Bien entrada la tarde del 17 de octubre de 1945, desde algún lugar de los alrededores de Plaza de Mayo, Darwin Angel Passaponti, eufórico ante la inminencia del triunfo que ya se palpaba en el ambiente, llamó por teléfono a la casa de sus padres: “¡Esto es tan lindo, mamita!¿Por que no vienen?”. Horas después, cuando las columnas del pueblos e retiraban tras escuchar las palabras del Coronel Perón, un balazo terminaba con la vida del joven estudiante.
Passaponti, el muchacho que te encontraras en el barrio, el muchacho que habla lleno de gesticulaciones, que patea una pelota”, así descrito por Perrone en la novela Se dice hombre, era también el joven poeta que había publicado ese año el número 2 de la revista Amanecer el premonitorio poema “Como el rayo”: “Quise cruzar la vida/ como la luz del rayo/ que en el espacio alumbra./ Seguro de no vivir/ más que un instante,/ seguro de no morir/ debilitado. Así,/ como el rayo, corto/ breve y soberano”.
Darwin, quien vivía con su familia en el 601 de la calle Neuquén, había concurrido a la Plaza de Mayo en compañía de Abel. Regresando por la Avenida de Mayo, “cuando los dos amigos pasaban ya frente a los 36 billares, al producirse el tiroteo como cincuenta metros más atrás, bajo la primera impresión, Darwin se arrojó en el interior del café; no habiéndolo hecho, en cambio, Abel, se supone porque en ese instante descorrían las persianas, motivo de que Darwin, poco después, advertida la ausencia del amigo, ganase la calle, en estas circunstancias recibía un balazo mortal en la frente. Justamente en ese momento pasaba uno de los ‘autos fantasmas’ que sembrando la muerte desde el interior, amenazaban con adueñarse de la vía pública”. El diario Democracia del 18 de abril de 1946, discrepaba al sostener que “murió asesinado alevosamente desde los balcones de un diario”.
Los historiadores, por su parte, agregan matices. José María Rosa sostiene que “al pasar una columna de desharrapados frente a Crítica y silbarla, los diarios contestaron con una descarga que causo dos muertos. Aquí se llovieron piedras sobre las cortinas de hierro y se trato inútilmente de forzar la puerta, mientras de Crítica tocaban desesperadamente la sirena pidiendo auxilio”.
Félix Luna, usualmente moderado, esta vez supera desde El 45 a su colega: “Al pasar una de las columnas por la sede de Crítica, se inicio un denso tiroteo, según parece desde las ventanas del diario. Dos muchachos de filiación nacionalista cayeron muertos y cuarenta heridos quedaron tirados en la Avenida de Mayo”.
Pero Alfredo Carlino, que con 13 años trabajaba en el diario inglés The Standart, en uno de sus poemas incluido en Bailarín Canyengue aporta un dato interesante: “Nosotros desde octubre del ’45/ lo sabíamos todo,/ el mismo 17 nos asesinaban a Darwin Passaponti/ junto a Benito Curra”.
El desenlace final del 17 de octubre y las festivas marchas del 18 fueron transformándose en angustia, con el correr de las horas en el hogar de la familia Passaponti.
Una recorrida del padre comenzó por la casa de Abel, quien le confeso que no se veía con Darwin desde el desbande producido por el tiroteo; continuó luego por una comisaría céntrica y por el edificio de Asistencia Pública. Tras regresar sin éxito en la búsqueda, un oficial de la policía se presentó en la casa de don Trento pidiendo que lo acompañara. Bastaron pocos metros recorridos en silencio para que ante la firme pregunta estallara la trágica verdad. El cuerpo sin vida de Darwin Angel Passaponti yacía en el hospital Durand.
En enero de 1946, en tanto, estaba fechado el poema que en su homenaje fuera escrito en Cuzco, Perú. “El autor era un estudiante argentino de Teología, que cursaba el Lectorado en el Colegio Internacional Dominicano de la capital de los Incas” fray Benito Enrique Chávez (el historiador de Fermín Chávez): “Ibas buscando patria, Passaponti,/ibas buscando, sí, La Patria Nueva,/ Nueva y Vieja a la vez como la sangre”. Un amigo del poeta, Alfredo Bettanin, inmortalizaba también por esos días, con sus dibujos magistrales, la imagen del joven asesinado. El líder de ambos, Juan Perón, es quien el 20 de diciembre de 1967 le escribía a don Trento desde su exilio en Madrid, “su amabilidad me ha traído el recuerdo de su hijo Darwin Passaponti, nuestro primer mártir peronista, muerto el 17 de octubre de 1945 frente a Crítica. Desde aquí me uní al homenaje que el peronismo rindió a su tumba, con motivo del aniversario de su fallecimiento, y en esta oportunidad rememoro con emoción. Le ruego acepte, con mi saludo más afectuoso, mi agradecimiento por todo”.
