lunes, 8 de septiembre de 2014

Obama lanza una nueva guerra Por Roberto Montoya. Desde Madrid mundo@miradasalsur.com

La decapitación de otro periodista estadounidense acelera los planes de ataque del Pentágono.

Los terroristas del autoproclamado Estado Islámico (EI, o IS, reducción del nombre por el que se dieron a conocer pocos años atrás, Estado Islámico de Irak y Siria, EIL o ISIS) han vuelto al mismo escenario de dos semanas atrás para filmar su nuevo macabro video: la decapitación de un segundo periodista estadounidense.

Un lugar indefinido del desierto, probablemente Siria, un hombre occidental arrodillado, con sus manos atadas a la espalda vestido con una túnica naranja, y a pocos pasos detrás de él, su verdugo, ataviado de negro y con su rostro oculto. Tal como este mismo verdugo anunció en su primer “mensaje a América”, tras asesinar al periodista James Foley, si EE.UU. no detenía sus bombardeos contra posiciones del EI en Irak ni pagaba un multimillonario rescate, en breve asesinaría a otro periodista, Steven Joel Sotloff, secuestrado en Siria en agosto de 2013.

Y cumplió su amenaza. El verdugo al que la prensa británica apoda Yihad John por su perfecto acento inglés, lo decapitó con su cuchillo al igual que hizo con Foley, después de obligar a Sotloff a culpabilizar a Obama de su muerte.

Yihad John, el nombre tras el cual Scotland Yard sospecha –según los medios de comunicación– que se oculta un joven británico de 24 años, Abdel Majed Abdel Bary, rapero, hijo de un abogado egipcio exilado en Reino Unido, habría viajado a Oriente Medio para unirse a la Yihad (guerra santa), como han hecho al menos otros 500 británicos.

El verdugo parece disfrutar de ser el protagonista de estos brutales videos, que sirven para aterrorizar a sus enemigos y para animar a los propios yihadistas mostrándoles el impacto mediático que tienen sus crímenes.

En el nuevo video del Estado Islámico en el que se muestra la ejecución de Sotloff –un hombre de 31 años atraído por el mundo islámico, que hablaba árabe fluido–, Yihad John presenta a su próxima víctima, al británico David Cawthorne Haines, un ex militar que trabajaba como asesor en temas de seguridad para ONG que operan en la región, antes de ser secuestrado en marzo de 2013 en Siria.
Según Dabiq, órgano oficial del EI, todavía permanecen en su poder “varios británicos y estadounidenses”. A menudo los familiares y medios de comunicación para los que trabajan periodistas y fotógrafos que son secuestrados evitan que se difunda esa información para intentar negociar su liberación a cambio de dinero, lo que dificulta conocer la cifra exacta de profesionales que se encuentran en este momento cautivos.

El Estado Islámico viene mutilando, crucificando y degollando a cientos de personas en Irak, Siria o el Líbano, pero sabe bien que ninguno de esos videos conmocionan tanto a nivel mundial como la grabación de la decapitación de sus rehenes occidentales. La policía y los servicios de Inteligencia europeos temen que esos videos estimulen a muchos jóvenes europeos de origen musulmán seducidos por el mensaje de ciertas corrientes salafistas para sumarse a la Yihad.

Según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, el Estado Islámico cuenta con cerca de 50 mil combatientes en Siria y al menos 20 milde ellos son extranjeros.

Se calcula que cerca de 3000 provienen de Arabia Saudí –cuna del salafismo–, otros tantos de Túnez, unos 1300 de Marruecos, pero también islamistas provenientes de Chechenia, de la comunidad uigur de China, y unos 2000 de Europa y EE.UU.

Otro tanto sucede con Irak, donde el EI cuenta con otros 30 mil milicianos.

El Estado Islámico ha logrado desplazar en protagonismo a Al Qaeda en toda la región, la que, para contrarrestar, acaba de anunciar la creación de Qaedat al Yihad, una franquicia suya en la democracia más grande del mundo, India.

El apoyo financiero al EI por parte de monarquías del Golfo y otros países árabes y el control de pozos petrolíferos que tanto en Irak como en Siria han caído en sus manos, les ha dado un poderío económico que les permite dotarse de armas y medios de comunicación sofisticados y poder pagar regularmente un salario a sus miles de combatientes, así como a asesores financieros, informáticos, especialistas en medios de comunicación y traductores de distintos idiomas, distribuidos por distintos países.

El controlar ya todo el nordeste de Siria fronterizo con Irak e importantes ciudades e instalaciones estratégicas iraquíes le ha permitido dar esa imagen de Estado incipiente. La reducción de su nombre original no es arbitraria, quiere demostrar que ya es un califato y que a través de la Yihad extenderá su poder más y más, como siglos atrás.

