Por Cristian Carrillo
Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, casi diez veces su población, y es el quinto exportador mundial. No obstante, aún su acceso no está garantizado a todos. El secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, Carlos Bianco, remarca que la Argentina sobrecumplió sus metas de nutrición pero reconoce que existe una “injusta distribución del acceso” producto de esa concentración. En diálogo con Cash, el funcionario criticó la doble moral de los países desarrollados, que mantienen el proteccionismo agrícola mientras promueven el libre mercado. “Hoy no hay un país que esté abierto al libre comercio. Eso es un mito”, asegura. Bianco responde los cuestionamientos del establishment a los acuerdos con China y examina la situación comercial con Brasil.
¿Por qué persisten problemas en el acceso a los alimentos en un país con sobreabundancia de materias primas?
–El problema es la hiperconcentración de la producción y, sobre todo, de la distribución de alimentos. No sólo en Argentina sino en todo el mundo. Hoy hay seis grandes cerealeras en el mundo que distribuyen ente el 80 y 90 por ciento de los alimentos como materias primas. El Gobierno busca desconcentrar ese mercado y para ello redujo la carga que implican las retenciones para los pequeños productores mediante la segmentación de esos derechos de exportación. En materia de acceso, los indicadores del país mejoraron significativamente aunque quedan desafíos y políticas más focalizadas.
¿Qué debate impulsa el país en los foros internacionales respecto a este tema?
–La Argentina es un país que polemiza y se enfrenta a los grandes poderes. Los fondos buitre son un ejemplo paradigmático. En materia de alimentos, mantiene una posición muy clara en los diferentes foros respecto del proteccionismo de los países desarrollados. Puntualmente, en la OMC solicitamos que se termine con la hipocresía de los países desarrollados, fundamentalmente de Estados Unidos, Europa y Japón, que conservan el proteccionismo agrícola y hacia afuera mantienen un discurso de libre comercio. Lo estamos reclamando en conjunto con muchos otros países.
¿Hay presentaciones formales contra esos países más allá de algún litigio puntual?
–Es muy perversa la situación, porque esos países que hicieron las reglas del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), sobre los que se emplazan las normas de la OMC, son los que permitieron el subsidio a las exportaciones agrícolas para sus economías. Entonces no podemos litigar en el marco de la OMC contra Estados Unidos, la Unión Europea u otros países desarrollados porque el proteccionismo es legal para ellos. Y es legal porque lo dicen ellos. De todos modos, tenemos casos en curso como el de limones y carne contra Estados Unidos y por biodiésel contra la Unión Europea.
¿Qué alternativas hay para el resto de los países?
–La única posibilidad es hacer lo que hace la Argentina, aunque sea en solitario: en el marco de las negociaciones de la Ronda de Doha, plantarse en que si no se avanza en ese tema, no se avanza en nada más. Esta tiene que ser la prioridad. Prometieron que en 2013 se levantaban las barreras y no hubo cambios.
¿No hay apoyo a esta postura?
–Sí, pero con una posición no explícita como la de Argentina. Hay muchas presiones de los de-sarrollados.
¿Cómo presionan?
–Presionan con amenazas de bloqueos comerciales bilaterales o poniendo en juego otros acuerdos, como de manufacturas, servicios o de la propiedad intelectual. A través del miedo presionan mucho. Te dicen que si se avanza en ese tema no podrán seguir manteniendo los fondos de cooperación en este u otro foro a los países más pobres. Esos países se asustan y te quitan el apoyo o te acompañan menos.
¿Cómo sigue el litigio iniciado por Estados Unidos, Unión Europea y Japón sobre el esquema de Declaraciones Juradas Anticipadas para la Importación (DJAI)?
–El tema se llevó a un panel del tribunal de resolución de diferencias de la OMC, el cual emitió un fallo, que la Argentina discutió y apeló. El país perdió el caso y ahora tiene que acatar. Se está negociando el tiempo de implementación de las medidas para poder adecuar el sistema comercial de administración de comercio en Argentina, de conformidad con las reglas de la OMC.
¿Esto obliga a modificar la política de comercio exterior?
–No. La OMC no dijo que la política de administración de comercio es ilegítima o mala. Lo que sostiene es que hay un problema de implementación. Esto requiere un estudio de cómo adecuarse a las normas de la OMC. En lo que se está trabajando ahora es en encontrar cuáles mejoras debemos implementar. Una vez que sepamos en cuáles, avanzaremos entonces con su implementación. Se están negociando los plazos para esa implementación con los tres países.
¿Argentina podría modificar su política de protección a la industria nacional?
–La Argentina necesita tener una política de administración de comercio como la que tienen casi todos los países del mundo. No hay un país que esté hoy abierto al libre comercio. Eso es un mito. Y como cualquier otro país, la Argentina necesita en ciertos sectores (sensibles) administrar su comercio exterior. Esto asegura la sostenibilidad del crecimiento económico y, a futuro, permite planificar la necesidad de divisas para el pago de las importaciones. Nos acusan de ser hiperproteccionistas, pero estamos entre los diez países que más hicieron crecer sus importaciones en los últimos añ
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