La Cancillería argentina respondió anoche en muy duros términos a las declaraciones de la subsecretaria para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado norteamericano, Roberta Jacobson. La funcionaria había dicho el viernes que la economía argentina está “en muy mala forma”, lo que el ministerio consideró “una injerencia”. Jacobson había hablado en Washington presentando un informe sobre la región de la Oficina del Representante Comercial de su país que recogía la “preocupación” de empresas norteamericanas sobre el control de divisas en Argentina. Jacobson, que estará la semana que viene en la Cumbre de las Américas de Panamá, agregó que esto supuestamente es “una barrera a la inversión privada”.
La extensa nota que difundió anoche la Cancillería argentina es un completo análisis de la economía nacional. Primero arranca aclarando que “a diferencia de Estados Unidos de Norteamérica, la República Argentina no suele opinar acerca de las cuestiones internas de otros países aunque sí critica y seguirá criticando la injerencia en los asuntos internos de otros países. Sin embargo, luego de las declaraciones de Jacobson es necesario señalar que la actual crisis financiera internacional, que generó que gran parte del mundo se encuentre ‘en muy mala forma’, se originó pura y exclusivamente en el corazón del sistema financiero estadounidense”.
Abundando en este análisis, la nota explica que “el colapso del capitalismo financiero se inició a mediados de 2007, cuando el mercado hipotecario de EE.UU. mostró una violenta contracción que empujó a la economía globalizada a la peor recesión desde La Gran Depresión de los años ’30. Según la mayoría de los especialistas la feroz e irresponsable desregulación financiera llevada adelante por las autoridades de EE.UU., que dio lugar a una verdadera fiesta de la especulación que, como no podía ser de otro modo, derivó en una hecatombe económica a escala mundial. Casi ocho años han pasado y el mundo todavía se encuentra sufriendo los coletazos de esta crisis”.
En este contexto, la nota destaca que “resulta curioso que los representantes de EE.UU. se refieran al estado de la economía de los restantes países pasando por alto el influjo determinante que tienen sus propias decisiones de política económica sobre la economía mundial. Más aun cuando Estados Unidos es desde hace años una economía de elevado nivel de endeudamiento –la relación entre la deuda y el PIB es del 105 por ciento–. A diferencia de Estados Unidos, los restantes países toman al dólar como moneda de reserva internacional, mientras Estados Unidos tiene el privilegio de emitirlo”.
El problema es también una injusticia social interna, porque “no sólo el mundo sufre las consecuencias. La gran mayoría de los trabajadores de EE.UU. todavía se encuentra experimentando las mismas consecuencias de la crisis con pérdidas en sus ingresos y en el empleo. Por ejemplo, el ingreso real de las familias acumula una caída de casi 8 por ciento desde 2007, y se encuentra en valores de 1995. Por otro lado, el colapso en los niveles de empleo que produjo la crisis indica que la profundidad y la severidad de la actual situación está lejos de ser superada. La tasa de empleo de los EE.UU. cayó más de 5 puntos porcentuales y se encuentra en niveles de 1985. Además el 70 por ciento de los países tienen una distribución del ingreso más igualitaria que Estados Unidos”.
Por lo tanto, afirma el ministerio, “antes de opinar sobre la realidad de otros países, los funcionarios de los EE.UU. deberían ocuparse y preocuparse por la realidad de millones de sus compatriotas que todavía pagan las consecuencias de la aplicación irrestricta de los preceptos del famoso Consenso de Washington que, como su nombre lo indica, no fue precisamente concebido en alguno de esos países latinoamericanos sobre los que las autoridades estadounidenses tanto gustan de opinar”.
La segunda mitad de la nota marca un contraste con la situación de nuestro país. “A pesar de la influencia negativa que ejerció la crisis estadounidense, la política económica aplicada por Argentina logró un crecimiento económico entre 2003 y 2014 de 5,7 por ciento promedio. Este crecimiento económico y la estabilidad macroeconómica han permitido que la tasa de inversión se ubique en 19,8 por ciento del PBI en 2014, 5,5 puntos porcentuales por encima de lo registrado en 2003.”
