jueves, 30 de abril de 2015
La guerra, esa perversa promotora del progreso. Publicado el 30 abril, 2015
OPINION
Siempre me ha molestado el hecho de que dos palabras aparentemente tan opuestas puedan ir de la mano en una misma frase. La historia, como la vida misma, está llena de contradicciones, y yo no soy nadie para resolverlas. A primera vista, guerra y progreso es un oxímoron donde los haya, pero los hechos demuestran que ambos sustantivos se necesitan, se apoyan, se alimentan mutuamente en el banquete de la destrucción para, finalmente, entregar al mundo su maléfico cóctel en forma de vómito. Desde que alguno de nuestros ancestros desarrolló una nueva y mejorada técnica para tallar un trozo de obsidiana y convertirlo en arma, hasta que los cohetes V2 de Wernher von Braun nos permitieron ir a la Luna, la guerra ha sido una de las principales impulsoras del avance tecnológico y, aunque cueste trabajo creerlo, del progreso social.
Tampoco hay que ser muy listo para entenderlo. La guerra provoca desesperación, y esta a su vez nos lleva a buscar remedios que difícilmente se nos ocurrirían en tiempos de paz. Si mi arco funciona bien contra el jabalí, pocas razones hay para mejorarlo, pero si las flechas del enemigo llegan más lejos que las mías, más me vale buscar la manera de superarlas. La competencia es en realidad la verdadera impulsora del progreso, y no hay competencia más decisiva que la guerra (por cierto, recientemente un amigo ha publicado un artículo relacionado que os recomiendo).
Hay muchos ejemplos en los que la preponderancia tecnológica ha sido decisiva para decantar la victoria de una civilización sobre otra, tantos, que serían necesarias muchas páginas tan sólo para listarlos. Pero bueno, algún ejemplo tengo que poner.
Probablemente el carro de combate fue el primer gran salto tecnológico de la guerra. Tras su aparición en algún punto del Medio Oriente en el siglo XVIII a. de C., ningún imperio que se preciara podría sobrevivir sin él. Los hititas construyeron su civilización alrededor del carro; los mitani les siguieron. Los hicsos conquistaron el norte de Egipto con un ejército de aurigas, y establecieron su propia dinastía; los mismos egipcios adoptarían la tecnología para defenderse y luego para expandir su territorio, hasta la batalla culminante de Qadesh contra los hititas, donde 5.000 carros de ambos bandos se enfrentaron sin obtener un resultado concluyente. En China, la dinastía Shang nació de un ejército de carros de combate. Durante un milenio y desde el Mediterráneo hasta el Lejano Oriente, prácticamente todos los imperios hicieron uso de los carros. Eso sí, al final la tecnología fue absorbida por todas las civilizaciones y dejó de ser una ventaja, pero hasta los tiempos de Darío y Alejandro Magno, el carro de combate seguiría teniendo un lugar preponderante en cualquier fuerza militar. Ya en Roma, los aurigas pasaron de ser un arma para convertirse en la atracción favorita del circo.
No tardó en aparecer el sustituto para los carros. A principios del primer milenio antes de nuestra era, el centro de poder pasó de Mesopotamia al Mediterráneo, muy probablemente debido a la destrucción de los bosques del Creciente Fértil. Surgieron entre las islas de la zona diversas civilizaciones que, por su propia naturaleza, dependían de su poderío naval para defender sus rutas comerciales. Fenicios y griegos se disputan la paternidad de las penteconter, naves con un amplio alcance utilizadas tanto para el comercio como para la guerra y precursoras de las birremes y trirremes que dominarían los mares durante siglos. Cartago surgió como la primera potencia occidental sobre las cubiertas de sus barcos, y los romanos los derrocaron copiándoles la tecnología, y añadiendo alguna mejora. Una vez dominada Europa, los barcos perderían algo de su importancia, hasta que la aparición del cañón ayudó a España e Inglaterra conquistar el resto del mundo.
Los romanos, como en muchas otras cosas, destacaron en el desarrollo, que no en la invención de la tecnología, para imponer su “Pax”. Uniformes, cascos y escudos más resistentes; ballestas y catapultas más grandes y poderosas; torres de asedio, onagros y arietes que eran transportados por la primera gran red de caminos del mundo, construida precisamente para ese propósito, tecnologías todas, que fueron utilizadas hasta pasada la Edad Media, cuando un nuevo salto técnico, las armas de fuego, las jubilaron.
Rifles y cañones tomaron el relevo de lanzas y ballestas gracias a la invención de la pólvora por los chinos. Desde entonces son las armas básicas de cualquier ejército de tierra, y la supremacía estriba en los detalles: alcance, puntería, fiabilidad y cadencia de tiro, esta última llevada a los límites tras la aparición de la ametralladora a mediados del siglo XIX. La carnicería de la Primera Guerra Mundial fue el resultado del avance tecnológico-militar, a su vez hijo de la revolución industrial. El impasse de las trincheras dio paso al tanque, al avión de combate y a los bombarderos, al trágico uso del progreso químico en forma de gasy a una nueva amenaza en los mares, el submarino.
Pero la guerra y sus sangrientas consecuencias también tienen su lado amable. Los caminos romanos unieron a un continente; barcos y aviones, al mundo. La sanidad y el humanismo dieron un salto cualitativo de la mano de Henri Dunant, quien impactado por el resultado de la Batalla de Solferino, propuso en 1862 la creación de una institución que velara por la seguridad de los soldados heridos en combate, la Cruz Roja, y luchó por la creación de tratados internacionales que aseguraran la neutralidad de médicos y enfermeras. Por las mismas fechas, Florence Nightingale establecía las bases de la enfermería moderna tras su experiencia en la Guerra de Crimea, cuyos beneficios aún disfrutamos.
No es de extrañar que el conflicto más violento de la historia también haya sido el gran impulsor de la tecnología. La Segunda Guerra Mundial nos dejó la irremediable vergüenza del holocausto, la destrucción de un continente y el principio de otro conflicto, pero también nos dejó la penicilina (descubierta antes de la guerra, pero producida a gran escala y abierta al mundo en 1941), el radar con el que actualmente podemos predecir el tiempo, entre otras muchas cosas; los aviones a reacción que nos acercan a amigos y enemigos, el final de la era colonial, la goma sintética, el primer ordenador, el nylon, el microscopio electrónico, el horno de microondas, los tampones femeninos, desarrollados con los excedentes de vendas ultra-absorbentes de celulosa de algodón, y muchos, muchos inventos más sin los cuales nuestro mundo sería muy diferente.
A caballo entre el progreso y la destrucción está uno de los descubrimientos más controvertidos de la SGM, la energía nuclear. Impulsada por el afán de construir un arma de potencia inédita, la investigación de la energía producida por el átomo cambió el mundo cuando Hiroshima y Nagasaki fueron aniquiladas por sendas bombas. No obstante, utilizada para propósitos pacíficos, la energía nuclear es actualmente la más eficiente de las fuentes conocidas, y la más controvertida. Finalmente, una hija de la Guerra Fría, Internet, nos permite comunicarnos con el resto del mundo de la manera más sencilla y rápida que haya existido, no sin la ayuda de las comunicaciones vía satélite, aparatos estos también retoños de la violencia.
El final de la SGM vio asimismo el nacimiento de las Naciones Unidas, organización cuyo objetivo principal, terminar con las guerras, aún no ha sido cumplido, pero cuyas ramas sociales y científicas, UNESCO, UNICEF, FAO, WHO y otras han contribuido al bienestar y progreso de millones de seres humanos. Y la historia continua. La guerra es, dentro de su perversidad, una de las grandes impulsoras del avance tecnológico, que a su vez ha redundado en un mundo mejor comunicado, más eficiente y cómodo, aunque aún quedan millones de personas que no disfrutan de dichos avances, pero no porque no existan, sino porque sus gobiernos en muchos casos los limitan o prohíben, como es el caso del uso de internet en China, Cuba o Corea del Norte. Guerra y progreso son dos términos que marchan unidos, desgraciadamente, y no lograremos un verdadero avance en nuestra civilización hasta que aprendamos a separarlos. Mientras tanto, esperaré sentado.
Ciencia Histórica Un blog de Jesús G. Barcala
26 ABRIL 2015 Imágenes porteñas Luciano Lamberti
Mientras millones de porteños se acercan a las urnas, mientras decenas de candidatos sonríen y se cree poner en juego distintas “ideas de ciudad”, diferentes representaciones de lo que vendría a ser el verdadero espíritu de esta capital multifacética, invitamos a uno de los mejores escritores jóvenes y un amigo de la casa, Luciano Lamberti, que dejó su Córdoba natal para instalarse hace poco en Buenos Aires, a caminar sus calles y recoger impresiones de esta ciudad de la furia. ¿Qué distingue a los porteños? ¿Cómo se ve la capital desde los ojos de un cordobés? ¿Existe Buenos Aires o es acaso una suerte de extenso delirio colectivo? Cuatro postales sobre una ciudad mítica e imposible.
