Sobre Fundamentalismo, Integrismo e Islamismo
Por José Luis Muñoz Azpiri (h)
"La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio. Discriminar en nombre de Dios es inhumano."
S.S. Francisco. Tirana (Albania) 2014
Tal vez, nunca más oportunas las expresiones y los deseos de "El Papa del Fin del Mundo", como él mismo se definió, dado los tiempos que corren y las cosas que acontecen. Pero quien conozca algo de las llamadas religiones del Libro sabe que en ellas - por estar basadas en textos - todo es cuestión de interpretación. En el antiguo Testamento, el mismo Dios que promulga el "no matarás" (Deut. V,17) ordena combatir a otros pueblos "hasta el exterminio total", sin compasión alguna (Deut.VII, 2). Cuando la caída de Jericó, el pueblo elegido pasó "al filo de la espada a hombres, mujeres, niños y ancianos" (Jos. VI,21). El Corán, por su parte, se inicia con la invocación de Alá, el Misericordioso ( I, 1), pero Alá es también el Maestro de la Venganza (V, 95 y III,4) que invita a matar a los incrédulos (VIII, 39) y a los politeístas (IX,5) y, curiosamente, elogia a quienes les concede asilo (IX, 6). Y el propio Jesús, el Cordero, en los Evangelios impone ofrecer la otra mejilla al que recibe una bofetada (Mt. V,39), pero echa a latigazos a los mercaderes del templo (Jn. II, 14) y dice que no ha venido a traer la paz, sino a desenvainar la espada (Mt. X, 34).
El problema no es solo que el mensaje del Libro o los Libros carece de claridad y muchas veces de coherencia, sino que sus supuestos destinatarios se la han ingeniado, a lo largo de los siglos, para instrumentarlos como eficaces herramientas de legitimación del poder o de necesidades políticas. El ¡Dios lo quiere! atronó no sólo en las Cruzadas, aún hoy suena en el mismo escenario, en Nigeria y en el Cuerno de África.
"Hasta unos podría sospechar que el Dios único - propio de los monoteísmos judío, cristiano y musulmán - con su monopolio de la verdad y la terminante exclusión de todo lo que se le opone, se presta más a las guerras santas que los dioses más regionales del politeísmo antiguo. Éstos, al menos, no tenían pretensiones de dominio universal, lo que los hacía menos aptos para justificar cruzadas redentoras o reivindicativas, El fervor bélico parece más característico de los seguidores de Aquel que no admite ninguna competencia y que, en el propio Libro, se autotitula un Dios celoso (Deut.V.9)" (1)
Por José Luis Muñoz Azpiri (h)
"La religión auténtica es fuente de paz y no de violencia. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio. Discriminar en nombre de Dios es inhumano."
S.S. Francisco. Tirana (Albania) 2014
Tal vez, nunca más oportunas las expresiones y los deseos de "El Papa del Fin del Mundo", como él mismo se definió, dado los tiempos que corren y las cosas que acontecen. Pero quien conozca algo de las llamadas religiones del Libro sabe que en ellas - por estar basadas en textos - todo es cuestión de interpretación. En el antiguo Testamento, el mismo Dios que promulga el "no matarás" (Deut. V,17) ordena combatir a otros pueblos "hasta el exterminio total", sin compasión alguna (Deut.VII, 2). Cuando la caída de Jericó, el pueblo elegido pasó "al filo de la espada a hombres, mujeres, niños y ancianos" (Jos. VI,21). El Corán, por su parte, se inicia con la invocación de Alá, el Misericordioso ( I, 1), pero Alá es también el Maestro de la Venganza (V, 95 y III,4) que invita a matar a los incrédulos (VIII, 39) y a los politeístas (IX,5) y, curiosamente, elogia a quienes les concede asilo (IX, 6). Y el propio Jesús, el Cordero, en los Evangelios impone ofrecer la otra mejilla al que recibe una bofetada (Mt. V,39), pero echa a latigazos a los mercaderes del templo (Jn. II, 14) y dice que no ha venido a traer la paz, sino a desenvainar la espada (Mt. X, 34).
El problema no es solo que el mensaje del Libro o los Libros carece de claridad y muchas veces de coherencia, sino que sus supuestos destinatarios se la han ingeniado, a lo largo de los siglos, para instrumentarlos como eficaces herramientas de legitimación del poder o de necesidades políticas. El ¡Dios lo quiere! atronó no sólo en las Cruzadas, aún hoy suena en el mismo escenario, en Nigeria y en el Cuerno de África.
"Hasta unos podría sospechar que el Dios único - propio de los monoteísmos judío, cristiano y musulmán - con su monopolio de la verdad y la terminante exclusión de todo lo que se le opone, se presta más a las guerras santas que los dioses más regionales del politeísmo antiguo. Éstos, al menos, no tenían pretensiones de dominio universal, lo que los hacía menos aptos para justificar cruzadas redentoras o reivindicativas, El fervor bélico parece más característico de los seguidores de Aquel que no admite ninguna competencia y que, en el propio Libro, se autotitula un Dios celoso (Deut.V.9)" (1)
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