miércoles, 29 de octubre de 2014

Dorrego asume como Gobernador de Bs.As. (1827

La aristocracia del dinero 

Tomás de Iriarte cuenta en sus “Memorias”, que caminando con al aristocrático Carlos María de Alvear por el centro de la ciudad, se cruzaron con un Manuel Dorrego que lucía sucio y desalineado.

Caballeros, no se acerquen que puedo contagiarlos – fue el saludo irónico de Dorrego

Iriarte antota en sus Memorias: “Excusado es decir que esto era estudiado para capturarse la multitud, los descamisados”.

Dorrego, se opuso al proyecto constitucional rivadaviano de 1826, considerándolo nulo porque se desconocía en él la voluntad general de las provincias. En el debate sobre el artículo 6º del proyecto constitucional, se negaba el derecho de voto en las elecciones a los menores de veinte años, a los analfabetos, a los deudores fallidos, deudores del tesoro público, dementes, notoriamente vagos, criminales con pena corporal o infamante, pero también los “criados a sueldo, peones jornaleros y soldadas de línea” Se presumía que los domésticos y peones estaban bajo la influencia del patrón. 

Dorrego levanta su voz: 

“ He aquí la aristocracia, la más terrible, porque es la aristocracia del dinero (…) Échese la vista sobre nuestro país pobre: véase que proporción hay entre domésticos y asalariados y jornaleros y las demás clases, y se advertirá quienes van a tomar parte en las elecciones. Excluyéndose las clases que se expresan en el artículo, es una pequeñísima parte del país, tal vez no exceda de la vigésima arte (...) ¿Es posible esto en un país republicano? ¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad pero que o puedan tomar parte en las elecciones?" El argumento de quienes habían apoyado la exclusión era que los asalariados eran dependientes de su patrón. “Yo digo que el que es capitalista no tiene independencia, como tienen asuntos y negocios quedan más dependientes del Gobierno que nadie.. A esos es a quienes deberían ponerse trabas (...) Si se excluye a los jornaleros, domésticos, asalariados y empleados. ¿entonces quiénes quedarían? Un corto número de comerciantes y capitalistas”. Y señalando a la bancada unitaria: “He aquí la aristocracia del dinero y si esto es así podría ponerse en giro la suerte del país y marcarse (...) Sería fácil influir en las elecciones; porque no es fácil influir en la generosidad de la masa, pero si en una corta porción de capitalistas. Y en ese caso, hablemos claro: ¡el que formaría la elección sería el Banco¡” Los unitarios impusieron su Constitución, pero el interior la rechazó en bloque. 


Los ingleses...siempre. 

Argentina había vencido a brasil en Ituzaingo, y faltaba el empujón final. Rivadavia se vería obligado a renunciar por la indignación popular y la salida a luz de los negociados de Rivadavia. Los ingleses tenían otros planes: “la federación del Uruguay” 

Dorrego quería concluir con brasil, pero el banco nacional tenía instruciones de "no facilitarle crédito sino por pequeñas sumas para pagos mensuales" (instrucciones de Lord Ponsonby a los accionistas del banco, comerciantes ingleses). 

Ponsonby informa a Dudley “es necesario que yo proceda sin un instante de demora y obligue a Dorrego, a despecho de si mismo, a obrar en abierta contradicción con sus compromisos secretos con los conspiradores y que consienta en hacer la paz con el emperador...La mayor diligencia es necesaria...no sea que esta república democrática en la cual por su verdadera esencia no puede existir cosa semejante al honor, suponga que puede ganar en la nefastas intrigas de Dorrego, medios de servir su avaricia y ambición”...(...)...”Mi propósito es conseguir los medios de impugnar a Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra”...”me parece que Dorrego será desposeído de su puesto y poder muy pronto; el partido opuesto a él espera noticias para proceder” 

Ponsonby informa a Inglaterra que Dorrego “Esta forzado a la paz por la negativa de la Junta a facilitarle recursos salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas” y pretende que se firme una paz sobre la base de la “independencia de la Banda Oriental”. Dorrego en cambio pretende que los uruguayos decidan su destino por propia voluntad: 

“¿Usted habla de una paz bajo la base de que los beligerantes desocupen la Banda Oriental y la dejen libre para elegir su destino, sea independencia o unión con alguno de los beligerantes? – pregunta Ponsonby.

