisión puede ser un lujo: los barrios residenciales parecen fortalezas medievales con recursos electrónicos.”
- “No soy de dar consejos ni de recibirlos, no me gustan los aconsejadores ni quiero ser uno más. Puedo, en todo caso, tratar de transmitir algo de lo que he vivido. Primera cosa: para ser capaz de decir hay que ser capaz de escuchar. Segunda cosa, me la dijo Juan Carlos Onetti: las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio. O sea, yo les diría a los que empiezan: cuídense de la inflación palabrera. En América latina es tan devastadora como la inflación monetaria. Después, no se crean el cuento de que hay una frontera que separa al periodismo de la literatura. Literatura es el conjunto de mensajes escritos que una sociedad emite, tengan la forma que tengan. Uno puede decir lo que quiere decir escribiendo en periódicos o en libros. El periodismo bien ejercido puede llegar a ser muy buena literatura, como lo demostraron. entre otros. José Martí, Carlos Quijano, Rodolfo Walsh... la lista sería larga si nombrásemos a todos.”
- “Durante los mundiales directamente me voy del Planeta Tierra. Me mudo al Planeta Pelota, igual de redondo pero más chico. Me dedico a ver todos los partidos, o al menos a intentarlo, porque siempre pasa que alguno me pierdo. Pero lo que quiero decir es que me siento con una cervecita bien fría delante de la TV y me meto en una pelota. Y de ahí no salgo hasta que el Mundial se termina. Así de sencillo. Soy fútbol-adicto. Y esto viene de la infancia más remota, porque mi padre me llevaba al estadio cuando yo todavía era un bebé. Y luego, claro, toda mi vida jugué al fútbol.”
- “Maradona tiene que cargar con una cruz muy pesada en la espalda: llamarse Maradona. Es muy difícil ser Dios en este mundo, y más difícil comprobar que a los dioses no se les permite jubilarse, que deben seguir siendo dioses a toda costa. Y el de Maradona es un caso único, el deportista más famoso del mundo, a pesar de que hace años que ya no juega, esa necesidad de protagonismo derivada de la popularidad mundial que tiene. Quiero decir que es el más humano de los dioses, porque es como cualquiera de nosotros. Arrogante, mujeriego, débil... ¡Todos somos así! Estamos hechos de barro humano, así que la gente se reconoce en él por eso mismo. No es un dios que desde lo alto del cielo nos muestra su pureza y nos castiga. Entonces, lo menos que se parece a un dios virtuoso es la divinidad pagana que es Maradona. Eso explica su prestigio. Nos reconocemos en él por sus virtudes, pero también por sus defectos.”
- “Quien lee algo que de veras vale la pena no lee impunemente. Leer un libro de esos que respiran cuando te los ponés al oído no te deja intocado: te cambia, aunque sea un poquitito, te incorpora algo, algo que no sabías o no imaginabas, y te invita a buscar, a preguntar. Y más, todavía: a veces hasta te puede ayudar a descubrir el verdadero significado de las palabras traicionadas por el diccionario de nuestro tiempo. ¿Qué más puede querer una conciencia crítica?”
- “No hay nada en el mundo que no merezca ser reído. Si la literatura de denuncia no es, al mismo tiempo, una literatura de la celebración, se aleja de la vida viva y duerme a sus lectores. Se supone que sus lectores deben arder de indignación, pero ellos se caen de sueño. Con frecuencia ocurre que la literatura que dice dirigirse al pueblo sólo se dirige a los convencidos. Sin riesgo ninguno, se parece más a la masturbación que al acto del amor, aunque según me han dicho el acto del amor es mejor, porque se conoce gente. La contradicción mueve la historia, y la literatura que de veras estimula la energía de cambio nos ayuda a adivinar los soles secretos que cada noche esconde, esa humana hazaña de reír contra toda evidencia. La herencia hebreo-cristiana, que tanto elogia el dolor, no ayuda mucho. Si no recuerdo mal, en toda la Biblia no suena ni una risa. El mundo es un valle de lágrimas, los que más sufren son los elegidos que suben al Cielo.”
- “No me arrepiento de nada. Yo también soy la suma de todas mis metidas de pata.”
martes, 14 de abril de 2015
“Soy la suma de mis metidas de pata”
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