miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Se viene el derechaje? Por Diego Schurman

Gustavo Marangoni fue categórico.

–Si hubiera sido legislador no habría votado la estatización –sentenció.

El titular del Banco Provincia hablaba de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo.

–¿Por qué habría que estatizar? –subió la apuesta con una pregunta retórica.

Su postura fue doblemente desafiante ya que tomaba distancia de la política oficial y, a la vez, de la propia asociación de derechos humanos, estrechamente ligada al kirchnerismo.

El hombre de extrema confianza de Daniel Scioli dijo aquello que su jefe, acaso por pretender ser el candidato presidencial de FPV, no pudo pronunciar abiertamente. No es la primera vez que Marangoni hace gala de su transgresión. "El progresismo en la Argentina es muy berreta", les endilgó hace poco a los críticos del gobernador, entre ellos varios integrantes de Carta Abierta y el titular de la CTA, Hugo Yasky.

¿Qué fue lo que desencadenó su frase? La resistencia de muchos kirchneristas a respaldar a Scioli. Pero la "provocación" de Marangoni, en sendos reportajes al sitio La política online y al diario La Nación, fue un poco más allá.

Un entendimiento con los fondos buitre debía ser la bandera a cuadros de tan costosa carrera pero la resolución de la Corte norteamericana, dando luz verde a la inflexible postura del juez Thomas Griesa, terminó complicando el zurcido.

"¿Por qué hablo de progresismo berreta? Me parece que es muy consignista sobre la base de clichés y, básicamente, está empapado de un populismo de baja calidad", dijo al tiempo en que se definía como un verdadero liberal.

Lo de Marangoni destierra la idea instalada de que se sube por izquierda y se gobierna por derecha, de que en la campaña no se pueden expresar las medidas de corte antipopular que piensan aplicar de asumir el mando.

El titular del Banco Provincia, y aspirante a jefe de gobierno porteño, fue explícito en la necesidad de pagar a los fondos buitre y, en tono con el mundo empresario, reacio a la aplicación de la Ley de Abastecimiento.

El sciolismo no es la única corriente de dirigentes pragmáticos con guiños hacia la derecha. Prácticamente todos los espacios políticos que, de acuerdo a los sondeos, tienen chances reales de llegar a la Casa Rosada exhiben la misma característica.

No se trata de añejos "Che Guevaras" convertidos al neoliberalismo. Scioli ingresó a la política de la mano de Carlos Menem; Sergio Massa tiene un pasado explícito en la UCeDé, refugio del neoliberalismo noventista; y Mauricio Macri es, fue y será un creyente de las bondades del mercado como ordenador de la economía.

El recambio de presidente, obligado al no haber posibilidad constitucional de una re-reelección, viene de la mano de un discurso de derecha, donde el ajuste y la aspereza emergen como antídotos contra la inflación e inseguridad, acaso dos de los tópicos que más preocupan.

En ese mismo corrimiento, ya no de arengas sino de hechos, se encontraba el gobierno nacional cuando empezó a "hacer los deberes". Desde la devaluación hasta el acuerdo con Repsol, pasando por el cierre con el Club de París y el reconocimiento de la jurisdicción del CIADI, todo fue una señal hacia el poder económico.

Un entendimiento con los fondos buitre debía ser la bandera a cuadros de tan costosa carrera pero la resolución de la Corte norteamericana, dando luz verde a la inflexible postura del juez Thomas Griesa, terminó complicando el zurcido. 

Más allá de los alardes de soberanía, ¿Cristina Fernández terminará yendo al pie de los holdouts a partir del próximo año? Es una posibilidad cierta, y en ese caso coincidirá con los discursos de sciolistas, massistas y macristas de mejorarle las condiciones de pago a los buitres respecto a quienes entraron a los canjes de 2005 y 2010.

El giro oficial también se vislumbró en la manera de afrontar el conflicto social. Se arrió la bandera de la no criminalización de la protesta para izar otra de la represión selectiva. Sergio Berni es el estandarte de esta nueva etapa, plagada de etiquetas xenófobas. El secretario de Seguridad fue el más recurrente dentro del staff kirchnerista en asociar al extranjero con el delito. La doctrina Berni se impuso en el nuevo Código de Procesamiento Penal, que habilita la expulsión de los migrantes irregulares sorprendidos en flagrancia. Sólo Jorge Taiana, de todos los aspirantes oficialistas a la presidencia, se animó a marcar diferencias con el omnipresente médico militar. "En lo único que coincido con Berni es en que tenemos un problema de inseguridad. No creo que la forma de resolverla sea la adecuada. No me parece que haya que echarles la culpa a los inmigrantes", se mostró indulgente el legislador porteño.

La incidencia real de ese colectivo en el delito es menor. Según los datos elaborados por el propio Ministerio de Justicia de la Nación, los extranjeros presos representan apenas el 6% de la población encarcelada en todo el sistema penitenciario.

Las acciones de mano dura también abundan entre los candidatos mejor posicionados para suceder a Cristina. El ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, tuvo su momento de furia cuando un adolescente pintó un graffiti en una de las nuevas formaciones del Sarmiento. Macri lo demostró con la feroz represión de la Policía Metropolitana a los trabajadores del Borda y Scioli con la elección del "sheriff" Alejandro Granados para ministro de Seguridad. 

Granados, viejo adulador del carapintada Aldo Rico y Carlos "hay que meter bala a los delincuentes" Ruckauf, es el más permeable dentro del Gabinete bonaerense a la vuelta del servicio militar obligatorio para "encarrilar" a los jóvenes. Massa ve en el endurecimiento de las penas la solución a la inseguridad y en Rudolph Giuliani, impulsor de la "tolerancia cero" como política de Estado, un ejemplo a seguir.

El líder del Frente Renovador se entusiasmó tanto con la foto junto al ex alcalde de Nueva York que no dudó en ponerse el traje de cuco. "A partir del 2016, miedo van a tener que tener los chorros, porque el Estado va a tener la vocación de servicio de brindar más seguridad; miedo tienen que tener los vagos", atizó, inclemente.

Está claro, ninguno de los candidatos mejor posicionados en los sondeos se siente incómodo con la arenga temeraria, el rictus severo de los labios y la mirada tosca. Probablemente tampoco se molesten cuando vayan a la mesa de Mirtha Legrand y la diva de los almuerzos les pregunte, como hizo con el matrimonio Kirchner, aunque adaptándose a los tiempos que corren, si con ellos se viene el derechaje.

Infonews

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