El Vaticano, que conduce desde hace dos años el ex cardenal porteño Jorge Bergoglio, habría decidido hacer públicos sus archivos sobre el terrorismo de Estado en la Argentina. El dato se lo transmitió monseñor Giuseppe Laterza, oficial de la Secretaría de Estado, a Angela “Lita” Boitano, presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, durante una reunión que mantuvieron el viernes y de la que participó el embajador argentino ante la Santa Sede Eduardo Valdés. Laterza recibió a la dirigente por orden del actual papa Francisco y le aseguró que están avanzadas las tareas de recopilación, “disinfestazione” y digitalización del material. Ante el pedido de una autocrítica por el rol de la Iglesia Católica durante la dictadura, el sacerdote explicó que analizan la posibilidad de difundir “un documento” en paralelo con la desclasificación de archivos, le propuso tratar el tema en conjunto con la Conferencia Episcopal Argentina y prometió gestionarle una reunión en Buenos Aires con el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Humberto Malfa, actual secretario general del Episcopado.
Luego de reclamar sin suerte durante 39 años a capellanes, obispos y papas que la Iglesia colabore con los organismos de derechos humanos y aporte el material acumulado en sus archivos, el miércoles de esta semana Boitano le apretó los brazos a Bergoglio durante la audiencia general con feligreses y turistas en la plaza San Pedro y, mirándolo a los ojos, le hizo dos pedidos: la apertura pública de los archivos, que incluyen información confiada por miles de víctimas, familiares y organizaciones en todas las jurisdicciones eclesiásticas del país y del exterior, y una autocrítica por la complicidad de la jerarquía de la Iglesia en la Argentina con el terrorismo de Estado. “Ya lo estamos haciendo. Estamos trabajando con empeño en la recopilación de archivos”, le aseguró el Papa, según contó Boitano a Páginað12. “Hace alrededor de un mes hablé del tema con Laterza”, agregó, y le ofreció reunirse con el responsable de la sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado vaticana. El jueves, Lita recibió un homenaje en la Casa Argentina en Roma y, por la noche, el embajador Valdés confirmó la cita con Laterza.
“El arranque del encuentro fue frío, protocolar”, describió la periodista Dora Salas, quien participó como miembro de Familiares. Además de Laterza, las recibió el abogado Vincenzo Mauriello, de la oficina de protocolo de la Secretaría de Estado vaticana (ambos estuvieron presentes también en febrero del año pasado, cuando Bergoglio recibió a la procuradora general Alejandra Gils Carbó y al fiscal general Jorge Auat, titular de la Procuraduría de Lesa Humanidad). Boitano recordó su encuentro de 1979 con Giorgio Filibeck, cuando pidió por Thelma Jara de Cabezas. El titular del Consejo Justicia y Paz le preguntó si tenía hijos desaparecidos, Lita le dio los nombres de Adriana y Miguel Angel, y minutos después un asistente volvió con las fichas de ambos. “Bueno, eran las denuncias que ustedes hacían y nosotros archivábamos”, relativizó el dato Laterza. Las mujeres le explicaron entonces la importancia de la información: “A partir de los juicios y del trabajo con los antropólogos hemos aprendido que todo detalle puede abrir un camino impensado para dar con los restos”. Mauriello aclaró que si una madre lo pedía le facilitarían el acceso “por solidaridad humana”, pero que en el caso de la Justicia eran necesarios los exhortos. Cuando Boitano planteó con todas las letras que el aporte debía ser la apertura pública de los archivos, los hombres del Vaticano le explicaron que en ese estado se desclasifican después de cincuenta años y calificaron de “excepción” los aportes a la causa por el asesinato del ex obispo riojano Enrique Angelelli.
El inicio del diálogo sobre la autocrítica no fue más alentador. Laterza sugirió que hacía falta “un estudio profundo” sobre la época, que el ex nuncio Pío La-ghi “fue muy criticado pero ha salvado a mucha gente”, y en algún momento mencionó la importancia de “voltare pagina” familiar a los oídos de sus interlocutoras. “Usted es muy joven”, le explicó entonces Lita. Le recordó que sus hijos tendrían hoy casi veinte años más, que le sobraban los dedos de una mano para contar los sacerdotes solidarios con la lucha de los organismos y que el punto central no eran las conductas individuales sino el rol cómplice de la jerarquía del Episcopado.
“En un momentó cambió el clima del diálogo. Lita pasaba de la denuncia a las lágrimas, con la voz quebrada”, contó Salas, y recordó que Laterza le tomó la mano. Fue en esa segunda parte cuando contó los avances del trabajo. Dijo que habían concluido las etapas de recopilación de archivos, “disinfestazione” y digitalización y calculó que en un año podrían hacerlo público. Boitano insistió luego con el pedido de autocrítica. “Las madres somos viejas, quedamos poquitas”, dijo, y le explicó que un cambio de actitud de la Iglesia sería muy importante para la feligresía católica. “También desde el punto de vista del Papa”, aseguró Valdés.
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