A pesar de que el grupo
fundamentalista se dio a conocer mundialmente con la conquista de las ciudades
iraquíes de Mosul y Tikrit y la reciente decapitación del periodista
estadounidense James Foley, su nacimiento se remonta a una década atrás, luego
de la invasión estadounidense, cuando utilizaban el nombre de "Al Qaeda en
Irak".
Por
Ezequiel Kopel
El secretario
de Defensa estadounidense, Chuck Hagel, en una declaración realizada el pasado
21 de agosto a periodistas acreditados en el Pentágono, afirmó que la agrupación
fundamentalista Estado Islámico, EI, (ISIS primero, en sus siglas al inglés
refiriéndose al Estado islámico de Irak y Siria, acortándose estratégicamente a
IS) es “una organización sofisticada y bien financiada, que está más allá de ser
sólo un grupo terrorista. Su ideología y sus proezas militares nunca antes
fueron vistas”. Y, para que no quedaran dudas, remarcó: “este grupo supera todo
lo que hemos conocido hasta el momento”.
Uno de los lugares comunes que el periodismo ha usado
para catalogar al EI es denominarlo como “bárbaro”. Si bien gran parte de sus
seguidores han cometido atrocidades que van en camino de confirmar tales
acusaciones, su accionar ha tenido un específico propósito comunicacional que
demuestra que su liderazgo está muy lejos de ser una "barbarie" sin rumbo ni
objetivos. En cambio, el jefe aparente de esta organización terrorista, Abu Bakr
al-Baghdadi, así como también sus subalternos, son los líderes más inteligentes
y creativos que el mundo árabe ha visto en las últimas décadas. Militarmente, la
campaña del EI se basa en su habilidad para moverse libremente por grandes
extensiones de territorio (desierto) y la efectividad para lanzar ofensivas
utilizando medios más que modestos: camionetas 4x4, armas automáticas antiguas
como las rusas Dushka y misiles antitanques. Sus comandantes utilizan tácticas
militares junto a acciones propias de una guerrilla perfeccionada luego de años
de combate contra las fuerzas norteamericanas en Irak. Su poder guerrero reside
en esa amalgama: una fuerza guerrillera que actúa disciplinadamente y combate
como un ejército que ocupa y administra territorio y coordina operaciones a lo
largo de cientos de kilómetros. No es casualidad que un tercio de los
subalternos de Al-Baghdadi hayan sido oficiales de rango durante la dictadura de
Saddam Hussein.
Estratégicamente, el EI, originado en Siria, se ha
desplegado a través de dos importantes ríos, el Éufrates y el Tigris, hacia la
zona de mayoría sunita iraquí, mientras continúa avanzando sobre poblados y
ciudades según las necesidades económicas y militares definidas de antemano por
su liderazgo. Las nuevas conquistas le permiten a esta organización aumentar su
caudal armamentístico autofinanciando su avanzada militar y solidificar su base
de apoyo en una población de confesión sunita cansada del autoritarismo de los
gobiernos centrales de Irak (de raíz chiíta) y Siria (de confesión alawita)
junto al crecimiento de su ejército.
Sus heterodoxas tácticas le han
permitido imponerse al ejército iraquí, una milicia entrenada por Estados
Unidos, colapsar a las defensas kurdas, expulsar "minorías indeseadas" y
regresar la atención del presidente Barack Obama hacia una región en la que su
gobierno había retirado la mayoría de sus tropas en 2011.
Es relevante relatar las acciones del EI para
explicar quiénes son; la misma ecuación, entonces, implica contar sus procederes
para comprenderlo sin caer en las confusiones ni la manipulación de la prensa
mundial. La agrupación fundamentalista ha secuestrado a población femenina de
diferentes minorías iraquíes pero no utiliza la violación como arma de
dominación y humillación ni obliga a la población femenina a someterse a los
infames procedimientos de circuncisión de las mujeres. (El único grupo que
realiza mayoritariamente esta práctica fuera de África y Egipto es,
paradójicamente, la minoría kurda que tanto le gusta destacar a Occidente como
ejemplo de ejército de vanguardia en el mundo árabe por la inclusión de soldados
de sexo femenino entre sus filas). Sí, en cambio, amputa manos, decapita a
secuestrados y crucifica a opositores. El EI busca la conversión de los
cristianos bajo su dominio pero tolera su presencia si los mismos pagan un
impuesto para continuar con la práctica de sus creencias; atenta contra los
comandantes enemigos como método para descabezar a las conducciones de sus
rivales militares pero no ha planeado ningún atentado contra el Papa Francisco;
es un rival cruento y sanguinario pero de ninguna manera es una organización
inexplicable y sin control: mientras cientos de miles escapan de su ira,
millones permanecen en sus casas debido a que el EI es el único grupo capaz de
proporcionar algún tipo de visión, orden y seguridad en una región tan castigada
por la inestabilidad.
