Las deportaciones forzadas de armenios al inicio de la Primera Guerra Mundial dieron comienzo al genocidio.
El creciente número de organizaciones de derechos humanos e intelectuales turcos que critican la política de su país respecto de la cuestión armenia permite proyectar a futuro el inicio de un entendimiento entre ambos pueblos.
Apenas veintidós países reconocen de forma oficial, al día de hoy, el genocidio de la mitad de la población armenia perpetrado por Turquía, entonces el Imperio Otomano, entre 1915 y 1917. Con una serie de actos en todo el mundo, Armenia y su gran diáspora mundial recordarán al millón y medio de muertos durante la campaña de exterminio. El estado turco niega que las muertes hayan sido a causa de un plan sistemático, y dice que tuvieron lugar en el marco de la Primera Guerra Mundial. Nueve de cada diez turcos dicen que no hay razones para disculparse con Armenia. Sin embargo, el creciente número de organizaciones de derechos humanos e intelectuales turcos que critican la política de su país respecto de la cuestión armenia permite proyectar el inicio de un entendimiento entre ambos pueblos.
Argentina es uno de los países que reconocieron oficialmente el genocidio armenio, con la promulgación en 2007 de la ley 26.199, a través de la cual se declara el 24 de abril como Día de la Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos. El reconocimiento llegó tras una fuerte campaña informativa que llevó adelante la diáspora argentina, calculada en alrededor de 100.000 personas, la más importante de todos los países hispanoparlantes.
“Desde hace algún tiempo nos acercamos a dar charlas en los colegios, ya que nos interesa que el esclarecimiento de los hechos llegue a los docentes y a los alumnos”, destacó el presidente del Centro Armenio de la República Argentina, Alberto Djeredjian. “El tema del genocidio ya no se circunscribe a un círculo de personas que están interiorizadas naturalmente, ya sea por su vocación, sensibilidad o pertenencia al grupo. Pero para este centenario, pretendemos que la información llegue más allá de aquellos grupos que están ya tienen bien en claro lo que ocurrió. Y si bien siempre hay mucho más por hacer, creo que con las actividades que llevó a cabo la comunidad, una parte sustancial de nuestro objetivo se concretó”, expresó el presidente.
Los actos de conmemoración de la comunidad armenia comenzaron el pasado martes con un ciclo de actividades que incluyó conciertos, lecturas, muestras fotográficas y proyecciones de películas, mientras que el cierre, previsto para el miércoles que viene, será con un acto central el Luna Park.
El genocidio coincidió con la desintegración del Imperio Otomano. Tras la independencia de Rumania, Serbia y Montenegro, a fin de impedir que los armenios se sumen a la ola separatista, el Imperio Otomano decidió deportar a grandes sectores de dicha población, desde lo que hoy es la República de Armenia, hacia la zona que actualmente ocupa el suroeste de Turquía y partes de siria e Irak. Esa decisión fue el punto de partida a la matanza. El punto de inflexión fue la derrota del Ejército otomano ante Rusia en el Cáucaso en diciembre de 1914. Las autoridades turcas acusaron directamente a los armenios de colaborar con el enemigo, por lo que el 24 de junio de 1915, ordenaron la detención de 235 armenios en Estambul (entonces Constantinopla), cifra que en los siguientes días ascendió a 600. Finalmente, el gobierno otomano determinó la deportación de toda la población armenia. La marcha forzada a través de miles de kilómetros de zonas desérticas provocó la muerte de la mayor parte de los deportados.
Turquía esgrimió la teoría de los “dos demonios” para justificar las matanzas, sostiene uno de los miembros de la Comisión de Conmemoración del Genocidio Armenio local, Jorge Dolmadjian. “Antes era la negación absoluta. Los turcos decían que las muertes simplemente no sucedieron. Hoy plantean que las muertes fueron en el marco de la Gran Guerra, ya que la población armenia se había rebelado y también murieron turcos. Emulan la teoría de los dos demonios que en algún momento se argumentó en nuestro país”, explicó a Página/12.
Dolmadjian aseguró que se el Estado turco apunta a una política de tergiversación y banalización de la historia, que busca a mostrar una imagen más humanizada y comprensiva de los hechos. “Se omite hablar de planificación, de premeditación, de órdenes emanadas de las máximas autoridades del Imperio, de los juicios contra los criminales que fueron anulados. En fin, de las responsabilidades que tuvieron y no se quieren hacer cargo”, dijo.
Según un estudio realizado este año por el Center for Economic and Foreign Policy Studies, un centro de investigación social turco, solamente el 9,1 por ciento de la población turca cree que su gobierno debería disculparse con el armenio y admitir que lo sucedido fue un genocidio. “Habrá que buscar, no obstante y siempre, puentes quizá frágiles todavía de sociedad a sociedad, entre armenios y turcos, para encontrar alguna ventana de oportunidad para que Turquía, como un todo, reconozca el genocidio infligido a más de un millón y medio de armenios,” señaló a este diario Juan Gabriel Tokatlian, especialista en relaciones internacionales de la Universidad Di Tella.
En esta misma línea, Dolmadjian destacó “el crecimiento en Turquía del número de movimientos de derechos humanos y de académicos e intelectuales que discuten el genocidio, aún a costa de correr ciertos riesgos”. El caso más emblemático fue el del periodista turco Hrant Dink, quien en 2005 fue condenado por “insultar la identidad turca” en un artículo sobre la diáspora armenia y un tiempo después asesinado a tiros en la calle por un joven fanático turco. “Consideramos fundamental que la sociedad turca tenga el coraje de revisar la historia oficial e interpele las conductas que tanto el Estado como la sociedad civil han tenido en relación con el genocidio. Confiamos que esa intervención obligará a modificar las políticas de negación y abrirá una etapa de diálogo más profunda que aborde el tema de la reparación”, reflexionó Dolmadjian.
El negacionismo traspasa las fronteras de Turquía, tal como refleja el escaso número de países que reconocen el genocidio armenio. Israel y Estados Unidos, por caso, no lo hacen por razones geopolíticas: Turquía es un miembro clave de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que alberga bases de misiles de largo alcance en ese país, cuyas cabezas nucleares apuntan tanto a Teherán como a Moscú. No obstante, Alemania –que también forma parte de la alianza militar– reconocerá a partir de hoy el término genocidio, tras la aprobación de una declaración parlamentaria.
Informe: Gustavo Gerrtner.
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