Argentina se juega hoy una patriada brava y linda en el Maracaná; mientras sigue jugando otra patriada feroz en Nueva York.
Futbolistas por un lado, buitres por el otro. Vaya con la diferencia.
Dejamos al libre vuelo de la imaginación las consecuencias que acarreará el resultado final de una y otra batalla.
Sólo diremos que hoy en Brasil, ganar o perder en la final de la Copa, ya es una verdadera gloria.
En la otra batalla, no.
Ganar o perder con los fondos buitre es una cuestión de vida o muerte, de ser libres o ser colonizados, de apostar a la esperanza o hipotecar el futuro, de ser un país alegre o ser un país de tristes.
La sensación generalizada es que contra el arco de los carroñeros, se impone el juego habilidoso del equipo económico argentino y la garra heroica, estilo Mascherano, que vienen desplegando nuestros funcionarios.
Y eso nos alienta a pensar que saldremos airosos de una y otra instancia.
Hay un sesgo cultural del kirchnerismo que esta vez, como en tantas otras, brilla en el centro de la escena con sus mejores luces.
Desde un primer momento negoció a cara descubierta la pesada deuda que dejaron los gobiernos anteriores. No se dejó empujar y acorralar hacia los rincones oscuros donde se dirimían estos asuntos y donde todos los actores, acreedores y deudores, mediocres y victimarios, sabían reír cínicamente mientras descuartizaban a un país y a un pueblo en una mesa de dinero.
El gobierno de la Nación descorrió las cortinas, también como otras veces, y puso a la vista de todo el mundo lo que estaba ocurriendo con el juez Griesa y la extorsión de los buitres. Y jugó fuerte.
En este trance lo hizo rompiendo una lógica de hierro del capital usurero: la Argentina pagó sus deudas aun en medio de la amenaza del puñal acerado del embargo tan temido. Para ese capital usurero, las deudas están para no pagarse; las deudas están para seguir endeudándose hasta el infinito. Esa es la lógica que nos impusieron siempre y quieren imponer ahora.
Pero Argentina dijo basta desde que Kirchner dijo basta y pagó lo que se debía y se podía pagar.
Hoy el punto de inflexión está al alcance de la mano. Se lo puede mirar, tocar, oler, gustar. Quizá por eso mismo la estrategia y la táctica se confunden en un mismo plano si de actitud y decisión se trata. Permítannos sostener, sin pudor alguno, que esta batalla política la venimos ganando por goleada.
La coronación de la victoria será el ingreso efectivo al nuevo espacio de acumulación de poder mundial que constituyen en escala ascendente el Mercosur, la Unasur, la Celac, el G77 ampliado y ahora el Brics, junto a las nuevas potencias emergentes, Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica.
Los buitres no podrán resistir semejante poder en contra. Y si lo siguen haciendo, peor para ellos, porque corren el serio riesgo de quedarse sin el pan y sin la torta.
Es que la victoria política de Argentina en los foros regionales y mundiales, por ejemplo la OEA y la ONU, es tan contundente que hace volar por el aire cualquier pretensión desmedida de esos fondos extorsivos y del juez que los representa.
Es una batalla épica e histórica la que está dando la Argentina.
Federico II, que reinó entre 1740 y 1786 la antigua Prusia, no casualmente admirado dos siglos después por los nazis y particularmente por Hitler, confesaba: “Los crímenes se enlazan forzosamente, unos con otros, como eslabones de una cadena; la sed de gloria y de placeres ocasiona gastos; para sufragarlos se necesitan riquezas; para obtenerlas no hay medio más cómodo que robarlas a sus legítimos poseedores y para disfrutarlas con toda seguridad es preciso exterminar a las víctimas”.
Como se verá, el modus operandi de los grandes criminales es de vieja data.
El valor de la digna posición del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner frente a los delincuentes de guante blanco es, entonces, inconmensurable. Porque es ella la que rompe la lógica del “pague todo ahora y reclame después”. Pagamos lo que podemos, se dijo y se sostuvo con Néstor primero y Cristina después.
Hasta hace una semana esta batalla parecía a grandes rasgos con final abierto.
Hoy no.
Argentina no negociará la suerte de su pueblo, su dignidad, su vida.
Y esa es nuestra primera victoria.
Una referencia más que especial nos merece la solicitada de los fondos buitres en diarios locales: ello constituye una verdadera afrenta al orgullo nacional.
No por lo que esos fondos extranjeros pudieron decir y amenazar y aconsejar al gobierno argentino en el manejo de la cosa pública.
Ni por el descaro de insultar el buen nombre y honor del 93% de los acreedores de distintos países que dialogaron y acordaron con la Argentina en estos años.
La principal afrenta la ocasionaron los medios hegemónicos de comunicación local que sirvieron de pista de aterrizaje y bombardeo mediático de esos buitres, para que puedan desplegar aquí sus alas, sus picos y sus garras contra los argentinos todos.
“Traidores a la patria” es la única figura conceptual, democrática y constitucional que les puede caber. Porque ya no se trata de simpatías o antipatías políticas con el gobierno de turno. Se trata de estar del lado de la patria o de sus enemigos. Y los buitres se demuestran enemigos de la salud, la educación, el trabajo, la producción y la cultura de los argentinos. Y con eso no se jode. Mucho menos después de haber caído como caímos el 19 y 20 de diciembre de 2001.
Lo hicieron de nuevo, habrá que decir ante tanto cinismo editorial.
En el 2002 titulando que “la crisis causó dos nuevas muertes” y ahora facilitando espacio para este ataque brutal contra nuestra economía.
Es preciso hacer docencia con estos pesares. Es preciso no olvidar.
Es preciso ligar cada concepto de las solicitadas mencionadas de los buitres con la dirigencia política local y los medios hegemónicos; y hay que identificarlos ahora, mientras ocurre la batalla decisiva contra esa extorsión.
Todos ellos son parte de un mundo que se muere de viejo.
Argentina y su gobierno son partes de un mundo nuevo que recién está amaneciendo.
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