Marta Riskin advierte que los medios primero construyen al culpable, luego naturalizan presuntos delitos mediante reiteraciones y, finalmente, dictan su condena, convocando consensos virtuales antes que la suscriba un eventual magistrado.
Por Marta Riskin **
Desde el punto de vista estrictamente técnico, la comunicación con el otro puede establecerse entre personas y máquinas, entre máquinas o entre sujetos.
Sin embargo, la comunicación humana insiste en eludir similitudes y la precisión electrónica o lógica de emisores y receptores.
Quienes comparten mensajes pueden usar análogos recursos teóricos y perceptivos e interpretarlos de modo diferente o bien coincidir con desconocidos de ajenas cosmovisiones.
En los complejos intercambios humanos intervienen habilidades personales, universales, culturales y, bajo capas de convenciones y convicciones, universos de señales sutiles. Huellas primarias sobre las cuales, educación y adiestramientos, experiencias y elecciones personales instalan gustos y disgustos, adhesiones y prejuicios. Cuanto más profundos e inconscientes sus surcos, más automáticas serán las respuestas.
Datos inocuos si, durante el proceso de concentración global de la economía, no se hubiesen desarrollado tecnologías de manipulación de conciencias, contenidos y formatos de comunicación, tan capaces de vender productos y administrar necesidades y consumos como de fomentar conductas acríticas y adictivas en audiencias mundiales.
Para que los estímulos desalienten el pensamiento crítico y cedan control social efectivo a la anomia se necesita de jueces, cómplices y silencio.
Nadie se sorprenda entonces que una palabra como “extorsión” tenga tanta importancia para los buitres y sus socios.
Difícil libertad *
Un siglo de metódico trabajo de marketing social para maximizar ganancias corporativas aún manifiesta el implante de hábitos y valores que convirtieron a valiosos intelectuales en escépticos fabricantes de papers, a sindicalistas en patrones y a tanto militante por un mundo mejor, en empleado al servicio de intereses que otrora despreciaba.
Las violaciones a los derechos comunicacionales son digeridas por sus víctimas del mismo modo como lo hacen algunas víctimas de otros delitos: justifican al agresor y hasta exigen castigos para quienes las defienden o se atreven a rebelarse. El poder de los medios masivos es más evidente a la hora de promover fanatismos.
Primero construyen al culpable, luego se naturalizan sus presuntos delitos mediante reiteraciones y, finalmente, se dicta su condena convocando consensos virtuales, antes que la suscriba un eventual magistrado.
En esta etapa de la batalla cultural, las víctimas por exposición mediática aún son habitantes de un mundo donde la libertad continúa traduciéndose como caos. Señalan la urgencia de seguir desnudando operaciones y consignas que promueven egocentrismos y dobles estándares y de crear simultáneamente gestos y antídotos que aceleren los tiempos de labranza y cultivo de normas humanitarias.
Alcanzar mayores espacios de mutua libertad siempre parece demandar la apertura a debates genuinos y la formulación de propuestas que convoquen todas las tradiciones intelectuales e imaginarios posibles.
Sostener plataformas de debates ofrece oportunidades para elegir entre confrontaciones estériles y un trabajo que transforme conflictos y coincidencias en acciones de mutuo beneficio.
“El rostro de mi prójimo...
una alteridad... que abre al más allá” *
Asumir responsabilidades colectivas junto al Otro también significa profundizar en las huellas de diversas construcciones superestructurales, nutrir negociaciones, aceptar compromisos.
Cuando la libertad abandona al mármol se ejercita entre opciones encarnadas, logra concentrarse en dualidades más hondas y apartarse de las superficiales. Por caso, la difusión de audiovisuales exhibiendo a bárbaros que fueron profundos pensadores y a civilizados intelectuales que desplegaron brutalidades asesinas en defensa de mezquinos intereses, perturbó los tradicionales duelos entre las categorías “civilización” y “barbarie”.