“Si” – contesta lacónicamente Dorrego. 

Como vemos a lo largo de la historia, los representantes ingleses informaban periódica y minuciosamente a su gobierno de todos la pormenores de la política local, participando además en todo tipo de intrigas, negocios y presiones, en las que participan además los unitarios como Del Carril, Díaz Vélez, Juan Cruz Varela y otros, que terminan llenándole la cabeza a Lavalle (La espada sin cabeza) para que derroque a Dorrego y lo fusile “patrióticamente”. Así lo hace el 13 de diciembre en Navarro. A consecuencia de esta muerte injustificable, la sombra de Dorrego perseguirá a Lavalle hasta su trágica derrota y muerte. 

“El único que por su audacia y pericia militar podía ocasionar temores era Dorrego, señalado como el adversario más franco y descubierto del gobierno. La ardiente sinceridad de su republicanismo, el brillo de sus ideas y la elocuencia apasionada de sus críticas, lo tenían de punta contra las veleidades monárquicas del Congreso, que con empeño raro insistía en que se recabase el apoyo del rey de Portugal, para colocar uno de los príncipes o princesas de su real casa en el trono de Buenos Aires. En muchos, debiéramos decir en los más, estos trabajos producían una duda inquietante. Pero Dorrego no dudaba. Creía sin vacilar que la invasión portuguesa venía mancomunada con el rey de España y entendida también con la “tenebrosa logia”que tenía en sus manos el gobierno secreto.” (Vicente Fidel López.)
Rosas le advierte claramente a Dorrego: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos; logia que en distintas épocas ha avasallado a Buenos Aires, que ha tratado de estancar en su pequeño circulo a la opinión de los pueblos; logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada la nación” (Julio Irazusta. Vida política de J.M. de Rosas a través de su correspondencia) 

Documentos sobre el fusilamiento de Dorrego:

Según Sarmiento, Lavalle “se proponía fusilar a BustosLópezFacundo y los demás caudillos”. (Sarmiento. Civilización i barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Aspecto físico, costumbre i hábitos de la República Argentina. Impr. del Progreso Santiago, 1845. Obras Completas, t VII. Buenos Aires 1888-1913) (AGM. Proceso al liberalismo, p.20)

Comunicado de Lavalle dando cuenta de la captura de Dorrego, 11-12-1828 Señor ministro.
En este momento he recibido una nota del teniente coronel de húsares don Bernardino Escribano, dándome parte de haber prendido al coronel Dorrego en las inmediaciones de Areco, y de conducirlo a este punto... Saludo al señor ministro, repitiéndole mis asentimientos de aprecio". Juan Lavalle 


Carta del Almirante Brown, gobernador delegado en Buenos Aires, a Lavalle, aconsejándole que permita a Dorrego salir del país, 12-12-1828 (a la noche)
Señor gobernador don Juan Lavalle
Mi apreciado señor:
La carta original de Dorrego que incluyo a usted le informará de sus deseos de salir a un país extranjero, bajo seguridades: mi opinión a este respecto, como particular, está de conformidad, pero asegurando su comportamiento de no mezclarse en los negocios políticos de este país... Esta es mi opinión privada, mas usted dispondrá lo que considere mejor, para asegurar los grandes intereses de la provincia; quedando su muy atento amigo y servidor W. Brown 


Carta de Juan Cruz Varela a Lavalle, sugiriendo veladamente la necesidad de la ejecución de Dorrego, 12-12-1828
Señor don Juan Lavalle
Mi general:
Después de la sangre que se ha derramado en Navarro, el proceso del que la ha hecho correr, está formado: ésta es la opinión de todos sus amigos de usted; esto será lo que decida de la revolución; sobre todo, si andamos a medias... En fin, usted piense que 200 o más muertos y 500 heridos deben hacer entender a usted cuál es su deber...
Cartas como éstas se rompen, y en circunstancias como las presentes, se dispensan estas confianzas a los que usted sabe que no lo engañan, como su atento amigo y servidor Juan C. Varela