Al frente de él, el califa Ibrahim, anteriormente conocido como Ibrahim al Badri, alias Abu Du’a y alias Abu Bakr al Baghdadi.

El actual califa, considerado ya por EE.UU. el nuevo “enemigo público número uno” –una vez ejecutado extrajudicialmente Osama bin Laden–, fue, según testigos y como testimonian fotografías, uno de los interlocutores que tuvo el senador John McCain –candidato presidencial republicano en 2008– cuando se reunió en mayo de 2013 en Siria con “la oposición moderada” al dictador Bachar al Assad, prometiéndoles el apoyo de Washington.

EE.UU. repitió así en Siria, como poco antes en Libia, un tipo de alianza similar a la que hizo con Bin Laden en los años ’90 en Afganistán para luchar contra las tropas soviéticas. Luego no podría controlarlo y se le convertiría en su pesadilla.

EE.UU. prepara ahora una nueva guerra, esta vez para frenar al EI, un grupo aún más extremista que Al Qaeda al que junto con Arabia Saudí, Qatar, Turquía y otros de sus países aliados ayudó a crecer con el objetivo de impedir la influencia de Irán en Irak, Siria y el Líbano.

Tanto republicanos como demócratas reclaman a Obama que intensifique los bombardeos actuales en Irak y los extienda a Siria. Paradójicamente, ahora no para atacar al régimen de Bachar al Assad como pretendía un año atrás –acción congelada ante la salida diplomática presentada por Putin–, sino para bombardear a opositores del dictador... a los que EE.UU. apoyaba y armaba.

Los planes se retoman, se trata de balcanizar Siria e Irak, partir los estados por comunidades para controlarlos más fácilmente, siguiendo el ejemplo ya practicado en el Kurdistán iraquí, con un gobierno –ahora sólo semiautónomo– dócil, que no pone trabas ni a la explotación de su petróleo por multinacionales extranjeras ni a la presencia de asesores militares y agentes de la CIA.

Obama y Cameron presionan a los 28 países miembros de la OTAN para que se sumen a los ataques al EI. Intentan que se pueda utilizar para ello la misma Fuerza de Acción Inmediata de miles de soldados, fuerzas navales y aéreas que está creando la OTAN a ritmo acelerado para frenar a Rusia en Ucrania, pero no todos están dispuestos a involucrarse tan a fondo en el conflicto de Oriente Medio.

La historia se repite. Antes Bush llamó a su cruzada “guerra contra el terror”, Obama, usando los propios videos de las decapitaciones del EI como arma para sensibilizar a la comunidad internacional y la opinión pública, podría llamar a la nueva cruzada “guerra contra el horror”.
Nadie podría negarle que no sea terror y horror lo que siembra a su paso el EI, y por ello muchos aceptarán así la nueva cruzada como mal menor, pero, una vez más, se ocultará cómo nació y quién amamantó a este nuevo monstruo, como se ocultarán los objetivos reales que se persiguen con la guerra que se prepara y afectará a todos.

Estados Unidos e Irán rediseñan Medio Oriente
Por Eduardo J. Vior
mundo@miradasalsur.com
De la alianza entre el brazo militar de la OTAN y Teherán en la lucha contra el Estado Islámico en Irak surgirán resultados políticos inéditos hasta el momento.

La conferencia de la OTAN celebrada el jueves y viernes pasados en Gales respaldó la convocatoria del presidente Barack Obama y del primer ministro británico David Cameron, para formar –también con Irán– una amplísima coalición contra al Estado Islámico (EI), mientras fuerzas especiales norteamericanas y alemanas combatían en tierra. En dos semanas la política del Medio Oriente dio un giro de 180 grados, anunciando un diseño regional impredecible.

Apoyado por bombardeos aéreos norteamericanos y suministros británicos, franceses y australianos, el ejército iraquí liberó el pasado lunes 1°, junto con milicianos kurdos y chiitas comandados por iraníes, la sitiada ciudad turcomana chiita de Amirli, al norte de Bagdad. La villa estaba sitiada por los islamistas y nacionalistas desde hacía dos meses. Luego de liberar la plaza, el mismo lunes los coaligados avanzaron por la carretera hacia el Kurdistán. Según The New York Times también combatieron milicianos iraníes, pero fue la única fuente que lo mencionó. Aunque los medios occidentales especularon inmediatamente sobre la alianza entre Washington y Teherán, todo indica que la reciente cooperación militar es parte de una estrategia más amplia para combatir el alzamiento islamista.

Al mismo tiempo en el noroeste milicianos kurdos recuperaron el martes 2 el cruce carretero de Zamur. Por primera vez en este conflicto han intervenido fuerzas especiales norteamericanas y alemanas, según lo informó The Daily Beast de Nueva York.

