El impuestazo de la ciudad en los dos mandatos PRO no registra antecedentes y se refleja en el aumento de la recaudación: 600% entre 2007 y 2014. En todos los impuestos la gestión Macri aumentó tasas y/o amplió su base imponible. Los cambios más radicales fueron en el Inmobiliario (ABL) y en Sellos, pero también se elevaron las alícuotas en varias actividades de Ingresos Brutos y en las patentes de los automotores. Se completa así el cóctel de impuestazo y endeudamiento que en materia fiscal caracteriza a la ciudad desde que Macri asumió como jefe de Gobierno.
El caso de Sellos es paradigmático: en los años ’90 el gobierno de Menem lo redujo a su mínima expresión e intentó que las provincias lo eliminen por considerarlo distorsivo; durante la gestión de Aníbal Ibarra se logró el traspaso al ámbito de la Ciudad de este gravamen, lo que significó una mejora en la recaudación directa de la Ciudad sin afectar los bolsillos porteños, que ya pagaban este impuesto pero lo embolsaba la Nación. Con Macri se extendieron sin parar los hechos imponibles alcanzados y se elevaron las alícuotas, a tal punto que el impuesto de Sellos le disputa el segundo lugar al inmobiliario en materia de recaudación. Entre 2007 y 2014 éste fue el impuesto con mayor aumento de recaudación: 1.420%, más del doble que el alza del conjunto de recursos tributarios propios.
Contra lo que se esperaba y se anunció, el cambio más regresivo fue la reforma instrumentada en el inmobiliario (ABL), que fue presentada como un avance para ganar progresividad en el sistema, pero que resultó todo lo contrario. Dos son las razones que desmienten el argumento macrista En primer lugar, se impuso una contribución mínima de $600 anuales ($300 para el impuesto y $300 para el ABL), lo que significó aumentos muy elevados en las propiedades de menor valor, que por ende contribuían menos. En muchos casos este incremento superó el 500%. En segundo lugar, se estableció una reducción de tramos sobre los que se aplica la alícuota, pasando de 15 a 7, junto con una reducción en la brecha existente entre la alícuota mínima y la máxima: se duplicó la mínima (de 0,2% a 0,4%) y se bajó a la mitad la máxima (de 1,5% a 0,7%). Ambos factores restan progresividad al tributo: los propietarios e inquilinos de inmuebles de menor valor hacen el mayor esfuerzo. De modo que las históricas asimetrías e inequidades verticales y horizontales de este impuesto no solo no se han resuelto, en muchos casos se han agravado. En tanto no se realice un cambio profundo tanto en las características del impuesto como en el método de valuación de los inmuebles de la Ciudad los problemas persistirán.
Otra brecha notable entre los dichos y los hechos en materia de los ingresos de la Ciudad está en las Transferencias de recursos desde el Estado Nacional. Durante muchos años, la Ciudad fue la convidada de piedra de Nación, con una suma fija anual. En la mitad de la gestión de Aníbal Ibarra se acordó que la Coparticipación se determinarse como el 1,4% de la masa coparticipable. Lo cual representó una mejora inteligente en materia de recaudación: sin que ningún porteño ponga un peso más la Ciudad recibió más.
El crecimiento fenomenal de la recaudación producto de la bonanza económica que impulsaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner devino en un crecimiento acelerado de las Transferencias desde Nación a las provincias y la ciudad. Para el GCBA la combinación del cambio en la determinación y la expansión de la masa coparticipable hizo que las remasas desde Nación crecieran exponencialmente: en 2014 alcanzaron a $6.700 millones, monto 2.692% superior al del promedio 2000-02.
Otro mito macrista en la materia se encuentra en las mal llamadas transferencias discrecionales. Mientras hasta 2002 casi no recibía recursos por estos conceptos, en 2014 la Ciudad recibió Transferencias presupuestarias por $956 millones, entre las cuales se destacan $278 millones por Incentivo Docente, $350 millones del Fondo de la Soja y $153 millones para la construcción de Viviendas.
