Las fotos son el mensaje. Cómo se operan, para qué. Massa y los radicales, motivos de sus acuerdos. El libro de pases no se abrió, parece. Macri, el tercero en cuestión, siempre esperando. Coloquio de IDEA: ni una cosa ni la otra. Elecciones decisivas en Brasil y Uruguay.
Por Mario Wainfeld
“El espectáculo crea un presente eterno de expectación inmediata: la memoria deja de ser necesaria o deseable. Con la pérdida de la memoria perdemos asimismo las continuidades del significado y del juicio (...) la cámara recoge los acontecimientos para olvidarlos.”
“Mirar” John Berger
“Hoy vas a entrar
en mi pasado”.
“Naranjo en flor” Enrique Cadícamo.
“Se juntaron para la foto.” “No nos interesa esa foto.” La expresión es tópico en el magro vocabulario de la política cotidiana. Designa a una producción premeditada, no a lo que años ha (en la prehistoria de la fotografía) se llamaba “instantánea”. La reunión se opera, la escena se trabaja, la sonrisa se ensaya. Los detalles se piensan y negocian apenas menos que el fondo de la cuestión. ¿En camisa o con saco? ¿Parados o sentados? ¿Tomamos un mate, que crea un aire tan familiero? ¿Unas medialunas en la mesa o da demasiado hedónico?
Las fotos son un mensaje, que el gran público seguramente no ve o, cuanto menos, no registra. Pero en el microclima de la “política” son insumo cotidiano. Cada vez es más barato sacar fotos, cada vez se está más cerca de las elecciones presidenciales aunque falte mucho. Proliferarán, con plácemes de los escenógrafos y alerta para los adversarios. Como en una versión edulcorada de un cruel cuento de Juan Carlos Onetti, la foto tiene destinatario preciso: se consuma para que le duela a uno en particular.
Claro que no es para tanto: son jugadas de campaña, recursos válidos aunque a menudo livianos. Tal vez hasta la frase de Berger del inicio le quede grande a nuestro tema de hoy, se la consigna porque ronda el tema y porque siempre es un gusto citar a maestros.
Las fotos más conspicuas de esta semana se tomaron en Tucumán y en el mal apodado Coloquio de IDEA. Interpelan a los candidatos, a sus elencos y a ciudadanos politizados. Los públicos atentos son minoría, lo que no autoriza a subestimarlas de plano.
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Relectura y plano secuencia: El encuentro-acuerdo entre el diputado Sergio Massa y su colega José Cano, está destinado a “armar algo” en Tucumán. El radical es el challenger mejor posicionado (de momento, el único) para competir con José Manzur, ministro del gobierno nacional y delfín del gobernador José Alperovich, que viene ganando elecciones con la fusta bajo el brazo.
Es impropio hablar de un plano secuencia, pero sí de una continuidad. El pacto se consuma días después de uno similar en Jujuy, entre el presidenciable del Frente Renovador (FR) y el senador Gerardo Morales. En este caso el contrincante a vencer es el gobernador Eduardo Fellner, otro winner cuando juega de local.
Según arguyen los operadores de “Sergio”, las jugadas son pura ganancia. La táctica apunta a compensar las falencias territoriales del FR y apuntan al considerado principal rival para octubre de 2015, el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri.
Los Renovadores y las gentes de PRO comparten la visión del escenario electoral. Sinteticémosla. El Frente para la Victoria (FpV) conserva un grado alto de adhesiones, duro de perforar. Ronda el tercio del electorado nacional. Es un piso alto para la primera vuelta pero puede ser cercano al techo en la segunda. Así las cosas, la estrategia ganadora es llegar a la segunda vuelta en la que triunfaría cualquier postulante opositor.
Otro factor común entre ambas narrativas es que el Frente Amplio-Unen (FA-Unen) está en baja, o al borde de la consunción si es que ya no implotó. En todo caso, ambas facciones concuerdan en señalarse mutuamente como el principal contrincante a vencer en la primera ronda electoral.
“Sacarle votos o aliados a Macri, es como ganar un partido de seis puntos”, futboliza un armador de Massa. Para los pocos lectores ajenos a la jerga respectiva, un partido de seis puntos es el que se disputa contra un rival directo: se suman tres puntos, se le restan al otro.