***
Una mujer difícil
Dicen que, cuando vivía en Buenos Aires, era posible (y hasta probable) encontrarse a Borges por la calle. Que pedía ayuda a la gente para cruzar, como un ciego cualquiera, a la ida o a la vuelta de sus clases en la universidad (una de tantas anécdotas cuenta que uno de esos ayudantes le dijo a Borges que era peronista y éste le respondió: “Entonces no soy el único ciego”). Sus paseos por la ciudad son famosos: apenas llegado de Europa, recuperando una ciudad que le era ajena. Tenía un método para esos paseos: el de caminar sin rumbo, el de perderse. En el libro que Estela Canto escribe sobre su relación con él (Borges a Contraluz), un libro interesante no solo por esa relación si no también por el retrato de una época, de una clase social, de las pequeñas delicias de una vida conyugal frustrada, de secretos que no queremos oír, de problemas sexuales, esos paseos son la forma en que la corteja. Caminan sin rumbo, a veces hasta cuatro o cinco kilómetros diarios, por una Buenos Aires que, como siempre, estaba cambiando vertiginosamente.
Borges quería perderse deliberadamente en la ciudad. Buscaba que la ciudad lo sorprendiese con sus esquinas, con sus edificios, con sus (tan mentados en su obra) “arrabales” que representaban para él la posibilidad de una vida fuera de las letras, una vida que en la disyuntiva entre la pluma y la espada se dirimiera por la última. ¿Qué pasaría hoy con él? ¿Le sería imposible perderse por el GPS en su teléfono? ¿Vería un compadrito en la figura de un narco en una villa? ¿Sería asaltado varias veces en una misma noche?
La Buenos Aires que conozco es más literaria que real. En mis visitas anteriores, siempre cortas y limitadas, trataba de encajar esa imagen con la realidad. Ahí estaban los arrabales borgeanos pero también el Parque Lezama de Ernesto Sábato, la ciudad mítica de Marechal, los conventillos de Roberto Arlt. Era como estar en México y reconocer las calles y lugares de las novelas de Bolaño.
La ciudad representada por esos escritores no existe más. En vez de caminarla, la recorro en subte, por túneles oscuros, saliendo a la superficie cada tanto y viendo sus diferentes caras, que son barrios. Me gusta que, como en la “zona” de Saer, nadie sepa muy bien donde empieza y donde termina cada barrio. Desde más o menos acá hasta más o menos allá es Villa Crespo o Almagro, pero sus límites son difusos. Los barrios se mezclan y se contaminan mutuamente, cambian de nombre pero conservan algunos elementos de su vieja fisonomía. Me gusta y me regusta: es una ciudad con historia, una ciudad violenta, una ciudad compleja y amenazante. Puedo perderme tranquilamente en ella, porque no tengo idea de sus puntos cardinales. Todo lo que me espera es desconocido y por eso bueno. Quizás pase el resto de mi vida intentando conocerla, pero ¿quién la conoce realmente? ¿No cambia a cada segundo? ¿No es como una mujer llena de sorpresas? ¿Y no es mejor dejarla ser que intentar dominarla?
Monólogo interior
Algo que hay en Buenos Aires (y no en Córdoba): mucha gente hablando sola. No puedo dejar de verla, por todas partes, y siempre busco el auricular del celular en la oreja (y no siempre lo encuentro). ¿Será verdad lo que dicen los porteños sobre los porteños, que están todos locos, que la ciudad los destruye con su dulce violencia, que necesitarían un consultorio psicoanalítico ambulante que vaya de barrio en barrio?
¿Y de qué habla la gente que habla sola?
Puede que de la agenda que se abre ante ellos, de lo que tienen que hacer en el día. Puede que traten de convencerse de algo, tomar alguna decisión importante. Puede que estén discutiendo con su voz interior, ese otro que nos habita a todos, que a veces es más razonable, a veces impulsivo y delirante, a veces inquietantemente verdadero y justo. Puede que prolonguen una discusión que han tenido con un vecino, con un amigo, con su pareja, ya que las réplicas perfectas suelen llegarnos demasiado tarde, cuando la conversación se terminó y son inútiles como juguetes viejos. Puede que estén haciendo complicadas operaciones matemáticas de cálculo simple (¿Cuánto cuesta una mesa ratona en mercado libre? 500 pesos. ¿Cuánto cuesta un libro? 150 pesos para arriba. ¿Cuánto cuesta una compra mediana en el supermercado? 600 pesos) como ciertos genios de esa disciplina que hemos visto desfilar en diversos programas de televisión. Puede que recen una oración silenciosa por todos los hombres que hoy están vivos y respiran y perciben los contornos de la realidad y los modifican y son por ella modificados, y también por los muertos, de los que ya no hay número, todos los muertos de la historia, los muertos asesinados, los de muerte ridícula y maravillosa, los silenciosos que van apagándose y los que se arrancan con brusquedad la vida, por todos ellos pueden que sean esas oraciones silenciosas que veo en la boca de la gente. Puede que esas oraciones sostengan la integridad del universo, o mantengan a los viejos demonios en sus lugares, o al viejo Dios conforme, para que se resista una vez más a borrarnos de un plumazo o manotazo o lo que sea que tenga.
Puede que estén recitando poesía argentina contemporánea, que conocen de memoria porque como todo el mundo sabe la gente ama recitarse a sí misma a primera hora de la mañana un buen poema argentino contemporáneo, es como llevar, doblado en el interior del bolsillo de la camisa o en cartera, un escudo protector para toda la estupidez humana.
Dos variaciones de los que hablan solos:
Los que se ríen solos. Seguramente acaban de recibir un mensaje enternecedor en el teléfono o el mail, o se acordaron de un chiste, o se contaron un chiste a sí mismos. Esos van a tener un buen día, o por lo menos una buena hora, o por lo menos unos quince minutos pasables.
Los que hablan para todo el mundo. Nefasta subespecie de los que hablan solos: los que consideran que el infierno del interior de sus mentes debe ser compartido con un grupo nutrido de personas. Quizás la verdad esté en ellos, pero qué insoportables son. La larga cola de los que esperamos para hacernos el DNI en el Abasto shopping tuvo que tragarse el otro día a uno de esos: a horas tempranas se puso a gritar sobre lo mucho que le gustaba la cumbia y cosas así, sacando el enano fascista de todos al exterior. Después dejamos de escucharlo, sencillamente.
El bosque polenta
Los porteños creen:
Que Córdoba es más limpia. Que es más tranquila. Que sus habitantes sufren menos stress. Que la gente es más buena, más amable, que te dan una mano cuando el auto se te queda. Que el aire es más puro y en el agua cristalina de los ríos saltan hermosos peces de colores. Que las mujeres son más lindas y las fiestas duran toda la noche. Que los alimentos son más sanos y todo el mundo vive más tiempo. Que la tranquilidad es posible, que el silencio es una panacea de la que no se puede volver. Que en la General Paz esquina Colón se baila cuarteto y se toma vino y se cuentan chistes sobre cordobeses con tonada cordobesa desde la mañana hasta la noche.
Basta esta descripción que hace uno de los personajes de Fabián Casas en El bosque pulenta: “Andrés, me dijo, estoy junto a un fuego con mi primo, y unos seis perros, por el ventanal se ve el bosque que es la parte de atrás de la casa que cuidamos… tendrías que verlo, es un bosque pulenta, con ciervos y pájaros de todos los colores y caballos fosforescentes y lechuzas que hablan”.
Para los porteños, los cordobeses vivimos en un mundo realista mágico, mucho mejor que el suyo. Una especie de paraíso inalcanzable. Los he visto llenando las calles de Carlos Paz, sacándose fotos en el reloj cucú o hablando a los gritos en el Fantasio, de la mano de sus proles involuntariamente peronistas, para entender muy bien lo que van a buscar: el Dorado, el sueño imposible de la tranquilidad veraniega, una lluvia que les quite la furia del resto del año. No lo encuentran y por eso vuelven a la temporada siguiente.
Hace unos días se supo que un cordobés que vive en el Cerro, un barrio tradicional y de buen pasar, atacó con una catana a tres ladrones que habían entrado a robar a su casa. Las fotos no tardaron en circular por la web. Al principio las del auto bañado en sangre, y luego la de los ladrones con los cuerpos lacerados, uno al que le habían volado un par de dedos, otro que perdió la oreja, otro al que –como en una versión telúrica del Joker– le ampliaron la boca. En el portal de la Voz del Interior, los mensajes de la buena gente de campo no tardaron en llegar: se enorgullecían del héroe, le daban su apoyo y pretendían que no atiendan a las víctimas en los hospitales públicos que “pago con mis impuestos”. Quizás la experiencia lleve a los porteños a pensar Córdoba desde otro lado.
¿Qué creen los cordobeses sobre Buenos Aires?
Que es muy insegura y pandillas apocalípticas te matan para sacarte un par de zapatillas a plena luz del día. Que todo el mundo está muy informado acerca de todos los temas de actualidad. Que pasan muchas cosas todo el tiempo y que todo lo que pasa es mejor. Que las redacciones de los diarios son majestuosas y llenas de lujo. Que hay mucho más trabajo y mejor pago. Que las lecturas y presentaciones de libros rebalsan de gente súper interesante. La forma de hablar del porteño es cansina, seria, segura de sí misma: quizás por eso las mayores gansadas de acá son adoradas o tomadas en serio en cualquier lugar del interior.
Lo cierto es que amamos lo que no tenemos, lo que nunca tendremos, lo que nos quitaron, y cuando pasa a ser nuestro ya pierde todo interés.
