En este artículo reflexionamos sobre la construcción de los estereotipos de extraterrestres y ovnis en la literatura e intentamos ir más allá revisitando una de las más grandes obras de la literatura argentina: El Eternauta.
Por Boris Katunaric
¿Cómo es un extraterrestre?
La literatura tiene el mal hábito de la descripción, de la representación, miles de páginas que retratan el mundo en qué vivimos o esa parte que no conocemos o en la cual estamos ausentes (habitaciones, paisajes, cuadros y un sinnúmero de objetos). La literatura de ciencia ficción o terror también se ha encargado de describir ciertos seres, cosas o lugares que están fuera de la realidad cotidiana, es decir, en el mundo de lo fantástico, de lo irreal: vampiros, cíclopes, gnomos, y tantas otras cosas.
En el terreno de la ciencia ficción, y hablando propiamente de ovnis y seres extraterrestres, H.G. Wells en La guerra de los mundos crea una forma de representar los extraterrestres cuando escribe: “la extraña boca en forma de V, con su parte superior en puntta; la ausencia de frente; la carencia de barbilla debajo de la cuña que hace las vece de labio inferior; el incesante palpitar de esa boca; los tentáculos, que le dan el aspecto de una Gorgona; la turbulenta respiración de sus pulmones en una atmósfera extraña; la evidente pesadez y dificultad de sus movimientos, debido a la mayor fuerza de gravedad de la tierra, y por sobre todo la extraordinaria intensidad con que miran sus ojos inmensos, a la vez vitales, profundos, inhumanos, inmóviles y monstruosos.”
Otro tipo de representación de extraterrestres posibles es la de Ray Bradbury en Crónicas marcianas: “El señor K y su mujer no eran viejos. Tenían la tez clara, un poco parda, de casi todos los marcianos; los ojos amarillos y rasgados, las voces suaves y musicales”.
Estos ejemplos, junto a todos los de la literatura sobre extraterrestres, son un intento de crear seres humanoides, con rasgos de lo feo, de lo extraño, de lo bello o de lo terrorífico; pero siempre tienen una representación corpórea en constante fricción con la representación del ser humano, lo que podemos ver en innumerables historietas de superhéroes con sus antagonistas.
Lo invisible
¿Pero cómo describir algo carente de forma, de cuerpo físico y lograr, de eso, algo que demuestre cierta malignidad o terror? Un primer intento en la literatura occidental es La historia interminablede Michael Ende. Este libro es en un primer momento confuso, porque desde la tierra de fantasía puede crear una nada, una especie de naturaleza inmaterial que destruye y vacía las cosas. Este ejemplo está bien pero le faltan componentes: este enemigo es algo que no tiene conciencia, no tiene voluntad, es naturaleza-nada, además de que el escenario no es el de los humanos, tampoco de los extraterrestres, sino que sucede dentro de (la) Fantasía. El terror se da por el producto de lo que puede generar antes que por su entidad en sí misma; además de no poder describirla, no podemos saber sus planes, carece de maldad, es como el derrumbe de un glaciar, sucede porque tiene que suceder.
Sin embargo, y tratando de hacer una lectura más profunda, Héctor Germán Oesterheld ha creado unos seres inmateriales que, además, poseen conciencia, y una conciencia particular: la voluntad de dominación.
Oesterheld es el máximo exponente en la creaión de una historieta sobre extraterrestres en Argentina, no hablamos en este caso de El Eternauta, sino de un trabajo anterior, también acompañado de la tinta de Francisco Solano López, que es Rolo, el marciano adoptivo. Es la historia de un hombre que se ve envuelto en una invasión secreta por unos seres con un instinto de dominación aterrador, los Pargas. Esta es una constante no solo en Oesterheld, sino en los ejemplos que hemos visto antes, tanto en lL Guerra de los mundos como en Crónicas marcianas, en los que está presenta la dominación desde los extraterrestres a los humanos y a la inversa. EnRolo… sucede los mismo pero con los componentes típicos de Oesterheld (héroe colectivo, centralidad en Argentina, personas normales que se ven envueltas en sucesos extraordinarios, un intenso humanismo), por lo que podría considerarse el primer ensayo en la obra de Oesterheld en lo que tiene que ver con invasiones y dominación.
Es obvio que la obra más grande, y que puede expresar mejor el terror a la nada, a lo inmaterial con base en la dominación del género humano es, sin duda, El Eternauta. Los Ellos son una representación cabal de eso, pues no se manifiestan en ningún momento, están ausentes, pero a la vez dominan a quienes invaden la tierra, en el terreno de lo corpóreo, en la “lucha cuerpo a cuerpo” contra la tierra o los humanos. El plus que tiene es que su propia ausencia es lo que causa terror. Lo inmaterial de estos seres no deja de ser una metáfora política, la dominación de quienes no están en el orden de lo público; el ejército, las corporaciones económicas y políticas, en definitiva el supra poder que está detrás de quienes nos quieren dominar. Pero también, como intentamos exponer, es una categoría de pensamiento no resuelta por el mismo ser humano, la nada, la muerte; los Ellos son una representación del miedo del ser humano frente a la muerte.
Oesterheld convierte ese terror en una obra de ciencia ficción que, sin dudas, es la mejor de la literatura argentina y a la vez universal en el terreno más difícil para hacer buena literatura.
Oesterheld fue víctima de un sistema de dominación similar que tenía que ver con la nada, con la inmateriralidad, con el terror y la angustia que crea la ausencia, esta vez, no de Los Ellos sino de los nuestros. Uno de los 30.000 desaparecidos, víctima del terrorismo de estado por su militancia política al igual que sus cuatro hijas.
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