Por Mario Wainfeld
Pocos lo evocarán, pero el acto del 1° de mayo de 1974 fue precedido de una fiesta similar a gloriosas jornadas del primer peronismo. Hubo música, se elegía a la Reina del Trabajo. Comunicadores de primer nivel animaban la ceremonia, que atrasaba veinte años y era inaudible por los gritos de la multitud. Las columnas de la JP-Regionales coreaban “no queremos carnaval/Asamblea popular”. La hubo minutos después, en tono de contrapunto o payada, en el tramo sí más recordado, que terminó con la retirada de una nutrida parte de la muchedumbre... y con mucho más. El tres veces presidente Juan Domingo Perón tuvo un último diálogo con su pueblo el 12 de junio, contados días antes de morir. En esa ocasión expresó que se llevaba en sus oídos la más maravillosa música que era, para él, la palabra del pueblo argentino. No hablaba mal el hombre, ni se valía de un vocabulario de 300 palabras.
Volvamos al eje, en mayo del ’74 la celebración no cabía en un calco anacrónico porque el tiempo es cruel y el cambio fluye incontenible. Pero muchos otros memorables actos peronistas conjugaron la fusión entre fiesta y discurso pleno, que incluye el ida y vuelta con los participantes.
Todo eso, atento a los cambios de época en los gustos masivos, la estética y la producción artística, se hizo presente el 25 de Mayo reciente.
Salvo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, ningún dirigente político, ningún justicialista pudo congregar ya varios encuentros con esa tonalidad. Hacerlo al final de tres mandatos de su signo político (dos propios) corrobora su legitimidad de ejercicio para muchos argentinos y su liderazgo entre los propios.
Ese caudal no define el resultado electoral de octubre porque el número no se transmite linealmente de las calles a las urnas. Sí da cuenta de un capital político envidiable y construido a pulso, único desde la recuperación democrática en 1983.
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Altri tempi: El ex presidente radical-aliancista Fernando de la Rúa queda afuera de todo cotejo, dada la magnitud de su fracaso y la inevitable caída prematura de su gobierno, autogenerada como la que más. En cierto sentido, eso le cabe también a su principal vencido en las elecciones, el peronista Eduardo Duhalde. Duhalde pudo sobrevivir a su derrota, de modo parcial, como consecuencia de la fuga prematura del “Chupete” De la Rúa.
Para la comparación histórica, hay que remontarse a los presidentes que pudieron entregar la banda a un rival electo o a sí mismos, esto es al radical Raúl Alfonsín y al peronista Carlos Menem.
Alfonsín anticipó la entrega del mando, en circunstancias ingobernables, aunque garantizando la continuidad institucional.
Tanto él como Menem, que perduró más y fue reelecto, dejaron la Casa Rosada muy debilitados en legitimidad y convocatoria. Ninguno de ambos contaba con las adhesiones que concita Cristina ahora.
También dejaron un legado de crisis tremendo, distante de la coyuntura actual. No es formidable, ni es la mejor de la etapa kirchnerista pero está a distancia sideral de la hiperinflación y el desencanto que encuadraron la partida de Alfonsín o de la cabal bomba de tiempo que era el cepo de la convertibilidad menemista que ya mostraba su hilacha de parálisis productiva y desempleo.
Sin entrar en la proyección electoral, en tendencia el kirchnerismo contará seguramente con bloques mayoritarios y fieles en Diputados y en el Senado nacional. Y la Presidenta estará en condiciones de desempeñar un rol inédito.
Cuesta predecir cómo podría ejercerlo cuando faltan descifrar los resultados de las elecciones, una nada descartable revalidación del Frente para la Victoria (FpV) y una candidatura provincial o nacional de Cristina Kirchner. La carencia absoluta de antecedentes complejiza la tarea: la historia ayuda a trazar hipótesis aunque no se repite.
La vigencia de Cristina seguirá, como la de ningún otro presidente saliente (Néstor Kirchner no cuenta en este aspecto, por motivos notorios): su peso, su perfil, el poder que construya o conserve pintan un futuro más abierto que el dato sólido.
