Opinión
Juro que lo vi y cuando lo vi me largué a llorar sin que se dieran cuenta los que me acompañaban: era el cohete levantando al satélite argentino Arsat-1 y era Néstor Kirchner con sus alas desplegadas volando emocionado al lado suyo, como haciendo fuerzas para que nada falle, para que todo salga bien, para que se corone esa bella locura que él tuvo apenas comenzado su gobierno y diera la orden de reservar la órbita en el espacio para que en un futuro que habría construir a puro esfuerzo y voluntad la Argentina tuviera su satélite propio.
La patria vuela ahora entre las estrellas y baila y comunica y nos ayuda a estar comunicados de La Quiaca hasta Malvinas, ida y vuelta.
Gracias a los técnicos, trabajadores, científicos y funcionarios de Arsat, de Invap, la Conae y el Ministerio de Planificación.
Gracias a la vida por permitirnos vivir este momento histórico.
Gracias a Cristina por haber llevado a la patria tan alta en el cielo.
Quizá por esto mismo no es tan difícil entender a la oposición como algunos analistas y dirigentes suelen afirmar.
Si el proceso político argentino corre a la velocidad de la luz, los opositores siguen haciendo salto rana según las órdenes publicadas por Magnetto diariamente. Están detenidos en el tiempo y empantanados en el odio reaccionario contra todo lo que huela a pueblo.
¿Cómo no entender entonces a quienes provocaron el desastre del 2001 y hoy le hablan a ese país de la exclusión que ellos mismos apadrinaron?
No registran el avance y el cambio que experimentó la sociedad en estos últimos años.
No aceptan que la Argentina es otra, que ya no están Menem ni de la Rúa. Ni Cavallo.
Están en un serio problema los opositores: la ven pasar (a la realidad) y no atinan siquiera a entenderla, comprenderla, valorarla, pesarla, medirla, compararla y en última instancia, ayudar a transformarla según su legítima mirada.
Por eso no construyen una propuesta política autónoma del Gobierno. Ni siquiera atinan a hacerlo.
Para la oposición, el centro de referencia excluyente es el gobierno de Cristina; pero no una referencia para acompañar con patriotismo y dignidad lo que de bueno y patriota tenga el Gobierno, sino para lanzarse contra sus filas y borrarse del mapa cada vez que tuvieron la oportunidad histórica de acompañar esta etapa política; y encima amenazar con derogar una por una las conquistas sociales obtenidas.
El kirchnerismo, mientras tanto, la baja con el pecho, la pisa, la amasa y avanza por delante y por detrás. Por eso muestra a don Arturo Jauretche en la avenida más ancha del mundo mientras lanza un cohete nacional y popular a las estrellas.
En ese enorme hiato que va del cielo raso opositor al cielo azul del espacio de la Argentina real, se nos va la vida en estos días.
Y digamos algo más: se rasgaron las vestiduras recientemente con las palabras de Alex Freyre respecto al futuro cantado que les espera a todos los pacientes de SIDA y otras enfermedades, remediadas sólo por las políticas públicas de salud de este gobierno.
¿Y no es cierto acaso? ¿No es cierto que si vacían el tesoro del Estado los primeros en sufrir las consecuencias serán los que siguen viviendo por acción del Estado?
¿No es cierto acaso que en tiempos de neoliberalismo se transfieren ingresos de quienes menos tienen a los que más tienen en la sociedad?
¿No es cierto que esa situación dramática y dolorosa, humillante y letal ya la sufrimos en la Argentina antes de Kirchner?
Hipócritas.
La Argentina viene de experimentar en estos años una enorme traslación de poder social que podríamos graficar en el camino que va de la Exposición anual en la Sociedad Rural a la Feria de Ciencia y Técnica más importante del planeta llamada Tecnópolis.
Los opositores quieren que desandemos ese camino y, si les fuera posible, mandar las topadoras a Villa Martelli para desarmar la Feria del país que somos y del país que será.
Tarde.
Hay una voluntad irreversible en el núcleo más consciente de la sociedad argentina que no está ni estará dispuesta a desarmar un gramo de Tecnópolis, para continuar con la figura.
¿Qué no nos puede faltar para garantizar que, llegada la ocasión, así suceda?
No puede faltar la memoria fresca que nos recuerde permanentemente de qué país venimos, a qué país no queremos volver y qué país estamos construyendo.
Si falta la memoria, mi amor, nos falta todo.
El cohete Arasat 1 es de tal categoría y trascendencia política que está destinado a escribir un antes y un después en la vida de la nación.
A diferencia de otros sucesos que vienen aconteciendo, haber llegado a ser uno de los 8 países del mundo que tienen su propio satélite es el resultado de una trayectoria sólo comparable espacial y temporalmente a la del propio satélite.
No se podría explicar ni entender este momento si no se sabe apreciar el proceso transcurrido desde que el presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidieran institucionalizar como política de estado a la ciencia y la tecnología. Para tal fin, se asentaron sobre la experiencia y el conocimiento acumulado por nuestros científicos e investigadores desde hace 60 años, es decir, desde épocas del primer peronismo.
Los corrieron a los bastonazos, los exiliaron, los desaparecieron, los encarcelaron, los hambrearon, los mandaron a lavar los platos, pero finalmente esa voluntad inquebrantable de nuestros científicos logró acoplarse con la voluntad política del Estado.
Todo eso junto es el Arsat-1.
Sinceramente, con una mano en el corazón: ¿alguien se imagina a estos opositores gobernando con satélite propio, con vacunas para todos, con AUH, con YPF recuperada, con millones de puestos de trabajo reconquistados, con 9 universidades y 1.300 nuevas escuelas construidas? ¿Alguien se los imagina gobernando a los opositores con ley de medios de la democracia, con matrimonio igualitario, con fútbol para todos, con la Unasur y Celac?
