domingo, 26 de octubre de 2014

Nombres que duelen Por Daniel Cecchini

Izq: José Manuel Monteagudo// Der. Laura Cédola


Son 136 nombres y todos duelen, pero algunos en particular golpean como un mazazo. Entre las víctimas que pasaron por La Cacha, el cronista tiene compañeros de militancia, amigos de la infancia y de la adolescencia, compañeros de la Escuela Anexa y del Colegio Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Y también vecinos de su barrio. Unos pocos sobrevivieron (entre ellos Martín Castilla y Rubén Martina, que ofrecieron valientemente sus testimonios en la causa), los demás fueron asesinados y se encontraron sus cuerpos o siguen desaparecidos. Son las huellas imborrables del accionar de las patotas de las Fuerzas Armadas en La Plata, una de las ciudades argentinas más golpeadas por el plan sistemático de represión ilegal perpetrado por la dictadura cívico militar. No fue casualidad que los genocidas decidieran instalar allí, en las afueras de la ciudad, el que quizás haya sido el centro clandestino de detención interfuerzas más sofisticado que existió en el país y que, una vez cumplido su cometido, intentaran borrar hasta el último de sus vestigios. Lo que nunca pudieron borrar fue la memoria, ésa que todavía hoy reclama que se establezca la verdad y que, a partir de ella, se haga justicia.

Laura Susana Cédola y José Manuel Monteagudo son las víctimas números 82 y 83 en el azaroso ordenamiento de la lista de la instrucción de la causa. Eran La Petisa y Manolo, estaban en pareja y poco antes de ser secuestrados habían tenido un hijo. El cronista conoció a Manolo en los primeros meses de 1974 en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, cuando se encontraron militando juntos en los Grupos Revolucionarios de Base (GRB), la organización universitaria de las Fuerzas Argentinas de Liberación 22 de Agosto (FAL 22). Manolo, algunos años mayor que el cronista –que acababa de cumplir los 18 años y venía de una militancia periférica en el Colegio Nacional–, era un militante consumado, dispuesto a transmitir su experiencia no sólo con palabras sino con el ejemplo. Además era un tipo divertido, que nunca perdía el sentido del humor. A fines de ese año, fue –junto con José Raúl Díaz (El Negro Sugus), Eduardo Priotti (Dito) y Alberto Peón (Beto), entre tantos otros– uno de los cuadros que decidieron alejarse de las FAL 22 para incorporarse al PRT-ERP. El cronista, que distaba mucho de ser o de considerarse un cuadro, fue con ellos. Al año siguiente casi dejaron de verse. Manolo se proletarizó como obrero de Astilleros Río Santiago y pasó a cumplir otras tareas, lejos del frente universitario.

Cuando, en 1975, La Petisa empezó a estudiar en el Museo, el cronista no sabía que era la compañera de Manolo. Cuando la pusieron en contacto con él, sólo le dijeron que era una militante de la Juventud Guevarista que venía del secundario y que se iba a incorporar al frente universitario. Era una chica dulce y tranquila que, precisamente por eso, sorprendía cuando mostraba su determinación. Pronto se transformó en una de las más activas militantes de la Agrupación de base “29 de Mayo”, la organización creada ese año por la Juventud Guevarista en la Facultad. Después del golpe –y ya en la clandestinidad–, el cronista pasó a cumplir tareas en otros frentes de la Zona Sur del PRT, mientras La Petisa seguía militando en el Museo, a pesar de la represión. A partir de entonces, sólo se encontraron esporádicamente, para alguna reunión. El cronista cree que la última vez fue en febrero o marzo de 1977, y que se alegró de verla, a pesar de las circunstancias, embarazada y contenta.

Laura Cédola y José Manuel Monteagudo fueron secuestrados por un grupo de tareas el 22 de junio de 1977, a la una y media de la madrugada, en la casa de los padres de ella. Según varios testimonios de sobrevivientes, estuvieron detenidos-desaparecidos en La Cacha. Hoy, Manolo y La Petisa siguen desaparecidos.

Pedro Luis Mazzocchi (Tody) y el cronista se conocieron a principios de 1974, cuando fueron asignados al mismo grupo de los GRB con otras dos compañeras del Museo. Durante todo ese año militaron juntos, compartiendo todo tipo de tareas. El cronista recuerda especialmente un acto relámpago de fines de 1974, en la esquina de 13 y 40 de La Plata, cuando la molotov que el cronista arrojó a la calle no se encendió. Tody apareció de atrás con otra “molo” y logró que se prendiera el fuego. Todavía recuerda su grito de reproche: “¡Te olvidaste de poner el raviol, pelotudo!”. Aún después del golpe –en situaciones menos ridículas y mucho más violentas y difíciles– Tody solía recordarle su torpeza. Y se reían los dos. 

Ya incorporado al PRT-ERP, Tody se presentó para hacer la conscripción. Fue secuestrado dos veces –la primera logró huir por un ventiluz; la segunda fue el 30 de julio de 1977 luego de regresar inexplicablemente a la Base Aérea de Tandil, su ciudad natal–. Según varios testimonios, estuvo en La Cacha desde aproximadamente esa fecha hasta el 23 de noviembre de ese año. Figura como la víctima número 91 en la instrucción de la causa. Hace ya mucho tiempo, un familiar de Pedro le relató al cronista que su cadáver había aparecido acribillado, como parte del montaje de un falso enfrentamiento.

Dardo Benavides militaba en Montoneros. Muchos años antes de eso compartió con el cronista las aulas de la Escuela Anexa de la Universidad Nacional de La Plata y dos o tres tórridos eneros de vacaciones en el camping del Automóvil Club de San Clemente del Tuyú. En un último verano, probablemente en 1968, Dardo anunció que iba a hacer la secundaria en el Liceo Naval; el cronista, en cambio, ya había decidido ir al Colegio Nacional. Fue secuestrado en 20 de mayo de 1977 en Florida, provincia de Buenos Aires, y trasladado a La Cacha. Es la víctima número 72 y continúa desaparecido.

Jorge Martina vivía en la calle 2 bis, entre 530 y 531, de Tolosa, a menos de dos cuadras de la casa natal del cronista. Nunca formaron parte del mismo grupo de amigos, ya que Jorge se relacionaba poco con los otros muchachos del barrio. Estudiaba Arquitectura y admiraba a Los Beatles, al punto de dejarse el pelo y usar unos anteojos que lo hacían muy parecido a John Lennon. Militaba en el PRT-ERP, aunque por aquellos años ni él ni el cronista supieron que compartían esa pertenencia. Fue secuestrado el 6 de diciembre de 1977 en la Galería Williams, en el centro de La Plata. Es la víctima número 130 y sigue desaparecido.

A todos ellos se los tragó el terrorismo de Estado a través de la boca de La Cacha. 

Petisa, Manolo, Tody, Dardo, Jorge: ¡Hasta la victoria siempre!

26/10/14 Miradas al Sur

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