Aunque trabajaron juntos en la reestructuración más importante de la deuda argentina, Guillermo Nielsen y Roberto Lavagna no piensan exactamente lo mismo.
Aunque trabajaron juntos en la reestructuración más importante de la deuda argentina, Guillermo Nielsen y Roberto Lavagna no piensan exactamente lo mismo.
Por ejemplo, el ex secretario de Finanzas cree que hay que acatar a rajatabla el fallo del juez Thomas Griesa que dio "una victoria absoluta a los buitres" en desmedro de los bonistas que adhirieron al canje. En cambio, el ex ministro de Economía consideró que entre dos escenarios malos había que elegir el menos dañino. "Con la deuda, mejor un tifón que un tsunami", expresó en una columna de opinión del diario Clarín en defensa del acuerdo alcanzado por el gobierno argentino con los reestructurados.
Hasta ahí, nada del otro mundo. O sea, dos entendidos en la materia, que supieron trabajar codo a codo, con dos visiones distintas de cómo afrontar el revés judicial en Norteamérica.
Advertido de las diferencias, Nielsen buscó saldarlas esta semana sin entrar en cortocircuito con Lavagna. "Él es el más político de los economistas. Yo soy un técnico. Es eso, nada más", dijo, haciendo la misma cintura que Nicolino Loche en aquel combate por la corona welter junior ante Paul Fují.
Y acaso en esa respuesta, es decir, en su autoproclamado perfil "técnico-no-político", esté la clave de algunos errores y contradicciones en los que incurrió en sus últimas declaraciones periodísticas. Nielsen reconoció que por su postura crítica se eyectó del directorio de Provincia Seguros. "Me fui para no poner a Scioli en una situación incómoda", dijo sobre el gobernador, que viene respaldando públicamente las negociaciones que lleva adelante el ministro de Economía, Axel Kicillof.
Sin embargo, a continuación explicó que su conchabo en esa empresa del Grupo Provincia no tenía ninguna relación con la administración bonaerense. "Yo no trabajé en el gobierno de Scioli. Salí del directorio de una empresa privada. Es un lugar técnico sujeto a los rituales de una empresa privada", relató, como si fuera un asceta.
¿Por qué Nielsen dijo que incomodaría al gobernador si, a su entender, este no tiene vínculo ni incidencia en la compañía donde se desempeñaba? No hay que buscarle la quinta pata al gato: es Scioli quien sugiere las autoridades de las distintas firmas del holding, y una asamblea la que, finalmente, ejecuta la designación.
Su excusa fue tan "política" y tan poco "técnica" como la estrategia de castigar al entorno y quitar responsabilidad a Scioli, acaso en honor a su buena relación con el gobernador. "Soy amigo de Scioli. A Alberto Pérez ni lo conozco. No pienso ni molestarme en hacer un comentario sobre lo que puede decir un funcionario de segundo o tercer nivel", ninguneó al jefe de Gabinete bonaerense.
¿A cuento de qué semejante desdén? Pérez fue quien lo acusó de trabajar para los holdouts. "Lo que hacen los países serios, que están discutiendo su soberanía, es apoyar lo que está haciendo el gobierno. Nielsen parecía lobbear para los fondos buitre y en la asamblea del 9 de septiembre del Grupo Bapro se tomó la decisión de expulsarlo", señaló.
Aunque arrancó diciendo que no quería quedar "enganchado" en la discusión, el acusado recogió el guante en un reportaje radial. "Nunca asesoré a los buitres. Sí los conozco a todos: a los italianos, a los alemanes, y a los norteamericanos. Pero nunca trabajé con los fondos buitre, siempre negocié por el país y negocié en términos muy duros", se desmarcó. Inmediatamente, fue más allá. "Los buitres tienen asesores económicos y políticos muy importantes, y muchos están en los actos del gobierno como aplaudidores".
–¿A quién se refiere? ¿Por qué no da nombres?–, le preguntaron el martes en Radio Continental.
–No voy a decir nada más–, se mostró enigmático, aunque insistiendo en la existencia de "buitres aplaudidores" que concurren a la Casa Rosada.
Hizo, en definitiva, lo mismo que criticó de Pérez: lanzó una acusación sin ningún tipo de prueba. Para colmo, al explicar cómo se anotició de su expulsión, apeló a una comparación desafortunada.
"Me enteré por los medios. En verdad, hace tres meses que estoy fuera de Provincia Seguros. Y un director se va y no es como a una mucama cuando la echan. No. Hay rituales de cómo se va un director de un directorio", dijo, como si las empleadas domésticas merecieran una desvinculación deshonrosa.
Ese manto de tecnicismo con el que buscó cubrir sus declaraciones se volvió menos creíble aún cuando poco después de formularlas se prestó a una foto con Diego Kravetz, el armador del massismo porteño, para anunciar su pase al Frente Renovador.
Es reprochable esa lógica binaria según la cual si no se está con el gobierno se es aliado, cómplice o lugarteniente de los buitres, pero también es reprochable hacerse al distraído con la supuesta neutralidad del técnico cuando la política claramente está en el medio.
Ya blanqueado el asunto, ahora resta saber a quién le llevará el apunte Massa a la hora de fijar postura frente a la puja con los holdouts. ¿Tomará las recomendaciones de Nielsen, a quien fogonea para una candidatura a diputado en la Ciudad de Buenos Aires? ¿O se reclinará por los consejos de Lavagna, otro de los tantos economistas que lo asesora? Dicho de otro modo, ¿qué elegirá el candidato presidencial?, ¿tifón o tsunami?
