Las bravuconadas, el esgrimir poder en forma desfachatada, casi siempre evidencia, más que fortaleza, debilidad, aunque sea coyuntural.
El poder, en sus momentos de esplendor verdadero, siempre hace las cosas "prolijamente", ganando consensos más por la convicción y la adhesión racional que por el temor infundido. Porque le es más económico y lo afianza más.
No es el caso. Hasta ciertos sectores del poder financiero global se muestran dubitativos ante la maniobra de Singer, Griesa, la Suprema Corte Norteamericana pro-republicana y el Tea Party (porque esta es la fuerza política verdadera que se esconde detrás de las resoluciones iuris).
Obama quedó mal parado, es decir más de lo que ya estaba, y la posición argentina no hace más que recibir respaldos internacionales de todos los niveles.
Es una de esas situaciones en las que la cuerda se tensa. El poder financiero mundial o su sector más agresivo vuelven a traer la extorsión de la deuda al plano de las relaciones internacionales frente a una de las recomposiciones más exitosas que se haya visto, agregándole un poco más de inercia a la desestabilización financiera global más grande de los últimos 80 años.
Esta situación de tensión implica graves riesgos, es cierto, por lo que no cabe ninguna conclusión confiada ni mucho menos triunfalista por el momento, frente al estratégico funcionamiento del gobierno argentino en el caso. Pero, en términos locales, lo más preocupante no es siquiera eso. Lo que al menos debiera ser más preocupante es la lentitud con que el tema se está instalando en la sociedad argentina, en la gente, en el pueblo (lo que antes se llamaba las masas).
Hace muchísimo tiempo, tal vez desde la época de Malvinas, que la Argentina no tiene delante de sí un enemigo capaz de juntar tantas buenas voluntades en su contra, con la diferencia de que en la "gesta" el gobierno estaba en manos de militares genocidas, lo que ciertamente enturbiaba el panorama. Hoy esto se da en el marco de un gobierno democrático, de gran aval popular y que, además, está decidido a dar batalla en serio, y no especulando con la ingenuidad de una mediación norteamericana a nuestro favor. Al menos eso es lo que se ve hasta ahora.
¿Y la gente (las masas)? ¿Y sus "vanguardias" populares? ¿Habrá que esperar a que termine el mundial?
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