Ayer amanecíamos con la novedad del recrudecimiento de la estrategia de lobby de los buitres de la deuda. Los principales diarios nacionales sirvieron la mesa, sentando en la cabecera a los personeros de lo más despreciable del capital financiero internacional. Con vajilla importada y todo, como bien podría hacerlo una embajada o un hotel de primer nivel. Acaso en escenarios como esos, se preparó la receta del menú que servirían.
En una solicitada a la que no le faltó ninguno de los condimentos que caracteriza la propaganda burda con la que los buitres militan en favor de la especulación y en contra de los pueblos y sus estados, desplegaron mentiras y difamaciones por igual. Allí sostuvieron, sin sonrojarse y en paralelo con una Argentina que viene sistemáticamente participando de cada instancia de diálogo que ha sido convocada por el representante legal de los fondos buitre en Nueva York, el juez Thomas Griesa, y el mediador designado por este, que nuestro país no tiene vocación de negociar.
El curioso planteo está hecho por quienes, el día inmediatamente posterior a la resolución de la Corte Suprema estadounidense que convalidara el esquizofrénico fallo de Griesa, fueran a demandar la identificación de activos argentinos de YPF de los que tuviera conocimiento la empresa norteamericana Chevron, en tribunales de California, lo que no se parece en mucho a una actitud proclive al diálogo y la negociación.
Sostuvieron también que la Argentina se encamina al default, lo cual se derrumba como una casa de naipes frente a una realidad donde la Argentina, de hecho, ya ha pagado en tiempo y forma, dando cumplimiento a los contratos y compromisos asumidos en el marco de la reestructuración.
Mal podría acusarse al país de querer ir al default –que es el no pago de la deuda–, cuando es el juez Griesa el que obstaculiza el cobro por parte de sus legítimos titulares (los bonistas que ingresaron en los canjes con títulos bajo legislación estadounidense y europea) a partir de un depósito efectivamente realizado por la Argentina en la cuenta de la entidad fiduciaria (el Banco de Nueva York). Este hecho ya ha valido el inicio de acciones legales en Europa, donde los bonistas reconocen que Argentina ya pagó y les corresponde cobrar lo que por derecho les pertenece, al mismo tiempo que señalan el incumplimiento de las obligaciones contractuales de girar los fondos a sus dueños de parte del fiduciario.
No se trata, claro está, de una ingenua solicitada. Se trata lisa y llanamente de una amenaza, cuyos cañones apuntan directo a la soberanía de nuestra Nación, con Vaca Muerta como blanco de ataque. Es que hablamos de la segunda plataforma más importante del mundo de gas no convencional y la cuarta en materia de petróleo. Equivale al consumo de 200 años a los niveles actuales, por cuyo desarrollo se estima que, en diez años, la mitad de todo el gas natural producido en la Argentina provendrá de allí y otras áreas con energía no convencional.
Ello convertirá al país en un exportador neto de hidrocarburos y, lo más importante, energéticamente soberano, algo que parece incomodar a los fondos buitre.
Por eso, para dejar bien en claro la amenaza, con el tono extorsivo que los caracteriza, los buitres hacen uso de sus personeros, para instalar una campaña ya no sólo de difamación contra la Argentina, sino una campaña de miedo entre nuestros compatriotas. Para ello, se valen de personajes como el señor Weinstein, un chanta a sueldo, que bajo la pátina de cierto academicismo esconde su verdadera relación contractual con los fondos buitre y el principal grupo de lobby (ATFA) que los representa.
Este señor, un liberal recalcitrante, militante ideológico de la desregulación, ferviente creyente en la bondad de los mercados y detractor del rol del Estado en la economía, según se desprende de sus intervenciones públicas, es el vehículo que usan los buitres para poner en duda las posibilidades de desarrollo y asentamiento de inversiones estratégicas en Vaca Muerta.
Ya en 2012, poco tiempo antes de que se suscribiera el acuerdo por las inversiones que hoy están en pleno desarrollo entre YPF y Chevron, Weinstein predicaba la misma profecía nunca cumplida acerca de que el acuerdo con la empresa estadounidense no podría efectivizarse a causa del litigio con los buitres. El gastado argumento se da de bruces contra la realidad, en tanto hace pocos días atrás la visita del presidente ruso, Vladimir Putin, marcó una agenda en la que uno de los ejes centrales ha sido, justamente, el desarrollo de inversiones hidrocarburíferas con participación de la gigante rusa Gazprom.
En medio de la embestida buitre, lo triste es el pobre rol asumido por los caranchos domésticos. Máxime cuando todo esto se desarrolla en un marco a la vez complejo y esperanzador a nivel internacional. De hecho, este miércoles la presidenta nos representó ante la cumbre del BRICS, el bloque que nuclea a las cinco economías emergentes más importantes del globo. Este es un ámbito desde donde, con el protagonismo del mundo emergente, la región suramericana y nuestro propio país, se articula con un nuevo bloque de poder político y económico a nivel mundial.
A través de los recientemente constituidos Banco de Fomento del Desarrollo y Fondo de Reservas, desafía el orden hegemónico del bloque neoliberal y su lógica anárquica de desregulación y valorización financiera del capital. El desafío está planteado: luchar por un mundo más justo y una patria libre y soberana que está dispuesta a defender su capacidad de desarrollarse autónomamente, incluyendo a los 40 millones de argentinos.
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