La Armada dominaba las relaciones exteriores y transformó las embajadas en centros de propaganda. Esta semana, los archivos se publican en la página web oficial y se podrán seguir historias como la del Centro Piloto de París, donde destinaron a los asesinos de las monjas francesas.
Por Alejandra Dandan y Victoria Ginzberg
Durante la última dictadura, los represores bautizaron como “campaña antiargentina” a los reclamos de justicia y pedidos sobre el destino de los desaparecidos. El rol de la Cancillería en el terrorismo de Estado fue el de intentar contrarrestar las denuncias que se hacían fuera del país sobre las violaciones a los derechos humanos. “La misión impuesta se podrá llevar a cabo con la colaboración, dedicación y eficiencia que pongan las Representaciones destinadas en el exterior, sobre quienes recae el mayor peso del esfuerzo”, dice un documento hasta ahora secreto. Allí también se especifican las “tareas” que debían cumplir los embajadores y otros funcionarios diplomáticos. Entre ellas, la de contactar periodistas para “transmitir informaciones favorables” y la de promover visitas de “personas importantes”. “Los términos que se deben emplear cuando se haga referencia a la subversión, deberá ser bandas terroristas, sin mencionar subversión marxista u otros términos que llevan a confusión en el exterior”, se afirma en la Directiva Número 1 de Difusión al Exterior, sellada el 15 de agosto de 1977. Este es uno de los 5832 documentos que fueron desclasificados por el Ministerio de Relaciones Exteriores y que a partir de hoy están disponibles para todo el mundo a través de la página web del organismo. Con este archivo es posible comprobar que gran parte de la patota de la ESMA fue nombrada en Cancillería y que algunos de sus integrantes fueron descubiertos por las autoridades francesas. Un documento informa que, en 1979, París pidió las credenciales diplomáticas del teniente Enrique “Cobra” Yon, que estaba involucrado en el secuestro de las monjas francesas y revistaba en el Centro Piloto de París, el organismo que fue el puntal de esta estrategia de los militares que encarnó la Marina.
El 26 de julio de 1977 el Boletín Oficial publicó el decreto 1987 del Poder Ejecutivo Nacional para crear la dirección de prensa y difusión de la Cancillería, de la que iba a depender el denominado Centro Piloto de París. Ese documento clasificado como “público” aparece acompañado un mes más tarde, el 15 de agosto de 1977, de la Directiva Número 1 de Difusión al Exterior, que fue calificada como “secreta” y estaba destinada a reglamentar el trabajo de contrapropaganda de las embajadas de Europa occidental y Estados Unidos. La copia desclasificada fue encontrada en la embajada argentina en Bonn. No hay constancias de que los papeles hayan sido incorporados hasta ahora en las causas judiciales de la ESMA.
“Señor Embajador: Tengo el honor de dirigirme a VE en cumplimiento de una orden de SE el señor Canciller, con el objeto de elevar la Directiva Nº 1 de Difusión al Exterior que determina los modos de acción que deberá implementar esa representación diplomática a efectos de contrarrestar la campaña de desprestigio que ciertos medios de prensa extranjeros desarrollan en contra de las autoridades nacionales.” El documento está firmado por Roberto Pérez Froio, capitán de fragata IM director general de Prensa y Difusión y está dirigido al entonces señor embajador en Alemania Federal Enrique JL Ruiz Guiñazú.
Otro de los papeles se refiere a una “cuenta especial” (la número 459) que poseía la Cancillería y que tuvo un movimiento singular durante la dictadura. En 1976 recibió en concepto de gastos reservados menos de veinte mil dólares, pero al año siguiente más de 832 mil. En 1978, año del mundial de fútbol, cuando una de las principales preocupaciones de los represores era la “campaña antiargentina” en el exterior, la cifra depositada alcanzó los dos millones y medio de dólares. El monto se mantuvo los dos años siguientes y se redujo a la mitad en 1981. Las copias de esta documentación fueron ubicadas como anexos del legajo diplomático de la funcionaria Elena Holmberg, asesinada por los marinos en lo que se supone una interna con el Ejército.
Elisa Tokar declaró ante la Justicia: “Un día de mayo de 1978 me dicen: ‘Bueno, vamos a Relaciones Exteriores’. Yo no tenía ropa adecuada, pero fui vestida con la ropa que tenía y me presentan ahí al capitán Pérez Froio, que era el responsable de la Secretaría de Prensa y Difusión. Una de mis sorpresas fue que el jefe de Difusión era Francis Whamond, que era mi torturador. Después me muestran otras oficinas. Ahí veo al teniente (Hugo) Damario, que es otro de los personajes que se presentó el 21 de septiembre o 22 en mi secuestro como Jirafa. Y el teniente (Alejandro) Spinelli, que estaba, digamos, en Cancillería. La Secretaría de Prensa y Difusión estaba en el Palacio San Martín y donde estaba asignada la oficina de Prensa era un sótano, debajo del sótano había como otro pequeño sótano donde ahí estaba el teniente Spinelli, le decían Felipe”.
Estos nombramientos, que fueron calificados como “secretos”, están reflejados en los documentos desclasificados. Con fecha 16 de marzo de 1979, la Dirección de Personal resuelve “establecer que Enrique Yon prestó servicios en este ministerio desde el 22 de enero de 1978 al 17 de enero de 1979 con asignación de funciones en el centro de Difusión Argentina en París”. El 17 de abril de 1979 la misma oficina pone fin a las funciones de Hugo Damario y designa “con efectividad el 22 de marzo de 1979 jefe del Departamento y Difusión al ‘Sr. teniente de Navío D. Juan Carlos Rolón’” (otro de los conocidos represores de la ESMA).
Lo cierto es que gran parte de los represores de la ESMA pasaron a revistas en la Cancillería, ya sea a través del Centro Piloto de París, en representaciones extranjeras como agregados navales o en la misma estructura del ministerio. El vicealmirante Oscar Montes, que fue canciller entre el 30 de mayo de 1977 y el 30 de octubre de 1978, había comandado en 1976 el grupo de tareas 332 de la ESMA. Los marinos Walter Allara, que fue subsecretario de Relaciones Exteriores, Hugo Damario, que estuvo en la Dirección de Prensa, Alberto Eduardo González, que estuvo en prensa del ministerio y de la agregaduría naval de Gran Bretaña y Holanda, Francis Whamond y Juan Carlos Rolón, que también estuvieron en prensa, formaron parte de la patota de la Marina en la ESMA. Además está el caso ya mencionado de Yon, que fue nombrado en París y detectado por Francia como uno de los participantes del secuestro de las monjas. Alfredo Astiz, a quien los exiliados lo identificaron en Francia, fue también agregado naval en Sudáfrica.
Los documentos que ahora son públicos permiten ligar formalmente al Centro Piloto de París con la estructura de la Cancillería. Como señala la historiadora Marina Franco, autora de El exilio, argentinos en Francia durante la dictadura, ese organismo cumplía por un lado la función de coordinar los esfuerzos contra la llamada campaña antiargentina en Europa, pero también fue el lugar desde el que se buscó espiar y controlar a los exiliados y desde el que se buscó apuntalar el proyecto político de Massera. Así, en conjunto, en los papeles se observa el tránsito de los marinos desde los sótanos de la ESMA a la estructura burocrática del Estado represivo y el rol que tuvo el ministerio durante el terrorismo de Estado: contrarrestar y desprestigiar las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo en el país. A pesar de los esfuerzos, gracias a la perseverancia de los organismos de derechos humanos, no lo consiguieron.
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