La cuidada edición de sus videos de propaganda en
alta definición, las campañas de reclutamiento por Twitter
destinadas a europeos y la viralización de sus ejecuciones tienen un claro
destinatario: hacer un llamamiento a los yihadistas internacionales para que se
unan a la batalla. Asimismo, su intención -como Abu Bakr al-Baghdadí solicitó en un reciente mensaje de audio- de
convocar a doctores e ingenieros para formar parte del naciente "califato" son
signos de un grupo que tiene visión clara sobre las maneras necesarias para la
propagación de sus ideas, que van mucho más allá de infundir "terror" y se
explican en la intención de administrar poblaciones enteras del territorio
conquistado. El supuesto linaje de Al Baghdadi como descendiente de Mahoma, las
sucesivas referencias a la España musulmana como la edad de oro del mundo, la
apropiación de wahabismo saudita como credo de difusión (revelando que el
objetivo máximo del EI está en la conquista de Arabia Saudita junto a sus
lugares santos) y la enunciación de lo que está en proceso de creación es un
califato en ciernes, permiten definir al EI, no ya como un proyecto con deseos
de expansión, sino como una realidad sin techo.
Mientras la idea del EI es asegurar pasos fronterizos
con el Líbano y Turquía para garantizar el libre flujo de armas y militantes, la
única solución al avance de los fundamentalistas islámicos parece residir en
acciones conjuntas, tanto militares como civiles, entre antiguos rivales que se
odian entre sí: Estados Unidos con Irán y Hezbollah, las fuerzas militares
kurdas con las milicias tribales sunitas de Irak, Arabia Saudita con Turquía y
la mayoría chiíta iraquí con los rebeldes sunitas de Siria. Pero, para que esa
alianza se materialice, es necesaria la participación del único país que tiene
una política consecuente con ambos lados del borde Siria-Irak: Rusia, quien
equipa militarmente a las fuerzas de Basher Al Assad y vende armamento por
billones de dólares al gobierno iraquí. Además, Rusia considera la expansión del
EI como una gran amenaza a su propia seguridad interna. Sospecha que los miles
de chechenos rusos que combaten junto a los islámicos van a volcar su atención,
tarde o temprano, hacia los casi diez millones de musulmanes que viven en
territorio ruso (vale recordar que el máximo comandante militar del EI es el
checheno Omar al-Shishani). El EI, que controla un área de Irak y Siria mayor
que la mismísima Gran Bretaña, ya dejó de ser hace tiempo una amenaza latente
para convertirse en algo más complejo que una preocupante realidad.
A pesar de que el grupo se dio a conocer mundialmente
con la conquista de las ciudades iraquíes de Mosul y Tikrit y la decapitación
del periodista estadounidense James Foley, su nacimiento se remonta a una década
atrás, luego de la invasión estadounidense, cuando utilizaban el nombre de "Al
Qaeda en Irak". Sin embargo, el éxito de su crecimiento se puede explicar por
dos factores: el deseo del presidente sirio Basher Al Assad de que el Estado
islámico creciera para contrarrestar el poder de sus opositores más seculares
enrolados en el Ejercito Libre Sirio, y la decisión del EI de colocarse al
frente de una revuelta sunita en el norte y oeste de Irak. El salvajismo
empleado por el ejército y las milicias paramilitares de Assad contra la
población civil siria junto al ostracismo de los sunitas en Irak le permitieron
a esta compleja organización cimentar una base de apoyo inédita en los últimos
diez años y que confluyó en civiles desesperados por un poco de estabilidad,
militares desprestigiados y fanáticos de todo el mundo dispuestos a hacer
historia en la región.
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