Construir opciones en minoría en provincias controladas por el FpV es, así visto, un buen rebusque. “¿Qué más obtienen?”, pregunta el cronista. “Vamos a poner al candidato a vicegobernador”, se entusiasma el contertulio, “vamos a subirnos al palco si la elección se anticipa y se gana”. Otra foto en ciernes, caramba. Virtual, eso sí. Y sólo factible en Tucumán, ya que Jujuy comparte el calendario electoral nacional.
Los radicales concernidos no corroboran la versión, tampoco la niegan con énfasis.
Una fórmula antikirchnerista puede servirles, maquinan los compañeros renovadores, para atraer algunos votos de raíz justicialista. Y a un puñado disperso de dirigentes provinciales con los que no se hace grandes ilusiones. En ese aspecto, el voluntarismo es modesto. Reconocen el predicamento y el peso de los gobernadores: asumen que quedan pocas figuras peronistas ajenas a su influjo, tras años de hegemonía. No está a su alcance armar un peronismo federal que enfrente al FpV en territorios tan amurallados.
Se construye dentro de lo posible, traduce el cronista. Media una relectura respecto del entusiasmo que despertó la amplia victoria de Massa en 2013. Se habló de saltos con garrocha, de fugas en malón desde el FpV al FR. Empresarios, comunicadores afamados gozaron con el vaticinio, que se no se concretó sino en mínima medida. En el Congreso nacional, el fiasco fue casi absoluto. El oficialismo nacional conserva su apretada mayoría, que (con buen laburo de los presidentes de bloque) le garantiza aprobaciones en serie de la nutrida producción normativa.
La oposición proclama que Cristina Fernández de Kirchner es un pato rengo pero la Presidenta conserva la iniciativa, la aptitud para hacer ley sus proyectos y la centralidad en el escenario. Cuando se retiran en masa de las sesiones, los opositores corroboran lo que niegan en el discurso.
La mayor cosecha de Massa se mide en intendentes bonaerenses. Una espada parlamentaria del kirchnerismo hace una distinción que es un diagnóstico, un anhelo y una promesa para las PASO: “Son cincuenta, los perdió Scioli, no Cristina”.
Volvamos a Tucumán y Jujuy. En las tiendas massistas se glorifica cuánto se le quitó a Macri. Y se anuncian movimientos en otras comarcas impensables meses ha. “Gerardo Morales, que nunca se cansa de gritarle a Amado Boudou, saltó el cerco para buscarnos. Fue una señal de largada para intendentes radicales de todo el país, en especial de la provincia. Ya nos están llamando. Gerardo los habilitó a abrir la tranquera.” Sin comprar llave en mano el relato y los datos, lo enmarca un dato real: quienes mantienen ejecutivos comunales o provinciales tienen como contradicción principal sostenerse en sus pagos. Las alianzas nacionales vienen luego. La referencia vale también para los compañeros que acompañan al kirchnerismo.
Lo que sucede, que escapó a profetas urgidos por la pasión, es que esos mandatarios comprenden que deben seguir del lado del gobierno nacional hasta fines del 2015. La presidenta Cristina conserva la gobernabilidad, el manejo de los recursos, promueve inversión social alta... Hay motivos tangibles para acompañarla. El que se mueva de ahí, ejem, arruina la foto. Las tratativas de Massa con los radicales corroboran ese criterio pragmático: el joven tigrense renuncia a conseguir aliados dentro de las filas del FpV. Ese proyecto (que también sumaba seis puntos) da la impresión, fue el sueño de algunas noches de verano. Ahora se dedica a paliar su falta de estructura nacional (hasta podría decirse extra bonaerense) y de posicionarse como la principal alternativa al kirchnerismo. No es poco, es menos que un año atrás.
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Los límites de Mauricio: Macri recuperó terreno desde el año pasado, sin haber superado vallados que lo condicionan. Uno es su falta de armados no metropolitanos, que intenta reparar promoviendo a candidatos “temáticos”, mayormente futbolistas. En esta semana la novedad fue el lomense Julio Cruz, un goleador interesante que llegó a la Selección donde mayormente fracasó. Un equipo de veteranos no será suficiente para suplir una estructura territorial sólida.
Massa reenfiló a trabajar con los radicales “por abajo” (referentes provinciales, una lista que seguramente se continuará en Formosa). Macri, fiel a su estilo, prefiere roscar “por arriba”. Estuvo años esperando a que las masas peronistas fueran a buscarlo a Palermo Chico. No lo visitaron, decidió conformarse con lo que hicieran los dirigentes: tampoco anduvo.