Passaponti, el muchacho que te encontraras en el barrio, el muchacho que habla lleno de gesticulaciones, que patea una pelota”, así descrito por Perrone en la novela Se dice hombre, era también el joven poeta que había publicado ese año el número 2 de la revista Amanecer el premonitorio poema “Como el rayo”: “Quise cruzar la vida/ como la luz del rayo/ que en el espacio alumbra./ Seguro de no vivir/ más que un instante,/ seguro de no morir/ debilitado. Así,/ como el rayo, corto/ breve y soberano”.
Darwin, quien vivía con su familia en el 601 de la calle Neuquén, había concurrido a la Plaza de Mayo en compañía de Abel. Regresando por la Avenida de Mayo, “cuando los dos amigos pasaban ya frente a los 36 billares, al producirse el tiroteo como cincuenta metros más atrás, bajo la primera impresión, Darwin se arrojó en el interior del café; no habiéndolo hecho, en cambio, Abel, se supone porque en ese instante descorrían las persianas, motivo de que Darwin, poco después, advertida la ausencia del amigo, ganase la calle, en estas circunstancias recibía un balazo mortal en la frente. Justamente en ese momento pasaba uno de los ‘autos fantasmas’ que sembrando la muerte desde el interior, amenazaban con adueñarse de la vía pública”. El diario Democracia del 18 de abril de 1946, discrepaba al sostener que “murió asesinado alevosamente desde los balcones de un diario”.
Los historiadores, por su parte, agregan matices. José María Rosa sostiene que “al pasar una columna de desharrapados frente a Crítica y silbarla, los diarios contestaron con una descarga que causo dos muertos. Aquí se llovieron piedras sobre las cortinas de hierro y se trato inútilmente de forzar la puerta, mientras de Crítica tocaban desesperadamente la sirena pidiendo auxilio”.
Félix Luna, usualmente moderado, esta vez supera desde El 45 a su colega: “Al pasar una de las columnas por la sede de Crítica, se inicio un denso tiroteo, según parece desde las ventanas del diario. Dos muchachos de filiación nacionalista cayeron muertos y cuarenta heridos quedaron tirados en la Avenida de Mayo”.
Pero Alfredo Carlino, que con 13 años trabajaba en el diario inglés The Standart, en uno de sus poemas incluido en Bailarín Canyengue aporta un dato interesante: “Nosotros desde octubre del ’45/ lo sabíamos todo,/ el mismo 17 nos asesinaban a Darwin Passaponti/ junto a Benito Curra”.
El desenlace final del 17 de octubre y las festivas marchas del 18 fueron transformándose en angustia, con el correr de las horas en el hogar de la familia Passaponti.
Una recorrida del padre comenzó por la casa de Abel, quien le confeso que no se veía con Darwin desde el desbande producido por el tiroteo; continuó luego por una comisaría céntrica y por el edificio de Asistencia Pública. Tras regresar sin éxito en la búsqueda, un oficial de la policía se presentó en la casa de don Trento pidiendo que lo acompañara. Bastaron pocos metros recorridos en silencio para que ante la firme pregunta estallara la trágica verdad. El cuerpo sin vida de Darwin Angel Passaponti yacía en el hospital Durand.
En enero de 1946, en tanto, estaba fechado el poema que en su homenaje fuera escrito en Cuzco, Perú. “El autor era un estudiante argentino de Teología, que cursaba el Lectorado en el Colegio Internacional Dominicano de la capital de los Incas” fray Benito Enrique Chávez (el historiador de Fermín Chávez): “Ibas buscando patria, Passaponti,/ibas buscando, sí, La Patria Nueva,/ Nueva y Vieja a la vez como la sangre”. Un amigo del poeta, Alfredo Bettanin, inmortalizaba también por esos días, con sus dibujos magistrales, la imagen del joven asesinado. El líder de ambos, Juan Perón, es quien el 20 de diciembre de 1967 le escribía a don Trento desde su exilio en Madrid, “su amabilidad me ha traído el recuerdo de su hijo Darwin Passaponti, nuestro primer mártir peronista, muerto el 17 de octubre de 1945 frente a Crítica. Desde aquí me uní al homenaje que el peronismo rindió a su tumba, con motivo del aniversario de su fallecimiento, y en esta oportunidad rememoro con emoción. Le ruego acepte, con mi saludo más afectuoso, mi agradecimiento por todo”.
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