Las elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y Neuquén fueron seguramente las que concretaron más decisiones, dentro de la seguidilla que lleva cinco distritos. En Neuquén, porque es la primera que definió autoridades hasta 2019, sosteniendo la hegemonía del Movimiento Popular Neuquino (MPN). En la CABA por dos motivos. El primero es porque, aunque fueron Primarias Abiertas (PASO) y no generales, hubo internas en los tres partidos que acumularon cerca del 90 por ciento de los votos emitidos, o sea se ungieron candidatos y otros quedaron en el camino. Además, porque el caudal de votos del PRO y la diferencia respecto de ECO y del Frente para la Victoria (FpV) le abre a Horacio Rodríguez Larreta enormes posibilidades de suceder a su líder, Mauricio Macri. En eso, la Capital se asemejó a Salta. En el peso de las internas, superó a las demás.
El diario del lunes, reza el lugar común, informa con los hechos a la vista. El del martes debería poder analizarlos con algún detalle, extraer conclusiones generales, delinear escenarios jamás seguros pero sí sugestivos. Trataremos, centrándonos en la CABA.
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Macri consiguió todo a lo que aspiraba: conservar su alto nivel de voto histórico y que “Horacio” derrotara a la (semi) díscola Gabriela Michetti.
Martín Lousteau y sus aliados radicales o cívicos también cumplieron los objetivos: llegar segundos, superar al FpV, ilusionarse con la segunda vuelta.
El FpV, en el que Mariano Recalde sorteó fácilmente la interna, quedó detrás de sus pretensiones: tercero y con menos del 20 por ciento.
Empieza otra campaña, despejada de la multitud de partidos que no saltearon la valla del uno y medio por ciento de los votos válidos emitidos. Eran muchos, demasiados: dieciséis que sumaron el 6 por ciento de los votos. Mediáticamente dispersaban la atención, multiplicaban la oferta hasta el disparate. Ahora que restan cinco (los ya nombrados y dos de la izquierda) los pretendientes tendrán más visibilidad.
Lousteau y Recalde anunciaron su voluntad de llegar al ballottage. Cada uno arranca desde el pie o sea que no están iguales. Su desafío es traccionar nuevos votos, persuadir indecisos. La integración de la fórmula a jefe de Gobierno es una de las novedades disponibles, puede ser un recurso.
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Rodríguez Larreta es gran favorito aunque los partidos no se ganan antes de la pitada final. No es sencillo ni en la CABA ni en casi ningún sistema político del mundo, llegar a la mitad más uno de los votos en la primera vuelta. Nadie lo logró en las cuatro compulsas porteñas con ese sistema: ni Aníbal Ibarra en sus dos triunfos, ni Macri en los que obtuvo. Ibarra le pasó bien cerca: llegó al 49,13 en el año 2000 y su contrincante Domingo Cavallo renunció a la segunda vuelta, tras armar un escándalo infundado.
Aunque no venciera “de una”, el historial de PRO lo posiciona envidiablemente bien. Un implícito que acompaña las ambiciones de ECO y el FpV es que merme el caudal del PRO. La tendencia habitual es que los ganadores atraen más de lo que se mellan... como todo, puede fallar en una minoría de casos. El veredicto popular fue drástico, habilitando más al optimismo de la voluntad que a las ilusiones excesivas.
Lousteau tratará de succionar votos que fueron anteayer a Gabriela Michetti. No es tan simple, en grandes números. Una complicación para intentarlo es que ECO y PRO son aliados a nivel nacional lo que lo fuerza a edulcorar su discurso. “Gabriela” padeció el condicionamiento en su pugna con “Horacio”.
Recalde adelantó su táctica: polarizar contra el PRO, en función de la diferencia de proyectos. Ubicarse en esa postura es sencillo, lógico, casi jugada única. Conseguir imantar votos es más trabajoso.
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El resultado tonifica al PRO al que el kirchnerismo debería mirar con más atención y menos prejuicios. Entre otros motivos porque todo cambia en este mundo, incluyendo los adversarios.
Una fuerza de derecha o centroderecha en democracia no es un antagonista fuerte (sólo) por su ideología o su discurso. Si así fuera, los principales adversarios del oficialismo nacional serían, exagerando un cachito, Cecilia Pando o Alejandro Biondini. Los rivales dignos de atención, cuando se juega según las reglas democráticas, son los que tienen potencial electoral. Las huestes de Macri han crecido en ese aspecto, no tanto como pretende la Vulgata mediática que ya las endiosa, pero más de lo que suponen algunas interpretaciones K.