“A diferencia de otros períodos históricos, este crecimiento se dio en un contexto de equilibrio externo, alcanzándose un resultado de cuenta corriente de -0,9 por ciento del PBI en 2014. La destacada suba de las exportaciones y el equilibrio en el frente externo permitieron acumular reservas internacionales y aplicar una profunda política de desendeudamiento. Esta política de desendeudamiento de los últimos años fue fundamental para encarar todas las medidas contracíclicas que fueron impulsadas, en buena medida, para proteger a la economía de los efectos contractivos de la economía mundial resultantes de la crisis iniciada en EE.UU. La caída de la deuda del sector público nacional desde 137,8 por ciento en 2003 al 42,8 por ciento en junio de 2014 permitió reorientar los recursos hacia fines productivos y a las políticas sociales que el país demandaba. Más aún, la caída de la deuda externa, que pasó de un 79,2 por ciento del PIB en 2003 a un 15,1 por ciento en 2014, permitió liberar divisas para potenciar las inversiones particularmente en infraestructura. El camino del desendeudamiento ha tenido una sola amenaza en todos estos años, que ha sido el accionar de los fondos buitre, que han encontrado importante respaldo en la Justicia y el Congreso de los EE.UU.”
“A contramano de lo que los medios dicen, en consonancia con la funcionaria estadounidense, para generar fantasmas cambiarios, las reservas son mucho más sólidas que antes. En 2003 Argentina necesitaba 9,6 veces el saldo de reservas internacionales para cancelar todos los vencimientos futuros de deuda. En la actualidad, dicha cifra se ha reducido hasta 4,6 veces.”
“En el plano social, la brecha del ingreso entre el 10 por ciento más rico y el 10 más pobre de la población se redujo entre 2003 y 2014 a la mitad, mientras que en 2014 la participación de los asalariados en el ingreso alcanza el 50,9 por ciento, cuando en 2004 era del 30,6 por ciento. Asimismo, el sistema de protección e inclusión social de Argentina hoy llega a más de 16 millones de titulares de derecho, con programas que cubren embarazo, niñez y terminalidad educativa. Además se instrumentaron dos planes de inclusión previsional llevando la cobertura a prácticamente el ciento por ciento.”
Como se observa, sólo una visión parcial puede afirmar que la economía argentina se encuentra “en muy mala forma”. Claro que Estados Unidos nos tiene acostumbrados a este tipo de excesos. En la misma exposición donde dio su interpretación de la economía argentina, declaró estar “decepcionada” por el mayoritario rechazo de los países de la región al ataque sufrido por la hermana República de Venezuela por parte de EE.UU. Tal como expresó la Argentina en la OEA sobre la amenaza a Venezuela nadie en el continente se olvida de Juan Bosch, Jacobo Arbenz, Salvador Allende, el asedio a los sandinistas o la invasión a Grenada. Todos ellos, al igual que Venezuela, declarados una “amenaza a Estados Unidos” antes de sufrir las trágicas consecuencias que siguieron a las denuncias contra dichos líderes populares. Tampoco se olvida el pueblo argentino “que la última vez que los funcionarios de EE.UU. vieron a la Argentina en ‘muy buena forma’, durante la década de 1990, el país terminó en la peor crisis política, económica y social de su historia”.
Es por eso, concluye la carta, que “Argentina hoy reafirma que es un país soberano que decide sus propias políticas en función de los intereses de su pueblo, y no buscando ser el mejor alumno de los EE.UU. Evidentemente, hay quienes extrañan la época de las ‘relaciones carnales’. Casi doce años de una política económica autónoma, soberana e inclusiva nos han enseñado a todos los argentinos no dejarse atemorizar por expresiones falaces de funcionarios extranjeros
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