Viaje al corazón de las tinieblas
Por motivos laborales, tengo que ir a Lanús Oeste. Me entusiasmo como un idiota porque considero que este es un viaje, al fin, al corazón de la “verdadera” Buenos Aires. Desde que llegué no busco más que eso: encontrarme, de una vez por todas, con la verdadera Buenos Aires, como si fuera posible acceder a un lugar donde se acumulen todos los clichés posibles sobre esta ciudad, que probablemente sea una suma delicada de clichés labrados a principios del siglo pasado. Ya lo encontré en mi única visita a la Boca de hace años, en la contemplación del río frente al aeropuerto, en sus hermosos y gigantescos parques, en el ritmo acelerado y pintoresco de Once, en la fisonomía cambiante de la calle Corrientes (desde el 0 al infinito: se podría hacer un documental con ella nomás). La busco en el microcentro. En el Obelisco. En las librerías que recorro sin esperanza y sin desesperación.
En alguno de esos lugares, pienso con profunda estupidez, habrá una imagen perfecta, turística y absolutamente falsa de “lo porteño” y hacia allá me dirijo, dispuesto a conseguirla.
Vamos en colectivo hasta Pompeya. Estoy acompañado de un escritor y del editor de mi primer libro, la conversación es distendida y el viaje se hace rápido. Hablamos, como no puede ser de otra manera, de chismes literarios, de dinero (los narradores siempre hablan de dinero, y los poetas de poesía). Ninguno de los tres conoce muy bien la zona y el escritor dice que bien podríamos ser una película de Perrone. “Pompeya y más allá la inundación”, dice el tango, pero no hay trazas de inundación alguna en la ciudad, ni de ningún espíritu tanguero, más bien de cumbia y de negocios coloridos al costado de la calle. “La esquina del herrero, barro y pampa, tu casa, tu vereda y el zanjón, y un perfume de yuyos y de alfalfa que me llena de nuevo el corazón”, dice el tango, pero la poesía ahora es otra, más reggaeton que de los viejos tangueros desaparecidos para siempre.
En Lanús Oeste propiamente dicho nos metemos a comer unos pebetes y después unos largos sánguches de milanesa en el bar de los trabajadores del transporte, fundado en 1941. Desde las ventanas puede verse la cancha de fútbol 5 y en las mesas hay ceniceros llenos. Nos sentimos en un viaje en el tiempo, más que en el espacio. El corazón de las tinieblas del conurbano, la Buenos Aires real, la que los turistas deberían conocer para no quedarse con la imagen que se exporta. Pero el segundo escritor, que se nos acaba de unir, dice que este es apenas el primer anillo, que más atrás hay mucho más, mucho más denso, más pesado. Nos habla de la feria de Solano, donde los libros se venden por cantidad de páginas (un Aira sale 20 pesos, por ejemplo, mientras que un Wilbur Smith seguro ronda los 80) y en sus mesas puede comprarse prácticamente todo lo que hay sobre el mundo.
miércoles, 29 de abril de 2015
Un Primero de Mayo en la Historia (debate)
El historiador Pablo Pozzi nos habla del Día Internacional del Trabajador desde su experiencia en Estados Unidos.
Creo que era a principios de 1981que un frente de izquierda, el All
People’s Congress (Congreso de Todos los Pueblos), nos invitó a participar
como oradores en un acto del Primero de Mayo que hacía una agrupación de obreros
en el norte del Estado de Nueva York. En el coche íbamos el Negro José “Lobito”
Gómez, dos yanquis, y yo. Ellos trataban de explicarnos que el acto era
importante porque la mayoría de los trabajadores norteamericanos pensaban o que
era una fiesta comunista (y por ende anti Estados Unidos) o parte de un rito
celta que marca el comienzo del verano en Irlanda.
El Lobito, que era un tucumano entrador y medio lumpestril, pensó que era una joda y no les dio bola. Un poco más circunspecto, yo les pedí que nos explicaran cómo era eso de que en la tierra que acogió a la Primera Internacional al final de su existencia, nadie se acordara de Albert Parsons y los Mártires de Chicago. “Bueno”, nos dijeron, “tampoco nadie se acuerda de Sacco y Vanzetti, o de John Reed, y piensan que los Rosenberg eran realmente espías soviéticos porque, al fin y al cabo, eran judíos y rojos”. Y durante las siguientes dos horas nos contaron sobre las grandes luchas de los obreros norteamericanos, y la importancia de la historia como transmisora de experiencia. Nos dejaron en claro que su lucha no era sólo reivindicativa sino que también era por el corazón y la mente de sus compañeros. Y a nosotros, dos argentinos camino a hablar con obreros yanquis, nos quedó en claro que ese Primero de Mayo teníamos que hacer un pequeño aporte revolucionario, allá en una ciudad del norte neoyorkino.
Llegamos para encontrarnos con una cincuentena de obreros latinos, negros, y blancos. El Lobito estaba chocho y chapurreaba un inglés tarzánico, mientras yo le ayudaba traduciendo lo que podía. Y casi enseguida nos sentimos en familia, a pesar de las distancias y las diferencias nacionales, y del hecho que no nos conocíamos. Es complejo de explicar a los que no lo han vivido: pero cuando me hablan del internacionalismo, para mí no es una consigna, sino que es aquella noche fría, en Estados Unidos, donde nos encontramos con esos compañeros con los que compartimos como si nos hubiéramos conocido toda la vida. El Lobito les contó de Tucumán, de haber sido preso político, y de su alegría de estar con ellos luego de haber tenido pánico de encontrarse sólo cuando la Dictadura lo expulsó a Estados Unidos. Le puso mucho corazón y creo que los emocionó.
A mí me tocó la parte histórica. Así que me paré a contarles porqué el Primero de Mayo era importante para nosotros. Les conté de las luchas de los obreros argentinos, y de los esfuerzos de la burguesía por convertirla en una “Fiesta de Trabajo” y que mi tío abuelo, anarquista él, nos ponía a todos los chicos en fila para cantar Hijo del Pueblo, mientras que mi padre socialista protestaba e insistía que debía ser La Internacional. Y nosotros, para quedar bien, cantábamos ambas gritando desaforadamente “Hijo del pueblo que oprimen cadenas…”, “Arriba los pobres del mundo…” Creo que porque yo también le puse mucho corazón, quizás porque me escuchaban mis hermanos norteamericanos, se hizo un terrible silencio. Y en medio de todo eso, con el Lobito, nos apasionamos e hicimos una especie de dueto en el que les contamos de la influencia de la IWW yanqui y de la Semana Trágica en Argentina, de Agustín Tosco y de la Huelga del 36, del Cordobazo, del Tucumanazo y del clasismo. Y dejó de ser un acto formal, porque nuestro entusiasmo alimentó el de ellos, que también contaron lo suyo: como el viejo metalúrgico Vince que contó, ese Primero de Mayo, de otro allá en 1950 cuando en medio del macartismo y habiendo ganado su elección como delegado general de su fábrica, el Estado y la burocracia se confabularon para echarlo, mientras que sus compañeros fueron al paro para defenderlo. Vince, que era trotskista y un gran organizador, se acordaba emocionado que sus compañeros hicieron oídos sordos al macartismo imperante.
Y si, me quedó clarísimo no sólo la importancia de transmitir la experiencia y de que los trabajadores conozcan su historia, sino de que eso es algo poderoso y temible para los explotadores. Todos salimos transformados de esa actividad. Ellos porque se acordaron con orgullo y dignidad de su condición. Y nosotros porque vimos en lo concreto que éramos parte de una hermandad clasista mundial.
Siempre me llamó la atención que el mundo trabajador recordara con emoción a los Mártires de Chicago cuyo sacrificio conmemoramos todos los Primero de Mayo. Ellos supieron dar todo para conquistar la jornada de 8 horas y la dignidad obrera. Pero muy pocos en Estados Unidos los recuerdan. De hecho el Día del Trabajo (Labor Day) ni siquiera tiene fecha: es el primer lunes de septiembre y, en general, es el día del picnic de la empresa. La clase obrera estadounidense nos dio el Primero de Mayo, el Día Internacional de la Mujer, la IWW, la huelga solidaria y el boicot. Y también nos dio algunos de los grandes burócratas como Jimmy Hoffa de camioneros, de Samuel Gompers de cigarreros que fue amigo de Marx y también del banquero Morgan y el explotador Rockefeller, y de George Meany de carpinteros que orgullosamente declaró que nunca había ido a la huelga en su vida. Son las dos caras de la contradicción. Y si bien hoy en día la burocracia, la patronal los oprimen y los aplastan, llevan adelante heroicas huelgas y conflictos a pesar de que el Estado hace casi imposible la organización sindical. Y sin embargo los obreros estadounidenses no saben nada de la historia que supieron forjar. ¿Por qué?
