Hacer política muchas veces se confunde con solo enunciar el deseo y la voluntad, cuando realmente hacerla es confirmar con resultados y realizaciones aquello que se enuncia. Y la política tecnológica que el gobierno de los Kirchner viene llevando adelante es uno de los mejores ejemplos de poner la acción allí donde se empeña la palabra.
Desde la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la repatriación del talento científico y de investigación y desarrollo y el apoyo a la formación profesional, entre otras tantas medidas, está semana suma un hito que ya tiene varios años de esfuerzo, de trabajo y de inversión, el lanzamiento del primer satélite geoestacionario diseñado, desarrollado y fabricado y probado en la Argentina y a ser operado por argentinos. Y aunque el festejo es anticipado, pues todavía quedan algunas etapas críticas hasta la puesta en total funcionamiento del Arsat-1, lo logrado tiene ya carácter histórico.
Por la extensión de nuestra geografía somos usuarios de servicios satelitales para telecomunicaciones y radiodifusión desde hace muchos años, ya como arrendatarios de servicio o adquiriendo equipamiento de terceros. El gobierno de Menem llegó a privatizar, entre otros, dos recursos escasos: el control del espectro radioeléctrico y las posiciones orbitales. Al asumir Néstor Kirchner y siendo secretario de Comunicaciones Guillermo Moreno, se retoma el control estatal del espectro radioeléctrico y ante el incumplimiento de la puesta en funcionamiento del segundo satélite comprometido por el sector privado, se quita la licencia a NahuelSat, el Estado nacional crea Arsat y se adjudica a Invap, la empresa mixta estatal y de la provincia de Río Negro la construcción del Arsat-1 con especificaciones dadas por Arsat.
La visión de Néstor Kirchner y luego profundizada por Cristina Fernández sobre el rol que juega la tecnología en el desarrollo del país, tiene en el tema satelital su mejor expresión. Diseñar, desarrollar y fabricar un satélite geoestacionario es un desafío al que solo accedieron hasta hoy muy pocos países del mundo. Con ello, damos satisfacción a una demanda de servicios de telecomunicaciones, Internet, transmisión de datos y difusión de TV Digital que completa la integración territorial de todos los habitantes de Argentina junto con la Red Federal de Fibra Óptica que también Arsat está construyendo y que apalanca a las millones de netbooks distribuidas gratuitamente a través del programa Conectar Igualdad para hacer realidad la universalización de la banda ancha.
Pero haber constituido equipos científico-tecnológicos que desarrollen tecnología satelital es también la simiente para otros desafíos y emprendimientos, en los que la capacitación y experiencia de estos recursos humanos serán fundamentales.
La puesta en órbita de Arsat-1 también nos asegura las posiciones orbitales convenientes para la Argentina para su plan de comunicaciones, radiodifusión, prospección espacial y telemetría codiciadas entre otros por el Reino Unido. Porque como dijimos, estas posiciones son un recurso natural escaso, un lugar en la órbita ecuatorial terrestre a 36.000 kilómetros de la tierra que permite estacionar un sólo satélite distinguible por las antenas instaladas en tierra con las que se comunican. ¿Qué es lo particular que tiene está orbita que la vuelve tan codiciada? Un objeto que gire en esta órbita hacia el Este a razón de dar una vuelta por día se verá desde la Tierra como un punto fijo y permitirá que estas antenas no requieran moverse para apuntar al satélite. El satélite es geoestacionario entonces, porque se lo coloca en esta órbita particular y se lo mueve de tal manera que acompañe a la tierra en su giro diario sobre su propio eje, cubriendo así de manera permanente una determinada geografía.
Pero lograr el dominio de esta tecnología de punta es también la posibilidad de planificar a futuro nuestro propio desarrollo comunicacional integrado a la vez de ofrecer tecnología, know how, producto y servicios satelitales en el mercado internacional.
En el camino ya hay varios logros que hablan de la envergadura y calidad del proyecto tecnológico como es haber conseguido seguros con cobertura durante los 15 años de vida útil del Arsat-1. Desde el punto de vista de rentabilidad económica, y aunque la compra de un satélite nos pudo haber costado menos, siete años de repago de la inversión son solo un indicador que no toma en cuenta el beneficio agregado que esto tiene en el conjunto de la sociedad, no solo por los servicios ahora garantizados con la construcción de una flota de satélites Arsat con costo decrecientes, sino por la capacitación y experiencia en la construcción y operación de estos satélites y los mercados a desarrollar siguiendo la misma lógica que el plan de energía nuclear que también se está implementando.