Juan Manuel de RosasCarta de Salvador María del Carril a Lavalle, sugiriendo la necesidad de tomar medidas drásticas contra Dorrego, 12-12-1828
Señor general don Juan Lavalle
Querido general:
(...) Ahora bien, general, prescindamos del corazón en este caso (...) Así, considere usted la suerte de Dorrego. Mire usted que este país se fatiga 18 años hace, en revoluciones, sin que una sola haya producido un escarmiento (...). En tal caso, la ley es que una revolución es un juego de azar en el que gana hasta la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio de una evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza a la hidra, y no cortará usted las restantes; ¿ entonces, qué gloria puede recogerse en este campo desolado por estas fieras ?. Nada queda en la República para un hombre de corazón". Salvador María del Carril


Fragmento de las memorias del general Gregorio Aráoz de Lamadrid, escritas veinte años después de los hechos de que fuera testigo presencial.
"Fui a ver al general Juan Lavalle a solicitar su permiso para hablar con el señor Dorrego así que llegara. Dicho general (...) me permitió verle así que llegara y lo hice en efecto, al momento mismo de haber parado el birlocho en medio del campamento y puéstosele una guardia. Subido yo al birlocho y habiéndome abrazado, díjome: "¡ Compadre, quiero que usted me sirva de empeño en esta vez para con el general Lavalle, a fin de que me permita un momento de entrevista con él!" (...). "Compadre -le dije-, con el mayor gusto voy a servir a usted en este momento". Corrí a ver al general, hícele presente el empeño justo de Dorrego...; mas viendo yo que se negó abiertamente a ello, le dije: "¿ qué pierde el señor general con oírle un momento...?". "¡No quiero verle, ni oírlo un momento¡"... Salí desagradado, y volví sin demora con esta funesta noticia a mi sobresaltado compadre.

Al dársela se sobresaltó aún más, pero lleno de entereza mi dijo: "¡Compadre, no sabe Lavalle a lo que se expone con no oírme! Asegúrele usted que estoy pronto a salir del país; a escribir a mis amigos de las provincias que no tomen parte alguna por mi...

Bajéme conmovido y pasé con repugnancia a ver al general. Apenas me vio entrar, díjome: "Ya se le ha pasado la orden para que se disponga a morir, pues dentro de dos horas será fusilado; no me venga con muchas peticiones de su parte". ¡Me quedé frío! "General, le dije, ¿ por qué no le oye un momento, aunque lo fusile después?". "¡No lo quiero!", díjome, y me salí en extremo desagradado y, sin ánimo de volver a verme con mi buen compadre...; pero en el momento se me presenta un soldado a llamarme de parte de Dorrego, pidiéndome que fuera en el momento.

Al momento de subir al birlocho se paró con entereza y me dijo: "Compadre, se me acaba de dar la orden de prepararme a morir dentro de dos horas. A un desertor al frente del enemigo, a un bandido, se le da más termino y no se le condena sin oírle y sin permitirle su defensa. ¿Dónde estamos? ¿Quien ha dado esta facultad a un general sublevado? Proporcióneme usted, compadre, papel y tintero, y hágase de mi lo que se quiera. ¡Pero cuidado con las consecuencias!".