Al observar ese horizonte la oposición política y los poderes fácticos se enardecen y proclaman que las uvas están verdes. Como relato alternativo es muy primario y quizás eso se perciba más de lo que desearían.
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La mira distorsionada: Las uvas no están verdes sino, ay, inalcanzables. La “gente” no se mueve con propulsión a chori, los micros no explican la multitud ni podrían contenerla. Una sencilla operación matemática podría servir a los auditores de las concentraciones, si miraran con rigor y tuvieran honestidad intelectual. Bastaría con contar los micros, calcular su capacidad y comparar las cifras con los cientos de miles o millones que se costearon a la Plaza y adyacencias. Esas cuentas no cierran nunca.
Los fallidos actuarios incursionan en el debate histórico y también la pifian. Contra sus denuncias, algo mustias, pocos mandatarios han sido tan historicistas como los Kirchner o como Perón en su momento. Alfonsín les compitió, con otro registro y otra versión, lo que es muy válido y amplía el debate público.
Es cierto que Cristina no hizo una mención burocrático-escolar a la Primera Junta o a French y Beruti. Podría haberla colado, cómo no. Pero enfiló para otro lado, engranando historia y política.
En la previa había restituido el sable corvo de San Martín a uno de sus variados destinos. San Martín es el prócer nacional multiuso, que todas las tradiciones reivindican: el consenso es parcial porque cada una explica la trayectoria de modo distinto. La evocación del testamento de Juan Manuel de Rozas es fundante para algunos y algo digno de ocultar o minimizar para otros.
El reparto de uniformes de Granaderos a los pibes que colmaban el Parque Lezama es otro hilo de la trama. Pakapaka, el Canal Encuentro, el Museo del Bicentenario y el de las Malvinas nutren al saber histórico. El mensaje no es neutro, porque lo que no existe es imposible, pero tampoco esquemático o unidireccional. Las personas que lo reciben también integran otras audiencias, acceden a fuentes de información surtidas y pueden escuchar otras verdades relativas. La pluralidad de los medios de difusión, la galaxia vasta de Internet y las redes sociales imposibilitan una transmisión estalinista, que sólo asoma en las pesadillas de críticos más indignados que atentos a la realidad.
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Público, gratuito y colectivo: Si su majestuosidad no lo impidiera, el Centro Cultural Kirchner sería otro racimo de uvas verdes. El patrimonio público cultural se potencia como ocurrió cuando se construyeron el Teatro Colón o el Complejo Cultural San Martín. Se los erige en épocas (variopintas, desde ya) de confianza y autoestima, como testimonios de un Estado que empuja el progreso y lo hace palpable.
Se cuenta que es el mayor centro cultural de nuestra región y uno de los más grandes del mundo. Para ser estrictos, ése es su potencial, garantizado por su noble y fina infraestructura. Será lo que deba ser con el transcurrir de los años, cuando se responda al desafío de nutrirlo de una programación acorde con la propuesta arquitectónica. Es un reto para la administración cultural futura, que será parte del capital inicial y las tareas del próximo gobierno.
La propia logística será un esfuerzo diario formidable: habrá que esmerarse para administrar las entradas para un cúmulo de actividades gratuitas en los que la demanda cotidiana superará la oferta durante años y décadas.
Los que reniegan del cuánto y el cuándo infravaloran la existencia de ámbitos en una multitud siempre renovada y remozada presencie espectáculos o se visite muestras accediendo de modo igualitario y simultáneo a bienes inmateriales. Están a menudo tan mal distribuidos como el oro o el prestigio en el capitalismo.