Decía Cristina Kirchner el jueves inmediatamente después de ver en imágenes el lanzamiento, que la oposición no va a poder derogar un satélite. Es cierto, pero puede desarmar las facilidades productivas como ya conocimos en el caso de la fábrica de aviones en la época de Perón y luego con la fábrica de cohetes, para dar solo dos ejemplos. Y si Menem pudo privatizar el aíre, ya hay varios opositores que imaginan este futuro para Arsat.
Aun bajo las condiciones económicas más adversas, el gobierno de los Kirchner dio una lección de lo que es hacer política. Y con ello, indicó un camino del tipo de país que Argentina puede ser cuando hace política realmente. Talento de su gente, aprovechamiento de sus recursos naturales, innovación y tecnología pavimentan nuestro futuro. Y en el ínterin la oposición estará estudiando las 150 leyes y decretos a derogar.
Pero será necesario aclarar algunas cosas que el entusiasmo a veces hace confundir.
El Arsat-1 especificado en sus requerimientos por la empresa estatal Arsat y fabricado por Invap no es el primer satélite argentino.
La historia comienza cuando se solicitó a la Unión Internacional de Telecomunicaciones un recurso natural escaso que este organismo dependiente de Naciones Unidas administra, como son las posiciones orbitales y a las que los países tienen derecho de acceder.
Solicitar dos posiciones orbitales a la UIT es el inicio de un proceso que de no ser utilizadas deben ser devueltas y otros países tendrán entonces el derecho de ocuparlas, como oportunamente lo solicitó el Reino Unido. Para ocuparlas es necesario colocar allí sendos satélites. Cortos de tiempo, la primera opción fue adquirir dos satélites que ya estaban en órbita y correrlos para que ocupen la posiciones asignadas a la Argentina. Así comenzó a operar el primer sistema satelital nacional interino. Las privatizaciones menemistas cedieron estas posiciones a la empresa NahuelSat, quien se comprometió a adquirir y lanzar dos nuevos satélites. Cumplió con el primero, Nahuel-1, pero nunca adquirió el segundo por lo que durante el gobierno de Nestor Kirchner se decidió cancelar la asignación dada y estatizar la empresa. Con la intervención del, en ese momento, secretario de Comunicaciones, Guillermo Moreno, se sentaron las bases para la creación de Arsat y la asignación de presupuesto para que esta flamante empresa adjudicara a Invap la construcción de satélites geoestacionarios a fin de cubrir las necesidades nacionales de comunicaciones satelitales para difusión de TV, telefonía, internet y transmisión de datos
Desde la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, la repatriación del talento científico y de investigación y desarrollo y el apoyo a la formación profesional, entre otras tantas medidas, está semana suma un hito que ya tiene varios años de esfuerzo, de trabajo y de inversión, el lanzamiento del primer satélite geoestacionario diseñado, desarrollado y fabricado y probado en la Argentina y a ser operado por argentinos. Y aunque el festejo es anticipado, pues todavía quedan algunas etapas críticas hasta la puesta en total funcionamiento del Arsat-1, lo logrado tiene ya carácter histórico.
Por la extensión de nuestra geografía somos usuarios de servicios satelitales para telecomunicaciones y radiodifusión desde hace muchos años, ya como arrendatarios de servicio o adquiriendo equipamiento de terceros. El gobierno de Menem llegó a privatizar, entre otros, dos recursos escasos: el control del espectro radioeléctrico y las posiciones orbitales. Al asumir Néstor Kirchner y siendo secretario de Comunicaciones Guillermo Moreno, se retoma el control estatal del espectro radioeléctrico y ante el incumplimiento de la puesta en funcionamiento del segundo satélite comprometido por el sector privado, se quita la licencia a NahuelSat, el Estado nacional crea Arsat y se adjudica a Invap, la empresa mixta estatal y de la provincia de Río Negro la construcción del Arsat-1 con especificaciones dadas por Arsat.
La visión de Néstor Kirchner y luego profundizada por Cristina Fernández sobre el rol que juega la tecnología en el desarrollo del país, tiene en el tema satelital su mejor expresión. Diseñar, desarrollar y fabricar un satélite geoestacionario es un desafío al que solo accedieron hasta hoy muy pocos países del mundo. Con ello, damos satisfacción a una demanda de servicios de telecomunicaciones, Internet, transmisión de datos y difusión de TV Digital que completa la integración territorial de todos los habitantes de Argentina junto con la Red Federal de Fibra Óptica que también Arsat está construyendo y que apalanca a las millones de netbooks distribuidas gratuitamente a través del programa Conectar Igualdad para hacer realidad la universalización de la banda ancha.
