…y hoy algunos populistas de sindicato demuestran un poder económico jamás permitido antes.
La irrupción de Perón en la política argentina en 1945, conmovió las expresiones más conservadoras y también a las progresistas, según entonces socialistas y radicales de la línea irigoyenista más el Partido Laborista que sustentara el inicial peronismo. Tres líneas no muy opuestas ante la problemática entonces sobre educación pública y defensa del patrimonio nacional, dos perfiles recurridos por algunos en el discurso. Más otras diferencias emergerían tras el lanzamiento de Perón en Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, quien con un discurso-arenga fijara un nuevo eje al debate conceptual y político del país. Con imprevisto efecto sobre la actividad en general, ‘incluido el asombro del mismo Perón’ diría Raúl Scalabrini Ortiz ante la futura imposibilidad de hacer política sin apreciar el hecho con seriedad. Tanto que no fue casual la disolución de Forja, la Fuerza Organizada Radical de la Joven Argentina integrada por intelectuales y cuadros políticos de reunirse a debatir la realidad nacional. El escenario era otro y cada expresión debía revisar su comprensión de la muchedumbre, un gesto rechazado y negado por el Poder y sus fabricantes de opinión. Grave error cuando ese avance guardaba en su resultado algo más sustantivo y evidente: ‘la liberación psicológica del obrero ante el patrón’. Una variante relacional con un peso inmedible para las patronales y más preocupante aún por parecer acordado desde arriba. Esa ‘liberación psicológica’ que se expresaría de inmediato en ‘patrón, usted no me grita’, -frase entonces de alta significación- y la no comprensión de la nueva instancia llevaría a muchos bien intencionados a equivocarse al calificar compañero, adversario o enemigo. Un efecto de esos años de cierta gravedad por unos pocos fundamentalistas de uniforme.
El nuevo paisaje cambió la relación obrero patronal, un ‘accidente sociológico’ que sacudiera los elencos radicales y socialistas que de ahí padecerían cierta dolencia emocional por no saberse incluidos en la hechura de un avance que alguno de ellos, indudablemente solían propugnar en su propio discurso. El nuevo escenario fue una certeza que socialistas y radicales desecharon sin reelaborar sus planteos a la reciente realidad, y a cambio ahondarían una oposición desencaminada al descalificar como chusma a los seguidores de aquel peronismo del ’45. Descalificando en esa pose desde el ‘aguinaldo’, -un sueldo anual complementario- por ser una maniobra electoralista y en igual postura controversial, desechar ‘por demagógicas’ las colonias veraniegas para ‘los recién venidos’, más otras leyes sancionadas en la muy activa legislación laboral. Dentro de la oposición hubo posturas casi de concepción medieval para ser sostenidas por socialistas y radicales con fines electorales, con jugadas no profesionales que los abatiría; al fin muchos prestigiosos se mostrarían según políticos molestos ante el espectáculo de laburantes-multitud vitoreando en la calle. Y esos deslices por errada interpretación histórica no serían exclusivos de los sectores duramente antiperonistas; también se dieron en las bibliotecas de barrio fecundas en entreveros constantes por comprender al menos, si esa era la movilidad social y quienes los beneficiados. Que al fin del relato demostraría que los peronistas no eran los enemigos sino compatriotas antes no contenidos en las discusiones. Otro notorio error en muchos opositores, - digamos los los más feroces críticos- ni suponían que el mismo Sistema Económico cada tanto dispone el ingreso de más personajes a la escena, y esos nuevos participantes ya eran parte de su misma historia. Apenas eso. .
Luego y como expresión del no saber a veces quien integra los nuestros y quien el adversario, el peronismo inicial en Argentina y su enfática crecida populista originó un rechazo mayor pero similar a nuestros días del año 2014. En cuanto como ahora la mayor molestia recayó entre los sectores medios con vocación de alta clase; ese laberíntico segmento social que resiste el ascenso de los postergados en la escala por cierto inconsciente reflejo. Acaso por estimarse ellos como factor decisorio en otorgar la movilidad y el ingreso de nuevos participantes al sistema, más en cuanto ese crecimiento le resulta útil al tejido económico no es discutible. Sencillez que alguna clase media presiente en su contra y sin debatir, combate.
Esa actitud ejercida sobre los ‘recién llegados’ en 1945, siete décadas más tarde exhibe hoy ciertas contrariedades con la aparición de novedosos actores. Tal vez dentro del llamado ámbito sindical se exhiben novedosas estéticas y perfiles que tiempo atrás no serían propios a un dirigente que representa y gestiona, y no es al fin nada problemático. Pero quizá por la nueva dinámica contemporánea que exige algunos novedosos perfiles, - por decir- hoy se muestran en los medios de publicidad y comunicación; ambas cosas; algunos estilos y decires en delegados obreros que suelen confundir hacia donde apuntan. Al menos al no precisar con certeza si algunas de sus actitudes muy empresariales benefician a sus representados. En principio si casi toda la dirigencia sindical se titula heredera del peronismo, - esa memoria social de los argentinos- esa herencia pareciera a veces una carga en algunos sindicalistas o dirigentes al sugerir ellos un poderío económico jamás visto en quienes representan a los trabajadores. Quizá sería aceptable si esa contrariedad en un debate en serio resultara ser útil a la gestión sindical, y más provechoso aún si le evitara dudas a los mismos representados en quien los representa y defiende sus adversarios o enemigos.
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.(jul.014)
www.eduardopersico.blogspot.com
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