Es notable apostar a que muchos argentinos o visitantes compartan sus consumos al unísono. Un objetivo encomiable en una etapa en la que prima el acceso segmentado y gánico a la ilustración o al esparcimiento. No es igual, qué va, a armar un menú individual vía Netflix o películas o series compradas o pirateadas. La comunión colectiva, el sentimiento compartido, la comunión para el disfrute son valores superiores. El círculo virtuoso cierra con el acceso de sesgo igualitario. No hay tanta diferencia con lo que hacen los artistas populares o sofisticados que no se resignan a grabar o expresarse sólo ante audiencias pequeñas. No tiene parangón la vivencia conjunta y simultánea del recital masivo, así lo protagonicen Patricio Rey, Plácido Domingo, Fito Páez o Daniel Barenboim.
Escudriñar los costos o sobreprecios es siempre necesario, a condición de entender que esa labor es secundaria. La historia no la escriben los organismos de control, tan necesarios. Todo debe investigarse en un sistema democrático y cualquier corrupción debe ser advertida o penada, si la hay. Tanto es así que el cronista desearía que hubiera en Comodoro Py y zonas de influencia jueces federales dignos de serlo. La mitad, propongamos en tono utópico: ser realista es pedir lo imposible, en el corto plazo.
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Lo fundacional y la interpelación: El discurso de la Presidenta fue más reflexivo y emocional que beligerante, cotejado con sus registros conocidos. Definió a la presidencia de Kirchner como “fundacional”, una tentación recurrente para los gobernantes exitosos. Jamás se es fundacional del todo, en un país con larga historia y menos en un régimen democrático perdurable, que contagia el reformismo y los límites característicos del sistema. Claro que la crisis que lo preludió causó una sensación de tierra arrasada y de regresión que fomenta las posibilidades de hacer, innovar e reparar.
En el caso de Alfonsín, la transición post dictatorial fungía de formidable aliciente. El presidente construyó un relato fundacional, que acaso comenzó con la película La república perdida. Sus partidarios lo hicieron consigna, demanda y programa cuando clamaban por “cien años más”. Era un lapso ambicioso que no se concretó.
Menem contó con el ímpetu y el espacio propiciados por el desencanto ulterior a la ilusión alfonsinista, el arrasamiento de la economía, la híper que disciplina como pocas experiencias colectivas. Escogió su modo de refundación, versión exacerbada de las tendencias mundiales en boga. Su propuesta monumental en Galerías Pacífico es una contracara digna de mención del CCK. Un templo precioso al consumo erigido con polémicas ya olvidadas. Perdura con sus funcionalidades, que comprenden un patio de comidas macanudo.
Más redonda y más ligada a la retórica peronista fue la exhortación de la oradora al pueblo: defender lo conquistado. Son ustedes los que definen qué pasará, expresó. No es la versión aggiornada de “mi único heredero es el pueblo” porque la frase de Perón corresponde a cuando no sabía si regresaría o cuando intuía su final. Cristina Kirchner espera continuar en la lid tanto como una revalidación popular del FpV. Las normas impiden que se postule, en una regla vigente y válida pero no la sacan de la cancha, ni ella se irá.
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Al Colorado se le fue la mano: La oposición discute todavía cómo se conformarán sus frentes. El jefe de Gobierno Mauricio Macri, quien más repuntó desde 2013, confía en sus propias fuerzas. Tanto que maquina presentar una fórmula bien PRO, porteña hasta el tuétano: ni la senadora Gabriela Michetti está excluida de la fumata. Esa hipótesis improbable mas no imposible sería un caso único, cree este cronista: una fórmula distrital llevada a las presidenciales. Dos candidatos porteños, egresados de universidades privadas. Hasta hoy es un esquema inviable. Si se corroborara lo contrario sería una señal muy vasta (e indeseable) de cambios en el imaginario social mayoritario.
El macrismo no resuelve sus dificultades para “armar” allende la Avenida General Paz aunque la figura de su líder tiene proyección nacional. Avanzó en Santa Fe, algo construyó en Córdoba, tal vez la coalición con el radicalismo le dé una mano en otros distritos. Habrá que ver.
El diputado Sergio Massa atraviesa dificultades tan enojosas como cotidianas. La liga de intendentes bonaerenses que lo aupó hace menos de dos años no contagió a los compañeros de otros pagos. Las encuestas no sonríen, los sponsors retacean su apoyo, el Círculo Rojo (aunque no existe) le pide a voz en cuello que retracte la candidatura nacional.