Fragmento de una carta de Juan Estanislao Elías, edecán de Lavalle en 1828, y encargado de comunicar a Dorrego su inminente ejecución, quien años después narra a su hermano la reacción inicial del condenado (12 de junio de 1869) Señor don Angel Elías
Mi estimado hermano:
(...) Cerca de las dos de la tarde hice detener el carro frente a la sala que ocupaba el general Lavalle, y desmontándome del caballo fui a decirle que acababa de llegar con el coronel Dorrego.
El general se paseaba agitado a grandes pasos y al parecer sumido en una profunda meditación, y apenas oyó el anuncio de la llegada de Dorrego, me dijo estas palabras que aún resuenen en mis oídos después de cuarenta años: Vaya usted e intímele que dentro de una hora será fusilado.El coronel Dorrego había abierto la puerta del carruaje y me esperaba con inquietud. Me aproximé a él conmovido y le intimé la orden funesta de que era portador. Al oírla, el infeliz se dio un fuerte golpe en la frente, exclamando: ¡Santo Dios! - Amigo mío, me dijo entonces, proporcióneme papel y tintero y hágame llamar con urgencia al clérigo Castañer, mi deudo, al que quiero consultar en mis últimos momentos (...).
Como la hora funesta se aproximaba, el coronel Dorrego me llamó y me dio las cartas, una que todo el mundo conoce, para su esposa, y la otra de que yo solo conozco su contenido, para el gobernador de Santa Fe don Estanislao López.
Ambas cartas se las presenté al general Lavalle, quien sin leerlas me las devolvió, ordenándome que entregase la dirigida a su señora y que a la otra no le diera dirección. Juan Elías


Carta de Manuel Dorrego a su esposa, 13-12-1828
Mi querida Angelita:
En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; mas la Providencia Divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía de este desgraciado.
M. Dorrego 


Misivas a sus hijas escritas en otros trozo de papel, 13-12-1828

Mi querida Angelita [se refiere ahora a una de sus hijas, no a su esposa]: te acompaño esta sortija para memoria de tu desgraciado padre. Mi querida Isabel [otra de sus hijas]: te devuelvo los tiradores que hiciste a tu infortunado padre. Sed católicos y virtuosos, que esa religión es la que me consuela en este momento".
M. Dorrego 

Carta de Manuel Dorrego a su amigo Miguel de Azcuénaga, 13-12-1828

Señor don Miguel S. Azcuénaga:
Mi amigo, y por usted a todos:
Dentro de una hora me intiman debo morir, ignoro por qué; la Providencia así lo ha querido. Adiós, mis buenos amigos, acuérdense ustedes de su M. Dorrego


Carta de Manuel Dorrego a su sobrino, 13-12-1828
Señor don Fortunato Miró:
Mi apreciado sobrino:
Te suplico arregles mis cuentas con Angela, por si algo le toca para vivir a esa desgraciada, recibe el adiós de tu tío M. Dorrego 


Nuevas indicaciones a su esposa en otro trozo de papel, 13-12-1828
Mi vida:
Mándame a hacer funerales, y que sean sin fausto. Otra prueba de que muero en la religión de mis padres, tu Manuel [y añade] "Todos los documentos de minas en compañía de Lecoc están en la cómoda vieja; que Lecoc sea dueño de todas y dé a mi familia lo que tuviese a bien. Que Fortunato te entregue lo que a conciencia crea tener mío. Calculo que Azcuénaga me debe como tres mil pesos. José María Miró, mil quinientos. De los cien mil pesos de fondos públicos que me adeuda el Estado, sólo recibirás las dos terceras partes; el resto lo dejarás al Estado. A Manuel, la mujer de Fernández, les darás trescientos pesos. A mis hermanos, y demás coherederos, debes darles o recabar de ellos como mil quinientos pesos, que recuerdo tomé de mi padre y no he repartido a ellos".


Carta a Estanislao López, gobernador de Santa Fe, 13-12-1828
Señor gobernador de Santa Fe don Estanislao López.
Mi apreciable amigo:
En este momento me intiman a morir dentro de una hora. Ignoro la causa de mi muerte; pero de todos modos perdono a mis perseguidores. Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre. Soy su afectivo amigo. Manuel Dorrego 


Comunicado de Lavalle dando cuenta del fusilamiento, 13-12-1828

Señor Ministro:
Participo al gobierno delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden al frente de los regimientos que componen esta división.
La historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir; y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. Quisiera persuadirse el pueblo de Buenos Aires, que la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor que pueda hacer en su obsequio. Saludo al señor ministro con toda atención. Juan Lavalle 


