Entre septiembre de 2010 y diciembre de 2013 el Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos relevó 73 casos de personas que habían sido víctimas de agresiones físicas por parte de la Policía Bonaerense y de otras fuerzas de seguridad durante los dos meses previos a la entrevista.
De los 73 casos relevados por el Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos, 69 eran varones y 4 mujeres, y el 86% de las víctimas tenía menos de 34 años, es decir, se trata de una población joven. Estos hechos de violencia que han sufrido implican distintos actos, gestos, modos de agredir físicamente a las personas.
A través del instrumento del RNCT las personas entrevistadas pudieron describir hasta 3 hechos de agresión física por parte de funcionarios públicos (policiales, penitenciarios o de minoridad) padecidos en los 60 días previos a la entrevista. Trabajando exclusivamente con los hechos en los que los agresores eran policías bonaerenses o miembros de otras fuerzas de seguridad - como Gendarmería -, 56 víctimas describieron 1 hecho de tortura física y 17 personas describieron 2 hechos, por lo cual cuentan con la descripción en detalle de 90 hechos de agresiones físicas policiales.
De allí concluyen que “las fuerzas de seguridad aplican más de una forma de violencia sobre los cuerpos de las víctimas, en promedio casi 2 actos por hecho. Las golpizas están presentes en la gran mayoría de las agresiones, esto es, las víctimas son golpeadas por varias personas durante un tiempo sostenido. Y luego registramos patadas, golpes de manos o puños y con elementos contundentes como palos, cachiporras o la culata de armas”.
“También relataron las víctimas”, agregan, “despliegues de violencia intensa no sólo física sino con una gran carga simbólica como la asfixia (submarinos seco y húmedo), tiros con balas de plomo, amenaza de fusilamiento y abuso sexual”.
A continuación publicamos algunos de los testimonios que recoge el informe:
"Cuando llegué a la comisaría me desnudaron y me pegaron. Estaba en un calabozo, entraron 2 policías y me pegaban patadas y con un palo haciéndome preguntas".
"Fue muy duro. Me dejaron en un calabozo y entraban y me daban con todo: patadas, piñas y muy duro con una cachiporra en la mano. Me duele mucho. Me quedaron moretones en el cuerpo, la cara hinchada, los labios partidos y no puedo mover el dedo (anular) de la mano (izquierda)".
"Me cayeron como 3 patrulleros, me pisaron la cabeza, la espalda, me pegaron piñas y patadas".
"Me pegaron cuando entré a la comisaría, los 2 policías que me habían detenido y otros 4. Me dejaron en una celda, entraban y me golpeaban con patadas y piñas".
Múltiples agresores
Quienes sufrieron este tipo de agresiones dan cuenta del hecho de que una de las características de la violencia física policial es la confluencia de varios agresores en simultáneo. “En 62 hechos las víctimas pudieron individualizar la cantidad de agentes que participaron en los mismos. En total contabilizamos 278 victimarios ejerciendo violencia física, lo que da un promedio de más de 4 agentes por hecho”, agrega el informe. “Esta brutal descarga de violencia suele implicar para las víctimas lesiones físicas, muchas veces de gravedad”.
Uno de los puntos de la investigación fue preguntarle a las víctimas si identificaban un desencadenante de las agresiones físicas. “Sus respuestas nos permitieron reconocer al menos tres motivos preponderantes en los hechos violentos”.
1 – “Por un lado encontramos agresiones que son asociadas por las víctimas a un fin utilitario por parte de la policía, aquella violencia que ejercen para obtener algo: una confesión, información sobre otras personas involucradas en el hecho o sobre la ubicación de armas o botines, para conseguir dinero u otros bienes de las personas detenidas. 'Los de la brigada me llevaron a un cuartito. Estaba esposado. Me pegaban en las rodillas, en las piernas y me hacían arrodillar y me pegaban piñas en la cara para que dijera dónde estaba mi compañero '”.
2 – “En segundo lugar encontramos agresiones físicas que son interpretadas por las víctimas como una represalia por parte de las fuerzas policiales ante su negativa a cumplir alguna orden o indicación como entregarles dinero o bienes, a proporcionar información o por resistirse a alguna medida. 'Cuando caí detenido la policía me pidió 26.000 pesos para salir. En la comisaría me volvieron a pedir plata y me pegaron porque dije que no '".
3 – “Y luego encontramos toda una serie de "motivos" que se relacionan con la sindicación de una indocilidad difusa en las víctimas como hacer pedidos o reclamos, generar algún esfuerzo o incomodidad a la policía, por tener "problemas" previos con las fuerzas por hechos o detenciones anteriores, entre otros. 'Tenía hacía 2 horas el precinto de las manos y por pedir que me lo sacaran me pegaron patadas en la cabeza y en las costillas '".