Los alcaldes peronistas que cruzan gozosos el Rubicón en sentido contrario al que eligieron un bienio atrás no son ejemplos de conducta ni próceres. Apenas conservadores populares cuya contradicción principal es sostener su dominio en rodeo propio.
Se mudan por motivos racionales sin decoro ni argumentos dignos de mención. Es presumible que no le quiten votos a Massa pero husmean que no les conviene seguir uncidos a un carro que ya no les da la impresión de ser triunfal.
La salvaje agresión de Francisco de Narváez a Mario Casalongue es, por ahí, más rotunda que la diáspora por goteo, que ya es cascada. Fue un hecho premeditado, no consecuencia de un arrebato por una discusión cara a cara. El diputado la preparó, lo acompañó un (otro) matón, viajó kilómetros para perpetrarla. En el plano penal, son lesiones que tienen una pena pequeña, merced al garantismo que el Colorado y Massa abominan. Es mucho más chocante en materia política y como descripción de la personalidad del candidato, su temperamento, el modo en que procesa los conflictos y las críticas.
Los medios dominantes taparon bastante la barbarie pero si el PRO y el FR no confluyen serán sus propios adversarios intra-opo (amén de los kirchneristas) quienes lo divulgarán en campaña. Aciaga novedad para Massa porque De Narváez era su paladín en provincia por varios motivos, incluyendo la plenipotencia de la billetera.
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La tele que no ve: La televisión mundial se entretuvo durante horas con la elección en la FIFA, un ámbito elitista y decadente. Más interesantes y mucho menos cubiertas son las votaciones que se sucedieron en estas pampas y en España.
El cronista, en ese caso espectador medianamente informado, observó la transmisión de TVE en la previa y el escrutinio. Le llamaron la atención, sin sorprenderlo del todo, las explicaciones de colegas españoles que tenían puesta la camiseta del Partido Popular. Era divertido, por ponerlo así. Negaban lo que se venía conociendo, minimizaban la pérdida de votos del PP. Un par de ellos anunciaron que el titular de todos los diarios del mundo sería que el partido del presidente Mariano Rajoy había obtenido la mayor suma de votos disputados en comicios locales, comunitarios o municipales. La tapa del diario argento de derechas La Nación fue una entre las centenares que los desmintieron.
Otros formadores de opinión festejaban mientras las clásicas conferencias de prensa de los candidatos mostraban a la alcaldesa madrileña Esperanza Aguirre desencajada y casi sin ánimo.
Los vaticinios y los análisis de los periodistas fueron refutados por las movidas de los derrotados en las horas y días siguientes.
No fue sorpresa para uno, habituado al discurso de los medios opositores en la Argentina. En esos días no pudieron captar la sintonía del kirchnerismo con las emociones de amplios sectores populares. Tampoco registran la sintonía política y con ese pobre bagaje llenan de consejos a “sus” candidatos que harían bien en atender la lógica de su actividad.
Un triunfalismo kirchnerista y un cierto derrotismo opositor signaron mayo. En diciembre el cuadro era opuesto. Ninguno es definitivo. El oficialismo debe redondear su propuesta, en primer lugar las fórmulas bonaerenses y nacionales.
Ha sido constante la dificultad de una fuerza con liderazgo carismático para proponer candidatos congruentes con la magnitud de sus referentes principales y netamente expresivos de sus mejores banderas. Los aspirantes a la presidencia no escapan a esa regla, más allá de sus diferencias que siempre las hay.
Las elecciones venideras serán las más reñidas desde 2007, inclusive. El porvenir no está sellado, entre otras variables porque la campaña construye el escenario general.
Junio será un mes crucial con el cierre de las listas para las PASO y votaciones para ungir gobernadores. La intervención de la presidenta Cristina, sus jugadas o una eventual candidatura, es otra incógnita decisiva que se develará en su momento, hoy inminente.
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