sábado, 10 de enero de 2015

México: la necesidad de una estrategia de medios

Una estrategia de medios es entonces una estrategia de construcción de discurso, describe Norberto Emmerich. Una propuesta desde la izquierda.
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Por Norberto Emmerich
La falta de un partido de masas que dirija los procesos revolucionarios en curso frena toda intención de derrumbes radicales en el sistema de reproducción social mundial. La ausencia de una dirección revolucionaria es una cualidad subjetiva que impide el aprovechamiento objetivo que ofrece este ciclo actual de crisis capitalista.
Eso implica que el programa de transición no pueda pasar pruebas de eficiencia, que las luchas se fragmenten, diluyen y aíslen, que los voceros de las movilizaciones sean cooptados con facilidad, que las alternativas electorales desvíen las movilizaciones desde las calles hacia las urnas (o hacia los tribunales) y que la lucha política se despolitice.
Un elemento transicional que puede colaborar a un mejor agrupamiento de los colectivos en lucha es contar con una estrategia de medios al servicio de los procesos de revolución social.
Aplicado el concepto a procesos políticos específicos, como el mexicano, el concepto de “estrategia de medios” es lejano y ajeno a los aspectos monopólicos y técnicos que lógicamente acompañan al término “medios”. Al tratarse de movilizaciones de masas, una estrategia de medios no consiste en decir otra cosa con los mismos medios sino en cambiar de vocabulario.
Las dificultades de desarrollo que expresa en su seno el proceso de movilización no tienen tanto que ver con acceder a los medios sino con qué decir cuando el micrófono se abre. No se trata sólo de pensar distinto, se trata de cambiar los temas sobre los que pensamos, decir otra cosa sobre otros temas. Necesitamos discutir la propia esencia del consenso que parece tenernos a todos juntos bajo un solo gobierno. Lo que nos somete no son las cosas que nos separan, sino las cosas que nos unen; ese sustrato común de identidad construida que nos hizo individuos en el transcurso del proceso de socialización. Si la política es la continuación de la guerra por otros medios, al contrario de la conocida afirmación de Clausewitz, la preocupación va más allá de decir algo distinto. Todo programa alternativo debe dirigirse a la conquista de un nuevo vocabulario para hablar otro idioma. Reapropiarse del uso de la palabra, perdido en el proceso de socialización, en eso consiste el trabajo.
Una estrategia de medios es entonces una estrategia de construcción de discurso. Esto implica varios aspectos:
La utilización de términos coincidentes para evitar la dispersión de los imaginarios: la creatividad semántica no es un insumo importante para la movilización social y su prevalencia, en caso de existir, puede convertirse en un snobismo debilitante. La insistencia sobre las mismas palabras desorienta la especulación, las argumentaciones y los escenarios discursivos alternativos. Obliga a los “medios” oficiales a hablar y debatir sobre un universo que no han construido, que les es ajeno. Es el motivo por el cual Televisa prefiere el silencio en un intento por vaciar la movilización. Esta estrategia oficial de medios es al mismo tiempo una oportunidad del proceso de movilización para “capturar” voluntades, siempre y cuando se mantenga la rutina discursiva de pocas palabras y pocas ideas para muchas personas.
La preferencia del video sobre la foto y sobre el texto: el carácter explicativo del texto es apto para entornos argumentativos mientras que el carácter simplemente denotativo de las fotos cede ante la importancia connotativa, contextual y demostrativa de las imágenes en movimiento relativo y relacional. En circunstancias en las que no hay limitaciones técnicas para la producción y difusión de estos insumos el video tiene una mejor capacidad de captación sobre poblaciones no directamente involucradas en los procesos de movilización social.
La repetición de la misma consigna y su universalización como episodio único y omniexplicativo del proceso: es un ingrediente habitual e históricamente incorporado en los procesos de movilización. Estos se reproducen en entornos portadores de léxicos motivadores porque apelan a la verdad histórica y no a la verdad científica. La consigna argentina de “que se vayan todos” fue errónea científicamente pero útil políticamente. Así se niega la realidad en lo que es para afirmarla en lo que no es y tal ruptura de la continuidad histórica produce crisis de gobernabilidad y una probable caída de gobiernos. Estas afirmaciones que niegan hacen que la dialéctica histórica produzca realidades imposibles, ya que impulsan el paso del caos que producen al orden por producir.
