Por Martín Granovsky
La victoria en segunda vuelta de Dilma Rousseff, el triunfo del Frente Amplio y, si se confirman las encuestas en boca de urna, la derrota en referéndum de la propuesta inhumana de bajar la imputabilidad de 18 a 16 años, tienen un mismo significado: cuando las construcciones son colectivas y generan candidatos, las alternativas nacionales, populares, democráticas y reformistas siguen convocando a las mayorías de Sudamérica. Es un significado de profunda legitimidad política que, en el caso de Brasil, puede leerse a partir de las claves que siguen.
1 Con el 51,64 por ciento, Dilma Rousseff se convirtió en la política de izquierda más votada del mundo. Obtuvo nada menos que 54.499.901 votos. El Partido de los Trabajadores y sus aliados ganaron el gobierno por cuarta vez consecutiva. El primer gobierno lo inició Luiz Inácio Lula da Silva el 1º de enero de 2003. El segundo el propio Lula, tras ser reelecto, cuatro años después. El tercer turno fue de Dilma, que asumió el 1º de enero de 2011. Y el cuarto lo empezará la misma Dilma desde el primer día de 2015. Cuando llegue el 1º de enero de 2019, el PT habrá cumplido un ciclo de 16 años en la presidencia del país más grande de Sudamérica.
2 El Partido de la Socialdemocracia Brasileña, el PSDB, sufrió su cuarta derrota seguida, aunque consiguió su mejor porcentaje en segunda vuelta desde 2002. Con el 48,36 por ciento, Aécio obtuvo el apoyo de 51.041.010 votos. Neves quedó posicionado en el primer nivel de los candidatos del PSDB. Los otros son el electo senador José Serra, con dos derrotas en su haber, y el gobernador paulista Gerardo Alckmin, con una derrota presidencial y a la vez imbatible en su Estado.
3 Los grandes medios de comunicación fueron otra vez protagonistas muy activos, pero apostaron a Neves y perdieron. Dilma tuvo la oposición decidida de la poderosa Red Globo, de televisión abierta, y de revistas como Veja, que alteró su día de salida y lo cambió de sábado a viernes para influir durante más tiempo cuando ya la campaña estaba cerrada. Veja traía en tapa el título “Ellos sabían todo”, con foto de Dilma y Lula. Aludía a las denuncias del cambista Alberto Yousseff por desvío de fondos de la estatal Petrobras. La nota interior no demostraba que el ex presidente y la actual presidenta supieran algo. Como en el resto de Sudamérica, los megamedios decidieron jugar un rol electoral. Y como viene ocurriendo desde 1998, por tomar el año de la primera victoria de Hugo Chávez, influyen en la vida cotidiana y pueden imponer temas de agenda pública, pero no determinan las percepciones populares, ni el voto.
4 El PT consiguió repetir el esquema de gobernar evitando la polarización y concurrir a elecciones polarizando. La polarización sacó de juego a Marina Silva en la primera vuelta y fortaleció la figura de Aécio como la gran esperanza del establishment brasileño. En la segunda vuelta, la polarización volvió a favorecer al PT porque logró aumentar su caudal en 11 millones de votos. Dilma pasó del 41,59 por ciento al 51,63 por ciento. Si se tiene en cuenta que los blancos y nulos bajaron del 9,64 por ciento al 6,34 por ciento, tal vez allí esté el origen de una parte de los sufragios de ayer. Otro origen, sin duda, es la cantera de los 22 millones de votos que formaron el 21,32 por ciento de Marina. Es obvio que no fueron en masa a Neves, como sugerían en las últimas tres semanas algunos análisis apresurados, porque de otro modo hoy Aécio y no Dilma sería el presidente electo para el próximo mandato.
5 El gigantesco Brasil quedó geográficamente partido. Dilma ganó por un margen muy amplio en todos los estados del nordeste. Alcanzó diferencias de hasta un 40 por ciento en Pernambuco y Bahía, que antes de Lula no votaban al PT. También triunfó en Río de Janeiro y volvió a ganar en el estado natal de los dos candidatos, Minas Gerais, donde el PT obtuvo la gobernación en la primera vuelta. San Pablo sigue siendo difícil de perforar: ganó Aécio por 65 a 35 por ciento.
6 Los sectores beneficiados por la reforma social votaron a Dilma en su mayoría. Será más sencillo refinar el análisis con nuevas y más amplias encuestas, pero el voto por el PT en el nordeste indica por sí mismo que tener luz por primera vez, y también agua, crédito, trabajo, heladera y aire acondicionado, fidelizó el voto de buena parte de los 40 millones de brasileños que dejaron de ser lo que el ultraderechista Jorge Bornhausen bautizó una vez como “raza maldita”.
7 Por séptima ocasión, Lula fue otra vez gran figura en una elección presidencial. El dirigente metalúrgico que hoy cumple 69 años volvió a ser protagonista. Lo había sido cuando perdió sus tres primeras presidenciales con Fernando Collor de Mello y con Fernando Henrique Cardoso (dos veces), cuando ganó dos veces y cuando impulsó la candidatura de su ministra y luego jefa de ministros Dilma Rousseff. Esta séptima aparición en una campaña presidencial mostró las diferentes aristas del líder sindical y político. Se destacó el jefe del PT, el político que coloca los temas de gobierno sin tomar prestada una agenda no propia; el que ataca a los adversarios sólo cuando corresponde, pero es capaz tanto de dosificar como de ir a fondo; el que quisiera mayoría parlamentaria propia, pero al no tenerla consolida las alianzas no sólo a izquierda sino a centroderecha, con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño. También el Lula que a esta altura no sólo puede contar su vida de nordestino con futuro de muerte, de hambre y de sed, sino su historia como el presidente que logró la mayor incorporación de habitantes a la ciudadanía política y social. El Lula que, además, cuando narra sigue siendo creíble.
8 El PT mantuvo las alianzas, pero reforzó su perfil. En cualquier alianza, una fuerza siempre es hegemónica. El PT no sólo sigue teniendo la presidencia y tendrá la mayoría de los ministros sino que no vaciló en combinar el realismo político con una reafirmación de identidad incluso estética. Lula habló en los últimos actos con la camiseta roja del PT. Para confirmar esa identidad, tanto él como los otros dirigentes usaron también la camiseta con el estampado de una cara de Dilma joven y anteojuda. La foto de Dilma cuando fue presa y torturada por la dictadura.
9 El desafío del PT será enorme en lo político y en economía. Los dirigentes oficialistas decían en las últimas semanas que tenían por delante la obligación de reflexionar sobre su relación con la sociedad, sobre el aletargamiento de la militancia y sobre políticas de gobierno, pero que sin duda pensarían más tranquilos habiendo ganado. Anoche mismo, Dilma insistió en su bandera del último año, una reforma política que entre otras cosas termine con el financiamiento electoral privado y evite así toda fuente de corrupción. Otro desafío evidente será la construcción de un candidato o candidata, porque Dilma no podrá ser reelecta en las elecciones de 2018 y Lula estará por cumplir 73 y hasta ahora su idea es ser carta de reserva. Y está el desafío inminente de una economía que no crece.
10 Dilma y Lula consiguieron la victoria electoral más importante de los proyectos de reforma con inclusión en Sudamérica. El triunfo en Brasil fue recibido como propio en la Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Chile, y con satisfacción por el colombiano Juan Manuel Santos, que por Twitter felicitó y dijo que espera “seguir trabajando por el bien de nuestros dos países y la región”. La derrota de Aécio Neves, que pregonaba un cambio externo para Brasil, consolida la chance de fortalecer el Mercosur, de afirmar Unasur como cruce de políticas diversas e integración energética y de infraestructura, y de extender la alianza hasta Cuba con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Celac. Anoche fue palpable que las fuerzas afines al PT en Sudamérica sintieron lo mismo que los votantes de Dilma. No sólo alegría. También un enorme y placentero alivio.
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