Demos gracias a la vida: no estamos estrellados como en el 2001.
Vamos hacia las estrellas para comunicarnos mejor, que es muy distinto.
La patria vuela ahora entre las estrellas y baila y comunica y nos ayuda a estar comunicados de La Quiaca hasta Malvinas, ida y vuelta.
Gracias a los técnicos, trabajadores, científicos y funcionarios de Arsat, de Invap, la Conae y el Ministerio de Planificación.
Gracias a la vida por permitirnos vivir este momento histórico.
Gracias a Cristina por haber llevado a la patria tan alta en el cielo.
Quizá por esto mismo no es tan difícil entender a la oposición como algunos analistas y dirigentes suelen afirmar.
Si el proceso político argentino corre a la velocidad de la luz, los opositores siguen haciendo salto rana según las órdenes publicadas por Magnetto diariamente. Están detenidos en el tiempo y empantanados en el odio reaccionario contra todo lo que huela a pueblo.
¿Cómo no entender entonces a quienes provocaron el desastre del 2001 y hoy le hablan a ese país de la exclusión que ellos mismos apadrinaron?
No registran el avance y el cambio que experimentó la sociedad en estos últimos años.
No aceptan que la Argentina es otra, que ya no están Menem ni de la Rúa. Ni Cavallo.
Están en un serio problema los opositores: la ven pasar (a la realidad) y no atinan siquiera a entenderla, comprenderla, valorarla, pesarla, medirla, compararla y en última instancia, ayudar a transformarla según su legítima mirada.
Por eso no construyen una propuesta política autónoma del Gobierno. Ni siquiera atinan a hacerlo.
Para la oposición, el centro de referencia excluyente es el gobierno de Cristina; pero no una referencia para acompañar con patriotismo y dignidad lo que de bueno y patriota tenga el Gobierno, sino para lanzarse contra sus filas y borrarse del mapa cada vez que tuvieron la oportunidad histórica de acompañar esta etapa política; y encima amenazar con derogar una por una las conquistas sociales obtenidas.
El kirchnerismo, mientras tanto, la baja con el pecho, la pisa, la amasa y avanza por delante y por detrás. Por eso muestra a don Arturo Jauretche en la avenida más ancha del mundo mientras lanza un cohete nacional y popular a las estrellas.
En ese enorme hiato que va del cielo raso opositor al cielo azul del espacio de la Argentina real, se nos va la vida en estos días.
Y digamos algo más: se rasgaron las vestiduras recientemente con las palabras de Alex Freyre respecto al futuro cantado que les espera a todos los pacientes de SIDA y otras enfermedades, remediadas sólo por las políticas públicas de salud de este gobierno.
¿Y no es cierto acaso? ¿No es cierto que si vacían el tesoro del Estado los primeros en sufrir las consecuencias serán los que siguen viviendo por acción del Estado?
¿No es cierto acaso que en tiempos de neoliberalismo se transfieren ingresos de quienes menos tienen a los que más tienen en la sociedad?
¿No es cierto que esa situación dramática y dolorosa, humillante y letal ya la sufrimos en la Argentina antes de Kirchner?
Hipócritas.
La Argentina viene de experimentar en estos años una enorme traslación de poder social que podríamos graficar en el camino que va de la Exposición anual en la Sociedad Rural a la Feria de Ciencia y Técnica más importante del planeta llamada Tecnópolis.
Los opositores quieren que desandemos ese camino y, si les fuera posible, mandar las topadoras a Villa Martelli para desarmar la Feria del país que somos y del país que será.
Tarde.
Hay una voluntad irreversible en el núcleo más consciente de la sociedad argentina que no está ni estará dispuesta a desarmar un gramo de Tecnópolis, para continuar con la figura.
¿Qué no nos puede faltar para garantizar que, llegada la ocasión, así suceda?
No puede faltar la memoria fresca que nos recuerde permanentemente de qué país venimos, a qué país no queremos volver y qué país estamos construyendo.
Si falta la memoria, mi amor, nos falta todo.
El cohete Arasat 1 es de tal categoría y trascendencia política que está destinado a escribir un antes y un después en la vida de la nación.
A diferencia de otros sucesos que vienen aconteciendo, haber llegado a ser uno de los 8 países del mundo que tienen su propio satélite es el resultado de una trayectoria sólo comparable espacial y temporalmente a la del propio satélite.
No se podría explicar ni entender este momento si no se sabe apreciar el proceso transcurrido desde que el presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner decidieran institucionalizar como política de estado a la ciencia y la tecnología. Para tal fin, se asentaron sobre la experiencia y el conocimiento acumulado por nuestros científicos e investigadores desde hace 60 años, es decir, desde épocas del primer peronismo.
Los corrieron a los bastonazos, los exiliaron, los desaparecieron, los encarcelaron, los hambrearon, los mandaron a lavar los platos, pero finalmente esa voluntad inquebrantable de nuestros científicos logró acoplarse con la voluntad política del Estado.
Todo eso junto es el Arsat-1.
Sinceramente, con una mano en el corazón: ¿alguien se imagina a estos opositores gobernando con satélite propio, con vacunas para todos, con AUH, con YPF recuperada, con millones de puestos de trabajo reconquistados, con 9 universidades y 1.300 nuevas escuelas construidas? ¿Alguien se los imagina gobernando a los opositores con ley de medios de la democracia, con matrimonio igualitario, con fútbol para todos, con la Unasur y Celac?
Demos gracias a la vida: no estamos estrellados como en el 2001.
Vamos hacia las estrellas para comunicarnos mejor, que es muy distinto.
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