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La continuidad del gobierno del PT se encuentra, por primera vez en doce años, ante la posibilidad de perder unas elecciones en las que una figura fogoneada por los medios y la religión puede acceder a la presidencia de Brasil.
Cuando apenas faltan 2 semanas para el primer turno de las elecciones presidenciales en Brasil, todo indica que el PT tendrá su elección más difícil. Tanto en la primera vuelta como en el ballottaje, que tendrá lugar el 26 de octubre, Dilma Rousseff enfrenta un poderoso sentimiento social anti PT, construido a partir de la conjunción de diversos errores en la gestión económica y política del gobierno, sumados a una sólida alianza mediática y a una hábil articulación de los partidos opositores que por primera vez en doce años vislumbran la posibilidad concreta de derrotar al PT. El arca de Noé de Marina Silva le da abrigo al diluvio antipetista.
Más allá de los lógicos vaivenes en las encuestas electorales, que registran semana a semana pequeñas oscilaciones entre las dos principales candidatas ya instaladas en las preferencias del voto, hay un convencimiento general de que la elección va a una segunda vuelta donde se dirimirán de forma más objetiva los proyectos para el país de cara al futuro. Ni en la reñida elección de 2006, cuando el PT y el propio Lula estaban arañados por el escándalo de la compra de votos en la base parlamentaria del Congreso, en el proceso conocido como el “mensalão”, partido y líder estaban tan expuestos como en el momento actual, a que la sociedad les aplique un voto castigo. Recordemos que finalmente en esa elección de 2006, Lula obtuvo en la primera vuelta 48% de los votos validos y su oponente, el actual gobernador del PSDB de San Pablo, Geraldo Alckmin, 41,5%. Ya en el segundo turno, Lula ganaría con 58 millones de votos validos, 60% del total, el mayor porcentaje obtenido por un presidente hasta los días de hoy y Alckmin no pasaría del39%, un resultado inferior a la votación que obtuvo en el primer turno. Esta performance confirmó diversas opiniones que señalan que las proyecciones o sondeos de voto sobre una hipotética segunda vuelta antes de la campaña política real no consiguen reflejar los verdaderos sentimientos del electorado. La mayoría de los institutos de encuestas electorales coinciden que en este momento la segunda vuelta está técnicamente empatada. Pero el escenario para el 26 de octubre cambia radicalmente con respecto a la primera vuelta cuando los candidatos pasen a disponer del mismo tiempo en la propaganda electoral vehiculada en la radio y la televisión. Actualmente, el PT y sus aliados disponen de 12 minutos diarios y el PSB de Marina Silva de apenas dos minutos, ya que el tiempo disponible es calculado en relación directa a la representación de los partidos y a las alianzas que los componen. Esto no significa que la actual situación asimétrica se resuelva a favor de Marina, ya que un mayor tiempo de propaganda necesariamente la obligará a abandonar parte de su discurso mesiánico y mostrar de forma más precisa cómo pretende implantar la “Nueva Política” que pregona en un país que ostenta su gobernabilidad a partir de composiciones y acuerdos regionales y locales que no siempre reflejan lo mejor de la política y de las intenciones.
¿Es Marina una líder carismática a la altura de los desafíos de Brasil? Marina construyó un personaje al mejor estilo Hollywood. Pobre, humilde, negra, de una contextura física frágil, su superación personal y lucha contra la adversidad más cruel en la lejana amazonia constituyen su principal patrimonio e identidad electorales. Al igual que Lula, representa la pobreza más honda del Brasil y al mismo tiempo refleja las posibilidades de movilidad social ascendente del país. Ambos son iconos que encierran en sus trayectorias espejos para un pueblo que reconoce en ellos, el propio recorrido de sus sueños y dificultades.
Entretanto, más allá del campo de lo simbólico, la semejanza forma parte del pasado. Mientras Lula insiste en posicionar el PT como un partido de clase, de los más pobres, de los “peones” que no votan en patrón, Marina optó por conservar su historia a nivel de carta de presentación pero no de propuestas políticas. El triste azar que le quitó la vida en un accidente de aviación al candidato Eduardo Campos, colocó a Marina en el inesperado camino de la presidencia. Hasta ese momento el cuadro electoral era bastante nítido, Campos construía una opción política para 2018 y el tan criticado bipartidismo brasileño renovaría sus contiendas entre el conservador Aécio y la “autoritaria” Dilma. Entretanto, cuando Marina adjudicó a la providencia divina, al destino, el hecho de no haber viajado con Campos en el avión accidentado, el mensaje que dejó entrever fue que un designo mayor estaba a su espera, el de hacer de una evangelista la presidenta del país. Comenzaba así, un tortuoso camino que se utiliza de todos los medios, recursos y alianzas posibles para este fin. A partir de este punto de inflexión, el gran arco opositor entendió que Marina podía representar mejor que ningún otro candidato las propuestas neoliberales y de cambio estratégico de rumbo geopolítico de Brasil. Los intentos por construir una candidata carismática, un nuevo líder a la altura de los desafíos del Brasil, juntaron al capital con la fe.