Hoy los porteños financiamos el presupuesto más alto de la historia de la Ciudad, casi 90.000 millones de pesos previstos para 2015, sin que ninguno de los grandes problemas se vean resueltos. En efecto, vivienda, salud, educación, transporte, higiene, inundaciones y seguridad perduran en la agenda de las cuestiones irresueltas a pesar de que los impuestos que pagamos y el endeudamiento crecen año tras año.
Es la ciudad del PRO: más cara y peor.
El caso de Sellos es paradigmático: en los años ’90 el gobierno de Menem lo redujo a su mínima expresión e intentó que las provincias lo eliminen por considerarlo distorsivo; durante la gestión de Aníbal Ibarra se logró el traspaso al ámbito de la Ciudad de este gravamen, lo que significó una mejora en la recaudación directa de la Ciudad sin afectar los bolsillos porteños, que ya pagaban este impuesto pero lo embolsaba la Nación. Con Macri se extendieron sin parar los hechos imponibles alcanzados y se elevaron las alícuotas, a tal punto que el impuesto de Sellos le disputa el segundo lugar al inmobiliario en materia de recaudación. Entre 2007 y 2014 éste fue el impuesto con mayor aumento de recaudación: 1.420%, más del doble que el alza del conjunto de recursos tributarios propios.
Contra lo que se esperaba y se anunció, el cambio más regresivo fue la reforma instrumentada en el inmobiliario (ABL), que fue presentada como un avance para ganar progresividad en el sistema, pero que resultó todo lo contrario. Dos son las razones que desmienten el argumento macrista En primer lugar, se impuso una contribución mínima de $600 anuales ($300 para el impuesto y $300 para el ABL), lo que significó aumentos muy elevados en las propiedades de menor valor, que por ende contribuían menos. En muchos casos este incremento superó el 500%. En segundo lugar, se estableció una reducción de tramos sobre los que se aplica la alícuota, pasando de 15 a 7, junto con una reducción en la brecha existente entre la alícuota mínima y la máxima: se duplicó la mínima (de 0,2% a 0,4%) y se bajó a la mitad la máxima (de 1,5% a 0,7%). Ambos factores restan progresividad al tributo: los propietarios e inquilinos de inmuebles de menor valor hacen el mayor esfuerzo. De modo que las históricas asimetrías e inequidades verticales y horizontales de este impuesto no solo no se han resuelto, en muchos casos se han agravado. En tanto no se realice un cambio profundo tanto en las características del impuesto como en el método de valuación de los inmuebles de la Ciudad los problemas persistirán.
Otra brecha notable entre los dichos y los hechos en materia de los ingresos de la Ciudad está en las Transferencias de recursos desde el Estado Nacional. Durante muchos años, la Ciudad fue la convidada de piedra de Nación, con una suma fija anual. En la mitad de la gestión de Aníbal Ibarra se acordó que la Coparticipación se determinarse como el 1,4% de la masa coparticipable. Lo cual representó una mejora inteligente en materia de recaudación: sin que ningún porteño ponga un peso más la Ciudad recibió más.
El crecimiento fenomenal de la recaudación producto de la bonanza económica que impulsaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner devino en un crecimiento acelerado de las Transferencias desde Nación a las provincias y la ciudad. Para el GCBA la combinación del cambio en la determinación y la expansión de la masa coparticipable hizo que las remasas desde Nación crecieran exponencialmente: en 2014 alcanzaron a $6.700 millones, monto 2.692% superior al del promedio 2000-02.
Otro mito macrista en la materia se encuentra en las mal llamadas transferencias discrecionales. Mientras hasta 2002 casi no recibía recursos por estos conceptos, en 2014 la Ciudad recibió Transferencias presupuestarias por $956 millones, entre las cuales se destacan $278 millones por Incentivo Docente, $350 millones del Fondo de la Soja y $153 millones para la construcción de Viviendas.
Hoy los porteños financiamos el presupuesto más alto de la historia de la Ciudad, casi 90.000 millones de pesos previstos para 2015, sin que ninguno de los grandes problemas se vean resueltos. En efecto, vivienda, salud, educación, transporte, higiene, inundaciones y seguridad perduran en la agenda de las cuestiones irresueltas a pesar de que los impuestos que pagamos y el endeudamiento crecen año tras año.
Es la ciudad del PRO: más cara y peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario