Carlos Gutiérrez. Kevin Sullivan
“Sé que alrededor del 20 estará cerca de aquí, o al menos más cerca que desde Buenos Aires. Para mí sería un gusto si aceptara pasar por Santa Marta para el almuerzo del 20.” El Papa ironiza, dice: “cerca de aquí” o “al menos más cerca que desde Buenos Aires”. Las Naciones Unidas y Buenos Aires tienen más o menos la misma lejanía de Roma, no existe proximidad. Hay una ironía, una alusión implícita, un punto de complicidad con su destinatario, la presidenta Cristina Kirchner, como si fuera una travesura de chicos. En realidad está diciendo: “Sé que hablará en la Asamblea General de la ONU contra los fondos buitre”, pero además le agrega: “Quiero que cuando llegue ahí, lo haga con el antecedente-respaldo de una reunión aquí en el Vaticano”. No importa si trasciende la charla, quizás haya información explícita, quizás no. Pero es claro el gesto consciente que subyace en la invitación. La presidenta argentina que hable el miércoles ante la Asamblea General de la ONU llegará allí pocas horas después de haberse reunido con el Papa. Y nadie espera que Cristina Kirchner hable de ovejitas en el prado.
El desconcierto que produce este escenario, la conjunción de fuerzas magmáticas con acento argentino, que van a chocar con fuerzas de escalas imperiales, no deja de tener un flanco de gracia. La relación entre Jorge Bergoglio y Cristina Kirchner ha tenido idas y vueltas, no ha sido tan previsible para uno u otro lado y tanto uno como otro están jugando sus lugares fuera de la tradición mayoritaria o de los antecedentes inmediatos de presidentes argentinos y papas católicos. La conjunción de esos roles argentinos mundiales produce desconcierto en Argentina, sobre todo en una oposición que nunca termina de enterarse de lo que sucede. Sergio Massa y Mauricio Macri compiten para ver quién será el primero en anular la Ley de Pago Soberano que está en el eje del conflicto que une a Cristina Kirchner con el Papa. Igual que el FA-Unen, eligieron sentarse del otro lado, o no se dieron cuenta, todavía.
Desconcierto al mango: en la cloaca que son las secciones de correo de algunos medios virtuales opositores había uno que mandaba a la Presidenta y al Papa “a limpiarse la mugre al Ganges”. El tipo prefería hacerse hinduista antes que bancarse los hechos. Esas páginas hirvieron de bronca. El odio en los mensajes se transfirió a la figura del Papa, como si fuera contagioso el odio que sienten por Cristina Kirchner. Para la oposición, estos puntos de convergencia son insoportables, aunque no impliquen más que esa coincidencia en un punto concreto tan importante en el que la oposición también tendría que coincidir.
Si había alguna duda sobre las implicancias políticas que tendrá este viaje presidencial, primero a Roma y después a Nueva York, la descarga de tuits del jueves, pocos minutos antes de la partida, aclaró el panorama. Cristina Kirchner fue al corazón del conflicto, denunció una campaña contra la economía, ataques especulativos contra el peso y declaraciones políticas de funcionarios y ex funcionarios norteamericanos. La campaña está orquestada por los fondos buitre, pero hay complicidad, o por lo menos responsabilidad, también por parte del gobierno de los Estados Unidos. En ese listado incluyó desde la visita del ex secretario de Comercio de George Bush Carlos Gutiérrez, hasta las declaraciones del encargado de negocios, al frente de la embajada norteamericana en Buenos Aires, Kevin Sullivan. Gutiérrez es asociado de la consultora que dirige Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de Bill Clinton, contratada por el titular del fondo buitre NML, Paul Singer, para la ofensiva contra la Argentina. El enojo argentino tiene razón de ser. El representante norteamericano habló con cierto menosprecio sobre el supuesto default argentino, cuando es la Justicia del país que representa la que no deja pagar su deuda soberana al gobierno argentino. Parece una burla.