Con las recientes victorias contra el Estado Islámico, los peshmerga kurdos están recuperando el terreno perdido hace un mes. Desde que EE.UU. comenzó los bombardeos aéreos, mejoró el rendimiento de la coalición antiislamista, sea por efecto directo de los ataques, por la intervención de fuerzas especiales en tierra o por la red clandestina de informantes que señalan los blancos a ser atacados por la USAF.

Oficialmente las tropas norteamericanas se mantienen como “asesores” en Bagdad y en la capital kurda, Erbil. Su intervención en combate hace más efectivo su apoyo, pero aumenta el riesgo de que sufran bajas con los efectos negativos que éstas producirán en EE.UU. en plena campaña electoral. Sin embargo, en la medida en que sus triunfos se hagan evidentes, la Casa Blanca puede plantearse objetivos más ambiciosos.

Cuando el presidente Barack Obama hace dos semanas declaró que “no tenía estrategia” para combatir al Estado Islámico (EI) en Irak, estaba aplicando las conclusiones que todos los analistas norteamericanos más o menos sensatos sacan de los últimos trece años de guerras permanentes. Como lo expresó Thomas Friedman en su columna en The New York Times el pasado martes 2, “después del 11/9 estábamos apurados. Derrotamos a los talibanes en Afganistán y a Saddam Hussein en Irak, sin pensar que en ambos casos abríamos a Irán un gigantesco espacio de maniobras. Ahora debemos ser más prudentes”, concluyó el comentario. Esta vez el involucramiento se va dando de a poco y nadie sabe dónde terminará.

Para EE.UU., el próximo primer ministro iraquí Haider al Abadi debe mantener el apoyo de los mayoritarios chiitas y las buenas relaciones con Irán, mientras restablece las relaciones con los pueblos del desierto, la minoría sunita del norte y centro y los kurdos del norte. Recuperar los lazos con grupos sunitas es vital, para desarticular la rebelión acaudillada por los yihadistas del EI. Muchos sunitas y nacionalistas –incluido el partido Ba’az, del ex presidente Saddam Hussein– se sumaron a la rebelión, porque fueron perseguidos por EE.UU. y el gobierno saliente, pero por unas pocas concesiones abandonarían al “califa” Al Bagdadi.

La corriente predominante del chiismo iraquí, liderada por el gran ayatolá Alí al Sistani, está dispuesta a aceptar un Estado laico con un magisterio religioso, pero sin intervención directa de los clérigos en la política. Sin embargo, desde la invasión norteamericana Sistani sufre la competencia de Muqtada al Sadr, un ayatolá mucho más radical y ligado a Irán, donde vivió entre 2006 y 2011. Esta competencia refleja la mayor entre las escuelas teológicas iraníes e iraquíes por el predominio sobre el chiismo. Al mismo tiempo este conflicto es parte de la competencia entre Irán y Arabia Saudita por el predominio regional.

Riad y las monarquías del Golfo vieron el ascenso chiita en Irak posterior a 2003 como una palanca para la hegemonía iraní y por eso alentaron las sucesivas insurrecciones sunitas. Sin embargo, en la nueva situación provocada por el surgimiento del EI se ha producido una fractura entre Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), por un lado, y Qatar, por el otro, principal apoyo de los islamistas más radicales.

La Casa Blanca necesita a Irán para derrotar al EI, pero también, para que sus seguidores en Irak hagan concesiones que permitan romper el bloque sunita rebelde. Estados Unidos puede acordar con Irán en Irak; Teherán puede también ayudar a estabilizar Afganistán, es un buen contrapeso ante la inestabilidad creciente del Golfo y el apoyo de la inteligencia turca a los islamistas, pero nada más. Los intereses regionales de ambos muchas veces difieren y hasta son opuestos. Por otra parte, el conflicto por la política nuclear iraní está lejos de resolverse y, cuando lo esté, ambas potencias competirán por la comercialización internacional de los hidrocarburos iraníes. Tras tres años de devastadora guerra civil e internacional en Siria que acarreó el crecimiento del islamismo más radicalizado y su expansión a Irak y otros países de la región, Washington no puede dejar de colaborar explícitamente con Teherán y tácitamente con Damasco, pero relativiza esta alianza mediante una amplísima coalición que a la vez le permita controlar a los financiadores del islamismo en la península arábiga. En la lucha contra el Estado Islámico se ha puesto en marcha el rediseño del Medio Oriente, pero aún no está claro cuán amplia debe ser la coalición para alcanzarlo ni el nuevo perfil que la región tendrá cuando esta guerra acabe.

07/09/14 Miradas al Sur



 

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