Pero haber constituido equipos científico-tecnológicos que desarrollen tecnología satelital es también la simiente para otros desafíos y emprendimientos, en los que la capacitación y experiencia de estos recursos humanos serán fundamentales.
La puesta en órbita de Arsat-1 también nos asegura las posiciones orbitales convenientes para la Argentina para su plan de comunicaciones, radiodifusión, prospección espacial y telemetría codiciadas entre otros por el Reino Unido. Porque como dijimos, estas posiciones son un recurso natural escaso, un lugar en la órbita ecuatorial terrestre a 36.000 kilómetros de la tierra que permite estacionar un sólo satélite distinguible por las antenas instaladas en tierra con las que se comunican. ¿Qué es lo particular que tiene está orbita que la vuelve tan codiciada? Un objeto que gire en esta órbita hacia el Este a razón de dar una vuelta por día se verá desde la Tierra como un punto fijo y permitirá que estas antenas no requieran moverse para apuntar al satélite. El satélite es geoestacionario entonces, porque se lo coloca en esta órbita particular y se lo mueve de tal manera que acompañe a la tierra en su giro diario sobre su propio eje, cubriendo así de manera permanente una determinada geografía.
Pero lograr el dominio de esta tecnología de punta es también la posibilidad de planificar a futuro nuestro propio desarrollo comunicacional integrado a la vez de ofrecer tecnología, know how, producto y servicios satelitales en el mercado internacional.
En el camino ya hay varios logros que hablan de la envergadura y calidad del proyecto tecnológico como es haber conseguido seguros con cobertura durante los 15 años de vida útil del Arsat-1. Desde el punto de vista de rentabilidad económica, y aunque la compra de un satélite nos pudo haber costado menos, siete años de repago de la inversión son solo un indicador que no toma en cuenta el beneficio agregado que esto tiene en el conjunto de la sociedad, no solo por los servicios ahora garantizados con la construcción de una flota de satélites Arsat con costo decrecientes, sino por la capacitación y experiencia en la construcción y operación de estos satélites y los mercados a desarrollar siguiendo la misma lógica que el plan de energía nuclear que también se está implementando.
Decía Cristina Kirchner el jueves inmediatamente después de ver en imágenes el lanzamiento, que la oposición no va a poder derogar un satélite. Es cierto, pero puede desarmar las facilidades productivas como ya conocimos en el caso de la fábrica de aviones en la época de Perón y luego con la fábrica de cohetes, para dar solo dos ejemplos. Y si Menem pudo privatizar el aíre, ya hay varios opositores que imaginan este futuro para Arsat.
Aun bajo las condiciones económicas más adversas, el gobierno de los Kirchner dio una lección de lo que es hacer política. Y con ello, indicó un camino del tipo de país que Argentina puede ser cuando hace política realmente. Talento de su gente, aprovechamiento de sus recursos naturales, innovación y tecnología pavimentan nuestro futuro. Y en el ínterin la oposición estará estudiando las 150 leyes y decretos a derogar.
Pero será necesario aclarar algunas cosas que el entusiasmo a veces hace confundir.
El Arsat-1 especificado en sus requerimientos por la empresa estatal Arsat y fabricado por Invap no es el primer satélite argentino.
La historia comienza cuando se solicitó a la Unión Internacional de Telecomunicaciones un recurso natural escaso que este organismo dependiente de Naciones Unidas administra, como son las posiciones orbitales y a las que los países tienen derecho de acceder.
Solicitar dos posiciones orbitales a la UIT es el inicio de un proceso que de no ser utilizadas deben ser devueltas y otros países tendrán entonces el derecho de ocuparlas, como oportunamente lo solicitó el Reino Unido. Para ocuparlas es necesario colocar allí sendos satélites. Cortos de tiempo, la primera opción fue adquirir dos satélites que ya estaban en órbita y correrlos para que ocupen la posiciones asignadas a la Argentina. Así comenzó a operar el primer sistema satelital nacional interino. Las privatizaciones menemistas cedieron estas posiciones a la empresa NahuelSat, quien se comprometió a adquirir y lanzar dos nuevos satélites. Cumplió con el primero, Nahuel-1, pero nunca adquirió el segundo por lo que durante el gobierno de Nestor Kirchner se decidió cancelar la asignación dada y estatizar la empresa. Con la intervención del, en ese momento, secretario de Comunicaciones, Guillermo Moreno, se sentaron las bases para la creación de Arsat y la asignación de presupuesto para que esta flamante empresa adjudicara a Invap la construcción de satélites geoestacionarios a fin de cubrir las necesidades nacionales de comunicaciones satelitales para difusión de TV, telefonía, internet y transmisión de datos
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