El periodista que devino en empresario está contento. Celebra que al gobierno de Cristina Fernández le queden solo 18 meses de gobierno y le apuesta fichas al jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri. Profesionalmente siente que toca el cielo con las manos escribiendo una columna semanal los días jueves en La Nación. Es el lugar en que suelen culminar su carrera aquellos que en algún momento de su vida, cuando eran muy jóvenes, creyeron que el mundo necesitaba cambios que lo volviera más justo. Ponen sus computadoras al servicio de ese diario distribuidor de prestigios en nuestro país, Beatriz Sarlo, Santiago Kovadloff, Gabriel Levinas, Álvaro Abos, Marcos Aguinis, y tantos otros en esa Tribuna de Doctrina fundada por un genocida y cuya coherencia le ha llevado a apoyar a todos los golpes de estado y el haber sido uno de los instigadores del golpe establishment- militar (y luego socio y cómplice del terrorismo de estado). Estas cuestiones, como a tantos otros, no le mueven un pelo a Luisito. Permanece imperturbable como cuando en medio de un reportaje y adoptando la pose y las inflexiones de un periodista incisivo, de una profundidad que se desplaza sólo por la superficie de las cosas pregunta: “¿Sos feliz?”.
Empresario de olfato sensible, regentea una editorial que curiosamente se llama “Margen Izquierdo” para encubrir su desplazamiento cada vez más a la derecha y cuyo primer libro se llamó “Lanata” y el segundo “El converso” (referido a Víctor Hugo Morales), de quien juró vengarse cuando le aguó la presentación de uno de sus libros de investigación, atravesado con infinidad de potenciales y con mucho de corte y pegue de recortes periodísticos.
En una ocasión el conductor televisivo Alejandro Fantino oportunamente le preguntó: ¿Por qué si los dos cambiaron uno es simplemente “Lanata” y el notable relator uruguayo es “El converso”? Luisito, desde el periodismo independiente que enarbola, fue afectado por un prolongado tartamudeo y una fallida justificación insustancial.
Su deseo permanente de conseguir títulos lo ha llevado a transitar con desequilibrio inestable por “La Cornisa”. En su columna de La Nación del 19 de junio, bajo el título “La década K, parecida a los años de Menem” puede leerse en su primer párrafo: “El día que al 'proyecto "nacional y popular' le quiten los adjetivos y la "épica", y quede en claro que no constituyó la resistencia, sino que fueron sus hombres los que manejaron el verdadero poder, el dinero y el Parlamento, los años del kirchnerismo serán recordados como la continuidad del menemismo por otro medios. O, en todo caso, como una variante del peronismo de discurso "neoliberal" llevada hacia un peronismo de discurso "progresista". Pero la esencia y el legado de ambas terminarán pareciendo, en el fondo, la misma cosa.”
Por si quedara alguna duda sobre su pensamiento lo reitera en su nota en el mismo diario el 26 de junio: “No pretendo que Carta Abierta asuma que la última década fue una gran patraña disfrazada de epopeya nacional”
Acudamos al sentido común Luis. Si el kirchnerismo es simplemente la continuidad del menemismo, Majul no tendría lugar en La Nación porque los dueños no lo necesitarían ya que el diario apoyaría al kirchnerismo como lo hacía con Menem, defendiendo sus privatizaciones en su incondicional representación de los sectores agropecuarios, la destrucción de la industria, la apertura de la economía y las relaciones carnales. Al revés de lo que decís, La Nación y sus lectores tradicionales son feroces críticos del gobierno. Si vos no pensás como La Nación, cosa que a esta altura de tu vida empresarial-periodistica es difícil de creer, pero a los efectos de la demostración supongamos que estás en las antípodas, entonces está claro que el diario de los Saguier te está utilizando como preservativo. A ellos como a vos le seduce Mauricio Macri, que implica que al gobierno lo maneje el poder económico sin las molestas mediaciones políticas. Y entonces volverá a fluir generosamente a tus arcas la publicidad oficial.
Parece poco analítico sostener, en un trazo grueso notable, que el que estatiza es lo mismo que el que privatiza, que el paga la deuda contraída entre otros por el menemismo es lo mismo que el que la contrae, que el que destruye el estado es igual que el que lo fortalece, que el que cierra parcialmente la economía es similar al que la abre irresponsablemente, que el que destruye la industria es equivalente al que la vuelve a poner en funcionamiento, que el que crea las AFJP y privatiza YPF y Aerolíneas es igual que el que disuelve las primeras o al que estatiza o reintegra para el Estado la mayoría accionaria de la empresa petrolera y recupera la línea aérea de bandera argentina. El que mejora la distribución del ingreso que el la vuelve más injusta, o el que disminuye la desocupación que el que la lleva a niveles insólitos. El que realiza el hito histórico del NO al ALCA es igualito al que estableció relaciones carnales con EE.UU, que el que restablece las paritarias que el que la suprimió. Se podría seguir un rato largo pero me parece que los ejemplos enumerados son suficientes.
Y es cierto que tiene continuidades con el menemismo como por ejemplo en la intensificación del modelo sojero que consolidó y acrecentó o es continuador de muchos de los aspectos leoninos de la explotación minera, o que permanece básicamente el mismo sistema tributario.
Pero eso no lo hacen iguales o equivalentes. Si Luis fuera zoólogo, con su trazo grueso, tan grueso que es un anti análisis, diría que todos los animales de cuatro patas son iguales. Así un elefante es igual a un perro, un león es equivalente a un gato, un zorro es parecido a un tigre, sólo porque todos son mamíferos.
Queda aplazado empresario Luisito. Estudie; y cuando haya aprendido podrá subirse nuevamente a La Cornisa, sin sufrir el mal de las alturas que le aqueja y que lo lleva a desbarrancarse sistemáticamente. Tal vez entonces, sólo tal vez, aunque resulte improbable, pueda volver escribir libros recomendables como “Los dueños de la Argentina I y II ”.
Diario Registrado
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