Por Norberto Emmerich
Sobre la vinculación de Roberto Romero (padre) con el narcotráfico se ha
escrito mucho. El libro “Mamá Coca”, del investigador estadounidense Anthony
Henman, imputaba al ex gobernador con ese delito. En 1985 las revistas españolas
Interview y Cambio 16 también lo involucraron en el tráfico de
estupefacientes.
En febrero de 2007 la revista Le Monde, con la firma de Carlos Gabetta,
publicó el artículo “Narcotráfico versus Democracia” haciendo referencia a
investigaciones de Rafael Saralegui y Raúl Kollman. Lo mismo sucedió con otras
publicaciones como “Cocaína, dólares y política”, de Eduardo de Miguel y Gabriel
Pasquini o “Blanca y Radiante, mafias, poder y narcotráfico en la Argentina”, de
los mismos autores. Lo propio hicieron Hernán López Echagüe en “El otro”, Jorge
Winter en “Días extraños, primeras crónicas de Nimrod”, Miguel Bonasso en “Don
Alfredo”, Jorge Lanata en “Argentinos II” y Christian Sanz y Franco Caviglia en
“La Larga Sombra de Yabrán”. El apellido Romero y el narcotráfico ya son una
marca registrada.
En consecuencia la idea de que el poder político en Salta está vinculado al
tráfico de drogas no es caprichosa y ni siquiera es llamativa. Un largo
historial de hechos da cuenta de ello. El primer indicio fue a mediados de los
años 80, cuando un avión de Roberto Romero, entonces gobernador de Salta, se
estrelló en la zona de San Antonio de los Cobres con 200 Kg. de cocaína. A
partir de ahí el mandatario jamás pudo quitarse la etiqueta de "narco".
El periodista Sergio Poma afirma en “Salta. El narcopoder” que Romero (padre
e hijo) aparecen desde hace años en los archivos de la DEA norteamericana por
sus vínculos con el mundo de las drogas. En Mamá Coca, Anthony Henman menciona a
Romero padre en la página 103: "es, no obstante, de la vecina Argentina de donde
han provenido las más asombrosas revelaciones de implicaciones a alto nivel en
el negocio de la cocaína, indudablemente, no con respecto a los actuales
gobernantes militares, altamente paranoicos y ultra reservados, sino con
relación a personajes que predominaron en el último periodo de la presidencia de
Isabel Perón. La historia fue revelada por el Servicio de Informaciones del
Ejército en las vísperas del golpe de 1976 e incluía a una serie de prominentes
figuras del ala derechista del movimiento peronista, entre los que figuraban el
ignominioso ministro de Bienestar Social, López Rega; el ministro de Relaciones
Exteriores, Alberto Vignes, y una corte de figuras secundarias como el ministro
Raúl Lastiri, el senador Cornejo Linares, el director del diario "El Tribuno",
Roberto Romero… Operando una serie de bien equipados laboratorios de cocaína
cerca de Salta, en la frontera con Bolivia, estas figuras controlaban una red de
gran alcance que utilizaba la Policía Federal para la distribución interna en el
país y la cobertura del servicio diplomático para la consolidación de una ruta
segura para las exportaciones".
¿Qué busca Juan Carlos Romero al presentarse como el adalid de la lucha
contra el narcotráfico? Nada nuevo en realidad, pero sí una eventualidad
peligrosa. El 8 de marzo de 2001, acompañado del gobernador Julio Miranda de
Tucumán, Juan Carlos Romero se reunió con el embajador norteamericano James
Walsh “para pedirle una suerte de Plan Colombia para la región”.
Al salir de la reunión el salteño dijo que el diplomático se había
comprometido a evaluar la creación de un programa de cooperación para el control
del narcotráfico en la frontera con Bolivia. A pesar de su sobreactuación Romero
estaba ofreciendo una cabecera de playa a Estados Unidos. Quedaba claro en aquel
entonces que el viejo narcotraficante se había convertido en un rehén de la
DEA.
El diario Hoy de España lo dijo con claridad el 27 de enero de 2013: “a
Romero, senador enfrentado al Gobierno, se le ha vinculado con el narcotráfico
o, al menos, de facilitar maniobras de tráfico aéreo con cocaína desde Bolivia a
Salta. Las denuncias de la prensa argentina han topado siempre con la gran
impunidad de la que goza este político”.
El periodista Rafael Saralegui se comunicó con Abel Reynoso (ex jefe de la
DEA local) vía e-mail y le preguntó sobre las sospechas que vinculaban al
Gobernador Juan Carlos Romero con el narcotráfico. El agente respondió: “si
camina como un pato, tiene pico de pato, nada como un pato y tiene las plumas de
un pato, entonces debe ser un pato”.
Mezclando con una audacia temeraria la problemática migratoria con las
políticas sobre narcotráfico, el tándem Massa-Romero es una reactualización de
aquella fracasada fórmula Menem-Romero. Estados Unidos va encontrando sus
candidatos.
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