Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
Ante el avance del grupo jihadista Estado Islámico de Irak y Siria (EIIL), Arabia Saudita envió a unos 30 mil soldados a la frontera con Irak, después de que soldados iraquíes se retiraran de la frontera con ese país y también con Siria. El canal Al Arabiya informó que obtuvo un video en el que aparece un oficial diciendo que 2500 soldados iraquíes se habían replegado de la frontera. Sin embargo, Bagdad lo negó.
En el mismo sentido que Al Arabiya, la emisora Al Hadath difundió una grabación que muestra supuestamente a soldados iraquíes alejándose de sus posiciones. “Recibimos órdenes de retirarnos de la frontera y dejar nuestras armas allá”, señaló en las imágenes un hombre en uniforme militar. “No sabemos por qué”, agregó, contando que otro oficial no quería marcharse, pero lo obligaron a cumplir las órdenes. “Hubo soldados que murieron de sed y hambre durante la retirada”, dijo la misma fuente.
El ejército iraquí da la impresión de estar desmembrándose después de su repliegue de gran parte del norte del país, cuando la ciudad de Mosul cayó en manos del grupo jihadista. La breve contraofensiva para reconquistar Tikrit, al norte de la capital, el 1º de julio –día de la sesión inaugural del Parlamento– parece haber fracasado. Tikrit, ciudad natal de Saddam Hussein, no tiene agua ni luz y fue abandonada por gran parte de sus pobladores (foto). EIIL mantiene un firme control de las áreas que conquistó en Irak y Siria, y declaró que forman parte de un califato llamado Estado Islámico. Después de dos días de negociaciones en Mosul, les comunicó a los militantes sunnitas aliados, que ayudaron a EIIL a vencer al ejército, que deben responder al califato y entregar sus armas.
En consecuencia, es menos probable que militantes sunnitas y tribales que no forman parte del EIIL rompan con el grupo jihadista o se le opongan, como sucedió en 2006-2007, cuando Estados Unidos apoyó al movimiento Sahwah y dividió a la insurgencia sunnita.
Irak también atraviesa una crisis política, en su fallido intento de formar gobierno tras las elecciones parlamentarias del 30 de abril. El primer ministro Nuri al Maliki se presentó ante el electorado chiíta como el hombre con mano dura y capaz de enfrentar el levantamiento sunnita. Desacreditado por la endeblez que ha mostrado el ejército, y ante la pérdida de control de gran parte del norte del país y el oeste de Bagdad, Maliki se tambalea en el poder. Pero lo ayudan las profundas divisiones que hay entre comunidades chiítas, sunnitas y kurdas, que no han sido capaces de decidir sus candidatos. El presidente del Parlamento es normalmente un sunnita, el mandatario, un kurdo, y el primer ministro, un chiíta, pero los legisladores pronostican que recién se conocerá su decisión en tres o cuatro semanas. Después de la elección de 2010, tomó diez meses elegir un nuevo gobierno. Esto sucede cuando Massoud Barzani, el presidente de la región autónoma del Kurdistán, en el norte, está impulsando un referéndum sobre su independencia. Las conversaciones para formar un gobierno de unidad continuarán dentro de la Zona Verde, fuertemente custodiada, pero podrían interrumpirse si los insurgentes comienzan a atacar en la capital.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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