Por Robert Fisk *
¿Quién está ganando la guerra? ¿El Estado Islámico (EI)? ¿Los kurdos (se acuerdan de ellos)? ¿Los sirios? ¿Los iraquíes? ¿Nos acordamos de la guerra? No, para nada. Debemos decir la verdad. Así que ahora elogiemos a las famosas armas y a los fabricantes que las engendraron. Los precios de las acciones en Estados Unidos se han disparado para los que producen las bombas de la coalición y los misiles y aviones no tripulados y los aviones que participan en esta última guerra que –para todos los que están involucrados (a excepción de los destinatarios de las bombas y misiles y aquellos que están luchando)– es Hollywood del principio a fin.
Las acciones de Lockheed Martin –el fabricante de los misiles Hellfire “Todos para uno y uno para todos”– subieron un 9,3 por ciento en los últimos tres meses. Raytheon –que tiene una gran sucursal israelí– subió un 3,8 por ciento. Las acciones de Northrop Grumman subieron el mismo 3,8 por ciento. Y las acciones de General Dynamics aumentaron un 4,3 por ciento. Lockheed Martin –que realmente no roba la cita para su material de publicidad de Los Tres Mosqueteros, de Alejandro Dumas– hace que los cohetes de los drones Reaper sean famosos por destruir fiestas de casamientos en Afganistán y Pakistán.
Y no se desanimen. Las ganancias están en alza. Cuando los estadounidenses decidieron extender sus bombardeos en Siria en septiembre –para atacar a los enemigos del presidente Assad apenas un año después de que propusieran por primera vez bombardear el propio presidente Assad–, Raytheon fue premiado con un contrato por 251 millones de dólares para suministrar a la Armada de Estados Unidos más misiles cruceros Tomahawk. La agencia France-Presse, que hace el trabajo que Reuters solía hacer cuando era una verdadera agencia de noticias, nos informó que el 23 de septiembre, los buques de guerra estadounidenses dispararon 47 misiles Tomahawk. Cada uno cuesta alrededor de 1,4 millón de dólares. Y si gastásemos tan promiscuamente en curas para el ébola, créanme, no habría más ébola.
Dejemos aquí el costo político de este conflicto. Después de todo, la guerra contra el EI está alimentando al EI. Por cada miembro del EI muerto, estamos creando tres o cuatro más. Y si EI realmente es la institución “apocalíptica”, “mala”, “fin del mundo” que nos han dicho que es –mis palabras vienen del Pentágono y nuestros políticos, por supuesto –, entonces cada aumento de los beneficios para Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman y General Dynamics está creando aún más combatientes del EI. Así que cada avión no tripulado o F/A-18 cazabombardero que enviamos es el portador de un virus, cada misil un germen ébola para el futuro del mundo. Piensen en eso.
Déjenme darle una cita en tiempo real a partir del envío del reportero Dan De Luce sobre la venta de armas para la agencia de noticias francesa. “La guerra promete generar más negocio no sólo de los contratos del gobierno de Estados Unidos, sino también a otros países en una creciente coalición, incluidos los Estados europeos y árabes ... Aparte de los aviones de combate, se espera que la campaña aérea aumente el apetito por los buques cisterna de reabastecimiento en vuelo, aviones de vigilancia, como los aviones U-2 y P-8 de espionaje y robótica, drones. Contratistas de seguridad privada, que se beneficiaron en gran medida con la presencia de Estados Unidos en Irak y Afganistán, también son optimistas que este conflicto producirá nuevos contratos para asesorar a las tropas iraquíes.”
Esto es obviamente indignante. El mismo grupo de asesinos armados que enviamos a Irak va a quedar en libertad para enseñar a nuestros “aliados” en Siria –milicias seculares “moderadas”, por supuesto– las mismas tácticas viciosas que utilizaron contra la población civil en Irak. Y los mismos misiles van a ser utilizados –con enormes beneficios, naturalmente – en los pueblos del Oriente Medio, del EI o no. Es por eso que el informe de De Luce es tal vez el más importante de toda la guerra en la región.
Siempre sostuve que las víctimas civiles de estos fabricantes de armas deben demandar a estos gigantes conglomerados cada vez que su sobrina o abuelo es asesinado. En Gaza y Cisjordania, los palestinos solían mantener los trozos y fragmentos de misiles de fabricación estadounidense que mataron a sus familiares inocentes, con la idea de que algún día podrían llevar a las empresas a los tribunales. Los civiles libaneses hicieron lo mismo. Pero se les dio una “compensación” –¿con la bendición de quién?, me pregunto– y los convencieron de no seguir adelante con la idea, por lo que los fabricantes de armamentos, en forma tan palpable en el Mayor Barbara de George Bernard Shaw, se salieron con la suya. Hay muchos abogados en Nueva York dispuestos a asumir estos casos –conocí a algunos de ellos en Estados Unidos– cobrando honorarios si ganan el caso. Pero hasta ahora, ningún comprador. Es hora de que haya. ¿Por qué deben los mercaderes de la muerte salirse con la suya?
Mientras tanto, el Pentágono puede seguir empujando los proyectos de ley. “Es terriblemente difícil decir que no cuando estás en guerra”, dijo la semana pasada un tipo con “contactos” en la industria de las armas. Por supuesto que sí. El dice, a propósito, de que BAE Systems (el contratista militar angloestadounidense) está saliendo bastante bien de la crisis actual. Piensen en eso. Y recen, por supuesto, por los 200.000 muertos en la guerra de Siria.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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