Carta de Díaz Vélez a Lavalle, quien ignorando que el fusilamiento ya se ha producido, comunica que el representante del gobierno de EE.UU. estaba dispuesto a facilitar a salida de Dorrego del país, 13-12-1828
Señor don Juan Lavalle
Mi querido general y amigo de toda mi estimación: (...) En esta misma posición, es en la que llego como amigo suyo y de Dorrego, a interponer mi mediación, para que él vaya a Estados Unidos, y explicaré cómo debe ser en mi opinión... Dorrego debe salir inmediatamente sin toca en el pueblo, extrañado perpetuamente, dando garantías que podrán prestarlas los mismos mediadores, y privado también de la ciudadanía, etc. Esto es digno, más que fusilarlo, aun después de un juicio muy dudoso, si se han de consultar los ápices de la justicia"
Díaz Vélez
P.D.: en caso que Dorrego vaya a Estados Unidos, Forbes dará buque al instante. 


Carta de Del Carril a Lavalle, en el que le aconseja fraguar un proceso, para salvar las apariencias de la ejecución sumaria de Dorrego, 15-12-1828

Señor general don Juan Lavalle
Mi querido general:
(...) Me tomo la libertad de prevenirle, que es conveniente recoja usted un acta del consejo verbal que debe haber precedido a la fusilación. Un instrumento de esta clase, redactado con destreza, será un documento histórico muy importante para su vida póstuma (...). Que lo firmen todos los jefes y que aparezca usted confirmándolo. Debe fundarse en la rebelión de Dorrego con fuerza armada contra la autoridad legítima elegida por el pueblo; en el empleo de los salvajes para ese atentado; en sus depredaciones posteriores...etc.etc.
Salvador María del Carril
Fragmento de las memorias de Tomás de Iriarte, escritas años después de los acontecimientos de diciembre de 1828
He dicho que desde que supe que Dorrego estaba en poder de Lavalle no dudé un momento de que éste lo fusilaría, y como prueba de esta convicción, haré mención de un sueño que tuve en la noche del 13 al 14: bien que no soy hombre que crea en sueños. Dorrego fue fusilado en la tarde del 13 al frente del ejército en una estancia inmediata a Navarro; pues bien, yo soñé esto mismo y mi imaginación ocupada de esta escena mientras estaba despierto, me la representó muy al vivo mientras dormía, de modo que por la mañana comuniqué el sueño a varios individuos de mi familia, y varios amigos de confianza. Por la tarde cuando llegó la noticia del infame asesinato, no me sorprendí lo más mínimo; y al primero que me la comunicó, le contesté lo que había soñado. La cosa era muy natural, cuando el ánimo está preocupado y excitado con gran interés en un objeto, en un desenlace probable de algún suceso, las ideas se repiten durante el sueño...


Rosas despide a Dorrego

A poco tiempo de asumir Rosas el primer gobierno, se trasladan a Buenos Aires los restos de Dorrego, decretada por Viamonte. La ceremonia fue presidida por el gobernador y las altas autoridades de la provincia. En breve y significativa alocución, Rosas despide a Dorrego:

"¡Dorrego! víctima ilustre de las disensiones civiles: descansa en paz... La patria, el honor y la religión han sido satisfechos hoy, tributando los últimos honores al primer magistrado de la República, sentenciado a morir en el silencio de las leyes. La mancha más negra en la historia de los argentinos ha sido ya lavada con las lágrimas de un pueblo justo, agradecido y sensible. Vuestra tumba, rodeada en este momento de los R. R. de la provincia, de la magistratura, de los venerables sacerdotes, de los guerreros de la Independencia y de vuestros compatriotas dolientes, forma el monumento glorioso que el gobierno de Buenos Aires os ha consagrado ante el mundo civilizado... monumento que advertirá hasta las últimas generaciones que el pueblo porteño, no ha sido cómplice en vuestro infortunio... Allá, ante el Eterno Arbitro del mundo, donde la justicia domina, vuestras acciones han sido ya juzgadas; lo serán también las de vuestros jefes; y la inocencia y el crimen no serán confundidos... ¡Descansa en paz con los justos... ! Adiós Adiós para siempre".
(Zinny, Historia de los Gobernadores. cit. por Julio Irazusta. Vida pollitica de Juan Manuel de Rosas.t.I.p.238) 

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