El PRO supo ser un partido provincial, sin arraigo más allá de la avenida General Paz. Hoy día está más expandido. Peleó palmo a palmo la gobernación santafesina en 2011 y ahora podría arrebatársela a los socialistas. Sin entrar en encuestas pocos fiables o en pronósticos rotundos: en trazo rústico le asisten un cincuenta por ciento de las chances, demarcadas por las PASO. En Córdoba, sumándose a la fórmula dominada por el radicalismo, seguramente pulseará con el dominante delasotismo, que siempre es favorito de local.
Claro que el color amarillo no termina de cubrir el suelo patrio. La provincia de Buenos Aires, enorme y decisiva, es casi un erial para el PRO; la precandidatura de la vicejefa porteña María Eugenia Vidal podría ser un chiste de Barcelona.
Sería poco serio trazar un mapa exhaustivo de la implantación territorial de PRO, provincia por provincia. Sin entrar en detalles, deshoja la margarita con suerte diversa: muchos distritos le dan poquito o nada. De cualquier manera, va por su tercer mandato en la CABA, tiene chances en otra de las cuatro provincias con más votantes... creció.
Cualquiera, uno mismo, puede asombrarse, enfadarse o mirar irónico cómo festejan los dirigentes de camiseta amarilla: los pasos de baile, los karaokes, hasta los trencitos. Pero su partido ya no es un club social de gente caprichosa: tiene disciplina, cuadros fogueados (anche peronistas), funcionarios con rodaje, hasta militantes, produjo una interna dinámica y masiva que ganó el pollo de su líder.
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Uno de los karmas de cualquier candidato, similar al de los DT de la Selección de fútbol, es que “cualquiera” le explica lo que tiene que hacer. El “coaching” tienta a militantes, académicos sin rodaje político, parientes lejanos, tacheros y periodistas, sólo para empezar. No caeremos en esa tentación... del todo. Sólo puntualizar que los candidatos del FpV no deben descansar en demasiados lugares comunes de sus compañeros.
Recalde dijo bien, en su difícil discurso del domingo, que el kirchnerismo no es testimonial: su afán es disputar el poder. Ese si no abarca el hostil suelo porteño. Para el peronismo es esquivo, la historia lo comprueba. Pero el propio FpV tuvo performances más propicias que anteayer. Daniel Filmus llegó al 27 por ciento hace cuatro años, en pos del Ejecutivo local. La presidenta Cristina Kirchner ganó ese mismo año. Es infrecuente (muy), no es imposible.
Revisar qué y cómo se hizo es una tarea que apremia a los candidatos y equipos de campaña. A título de opinión, ya formulada de antemano, este cronista cree que la pluri oferta de listas superó cualquier criterio sensato, se tornó ininteligible aun para los avisados. No existen siete propuestas distintas nacionales y populares para la CABA. La proliferación obedeció a la falta de acuerdos, a voluntades personales, a falta de muñeca en el cierre o a faccionalismo. O a varios de esos factores mezclados. Imposible saber si sumó o restó, científicamente. Este escriba olfatea que, al confundir, tiraba para abajo.
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Eso es pasado, claro. El presente a observar sin anteojeras incluye el modo en que se repartió el voto en las comunas porteñas, que pintan una semblanza social digna de ser atendida y pensada. El macrismo ganó en todas con amplitud, no es bicoca ni expresa un playo clasismo de ricos. Criticar a una supuesta clase media inmutable, insensible y sin matices es un falso jauretchismo, a menudo practicado por personas de clase media. Jauretche era más agudo, lástima que se lo cite mal y se lo entienda peor. El discurso kirchnerista se empaca y hasta se obsesiona con el desdén del macrismo hacia el Sur y los barrios más humildes. Sin embargo, en la Comuna 8 (Soldati, Villa Riachuelo, Lugano) el PRO empató la media de toda la Ciudad. El FpV mejoró su porcentaje y salió segundo, aunque con muchos menos sufragios que dos años atrás.
Entre esos márgenes transita la política: entre lo que se tiene y lo virtual alcanzable... o lo que se alcanzó y no se conserva.
Pensar en un electorado pétreo, inamovible contradice el credo peronista, la lógica de cualquier fuerza que quiera ganar las elecciones y los precedentes de poco tiempo atrás. Pintar el mundo en blanco y negro por ahí es facilongo, por ahí sirve de consuelo... no refleja la realidad.
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Las elecciones, instancia suprema del sistema democrático, ayudan a entender las demandas sociales, los “climas de opinión”, las tendencias. Saber descifrarlas es un imperativo sobre todo para quienes “piden” el voto o quienes están legitimados por él. En un año histórico por definición las votaciones en cascada (un exceso) son una oportunidad insuperable. Sigamos participando.
mwainfeld@pagina12.com.ar
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