Evitar la presión por la formalización de una agenda de movilizaciones: el carácter masivo de los procesos de movilización conlleva a un “desorden” en la conducción y en los canales de participación, más cuando dicho proceso se refiere a una sola consigna y a un solo episodio. Nace una presión por la centralización y la unificación, por la selección de los protagonistas y la administración del rango de tiempo. En síntesis, se incentiva la institucionalización del proceso, generalmente por parte del mismo gobierno, que en aras de “dialogar” buscar seleccionar interlocutores, pautar la agenda de temas y administrar el horizonte de expectativas. El gobierno mexicano, en su elitismo antipolítico, desaira todo protagonismo de los padres de los normalistas y favorece la eternización del proceso de luchas con la esperanza de su dilución. La formalización de una agenda, el establecimiento previo de un “cronograma” de movilizaciones y la probable disputa por la conducción son situaciones que merecen un manejo balanceado y equilibrado, en virtud de ser tanto convenientes como peligrosas.
Evitar la culturalización del proceso de lucha: la transformación del proceso de movilizaciones en una repetición de “eventos” es una tentación que acompaña a los procesos revolucionarios contemporáneos. Es una presión por la “mediatización” de la movilización en aras de la difusión del proceso. Aquellos sectores sociales, sobre todo de clase media, que quieren participar del proceso lo mediatizan casi espontáneamente porque ese es su modo de aprehender la realidad, a través de la intelectualización de los procesos de cambio. Allí donde la prioridad es evadir la exposición física del propio cuerpo, la matriz formalizada de los medios de comunicación transforma la revolución en un evento cultural. Aparecen los festivales, los recitales, el merchandising, las artes gráficas, la solidaridad en las redes sociales, el turismo revolucionario. Adicionalmente, el surgimiento de un “espíritu de la época” de tinte revolucionario atenta contra el proceso de movilización haciendo prevalecer la idea de que la revolución es un acontecimiento que deriva de su simple invocación verbal. Allí donde no apoyar a los desaparecidos de Ayotzinapa se contradice con dicho “espíritu” la lucha social obtiene al mismo tiempo un triunfo y la disminución de sus recursos. Toda sombra de prevalencia ideológica frena el ímpetu y la espontaneidad necesarias a toda movilización. Los procesos de revolución social se alimentan de la debilidad y la derrota y crecen en el margen del sistema de reproducción social.
No confundir ni solapar discursos de lucha con discursos de derrota: no es lo mismo un léxico que mencione, en términos lastimosos, los ataques del gobierno frente a otro que mencione las luchas contra esos ataques. Los escenarios discursivos son opuestos, las alternativas ideológicas que se deducen son inversas y las conductas derivadas convocan, uno a la pasividad y el otro a la movilización. Uno se nutre de conceptos que sacralizan la política, como la paz, la convivencia, la democracia, el Estado de derecho y el consenso. El otro se alimenta de la negación, el odio y el rechazo a lo dado. En un escenario de movilización los discursos políticos son antipolíticos y los discursos antipolíticos son políticos. Esta dialéctica contradictoria convierte a todo probable discurso de victoria en carente de relevancia y entidad.
Esquemas básicos de análisis: para responder a la idea de “estrategia” es menester la adopción y difusión de un esquema analítico básico de la situación, aspecto en que la colaboración académica es importante. Un simple análisis de correlación de fuerzas puede ser suficiente para ayudar a una mejor y masiva comprensión del “timing” revolucionario.
Estas ideas no son ni pretenden ser un análisis del proceso de movilización en curso en México. Sí quieren aportar elementos analíticos para aquellos colectivos u organizaciones que tienen o pueden tener una relativa incidencia en dicho proceso.

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