Por ejemplo, el ex secretario de Finanzas cree que hay que acatar a rajatabla el fallo del juez Thomas Griesa que dio "una victoria absoluta a los buitres" en desmedro de los bonistas que adhirieron al canje. En cambio, el ex ministro de Economía consideró que entre dos escenarios malos había que elegir el menos dañino. "Con la deuda, mejor un tifón que un tsunami", expresó en una columna de opinión del diario Clarín en defensa del acuerdo alcanzado por el gobierno argentino con los reestructurados.
Hasta ahí, nada del otro mundo. O sea, dos entendidos en la materia, que supieron trabajar codo a codo, con dos visiones distintas de cómo afrontar el revés judicial en Norteamérica.
Advertido de las diferencias, Nielsen buscó saldarlas esta semana sin entrar en cortocircuito con Lavagna. "Él es el más político de los economistas. Yo soy un técnico. Es eso, nada más", dijo, haciendo la misma cintura que Nicolino Loche en aquel combate por la corona welter junior ante Paul Fují.
Y acaso en esa respuesta, es decir, en su autoproclamado perfil "técnico-no-político", esté la clave de algunos errores y contradicciones en los que incurrió en sus últimas declaraciones periodísticas. Nielsen reconoció que por su postura crítica se eyectó del directorio de Provincia Seguros. "Me fui para no poner a Scioli en una situación incómoda", dijo sobre el gobernador, que viene respaldando públicamente las negociaciones que lleva adelante el ministro de Economía, Axel Kicillof.
Sin embargo, a continuación explicó que su conchabo en esa empresa del Grupo Provincia no tenía ninguna relación con la administración bonaerense. "Yo no trabajé en el gobierno de Scioli. Salí del directorio de una empresa privada. Es un lugar técnico sujeto a los rituales de una empresa privada", relató, como si fuera un asceta.
¿Por qué Nielsen dijo que incomodaría al gobernador si, a su entender, este no tiene vínculo ni incidencia en la compañía donde se desempeñaba? No hay que buscarle la quinta pata al gato: es Scioli quien sugiere las autoridades de las distintas firmas del holding, y una asamblea la que, finalmente, ejecuta la designación.
Su excusa fue tan "política" y tan poco "técnica" como la estrategia de castigar al entorno y quitar responsabilidad a Scioli, acaso en honor a su buena relación con el gobernador. "Soy amigo de Scioli. A Alberto Pérez ni lo conozco. No pienso ni molestarme en hacer un comentario sobre lo que puede decir un funcionario de segundo o tercer nivel", ninguneó al jefe de Gabinete bonaerense.
¿A cuento de qué semejante desdén? Pérez fue quien lo acusó de trabajar para los holdouts. "Lo que hacen los países serios, que están discutiendo su soberanía, es apoyar lo que está haciendo el gobierno. Nielsen parecía lobbear para los fondos buitre y en la asamblea del 9 de septiembre del Grupo Bapro se tomó la decisión de expulsarlo", señaló.
Aunque arrancó diciendo que no quería quedar "enganchado" en la discusión, el acusado recogió el guante en un reportaje radial. "Nunca asesoré a los buitres. Sí los conozco a todos: a los italianos, a los alemanes, y a los norteamericanos. Pero nunca trabajé con los fondos buitre, siempre negocié por el país y negocié en términos muy duros", se desmarcó. Inmediatamente, fue más allá. "Los buitres tienen asesores económicos y políticos muy importantes, y muchos están en los actos del gobierno como aplaudidores".
–¿A quién se refiere? ¿Por qué no da nombres?–, le preguntaron el martes en Radio Continental.
–No voy a decir nada más–, se mostró enigmático, aunque insistiendo en la existencia de "buitres aplaudidores" que concurren a la Casa Rosada.
Hizo, en definitiva, lo mismo que criticó de Pérez: lanzó una acusación sin ningún tipo de prueba. Para colmo, al explicar cómo se anotició de su expulsión, apeló a una comparación desafortunada.
"Me enteré por los medios. En verdad, hace tres meses que estoy fuera de Provincia Seguros. Y un director se va y no es como a una mucama cuando la echan. No. Hay rituales de cómo se va un director de un directorio", dijo, como si las empleadas domésticas merecieran una desvinculación deshonrosa.
Ese manto de tecnicismo con el que buscó cubrir sus declaraciones se volvió menos creíble aún cuando poco después de formularlas se prestó a una foto con Diego Kravetz, el armador del massismo porteño, para anunciar su pase al Frente Renovador.
Es reprochable esa lógica binaria según la cual si no se está con el gobierno se es aliado, cómplice o lugarteniente de los buitres, pero también es reprochable hacerse al distraído con la supuesta neutralidad del técnico cuando la política claramente está en el medio.
Ya blanqueado el asunto, ahora resta saber a quién le llevará el apunte Massa a la hora de fijar postura frente a la puja con los holdouts. ¿Tomará las recomendaciones de Nielsen, a quien fogonea para una candidatura a diputado en la Ciudad de Buenos Aires? ¿O se reclinará por los consejos de Lavagna, otro de los tantos economistas que lo asesora? Dicho de otro modo, ¿qué elegirá el candidato presidencial?, ¿tifón o tsunami?
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