Fruto de la velocidad de los apoyos que Marina paso a cosechar, sus propuestas pasaron a responder a una política pragmática con objetivos claros, construir alianzas y un programa político que reúna de forma soslayada al arco opositor al PT, conjugando el verbo ganar a cualquier costo. Marina pasó a reescribir su propia historia, apagando con el codo lo que había escrito con la mano. Desaparecieron de su discurso las antiguas posiciones críticas contra los transgénicos y su apoyo al matrimonio igualitario. Emergieron prejuiciosos dogmas evangélicos condenando el casamiento LBGT, pasó a defender la autonomía del banco central en la política económica, cultivando el papel de “amiga de los mercados” y como frutilla al postre, negó la necesidad de la continuación de las Comisiones de la Verdad por la Memoria, lo que le valió el apoyo público del presidente del círculo militar. El mercado, esa entidad tan citada como oculta, perdió rápidamente las buenas formas y acudió en su apoyo. El ex presidente Fernando Henrique Cardozo, llamó a Aécio a renunciar a su candidatura en favor de Marina y organizó la semana pasada una presentación de las propuestas económicas de la candidata en Nueva York, en la sede local de un banco de inversiones. A nivel local, la sucursal paulista del Merryl Lynch organizó un desayuno para sus principales clientes, donde los gurús económicos de Marina, André Lara Resende y Eduardo Giannetti, idealizadores del plano real, dos economistas neoliberales cuyo radicalismo toca la barbarie, explicaron por qué “los mercados debían confiar en la candidata. Es de André la frase, “la buena economía no puede ser llevada a cabo con buenos sentimientos”. Por último, detrás de tanto cambio, la candidata se unió a la ola de denuncias contra la administración petista en la poderosa estatal del Petróleo, la Petrobras, aprovechando el caso de confesión premiada de uno de sus directores que reconoció desvíos financieros en su aérea de actuación en apoyo a diversos partidos políticos y miembros del congreso aliados del gobierno Dilma. Un caso bastante polémico, porque a pesar de la revista semanal Veja señalar en su portada a los políticos denunciados de corrupción por el funcionario, pasadas dos semanas no fueron presentadas todavía pruebas concretas que demuestren la complicidad del gobierno con las prácticas ilícitas de ese director. Se supone que por tras de esta intensa campaña de denuncias de soborno y corrupción y de las críticas de Marina a los recursos aplicados en la explotación de petróleo en la bahía de Santos, en el llamado Pre-sal, se esconde el inicio de una vieja tentativa del PSDB de privatizar a la Petrobras. El ex espía arrepentido del Pentágono, Eduard Snowden, divulgó diversos documentos donde registra el apetito norteamericano por el petróleo de esta región.
Está instalado un furioso clima anti PT en los medios y en las calles. Marina y sus aliados se consideran los mejores herederos de las manifestaciones anticopa de 2013. Se intenta instalar un sentimiento fundamentalista donde la nueva política es fruto de la necesidad de un cambio, exigido por una sociedad que se cansó de la forma petista de administrar el Estado. Para eso, Marina prestó su historia y su cara para posicionarse como una líder carismática y mesiánica destinada a cambiar el país. Frei Leonardo Boff, miembro del PT, con una importante militancia en los partidos ambientalistas, padre fundador de la teología de la liberación y de las comunidades eclesiásticas de base, expulsado de la Iglesia por Benedicto XVI y antiguo aliado de Marina, la criticó públicamente en un acto en apoyo a Dilma, el pasado martes 16 en Río de Janeiro, con una bella metáfora: “Están los que aparentemente defienden bonitos proyectos hablando de las mariposas, mas se olvidan que es necesario plantar flores para que las mariposas vengan”. En fin, dime con quién andas y te diré quién eres.
Lula y el desafío del renacer. Cuando en el inicio del mes de septiembre, los sondeos de intención de voto hacían emerger el fenómeno Marina y ésta abría una ventaja de 10 puntos sobre Dilma en un eventual segundo turno, fue Lula quien diagnosticó la necesidad de un cambio conceptual en el rumbo de una tibia campaña. En dos frases sintetizó su diagnóstico: “Estamos muy economicistas; no nos faltan obras, nos falta más política”, para prescribir el antídoto “tenemos que marcar el campo de clase de esta disputa, es preciso llevar más política en la propaganda, hay que politizar la disputa”. Lula insistió en la necesidad de divulgar la aplicación del presupuesto del Estado y a los sectores a que se destinan estos recursos en los objetivos del PT. A partir de ese momento, la propaganda electoral de la candidatura de Dilma comenzó a desmenuzar las 241 páginas del programa neoliberal de Marina y a comunicar de forma clara y concisa en lo que los pobres y asalariados ganarían y perderían en el día a día de la economía y de la política si Marina fuese presidente. El PT pasó a recuperar parte de su memoria histórica perdida por más que el ejercicio del poder tenga, en gran medida, absorbido su sangre juvenil y transformadora. Para Lula, cabe al PT una parte de la responsabilidad por el crecimiento e instalación de la irresistible promesa Marina. Una advertencia para el PT y para Lula, que pasó a entender las elecciones de o ctubre próximo como un punto de partida y no de llegada.
21/09/14 Miradas al Sur
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