Ahora reincide con los boinas blancas: dialoga con el senador Ernesto Sanz y el diputado Oscar Aguad. Uno de los problemas del tejido es que esas figuras nacionales no son las que más votos acumulan en sus respectivas provincias. Otro es que no es simple que los émulos de Alem e Yrigoyen acepten ir detrás de Mauricio.
En las tiendas de PRO dan por hecha la dispersión de FA-Unen. Hay operadores macristas y radicales que especulan con una fórmula Macri-Sanz. Nadie lo confiesa de viva voz, más vale. La diputada Elisa Carrió es quien más la insinúa. La hipótesis de los armadores de PRO, que comparten consultores astutos del massismo, es que la diáspora faunista es irrefrenable.
El diputado Julio Cobos tiene como hipotético bote salvavidas la disputa por la gobernación de Mendoza. Su par socialista, Hermes Binner, podría verse estimulado a volver a Santa Fe. Los escándalos y denuncias terribles que azotan al gobernador Antonio Bonfatti (pollo de Binner, aún contra sus compañeros de partido) podrían servir de incentivo.
Hasta acá se trata de especulaciones, mesas de arena, diálogos creativos y transversales que no llegan a cierres redondos. Habrá más.
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Esta gente no cambia de IDEA: Llamar IDEA a su cónclave es un involuntario y poco frecuente rapto de humor del empresariado nativo. No abundan ideas en ese ámbito, que funge como mostración de poder y de alineamientos. Las crónicas apologéticas de los grandes medios se parecen, un cachito, a las necrológicas del diario La Nación, según las leía Arturo Jauretche. Todo el rollo pinta lo que quiere camuflar: la existencia de una clase dominante, opulenta, cerrada, hereditaria, llena de guita. Con todo eso, tal vez no hagan falta ideas aptas para compartir en el ágora democrática.
Macri se enfurruñó por un tema de cartel y no fue al simposio. Será perdonado: es fuerza propia.
El gobernador Daniel Scioli asistió aunque manejando el complejo equilibrio que lo caracteriza en estos meses. Fue más transigente que el kirchnerismo puro y duro, pero no complaciente con el auditorio. Otros expositores dieron pena. El abogado Daniel Sabsay asustó a los propios organizadores, gritando e imaginando títulos para los programas de Jorge Lanata. Pidió que la Presidenta muestre su título de abogada. Con una exigencia menor, cabría exigirle que mostrara un encefalograma. Su stand up ratificó que en IDEA no hacen falta propuestas, ni aportes, sino exabruptos y alardes de seguidismo.
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Mirar en derredor: El secretario general de la CGT opositora, Hugo Moyano, se mantiene en el Nacional “B” de la arena política. Su último paro sinceró que tiene márgenes estrechos para la protesta pública, entre ellos que sus compañeros de ruta no aceptan que los conduzca.
La interna del FpV sigue su extraño curso. En torno de Scioli lo ven fortalecido. Computan gestos “del gobierno”: invitaciones a actos, buen trato de las cámaras televisivas que lo registran, ser acompañado por dirigentes de La Cámpora para varias actividades... y sus respectivas fotos.
El ministro Florencio Randazzo corre por su carril, se tiene fe. En estos días apostrofó fuertemente al gobernador bonaerense.
El ministro Agustín Rossi, el ex canciller Jorge Taiana y el gobernador Sergio Urribarri “caminan” para acumular en el “palo” del kirchnerismo fiel. Son demasiados para ese espacio. Su destino, si quieren ser competitivos, es converger más adelante. No ahora, sería prematuro.
La atención masiva de la semana se congrega más en el fútbol. La política, en las elecciones en Brasil y Uruguay, que serán determinantes para el futuro de esta región, que es nuestro hogar común.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Un día crucial, para allá y para acá
Por Mario Wainfeld
La revista Veja exhuma denuncias de corrupción, pone en tapa a la presidenta Dilma Rousseff y al ex presidente Lula da Silva, quien responde sin ambages ni eufemismos. Eleva el tono, no baja la guardia. Los acusa de ser más cómplices que aliados de la derecha brasileña.
