or Adriana Meyer
John William Cooke y Gabriel Mariotto.
John William Cooke pedía en su testamento que sus órganos fueran donados y que sus cenizas fueran esparcidas en el Río de la Plata. A casi 46 años de su muerte, un grupo de sus compañeros cumplirá su voluntad al arrojar sus restos al agua desde el Parque de la Memoria, en la Costanera Norte porteña.
El acto, que comenzará hoy a las 12, estará encabezado por el vicegobernador Gabriel Mariotto, quien estará acompañado por el secretario ejecutivo del Archivo Nacional de la Memoria, Carlos Lafforgue, el hijastro de Cooke, Pedro Catena Eguren, el ministro de Educación, Alberto Sileoni; el sobreviviente de la ESMA Carlos Muñoz, además de los embajadores de México, Cuba, Uruguay y Brasil, y diputados y senadores nacionales.
La compañera de Cooke, Alicia Eguren, fue secuestrada y asesinada por la dictadura cívico militar, tras lo cual la urna fue rescatada de su departamento por Lafforgue; recorrió un largo viaje de clandestinidad y ocultamiento, que incluyó quedar guardada trece años en secreto en la bóveda que la familia Abal Medina tiene en el cementerio de la Recoleta.
En diálogo con Página/12, Muñoz define el periplo de las cenizas de Cooke como la trama de una novela negra. El Bebe o el Gordo, como le decían sus compañeros, murió el 19 de septiembre de 1968 en el Hospital de Clínicas por un cáncer de pulmón. El general (Juan Carlos) “Onganía le había permitido entrar al país desde Cuba sabiendo que estaba moribundo, porque era políticamente menos costoso que prohibirle la entrada y, cuando falleció, como él había pedido en su largo testamento, sus restos fueron cremados en la Chacarita. Alicia Eguren guardó la urna, pero en los ’70 no dieron los tiempos políticos como para arrojarlas al río, mientras los enfrentamientos en el peronismo se resolvían a los tiros”, recuerda Muñoz.
El sobreviviente dice haber sido sólo el “nexo para unir dos voluntades, la de Mariotto y de Lafforgue para cumplir el deseo de Cooke”, quien fue delegado personal de Juan Domingo Perón y referente fundamental como cuadro intelectual y político de la izquierda peronista.
La urna, que también había sido codiciada por los genocidas, tampoco pudo ser vaciada cuando llegó la democracia “porque no aparecía el momento ni el dirigente apropiado para hacerlo”, destaca Muñoz. Fue por iniciativa de Juan Manuel Abal Medina, padre, que los restos quedaron en la bóveda de su familia, a pesar de que gran parte de los Abal Medina son antiperonistas y nunca lo supieron. Finalmente, las cenizas fueron entregadas al hijastro de Cooke, quien llegó desde México para participar de la ceremonia de hoy. “Creemos que éste es el mejor momento histórico para hacerlo, con nuestra Presidenta dando batalla a la extorsión financiera internacional, y en un proceso de reivindicación de los grandes militantes populares”, agrega Muñoz.
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