Sencillamente porque la burguesía sabe que un obrero instruido es un obrero pensante, y que la historia sirve para transmitir experiencia y aprender nuevas formas de hacer avanzar la causa obrera. Existe una fuerte, y subterránea, disputa sobre toda la historia, y en particular sobre la de la clase obrera. La proliferación de obras y la institucionalización de fechas y figuras tienden a anestesiar a las nuevas generaciones. Por ejemplo, mis alumnos parecen cansados de escuchar decir las mismas cosas cada Primero de Mayo sin mucha vinculación con su realidad actual. Aquí hay un peligro en que la historia se desvincule de la experiencia y de las necesidades de la gente común: allí se repiten anécdotas, son siempre las mismas figuras, y las lecciones planteadas son superficiales. Esto es sumamente peligroso por cuanto la idealización y deshumanización de los protagonistas de la historia tiende a fomentar la pasividad en la población. Dicho de otra manera: si solo gente excepcional hizo la historia, en circunstancias excepcionales, con líderes maravillosos y geniales, ¿cómo podemos hoy hacer nada cuando somos seres humanos comunes con problemas y limitaciones? Por el contrario, yo creo que la historia obrera la hicieron trabajadores y personas comunes, con sus miserias y heroísmos, que en un momento determinado pudieron marcar el devenir histórico del mundo, como ese Primero de Mayo en Chicago de 1886. Eso siempre puede repetirse aunque nunca de la misma forma ni de la misma manera, es parte de la experiencia y de la memoria de los trabajadores y como tal no se pierde, sino que se recurre a ello según sus necesidades. Fueron los trabajadores que ganaron el derecho a la jornada de ocho horas, y aunque no lo recuerden hoy, la realidad es que esto es parte de su experiencia histórica de clase.
El Lobito, que era un tucumano entrador y medio lumpestril, pensó que era una joda y no les dio bola. Un poco más circunspecto, yo les pedí que nos explicaran cómo era eso de que en la tierra que acogió a la Primera Internacional al final de su existencia, nadie se acordara de Albert Parsons y los Mártires de Chicago. “Bueno”, nos dijeron, “tampoco nadie se acuerda de Sacco y Vanzetti, o de John Reed, y piensan que los Rosenberg eran realmente espías soviéticos porque, al fin y al cabo, eran judíos y rojos”. Y durante las siguientes dos horas nos contaron sobre las grandes luchas de los obreros norteamericanos, y la importancia de la historia como transmisora de experiencia. Nos dejaron en claro que su lucha no era sólo reivindicativa sino que también era por el corazón y la mente de sus compañeros. Y a nosotros, dos argentinos camino a hablar con obreros yanquis, nos quedó en claro que ese Primero de Mayo teníamos que hacer un pequeño aporte revolucionario, allá en una ciudad del norte neoyorkino.
Llegamos para encontrarnos con una cincuentena de obreros latinos, negros, y blancos. El Lobito estaba chocho y chapurreaba un inglés tarzánico, mientras yo le ayudaba traduciendo lo que podía. Y casi enseguida nos sentimos en familia, a pesar de las distancias y las diferencias nacionales, y del hecho que no nos conocíamos. Es complejo de explicar a los que no lo han vivido: pero cuando me hablan del internacionalismo, para mí no es una consigna, sino que es aquella noche fría, en Estados Unidos, donde nos encontramos con esos compañeros con los que compartimos como si nos hubiéramos conocido toda la vida. El Lobito les contó de Tucumán, de haber sido preso político, y de su alegría de estar con ellos luego de haber tenido pánico de encontrarse sólo cuando la Dictadura lo expulsó a Estados Unidos. Le puso mucho corazón y creo que los emocionó.
A mí me tocó la parte histórica. Así que me paré a contarles porqué el Primero de Mayo era importante para nosotros. Les conté de las luchas de los obreros argentinos, y de los esfuerzos de la burguesía por convertirla en una “Fiesta de Trabajo” y que mi tío abuelo, anarquista él, nos ponía a todos los chicos en fila para cantar Hijo del Pueblo, mientras que mi padre socialista protestaba e insistía que debía ser La Internacional. Y nosotros, para quedar bien, cantábamos ambas gritando desaforadamente “Hijo del pueblo que oprimen cadenas…”, “Arriba los pobres del mundo…” Creo que porque yo también le puse mucho corazón, quizás porque me escuchaban mis hermanos norteamericanos, se hizo un terrible silencio. Y en medio de todo eso, con el Lobito, nos apasionamos e hicimos una especie de dueto en el que les contamos de la influencia de la IWW yanqui y de la Semana Trágica en Argentina, de Agustín Tosco y de la Huelga del 36, del Cordobazo, del Tucumanazo y del clasismo. Y dejó de ser un acto formal, porque nuestro entusiasmo alimentó el de ellos, que también contaron lo suyo: como el viejo metalúrgico Vince que contó, ese Primero de Mayo, de otro allá en 1950 cuando en medio del macartismo y habiendo ganado su elección como delegado general de su fábrica, el Estado y la burocracia se confabularon para echarlo, mientras que sus compañeros fueron al paro para defenderlo. Vince, que era trotskista y un gran organizador, se acordaba emocionado que sus compañeros hicieron oídos sordos al macartismo imperante.
Y si, me quedó clarísimo no sólo la importancia de transmitir la experiencia y de que los trabajadores conozcan su historia, sino de que eso es algo poderoso y temible para los explotadores. Todos salimos transformados de esa actividad. Ellos porque se acordaron con orgullo y dignidad de su condición. Y nosotros porque vimos en lo concreto que éramos parte de una hermandad clasista mundial.
Siempre me llamó la atención que el mundo trabajador recordara con emoción a los Mártires de Chicago cuyo sacrificio conmemoramos todos los Primero de Mayo. Ellos supieron dar todo para conquistar la jornada de 8 horas y la dignidad obrera. Pero muy pocos en Estados Unidos los recuerdan. De hecho el Día del Trabajo (Labor Day) ni siquiera tiene fecha: es el primer lunes de septiembre y, en general, es el día del picnic de la empresa. La clase obrera estadounidense nos dio el Primero de Mayo, el Día Internacional de la Mujer, la IWW, la huelga solidaria y el boicot. Y también nos dio algunos de los grandes burócratas como Jimmy Hoffa de camioneros, de Samuel Gompers de cigarreros que fue amigo de Marx y también del banquero Morgan y el explotador Rockefeller, y de George Meany de carpinteros que orgullosamente declaró que nunca había ido a la huelga en su vida. Son las dos caras de la contradicción. Y si bien hoy en día la burocracia, la patronal los oprimen y los aplastan, llevan adelante heroicas huelgas y conflictos a pesar de que el Estado hace casi imposible la organización sindical. Y sin embargo los obreros estadounidenses no saben nada de la historia que supieron forjar. ¿Por qué?
Sencillamente porque la burguesía sabe que un obrero instruido es un obrero pensante, y que la historia sirve para transmitir experiencia y aprender nuevas formas de hacer avanzar la causa obrera. Existe una fuerte, y subterránea, disputa sobre toda la historia, y en particular sobre la de la clase obrera. La proliferación de obras y la institucionalización de fechas y figuras tienden a anestesiar a las nuevas generaciones. Por ejemplo, mis alumnos parecen cansados de escuchar decir las mismas cosas cada Primero de Mayo sin mucha vinculación con su realidad actual. Aquí hay un peligro en que la historia se desvincule de la experiencia y de las necesidades de la gente común: allí se repiten anécdotas, son siempre las mismas figuras, y las lecciones planteadas son superficiales. Esto es sumamente peligroso por cuanto la idealización y deshumanización de los protagonistas de la historia tiende a fomentar la pasividad en la población. Dicho de otra manera: si solo gente excepcional hizo la historia, en circunstancias excepcionales, con líderes maravillosos y geniales, ¿cómo podemos hoy hacer nada cuando somos seres humanos comunes con problemas y limitaciones? Por el contrario, yo creo que la historia obrera la hicieron trabajadores y personas comunes, con sus miserias y heroísmos, que en un momento determinado pudieron marcar el devenir histórico del mundo, como ese Primero de Mayo en Chicago de 1886. Eso siempre puede repetirse aunque nunca de la misma forma ni de la misma manera, es parte de la experiencia y de la memoria de los trabajadores y como tal no se pierde, sino que se recurre a ello según sus necesidades. Fueron los trabajadores que ganaron el derecho a la jornada de ocho horas, y aunque no lo recuerden hoy, la realidad es que esto es parte de su experiencia histórica de clase.
La Cámpora después del poder Por Martín Rodríguez Entre la resistencia y el pragmatismo: ¿Hay vida después de Cristina?
¿Qué hará La Cámpora estas elecciones? “Nos vamos del poder, pero quedamos en la política”, dijo un dirigente después del acto en Argentinos Juniors, cuando Máximo Kirchner por fin habló. Mi único heredero es la juventud, pareció hacerle decir Máximo a Cristina hace apenas unos largos meses. Y en aquel momento se visualizaban dos caminos para la juventud kirchnerista: 1) los que imaginaban una vuelta a la resistencia, para hacer del kirchnerismo una identidad sólida fuera del poder, fogueándose en la oposición a un gobierno lo más liberal posible (Macri); 2) y los que ya conociendo concretamente la dura vida de desierto y “resistencia”, veían la posibilidad de integrar un gobierno peronista más amplio para ser una parte, incluso una parte “crítica”, pero adentro (Scioli). A esta hora, Scioli es la única opción real para ganar. Ganar, a la larga, tira más que una yunta de bueyes. Y Randazzo se distingue como lo que es: un cuadro del peronismo bonaerense clásico. No tan competitivo -por el momento- como Scioli.