El gran líder regional hace campaña con un compromiso que conmueve: varios actos por día, records de kilometraje. Interpela a los humildes de su país, a los del Nordeste en especial. Su discurso es todo lo clasista que se puede ser en un país capitalista del siglo XXI. La política de la época es compleja, polifacética. A la hora de la definición electoral los tantos se simplifican: se enfrentan una opción oficialista situada bien a la izquierda de sus rivales, tanto en propuestas cuanto en apoyos sociales.
El establishment brasileño no duda ni disimula. En ese país, a diferencia de la Argentina, el sector financiero es poderoso: juega con todo. La Bolsa sube cuando el postulante opositor Aécio Neves queda como alternativa para la segunda vuelta. El gran empresariado lo rodea y arropa.
Un corte geográfico y de clase signa el pronunciamiento electoral. Más que en las primeras presidenciales que ganó el PT, consigna el politólogo y periodista José Natanson.
La gran prensa argentina a veces utiliza a Dilma y Lula como contraejemplos para catequizar al kirchnerismo. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner es, para ellos, la peor entre sus pares. A la hora de la hora, los antagonismos acá y allá se parecen bastante. Los debates entre Dilma y Aécio no fueron juegos florales, precisamente. Los signó una violencia que casi trascendió lo verbal.
El diario La Nación, que opta a menudo por ser más franco que el capcioso Clarín, publica un editorial “pidiendo el voto” para Neves, por decirlo de alguna forma. La Tribuna de doctrina no se equivoca, en los trances cruciales. Ni en democracia ni en dictadura.
Las encuestas electorales fueron sospechosas, truchas, falaces. Nada sorprende, a pocos kilómetros de distancia.
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Alberto Lacalle Pou, hijo de un ex presidente, es presentado como lo nuevo. El ex presidente Tabaré Vázquez va en pos de revalidarse.
Miles y miles de orientales que viven en la Argentina se movilizan a su Uruguay para votar, tal como pasó cuando Tabaré llegó a la presidencia. La repetición no debería alegrar: marca una carencia que señala bien el politólogo Denis Merklen, en un artículo publicado en la revista Cahiers des Amériques Latines. Es consecuencia de la derrota en un referéndum celebrado cinco años atrás, cuando José Mujica fue ungido presidente. La mayoría se opuso a que muchísimos compatriotas exiliados por evidentes razones económicas pudieran votar en sus países de acogida. Al mismo tiempo, otra consulta ratificó la impunidad para el terrorismo de Estado. Fueron dos derrotas para la izquierda y el movimiento popular, coetáneas con el éxito de “Pepe” Mujica, razona Merklen.
Las tensiones marcan las dificultades del Frente Amplio que consiguió ampliar derechos con la despenalización de la tenencia y producción de marihuana, la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario.
Tabaré, se descuenta, saldrá primero en los cómputos de hoy. Sería un bruto batacazo que superara el cincuenta por ciento de los sufragios. Y será ardua la segunda vuelta dado que las diferencias entre los blancos y los colorados se pierden en las brumas del pasado.
Las políticas económicas no variaron mucho en estos años. Mujica supo darle un tono popular a su gestión. E hizo todo lo que pudo para limar asperezas con Argentina, sin desatender los derechos de su país, poco considerados por los socios mayores del Mercosur.
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Lo más relevante del siglo en materia de integración regional fue el sesgo político compartido, muy en general. Fue clave la empatía entre diversos gobiernos y presidentes.
La vocación democrática y autónoma se concretó en el rechazo al ALCA en la Cumbre de Mar del Plata. Se plasmó en pronunciamientos y acciones contra golpistas en Ecuador y Bolivia. También valió para poner coto a una escalada belicista del gobierno colombiano de Alvaro Uribe contra Ecuador y Venezuela. La acción conjunta, comandada usualmente por Brasil y Argentina, sustentó la gobernabilidad, la paz y los sistemas democráticos. Una novedad digna de ser celebrada... y continuada.
Los progresos en materia de integración económica fueron más trabajosos y menos consistentes. Es notable una voluntad de evitar que conflictos entre sectores productivos de distintos países escalen y contaminen las relaciones generales. Queda mucho pendiente en ese aspecto. También hay mucho para construir en la brega contra la desigualdad. Los pueblos resuelven quién lo hará. Sin ninguna originalidad, este cronista cree que las alternativas son nítidas. Más allá de las limitaciones o carencias de los gobiernos populares actuales, son ellos los que mejor representan los intereses de las mayorías populares, frente al arco de (¿centro?) derechas rencorosas que los enfrentan.
26/10/14 Página|12
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