“En todos los casos las agresiones físicas (re)marcan las asimetrías entre víctimas y victimarios y remiten a la docilización de las personas detenidas. Y al mismo tiempo, la amplia variedad de desencadenante s de la violencia física da cuenta no sólo de la arbitrariedad de estas prácticas sino también de la crueldad que las signa, cuando lo que persiguen en última instancia es la producción de dolor. Esta diversidad de "motivos", además, agrega un plus de incertidumbre para las víctimas, en tanto cualquier gesto puede llegar ser causa de una respuesta violenta por parte de las fuerzas policiales”.
Desde la RNCT sostienen que “las torturas suponen una multiplicidad de prácticas violentas convergentes en un mismo hecho. En los testimonios sobre agresiones físicas esto se evidencia en las recurrentes referencias a otros tipos de malos tratos y/o torturas que releva el propio Registro de manera desagregada. De esta manera, no sólo son lastimados los cuerpos de las víctimas sino también se violentan sus pertenencias, se infunde el temor a nuevas violencias y se impacta en su subjetividad, en hechos que evidencian la absoluta disposición de la policía sobre las personas detenidas”.
El contexto de las agresiones y sus implicancias
La violencia física policial se despliega especialmente en tres circunstancias: durante la aprehensión en la vía pública, en el móvil de traslado a la dependencia policial o en la propia comisaría.
“En las dependencias policiales relevamos las formas de violencia más "complejas", en el sentido de que su ejercicio requiere cierto tiempo y/o elementos específicos, como el submarino, y también en una comisaría se produjo el caso registrado de abuso sexual”, agrega el informe.
A continuación, otros testimonios recogidos por la RNCT:
"Me agarraron entre 7 policías y 3 me pegaban patadas, me golpeaban. Me pusieron 2 veces una bolsa en la cabeza y me desmayé las 2 veces. Estaba todo marcado, con la costilla rota".
"En la comisaría me llevaron a un cuartito y empezaron a pegarme. Me hicieron arrodillar, esposado en la espalda. Me ponen dos bolsas blancas ajustadas al cuello y empiezan a pegarme en las costillas y en la cara. Me pegaban patadas, piñas".
"Estaba en la celda de la comisaría y entró un oficial. Me amenazó y empezó a tocarme los pechos. Paró porque yo empecé a gritar".
Además, “cuando las torturas físicas se producen en la vía pública (o durante allanamientos) muchas veces son presenciadas por personas cercanas a las víctimas. Esta situación suele ser subrayada como agravante, tanto por la humillación de ser vistas en esas condiciones como por la preocupación, el temor y el sufrimiento que genera en sus seres queridos”.
"Me pisaron los dedos y me partieron los dientes. Estaba con mi hijo y la mamá de mi hijo", cuenta una de las víctimas. "Me pegaron en la esquina de mi casa, enfrente de mi hija. Me detuvieron 3 policías de civil y me golpearon, me agarraron del pelo y me colgaron esposada de un poste", agrega otra. En algunos hechos se registró incluso la participación de civiles (transeúntes o damnificados) en las agresiones: "Me golpearon entre muchos policías y los familiares del damnificado. Me molieron a golpes y palos".
“Estos relatos son muestra de que la policía no tiene reparo en ocultar los malos tratos y las torturas que ejerce, lo cual nos remite a la impunidad con la que cuentan los victimarios y plantea el interrogante sobre el papel de la legitimación social en estos hechos”, concluye el informe.
Síntesis del documento
En su tramo final, en el análisis de las agresiones físicas policiales en la Provincia de Buenos Aires, la RNCT dice reconocer “hechos en los que se combinan distintos actos violentos con intervención de todos o casi todos los agentes presentes y que lesionan gravemente a las víctimas. Asimismo se registran otros tipos de tortura asociados y toda una serie de prácticas suplementarias que tienen como objeto la degradación y la sujeción de las personas detenidas. Y se trata de prácticas que por su arbitrariedad y su crueldad no sólo generan una gran incertidumbre y producen un intenso dolor en las víctimas, sino que se presentan como inevitables, recurrentes y sistemáticas”.
“Al analizar el contexto en el que se producen estos hechos señalamos la gravosidad y brutalidad que presentan en las distintas circunstancias, así como la impunidad con la que cuentan los victimarios. Y en este sentido es importante dejar al menos señalado el papel central del poder judicial en la (re)producción de estas prácticas, cuando inhibe denuncias, no otorga protección a los denunciantes, no condena a los torturadores”.
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