Probemos un ejercicio comparativo entre kirchnerismo y macrismo, dos identidades opuestas. Pensemos lo que los une aunque suene forzado y alise las diferencias (que es donde, justamente, montan su identidad; aunque supieron tramar negocios y acuerdos). ¿En qué se parecen estos adversarios políticos que se miran desde las antípodas ideológicas? En que los dos nacieron en esta década larga. En que los dos tienen liderazgos piramidales. En que los dos, en distinta escala, convocan a juventudes de las capas medias (aunque unos quieran politizar y otros despolitizar). Y por último, los dos, a su manera, animan un cierto soplo anti político y renovador porque son hijos de la crisis de 2001. Entiéndase en esta “anti política” un tic nervioso frente a la vetusta dirigencia política que llevó a la crisis. Kirchner buscó sumar los “mejores” con la transversalidad ideológica alternativa al PJ y el PRO traer el eficientismo del mundo privado, algo que en los 90 se decía, pero como del menemismo nadie se hace cargo, ahora se volvía a nombrar bajo la forma del sentido común y la racionalidad ascética.
Un viejo cuento del protocolo presidencial decía que sólo tenían permitido el acceso al metro cuadrado que rodeaba a Kirchner los noteros de CQC (la tele vengadora), con quienes Néstor se hacía guiños de complicidad. Kirchner, al igual que Macri, pero por izquierda, al contrario que Macri, conservaba un juicio severo sobre una clase política que veía desgastada, en su hora crítica luego del 2001. El macrismo también fue el emergente tras Cromañón, ahí donde el progresismo porteño se convirtió en una experiencia siniestra. No importa para este análisis lo evidente: que Néstor y Mauricio venían, con trayectos distintos, también de ese fondo de olla. ¿Pero qué es la política, sino reinventarse?
Vamos por más
Si el PRO tiene su sub 40 (¿50?) de cuadros salidos de thinks tanks y ONG’s, es decir, de las usinas que están por afuera de la política partidaria, el kirchnerismo tiene su dirigencia sub 40 (cuarenta y pico) salida de la militancia juvenil (universitaria, de DDHH, barrial) de los años 90, que se alimentaban, en plena crisis, del rechazo a la política clásica. De hecho Axel Kicillof participó del colectivo 501, el que promovía simbólicamente el punto geográfico de la desobediencia civil frente al voto durante esa década. El PRO buscó la renovación discursivamente por afuera de la política, y paradójicamente el kirchnerismo lo hizo invocando la recuperación de las tradiciones de adentro de la política, por ejemplo las juventudes de los años 70 o el primer alfonsinismo. Unos, como recién llegados de la actividad privada y el tercer sector que vienen a donar su tiempo libre (aunque se encarguen de ocultar en los CV su paso por otros gobiernos). Y otros, en el intento de recuperar la práctica militante sepultada. Estoy diciendo que PRO y kirchnerismo reactualizaron la polarización que existía en los 90 pero en un escenario regional (hasta hoy) lo suficientemente distinto y contrahegemónico como para que el 501 gobierne el ministerio de economía y el eficientismo/liberalismo lidere la oposición.
Pero siempre la política hace las cosas más complejas.
Hasta hoy La Cámpora estuvo más presente en la Aduana por donde pasan los candidatos electorales (aunque asegurándose lugares en las listas) que en la promoción de sus propios dirigentes. Tuvieron más que ver con la decisión de colocar frente a Sergio Massa un espejo, un Martín Insaurralde, que con construir su propio MI. Hay un dato que es clave: la vocación de poder no exime que la cultura política de La Cámpora venga -como dijimos- más del estilo militante que del estilo político partidario. ¿Qué significa esto? El militante es organizado pero desprecia el “partido”, se auto-narra sin evaluar su productividad electoral y construye un imaginario que coloca su concepción de Pueblo, Patria, Mundo, en un teatro de representaciones específico y propio. Esa es la diferencia de un Insaurralde o Patricio Mussi (Berazategui) frente a un dirigente acostumbrado más a hablarle a su tribuna. Captar votos es jugar de visitante. La política electoral, esa que se rechazaba con gusto en los años de juventud veinteañera, son los fierros reales de una democracia donde cada hombre es un voto, cada mujer es un voto. Y su búsqueda supone un pastoreo completo, entregado, humilde. Este año, por fin La Cámpora asume que deberá ser parte del esfuerzo electoral, y se sabrá cuánto mide, cuánto es, dónde empieza y dónde termina su legitimidad. Celebrados o estigmatizados, el voto pasa en limpio qué son para la sociedad, más que para los medios de comunicación de cuál o tal capital. Según se adelanta, apostará a tener candidatos en los 15 distritos y ya registra una frase de campaña que es, sencillamente, apenas un mensaje y consuelo hacia adentro: “el candidato es el proyecto”. Con Mariano Recalde (uno de los dirigentes más importantes) comenzaron este ruedo.
Si hasta ahora LC resultó más un fenómeno de participación que un fenómeno de representación, ahora se decidió a jugar. La diputada nacional Mayra Mendoza competirá en Quilmes contra Francisco ‘Barba’ Gutiérrez; el secretario de Justicia, Julián Álvarez, peleará por la intendencia de Lanús, donde talla fuerte el actual intendente, Darío Díaz Pérez; al intendente de Moreno, Mariano West, lo enfrentará el concejal Walter Festa, quien formó un bloque ultra K; y para la intendencia de Mercedes, Juan Ignacio Ustarroz, que es medio hermano de Eduardo “Wado” De Pedro, se medirá de nuevo. Son algunos de los movimientos previstos.
Ahora también LC tiene que buscar votos, internarse en el bosque, sonreír, sudar, besar niños, sangrar la frente y volver con la piel del pueblo, viejo zorro. El hecho de que La Cámpora decida jugar implica no sólo medirse en las urnas sino también, quizás, cambiar a la propia Cámpora, abrirla, digamos que “besando bebés” se aprende también a hacer otra parte de la política. La Cámpora creció en el Estado pero no tiene intendencias, gobernaciones o sindicatos propios. Su espejo histórico, la Juventud Peronista, tuvo una estrategia en 1973 de tensión con Perón (por supuesto que la relación entre Perón y aquella juventud era completamente distinta que la que tiene CFK con sus jóvenes), y en ese caso el despliegue de la Tendencia contabilizaba entre veteranos peronistas afines a los “gobernadores propios”, y disputaba con la burocracia sindical una construcción gremial propia, lo que para muchos fue su error fatal. Ese desarrollo fue entendido con disgusto por el propio Perón, que quiso tener todo propio. Pero mientras el kirchnerismo se apresta a dejar el poder, mientras en las opciones que se barajan dentro del FPV no hay ninguna que se sienta “propia”, la salida ordenada de Cristina tras dos mandatos, es una condición de posibilidad que pareció nunca existir: la izquierda peronista ingresa al juego político que hasta ahora venía siendo a todo o nada (perdés y te vas a tu casa o te volvés marginal o armás un partido chico para no desaparecer) y en cambio ser parte de un espacio mayor.
Se acabó el tiempo de gracia del dedo maternal. Para La Cámpora es el momento de llegar de abajo hacia arriba adonde te lleven los votos.
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Un millón y medio de afroamericanos muertos o encarcelados en EE.UU.
Uno de cada seis hombres negros está preso o muere de forma prematura. En ese contexto se registran los hechos de violencia que tienen lugar en Baltimore.
Por Silvia Arana
Un análisis del diario estadounidense The New York Times resalta esta alarmante cifra: 1.500.000 afroamericanos eliminados de la vida cotidiana. Uno de cada seis hombres negros de 24 a 54 años ha desaparecido de la sociedad estadounidense, por muerte prematura o encarcelamiento.
El homicidio ocupa el primer lugar como causa de muerte de los hombres negros jóvenes. En cuanto al encarcelamiento, recordemos que EE.UU. tiene un récord de presos en el mundo: con el 5% de la población mundial posee el 25% de la población encarcelada. De los 2,3 millones de presos casi el 40% son afroamericanos, quienes solo representan el 12.6% de la población total. Es seis veces más probable que sea encarcelado un hombre negro que uno blanco.
Además de los 1.500.000 hombres negros muertos a temprana edad o presos, varios millones más son marginalizados de la sociedad por el desempleo, la discriminación racial o las sanciones que impiden que una persona con prontuario policial consiga trabajo.
Estos datos provienen del último censo realizado en EE.UU. Pero no reflejan una nueva realidad. Este fenómeno fue registrado por todos los censos de esa nación desde hace cincuenta años. Solo hubo una variante en la razón de la "desaparición" social. A partir de los 80, hubo una leve disminución de las muertes prematuras y un drástico incremento del encarcelamiento de afroamericanos, muchos por delitos menores como posesión de droga.
Desigualdad económica
Estados Unidos es la nación desarrollada con la mayor brecha -desigualdad económica- entre ricos y pobres. La desigualdad de riqueza (ingresos, bienes inmobiliarios, cuentas bancarias) es aún mayor que la desigualdad de ingreso. El 3% de familias con mayor riqueza, posee más del doble que el 90% de las familias con menores recursos. Esta brecha se ha ensanchado continuamente desde fines del siglo XX hasta hoy.
