sábado, 20 de septiembre de 2014

Las falacias del periodismo Pensadores contemporáneos ponen al descubierto las falacias del periodismo Por Osvaldo Quiroga

Por Osvaldo Quiroga

En estos días se discute, y no solo en la Argentina, el papel que juega el periodismo en la sociedad. No siempre, claro, sale airoso del desafío que supone ubicarlo en el centro de la escena y reflexionar sobre su función. La relación de los medios con la democracia, el rol que juegan los grandes conglomerados de información a través de grupos empresarios que poseen diarios, radios y canales de televisión y los utilizan para presionar gobiernos y lograr diversos beneficios son algunos de los temas que se debaten en el mundo contemporáneo. Ahora bien, ¿qué piensan sobre estos tópicos algunos de los intelectuales más relevantes de la actualidad? El poder y los medios, de Ivan Schuliaquer, libro publicado por Capital Intelectual, reúne a Gianni Vattimo, Pablo Boczkowski, Ernesto Laclau, Gabriel Vommaro, Antonio Negri y Néstor García Canclini con el fin de reflexionar sobre una profesión que atraviesa una de sus más graves crisis.

Ernesto Laclau, recientemente fallecido, sostiene. “En Estados Unidos un diario no puede ser propietario de canales de televisión porque esa concentración se considera antidemocrática. En casi todos los países europeos eso tampoco es aceptado. Es en la Argentina, y en otros países de la región, donde se da una concentración monopólica del poder comunicacional que es incompatible con la democracia y es lo que la Ley de Medios intenta crear”. El problema es que esa concentración es nefasta para la democracia. Laclau lo tiene claro, de ahí que agregue: “Los medios de comunicación están lanzados a crear el poder y el sentimiento social de rechazo a las medidas del gobierno para que eso se cristalice en un proyecto político hacia la derecha”. Y más adelante concluye: “En la Argentina hay una narrativa nacional-popular y una narrativa liberal”.

El problema es complejo, dado que una narrativa construye siempre subjetividad y formas de ciudadanía. Dante Palma, en Quinto poder, se pregunta por qué cuando se cuestiona a un periodista de los autodenominados independientes se está atentando contra la libertad de prensa, y cuando ocurre lo contrario, es decir, cuando uno de esos profesionales agravia y descalifica a un colega afín a algunas políticas del gobierno, no se considera que es un ataque ni nada que se le parezca. Es evidente que hay allí una lógica perversa. En realidad, como bien lo analiza el sociólogo Gabriel Vommaro en el libro de Schuliaquer, el remanido slogan “lo que quiere la gente”, no es más que una construcción política y empresarial. Vommaro explica que resultó fundamental “el trabajo discursivo del kirchnerismo por poner el eje en los intereses de los medios como empresas y de los periodistas, sobre todo de las vedettes periodísticas, como personajes ligados a esos intereses. Es decir, un buscado y militante esfuerzo por deconstruir, erosionar, recodificar, resemantizar la objetividad de los periodistas”. Seleccionar, clasificar y jerarquizar la información no es una tarea ingenua. Se trata de un dispositivo ligado con la ideología y la construcción de sentido. Ese es el gran poder simbólico de los medios de comunicación. La masividad, mayor o menor, determina la influencia de ellos en la sociedad.

A esta altura vale la pena preguntarse qué ocurre con Internet.

¿Democratizó la información el fenómeno de la web? ¿Tenemos una sociedad mejor gracias a las redes? Hardt y Negri advierten que “Facebook, Twitter, Internet y otros tipos de comunicación son útiles, pero nada puede reemplazar al estar juntos de los cuerpos y a la comunicación corpórea que es la base de la inteligencia y la acción política colectiva”. Néstor García Canclini sostiene que “Internet intensificó la coexistencia multicultural y aumentó los conflictos en todo el mundo. En cualquier lugar experimentaremos las tensiones interculturales y cualquier sitio puede ser una frontera”.

A simple vista podemos observar que ni Twitter ni Facebook imponen una agenda propia. Basta con una mirada para percibir que siguen los temas que surgen de los medios hegemónicos. Sin embargo, las reflexiones sobre el fin de las noticias que despliega Pablo Boczkowski parecen muy atinadas: “No es que no va a haber noticias, pero es el fin de las noticias como construcción cultural en tanto y en cuanto las hemos conocido. Y es el fin, por ende, de los grandes medios como esos grandes actores que producían cantidades masivas de noticias que concitaban la atención de grandes sectores de la sociedad y, por ende, generaban como producto final el armado de la agenda pública. Aquello que se pierde, sin embargo, no queda claro qué lo llena”. Este último es un punto central en la reflexión que nos ocupa, no solo por el periodismo, sino también por las posibilidades que le ofrecen al ciudadano las redes sociales. Es probable que estemos frente al fin del periodismo tal como se lo practicaba en el siglo XX. Qué ocurrirá en las próximas décadas es todavía una incógnita. El mismo Boczkowiski acierta cuando afirma: “La gráfica sigue siendo el actor más fuerte y es una referencia para marcar la agenda, pero si se la compara con lo que era hace unas décadas, cada vez lo es menos”.

Frente a una información deberíamos preguntarnos quien habla. O mejor: ¿ aqué intereses responde cada enunciado? No se trata, en periodismo, de buscar una objetividad que no existe, pero sí de diferenciarse de medios que trabajan únicamente para defender los intereses económicos de sus empresas o para derrocar gobiernos que no les son funcionales a sus objetivos. Vattimo, el pensador italiano, lo dice con exactitud: “Desconfío mucho de un medio objetivo: no tiene ningún sentido. Hay quien me dice que, por esto, renuncio a la verdad. Sí, renuncio a la verdad objetiva, que es generalmente la del dueño, la del capitalista, la del poderoso”.

El poder de los medios, de Ivan Schuliaquer, a través de las reflexiones de algunos de los pensadores más importantes del mundo, nos ubica en un panorama en plena transformación. De ahí, también, lo provisorio del pensamiento frente a la velocidad de las cosas. El momento es interesante porque cayeron los velos de aquellos que creían ser dueños de la verdad y de la información.

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