La Presidenta hablará el miércoles en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. Ayer, la Corte de Apelaciones de Nueva York dejó al Citibank en ascuas porque le devolvió la pelota al juez Thomas Griesa, que le impide pagar a los bonistas que cobran allí pero están bajo la ley argentina. Cualquier andanada contra los fondos buitre dejará mal parada a la Justicia de Nueva York, en especial a Griesa, que aprovechó huecos en la legislación internacional y forzó la interpretación de cláusulas contractuales para favorecer en forma escandalosa a los fondos buitre contra Argentina. La andanada pega también en la Corte, que avaló ese fallo cuyo cumplimiento obligaría a la Argentina a quebrantar sus propias leyes.
La derecha argentina, que se expresa básicamente a través de algunos periodistas y economistas de los medios de comunicación más concentrados, trata de sostener la imagen de una Argentina incompetente, que comete la estupidez de confrontar con poderes cuya reacción la llevarán a su destrucción. Pero cuando se enumeran los mecanismos con que esos poderes atacan a la Argentina –y que ellos mismos auguraron– dicen que son reacciones naturales de los mercados y que es una estupidez denunciarlos. Esa profunda mediocridad es todavía dominante en los medios hegemónicos y es la que orienta las decisiones de la oposición política, que la ponen del lado equivocado.
El seguidismo suicida de la oposición, en este punto, al discurso más desgastado del neoliberalismo la castra de ideas ante el problema de la deuda. La oposición no tiene protagonismo en este conflicto y no porque fue desplazada por el oficialismo, sino por la imposibilidad de romper su dependencia del discurso mediático hegemónico. Un discurso que en definitiva sólo favorece a Mauricio Macri, alineado con más claridad junto a los fondos buitre.
Aspectos del discurso tradicional de la izquierda y los movimientos populares quedaron anacrónicos en la globalización y esa decadencia facilitó la hegemonía neoliberal. Pero después el mundo dio otro giro, surgieron nuevas respuestas desde las izquierdas y los movimientos populares, las que, sumadas a las crisis profundas en las economías centrales, dejaron expuesta la falsedad de los discursos neoliberales, hegemónicos en las décadas anteriores. El simplismo de la idea de “Estado versus mercado” es infantil. La realidad del capitalismo es mucho más compleja que esa paparruchada que los propagandistas de la oposición difunden permanentemente por los medios. La relación entre el Estado y el mercado se expresa a través de miles de facetas y matices diferentes y nunca es unívoca.
Todos estos movimientos han creado escenarios nacionales e internacionales imprevistos, cruces sorprendentes, se han corrido las líneas de conflicto y el que no se pone al día puede quedar del lado equivocado. Se han conformado agrupamientos, más que bloques, muy heterogéneos en lo ideológico, pero que se reúnen a partir de problemáticas comunes. Son nuevos mecanismos geopolíticos que expresan los conflictos del mundo contemporáneo y que han reemplazado y/o sumado a las formas más ideológicas de otras épocas. Un país puede coincidir con unos en temas de derechos humanos, con otros en temas relacionados con la paz y con otros en cuestiones de deuda externa. No son los temas los que han cambiado, pero sí su carácter y las formas de abordarlos.
La soberanía de un país frente al poder de otros centros económicos y militares ha sido un tema permanente en la historia del mundo. En una época fue el colonialismo y después el imperialismo, después las transnacionales, después los organismos financieros internacionales y una combinación de todos esos mecanismos que sembraron guerras, miseria y atraso. La disputa de la Argentina contra los fondos buitre es un aspecto de ese viejo conflicto que va asumiendo nuevas formas. El miércoles, la presidenta argentina llegará a la ONU con avales concretos y simbólicos. Será la encarnación de los intereses de decenas de grandes y pequeños países del G-77+China, de la Unasur y el Mercosur y llevará la anuencia del liderazgo religioso más importante de Occidente y su voz se multiplicará con todas esas voces. Será la Presidenta de un país que soporta una ofensiva que busca llevarlo otra vez al atraso y la miseria, un país cuya economía y la calidad de vida de sus habitantes están amenazadas por la voracidad de los fondos buitre. Pero, al mismo tiempo, será la Presidenta de un país hablando por una causa justa en nombre de la mayoría del planeta.
20/09/14 Página|12
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