En cuanto a la desigualdad de riqueza por raza, se ha venido acentuando desde la Gran Recesión.Con la explosión de la burbuja inmobiliaria de 2007, las familias negras fueron las más afectadas por los préstamos bancarios depredadores. Al igual que por el desempleo subsiguiente. Hacia fines del siglo XX, la familia blanca media tenía una riqueza seis veces superior a la de la familia negra. Hoy, la brecha se ha duplicado: la familia blanca media posee doce veces más que la negra. La pronunciada desigualdad económica de los afroamericanos sigue agudizándose.
"Estado de emergencia"
Así ha calificado a la situación actual la organización Black Lives Matter (Las vidas de los negros sí importan). Afirma que los departamentos de policía han declarado una guerra contra la comunidad negra. Cita los numerosos casos de violencia policial que causaron la muerte de hombres, niños y mujeres. (Algunos de estos casos de "gatillo fácil" fueron registrados en video.)
Identifica tres tipos de violaciones de los derechos humanos de los negros en EE.UU.: asesinato, encarcelamiento masivo y explotación económica perpetrados por el Estado y las corporaciones.
Black Lives Matter demanda:
- el fin de toda forma de discriminación y el reconocimiento de los derechos humanos de los afroamericanos.
- que acabe la brutalidad policial.
- creación de empleo con salarios dignos, vivienda y acceso a la salud.
- el fin del encarcelamiento masivo organizado por el complejo industrial de prisiones.
- justicia para todos los afroamericanos: hombres, mujeres, trans, gays, lesbianas.
- la libertad de todos los presos políticos de EE.UU.
- la eliminación del complejo industrial-militar manejado por las corporaciones privadas para beneficiarse con la muerte y destrucción de los pueblos del mundo.
2015: Año de resistencia
Para las comunidades negras organizadas, 2015 es un año de resistencia contra la opresión y de lucha irrevocable por el derecho a una vida digna.
El profesor y activista Cornel West lo resumió así:
"La escalada de muerte y sufrimiento en la nación negra y pobre, y la maravillosa nueva militancia expresada en Ferguson debe motivarnos a enfocarnos en lo fundamental: Los temas de vida y muerte como los asesinatos policiales, la pobreza, el encarcelamiento masivo, los drones, el TPP (tratados comerciales injustos), la vigilancia masiva, el deterioro de las escuelas, el desempleo, el poder de Wall Street, la ocupación israelí de Palestina, la resistencia Dalit en India, la catástrofe ecológica."
Frente a las violaciones de los derechos humanos de la nación pobre y negra, será crucial la capacidad organizativa de los movimientos sociales. La indignación frente a los asesinatos policiales de afroamericanos ha sido el detonante de las protestas espontáneas desde Ferguson a Nueva York, San Francisco, Cleveland, Chicago, Baltimore... Las nuevas organizaciones -como "La vida de los negros sí importan" cuyas dirigentes principales son mujeres- tomaron el liderazgo en las calles. Reemplazaron a dirigentes de larga data, como el reverendo Jesse Jackson y el reverendo Al Sharpton, ambos asociados al Partido Demócrata. Las limitaciones políticas de estos dirigentes les habrían impedido percibir el estado explosivo de las comunidades negras y ponerse al frente. Se sumaron a las protestas pero no las lideraron.
Esta nueva generación de afroamericanos tiene un enorme desafío por delante: Confrontar el imperio desde "las entrañas del monstruo", como dijo Martí.
Odiados y descartables Por Alejandro Horowicz
Sucede en historia literaria y también en la política: ese material de poco octanaje pareció predominar ayer en estas PASO.
Existen políticos descartables? ¿Y si los políticos se dividen en odiados y descartables? En historia política, al igual que en la literaria, algunos nombres sólo son retenidos por los especialistas. En su tiempo concitaron gran atención, lograron que las revistas especializadas les dedicaran números, pero imperceptible o abruptamente se desvanecieron. El paso del tiempo no les dio un lugar. ¿Quién recuerda hoy a Lobsang Rampa?
Vale la pena reponer su historia. Rampa no solo escribió una exitosa saga en inglés, traducida a varias lenguas incluso el castellano, sino que declaró que se trataba de una autobiografía. Sus primeros tres libros, El tercer ojo (1956), El médico de Lhasa (1959) y El cordón de plata (1960) fueron best sellers donde cuenta cómo llega a ser un monje-médico en el Monasterio de Chakpori, para terminar alcanzando el título de lama. La peripecia incluye un viaje a la China de Chiang Kai-shek (jefe de las tropas nacionalistas, histórico enemigo del comunismo) antes de la victoria del ejército popular de Mao. Allí Rampa estudiará medicina en la Universidad de Chunking, graduándose en cirugía, para participar como oficial médico durante la invasión japonesa. Capturado y llevado a Tokio, interrogado y torturado, durante el bombardeo atómico de Hiroshima logra escapar a la URSS; detenido en Moscú por la KGB, torturado y vuelto a interrogar, vuelve a huir y tras una compleja seguidilla de milagros llega al Reino Unido.
La maquinaria política no funciona tan distinto. El talento siempre será un bien escaso.
Esa es la historia que Rampa publica y por cierto no era fácil de aceptar. El hombre exageraba, bastaba que no fuera una "historia verídica", que aceptara el estatuto de la ficción, para que nadie lo pusiera en tela de juicio, pero hizo otra cosa.
Heinrich Harrer, explorador y tibetologista que pretendía ser el único europeo preocupado por la libertad del Tibet, contrata a Clifford Burgess, investigador privado de Livepool, para desnudar el fraude Lobsang Rampa. Los hallazgos de Burgess son publicados en el Daily Mail, febrero del '58, y sucintamente demuestran que Rampa no existe. El autor del libro era Cyril Henry Hoskin, que había nacido en Plympton, Devon en 1910, como hijo de un humilde plomero. Por cierto nunca había estado en el Tíbet, ni hablaba tibetano, no era monje, y jamás fue torturado por la KGB. En 1948, había cambiado legalmente su nombre por Carl Kuon Suo antes de adoptar el victorioso nom de plume final.
Al ser confrontado con el resultado de las pesquisas Rampa volvió a subir la apuesta. No negó haber nacido como Cyril Hoskin, pero explicó que su cuerpo se hallaba ahora ocupado por el espíritu de Lobsang Rampa. Y esta es si se quiere la historia final: se había caído de un abeto en su jardín en Thames Ditton, Surrey al intentar fotografiar un búho. Mientras permanecía inconsciente recibió la inesperada visita de un monje budista con su túnica azafrán. El monje le comunicó que iba a tomar posesión de su cuerpo; y Hoskin aceptó encarnar hasta el fin de sus días a Lobsang Rampa.
La potencia literaria de algunos personajes excede lo imaginable. ¿Quién podía pensar que Heinrich Harrer, autor de Siete años en el Tibet, especialista reputado traducido a 48 idiomas y denunciador de Rampa era un oficial de las SA? La Stern, revista alemana de gran prestigio, dio a conocer su curriculum que Harrer primero negó. ¿El defensor del Tíbet un nazi? Cuando las pruebas irrefutables fueron presentadas terminó por aceptarlas parcialmente, y luego el olvido se lo devoró también a él. Ambos, Rampa y Harrer, a su manera y con distinta valía no resistieron la memoria. Y ambos terminaron siendo curiosidades "literarias".
Es evidente que Hoskin – Rampa no vivió para la literatura aunque tuviera una potente imaginación, sino que apostó por poner la literatura a su servicio. La industria editorial reprodujo, con más o menos éxito, operaciones similares. Una necesidad sistémica –vender libros– impone sus propias reglas, y los lectores si disfrutan del texto no suelen ser excesivamente puntillosos. Los méritos del autor quedan en un discreto segundo plano, el éxito de ventas sostiene durante un tiempo la existencia de una larga lista de descartables cuyos aniversarios nunca existirán.
La maquinaria política no funciona tan distinto. El talento siempre será un bien escaso. Hace mucho que la política no convoca a los mejores. Con un añadido, convocarlos no supone darles un lugar, o al menos el lugar que sus egos soñaron. De modo que la "fábrica" arrima productos sustitutivos: los descartables. Hombres o mujeres que en realidad no fueron habitados por ningún monje tibetano, que no se proponen cambiar el mundo, cuyas habilidades suelen ser enigmáticas, pero eso si dispuestos a someterse a la lógica del poder. Como no tienen particulares ideas sobre casi nada no tienen que "traicionarse", como no se proponen avanzar en cierta dirección están dispuestos a dejar hacer, y como quieren evitar los conflictos siempre están más que preparados a escuchar la razonabilidad del orden existente. Dicho de un tirón: son programáticamente descartables, por eso la lucha entre descartables es sencillamente feroz dado que la oportunidad es lo único que hace la diferencia.
Algún descartable llega, otros logran sobrevivir años, no vacilan ante nada, resultan incombustibles, el ridículo les es ajeno, y creen fervientemente que la tapa de un diario acompañado por el noticiero de la TV "organizan la opinión pública". La contabilidad de su éxito pasa por el centimil en la prensa que los incluye, y la norma de su fracaso es la foto no publicada, la entrevista que no sale al aire, y el sondeo que no los ubica en lugares expectantes. Ese material de poco octanaje pareció predominar ayer en estas PASO.
¿Y los odiados? En la historia nacional dos hombres y una mujer integran tan escogido pelotón: Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Evita. Cuando el golpe del 30 depone al presidente constitucional sin resistencia, una multitud arrasa su vivienda. Las fotos del desastre, la casa de Yirgoyen asolada, no dejan de conmover; pero bastaron tres años, para que su muerte provocara inenarrables escenas de dolor colectivo. ¿Los que arrasaron y los que lloraron son los mismos? No. Es que la categoría de odiados suele ir acompañada de su reverso: un nivel de acrítica valoración popular, intenso amor plebeyo que la historia recoge no sin cierto asombro.
El general Perón fue sin duda el hombre más amado y más odiado de su tiempo. La fórmula Perón o Muerte sintetizó la tragedia nacional, para terminar siendo Perón y muerte. La fiesta de su regreso definitivo, el 20 de junio del '73, fue el pórtico que inauguró una intensa lucha de tendencias. El hombre que convocara a todos para combatir el gobierno militar del general Alejandro Lanusse, intentó desmovilizar su base dinámica tras las elecciones. El error resultó insoportable, a las palabras no se las lleva el viento. Y los enfrentamientos dentro del peronismo incorporaron a la Triple A, primero, y los decretos de aniquilación de la "subversión", firmados por María Estela Martínez de Perón e Ítalo Luder, más luego. El horizonte del '76 existía en el '75, y tras el golpe de marzo se inició la caza de los militantes.
Tanto Perón como Yrigoyen son figuras históricas. Figuras fagocitadas por la historia, cuya presencia actual remite a lo mítico, ya que lo político actúa en otro terreno. Evita, la única mujer de la historia sudamericana con semejante lugar, tiene otro carácter. Es evidente que no es una descartable, como también es evidente que la naturaleza de su poder siempre paso por sintetizar la palabra de los excluidos. La voz de los que no tienen voz irrumpió en los corazones humildes, y una ópera rock multiplicó el alarido hasta las pantallas del primer mundo. Queda por ver en qué lugar ubicará la Historia a Néstor y Cristina, que son parte de los odiados -amados. La elección de ayer apenas sirve para evaluar a los encuestadores, y pone blanco sobre negro el quien es quien de la política nacional: la nueva lista de descartables que van a parar a la siempre renovada mesa de saldos.
iNFO|news
Existen políticos descartables? ¿Y si los políticos se dividen en odiados y descartables? En historia política, al igual que en la literaria, algunos nombres sólo son retenidos por los especialistas. En su tiempo concitaron gran atención, lograron que las revistas especializadas les dedicaran números, pero imperceptible o abruptamente se desvanecieron. El paso del tiempo no les dio un lugar. ¿Quién recuerda hoy a Lobsang Rampa?
Vale la pena reponer su historia. Rampa no solo escribió una exitosa saga en inglés, traducida a varias lenguas incluso el castellano, sino que declaró que se trataba de una autobiografía. Sus primeros tres libros, El tercer ojo (1956), El médico de Lhasa (1959) y El cordón de plata (1960) fueron best sellers donde cuenta cómo llega a ser un monje-médico en el Monasterio de Chakpori, para terminar alcanzando el título de lama. La peripecia incluye un viaje a la China de Chiang Kai-shek (jefe de las tropas nacionalistas, histórico enemigo del comunismo) antes de la victoria del ejército popular de Mao. Allí Rampa estudiará medicina en la Universidad de Chunking, graduándose en cirugía, para participar como oficial médico durante la invasión japonesa. Capturado y llevado a Tokio, interrogado y torturado, durante el bombardeo atómico de Hiroshima logra escapar a la URSS; detenido en Moscú por la KGB, torturado y vuelto a interrogar, vuelve a huir y tras una compleja seguidilla de milagros llega al Reino Unido.
La maquinaria política no funciona tan distinto. El talento siempre será un bien escaso.
Esa es la historia que Rampa publica y por cierto no era fácil de aceptar. El hombre exageraba, bastaba que no fuera una "historia verídica", que aceptara el estatuto de la ficción, para que nadie lo pusiera en tela de juicio, pero hizo otra cosa.
Heinrich Harrer, explorador y tibetologista que pretendía ser el único europeo preocupado por la libertad del Tibet, contrata a Clifford Burgess, investigador privado de Livepool, para desnudar el fraude Lobsang Rampa. Los hallazgos de Burgess son publicados en el Daily Mail, febrero del '58, y sucintamente demuestran que Rampa no existe. El autor del libro era Cyril Henry Hoskin, que había nacido en Plympton, Devon en 1910, como hijo de un humilde plomero. Por cierto nunca había estado en el Tíbet, ni hablaba tibetano, no era monje, y jamás fue torturado por la KGB. En 1948, había cambiado legalmente su nombre por Carl Kuon Suo antes de adoptar el victorioso nom de plume final.
Al ser confrontado con el resultado de las pesquisas Rampa volvió a subir la apuesta. No negó haber nacido como Cyril Hoskin, pero explicó que su cuerpo se hallaba ahora ocupado por el espíritu de Lobsang Rampa. Y esta es si se quiere la historia final: se había caído de un abeto en su jardín en Thames Ditton, Surrey al intentar fotografiar un búho. Mientras permanecía inconsciente recibió la inesperada visita de un monje budista con su túnica azafrán. El monje le comunicó que iba a tomar posesión de su cuerpo; y Hoskin aceptó encarnar hasta el fin de sus días a Lobsang Rampa.
La potencia literaria de algunos personajes excede lo imaginable. ¿Quién podía pensar que Heinrich Harrer, autor de Siete años en el Tibet, especialista reputado traducido a 48 idiomas y denunciador de Rampa era un oficial de las SA? La Stern, revista alemana de gran prestigio, dio a conocer su curriculum que Harrer primero negó. ¿El defensor del Tíbet un nazi? Cuando las pruebas irrefutables fueron presentadas terminó por aceptarlas parcialmente, y luego el olvido se lo devoró también a él. Ambos, Rampa y Harrer, a su manera y con distinta valía no resistieron la memoria. Y ambos terminaron siendo curiosidades "literarias".
Es evidente que Hoskin – Rampa no vivió para la literatura aunque tuviera una potente imaginación, sino que apostó por poner la literatura a su servicio. La industria editorial reprodujo, con más o menos éxito, operaciones similares. Una necesidad sistémica –vender libros– impone sus propias reglas, y los lectores si disfrutan del texto no suelen ser excesivamente puntillosos. Los méritos del autor quedan en un discreto segundo plano, el éxito de ventas sostiene durante un tiempo la existencia de una larga lista de descartables cuyos aniversarios nunca existirán.
La maquinaria política no funciona tan distinto. El talento siempre será un bien escaso. Hace mucho que la política no convoca a los mejores. Con un añadido, convocarlos no supone darles un lugar, o al menos el lugar que sus egos soñaron. De modo que la "fábrica" arrima productos sustitutivos: los descartables. Hombres o mujeres que en realidad no fueron habitados por ningún monje tibetano, que no se proponen cambiar el mundo, cuyas habilidades suelen ser enigmáticas, pero eso si dispuestos a someterse a la lógica del poder. Como no tienen particulares ideas sobre casi nada no tienen que "traicionarse", como no se proponen avanzar en cierta dirección están dispuestos a dejar hacer, y como quieren evitar los conflictos siempre están más que preparados a escuchar la razonabilidad del orden existente. Dicho de un tirón: son programáticamente descartables, por eso la lucha entre descartables es sencillamente feroz dado que la oportunidad es lo único que hace la diferencia.
Algún descartable llega, otros logran sobrevivir años, no vacilan ante nada, resultan incombustibles, el ridículo les es ajeno, y creen fervientemente que la tapa de un diario acompañado por el noticiero de la TV "organizan la opinión pública". La contabilidad de su éxito pasa por el centimil en la prensa que los incluye, y la norma de su fracaso es la foto no publicada, la entrevista que no sale al aire, y el sondeo que no los ubica en lugares expectantes. Ese material de poco octanaje pareció predominar ayer en estas PASO.
¿Y los odiados? En la historia nacional dos hombres y una mujer integran tan escogido pelotón: Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Evita. Cuando el golpe del 30 depone al presidente constitucional sin resistencia, una multitud arrasa su vivienda. Las fotos del desastre, la casa de Yirgoyen asolada, no dejan de conmover; pero bastaron tres años, para que su muerte provocara inenarrables escenas de dolor colectivo. ¿Los que arrasaron y los que lloraron son los mismos? No. Es que la categoría de odiados suele ir acompañada de su reverso: un nivel de acrítica valoración popular, intenso amor plebeyo que la historia recoge no sin cierto asombro.
El general Perón fue sin duda el hombre más amado y más odiado de su tiempo. La fórmula Perón o Muerte sintetizó la tragedia nacional, para terminar siendo Perón y muerte. La fiesta de su regreso definitivo, el 20 de junio del '73, fue el pórtico que inauguró una intensa lucha de tendencias. El hombre que convocara a todos para combatir el gobierno militar del general Alejandro Lanusse, intentó desmovilizar su base dinámica tras las elecciones. El error resultó insoportable, a las palabras no se las lleva el viento. Y los enfrentamientos dentro del peronismo incorporaron a la Triple A, primero, y los decretos de aniquilación de la "subversión", firmados por María Estela Martínez de Perón e Ítalo Luder, más luego. El horizonte del '76 existía en el '75, y tras el golpe de marzo se inició la caza de los militantes.
Tanto Perón como Yrigoyen son figuras históricas. Figuras fagocitadas por la historia, cuya presencia actual remite a lo mítico, ya que lo político actúa en otro terreno. Evita, la única mujer de la historia sudamericana con semejante lugar, tiene otro carácter. Es evidente que no es una descartable, como también es evidente que la naturaleza de su poder siempre paso por sintetizar la palabra de los excluidos. La voz de los que no tienen voz irrumpió en los corazones humildes, y una ópera rock multiplicó el alarido hasta las pantallas del primer mundo. Queda por ver en qué lugar ubicará la Historia a Néstor y Cristina, que son parte de los odiados -amados. La elección de ayer apenas sirve para evaluar a los encuestadores, y pone blanco sobre negro el quien es quien de la política nacional: la nueva lista de descartables que van a parar a la siempre renovada mesa de saldos.
iNFO|news
29 de Abril de 2015 Aquel primer encuentro fue el 30 de abril de 1977 La ronda de las Madres cumple hoy 38 años
Habrá distintas actividades. Hebe encabezará un acto en la ex ESMA. Y la Línea Fundadora convocó al monumento a Belgrano.
Madres de Plaza de Mayo recordarán entre hoy y mañana la primera vez que se reunieron para marchar alrededor de la Pirámide de Mayo, 38 años atrás. Las dos agrupaciones conmemorarán aquel histórico primer encuentro del 30 de abril de 1977 con diferentes actos y actividades.
La Asociación Madres de Plaza de Mayo, encabezada por Hebe de Bonafini, realizará hoy a las 11 un acto en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), en la ex ESMA.
En coincidencia con el séptimo aniversario de la llegada de las Madres a ese espacio, inaugurarán la biblioteca Hamlet Lima Quintana, en honor a un poeta fallecido, y un espacio dedicado a los niños que llevará el nombre del escritor fallecido Gustavo Roldán.
Por la tarde, realizarán un acto en Tribunales donde presentarán una lista de jueces, fiscales y dirigentes sindicales que actuaron en la dictadura y entregarán el registro del 'juicio ético y político' a la Justicia cómplice que realizaron las Madres en 2010.
Mañana, día del aniversario, instalará una radio abierta en la Plaza de Mayo que recibirá a las Madres para su marcha a las 15:30, y cerrarán con un recital en la puerta de la asociación, Hipólito Yrigoyen 1584, donde actuarán Víctor Heredia e Ignacio Copani.
Por otro lado, la Línea Fundadora de Madres también convocó a compartir la ronda durante el aniversario en la Plaza de Mayo. "A 38 años del inicio de nuestro movimiento de Resistencia Pacífica”, comienza el comunicado emitido, que invita a compartir la ronda a las 15:30 en el monumento a Manuel Belgrano para recordar el primer encuentro en esa misma Plaza. "Les pedimos que nos acompañen sin esgrimir banderas partidarias. No es un acto político, es un Hecho Social. Memoria. Verdad. Justicia", solicitaron.
La agrupación presentará hoy el libro "Las viejas", que relata la historia de la organización en base a testimonios de sus protagonistas. Las Madres que dieron su testimonio estarán a las 16.:30 en la 41ª edición de la Feria Internacional del Libro, junto a Virginia Giannoni, coordinadora del libro, y Constanza Brunet, editora de Marea Editorial. «
La Asociación Madres de Plaza de Mayo, encabezada por Hebe de Bonafini, realizará hoy a las 11 un acto en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), en la ex ESMA.
En coincidencia con el séptimo aniversario de la llegada de las Madres a ese espacio, inaugurarán la biblioteca Hamlet Lima Quintana, en honor a un poeta fallecido, y un espacio dedicado a los niños que llevará el nombre del escritor fallecido Gustavo Roldán.
Por la tarde, realizarán un acto en Tribunales donde presentarán una lista de jueces, fiscales y dirigentes sindicales que actuaron en la dictadura y entregarán el registro del 'juicio ético y político' a la Justicia cómplice que realizaron las Madres en 2010.
Mañana, día del aniversario, instalará una radio abierta en la Plaza de Mayo que recibirá a las Madres para su marcha a las 15:30, y cerrarán con un recital en la puerta de la asociación, Hipólito Yrigoyen 1584, donde actuarán Víctor Heredia e Ignacio Copani.
Por otro lado, la Línea Fundadora de Madres también convocó a compartir la ronda durante el aniversario en la Plaza de Mayo. "A 38 años del inicio de nuestro movimiento de Resistencia Pacífica”, comienza el comunicado emitido, que invita a compartir la ronda a las 15:30 en el monumento a Manuel Belgrano para recordar el primer encuentro en esa misma Plaza. "Les pedimos que nos acompañen sin esgrimir banderas partidarias. No es un acto político, es un Hecho Social. Memoria. Verdad. Justicia", solicitaron.
La agrupación presentará hoy el libro "Las viejas", que relata la historia de la organización en base a testimonios de sus protagonistas. Las Madres que dieron su testimonio estarán a las 16.:30 en la 41ª edición de la Feria Internacional del Libro, junto a Virginia Giannoni, coordinadora del libro, y Constanza Brunet, editora de Marea Editorial. «
Talleres clandestinos
Tras la muerte de dos nenes, acusan al gobierno porteño de proteger a los talleres clandestinos
El inspector porteño, Edgardo Castro denunció que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires “aplica un mecanismo de protección a los talleres clandestinos” que evita que los mismos puedan ser clausurados.
“Este mecanismo se aplica permanentemente. Este taller ya había sido denunciado. ¿Por qué seguía funcionando? Porque el director general de Protección del Trabajo, Fernando Macchi, en lugar de proteger a los trabajadores como su función lo indica, protege a los empleadores, y en este caso peor aún porque protegió a un taller clandestino”, subrayó Castro a Télam.
Explicó que Macchi, “cuando le llega una actuación de algún inspector sobre irregularidades en una empresa, o que descubre un taller clandestino, en lugar de proceder a su fiscalización para su clausura, notifica por escrito al empresario que hay una denuncia en su contra y le avisa que lo pueden clausurar”.
“Entonces, ya avisado, el empresario toma los recaudos necesarios para evitar una próxima inspección, porque cuando llegan inspectores con poder de clausura, o no les abren, o directamente los sacan corriendo, porque se sienten poderosos, amparados, protegidos por el gobierno porteño”, afirmó Castro.
Así, puntualizó que el gobierno de Macri “notifica a los denunciados, los pone en alerta, y así se arma una verdadera mecánica de protección de los talleres clandestinos”.
El gobierno de Macri “notifica a los denunciados, los pone en alerta, y así se arma una verdadera mecánica de protección de los talleres clandestinos”.
El inspector recordó que “en la época en que Aníbal Ibarra era jefe de Gobierno porteño, hubo un siniestro similar en un taller clandestino en la calle Luis Viale, en Flores, donde murieron dos chiquitos”.
“La diferencia con Macri es que Ibarra en esa ocasión denunció al director de Trabajo, Florencio ‘Pichi’ Varela. En cambio ahora no va a ocurrir lo mismo con Macchi, quien debería renunciar, porque él recibió la denuncia, y notificó al taller en lugar de ir a clausurarlo”, sostuvo Castro, quien denunció las irregularidades en el depósito de Iron Mountain tres años antes que se produjera el incendio que le produjo la muerte a diez bomberos, declarado intencional por la Policía Federal.
El inspector también criticó al superior de Macchi, el subsecretario de Trabajo, Ezequiel Sabor, al señalar que “si se hubieran hecho 60.000 inspecciones, como él dijo, no habría un taller clandestino en la ciudad, y ni un solo trabajador en negro”.
La denuncia de La Alameda
Sobre la tragedia, el titular de la ONG La Alameda, Gustavo Vera, señaló sobre las irregularidades: "No solo teníamos conocimiento, sino que habíamos radicado la denuncia de seis talleres en la misma cuadra, incluyendo el que se incendió. El dueño escondió en uno de estos talleres a los costuristas que sobrevivieron al incendio. Ya habíamos hecho la denuncia en septiembre del año pasado y nunca los investigaron".
En declaraciones a radio El Mundo, el ex precandidato a Jefe de gobierno porteño apuntó que "los talleristas venden la mercancía a veces a La Salada, a los manteros que los explotan, porque los manteros tienen que pagarle a los talleristas y después a la policía que pide coimas para que puedan seguir operando".
Además, Vera puntualizó que "no hay comisaria que no recaude ilegalmente alrededor de 4 millones de pesos por mes y esto se divide en el presupuesto para el funcionamiento de las comisarias, una segunda parte que va para los altos oficiales de las comisarias en donde se puede comprobar fácilmente. Si uno saca fotos a las propiedades de los comisarios y subcomisarios va a ver que no condice con su salario. Y la tercera parte va a los responsables la política de seguridad de la zona.
"No hay comisaria que no recaude ilegalmente alrededor de 4 millones de pesos por mes".
"En este taller lo que pasó es que a los chicos de los costureros se los guarda, así no entorpecen la producción y en este taller que se incendió, los chicos estaban en un cuarto en el piso de arriba. La comisaria 50 recauda coimas de todos los talleres instalados en Floresta", denunció.
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