Sólo a partir de que el Estado interviene en el intercambio comunicacional y garantiza el acceso a la emisión y recepción de diversos sectores de representación popular, los ciudadanos no necesitan definirse por su pertenencia al rebaño. La puesta en valor de las elecciones personales y comunitarias y los disensos y acuerdos que aportan los debates cuestionará no pocos prejuicios y capacidades personales para disfrutar de una sociedad cada vez más inclusiva.
Un país multicultural como Argentina ofrece hoy la enorme oportunidad para diseñar, entre todos, y desde el sur del planeta, los próximos e históricos cambios de paradigma.
Después de todo, las coherencias entre la teoría y la práctica son la mejor vidriera de la efectividad de las políticas éticas y solidarias, confirmando con alegría, “como se hace” para que la Patria sea el Otro.
* Emmanuel Levinas (1906-1995).
** Antropóloga Universidad Nacional de Rosario.
09/07/14 Página|12
Por Marta Riskin **
Desde el punto de vista estrictamente técnico, la comunicación con el otro puede establecerse entre personas y máquinas, entre máquinas o entre sujetos.
Sin embargo, la comunicación humana insiste en eludir similitudes y la precisión electrónica o lógica de emisores y receptores.
Quienes comparten mensajes pueden usar análogos recursos teóricos y perceptivos e interpretarlos de modo diferente o bien coincidir con desconocidos de ajenas cosmovisiones.
En los complejos intercambios humanos intervienen habilidades personales, universales, culturales y, bajo capas de convenciones y convicciones, universos de señales sutiles. Huellas primarias sobre las cuales, educación y adiestramientos, experiencias y elecciones personales instalan gustos y disgustos, adhesiones y prejuicios. Cuanto más profundos e inconscientes sus surcos, más automáticas serán las respuestas.
Datos inocuos si, durante el proceso de concentración global de la economía, no se hubiesen desarrollado tecnologías de manipulación de conciencias, contenidos y formatos de comunicación, tan capaces de vender productos y administrar necesidades y consumos como de fomentar conductas acríticas y adictivas en audiencias mundiales.
Para que los estímulos desalienten el pensamiento crítico y cedan control social efectivo a la anomia se necesita de jueces, cómplices y silencio.
Nadie se sorprenda entonces que una palabra como “extorsión” tenga tanta importancia para los buitres y sus socios.
Difícil libertad *
Un siglo de metódico trabajo de marketing social para maximizar ganancias corporativas aún manifiesta el implante de hábitos y valores que convirtieron a valiosos intelectuales en escépticos fabricantes de papers, a sindicalistas en patrones y a tanto militante por un mundo mejor, en empleado al servicio de intereses que otrora despreciaba.
Las violaciones a los derechos comunicacionales son digeridas por sus víctimas del mismo modo como lo hacen algunas víctimas de otros delitos: justifican al agresor y hasta exigen castigos para quienes las defienden o se atreven a rebelarse. El poder de los medios masivos es más evidente a la hora de promover fanatismos.
Primero construyen al culpable, luego se naturalizan sus presuntos delitos mediante reiteraciones y, finalmente, se dicta su condena convocando consensos virtuales, antes que la suscriba un eventual magistrado.
En esta etapa de la batalla cultural, las víctimas por exposición mediática aún son habitantes de un mundo donde la libertad continúa traduciéndose como caos. Señalan la urgencia de seguir desnudando operaciones y consignas que promueven egocentrismos y dobles estándares y de crear simultáneamente gestos y antídotos que aceleren los tiempos de labranza y cultivo de normas humanitarias.
Alcanzar mayores espacios de mutua libertad siempre parece demandar la apertura a debates genuinos y la formulación de propuestas que convoquen todas las tradiciones intelectuales e imaginarios posibles.
Sostener plataformas de debates ofrece oportunidades para elegir entre confrontaciones estériles y un trabajo que transforme conflictos y coincidencias en acciones de mutuo beneficio.
“El rostro de mi prójimo...
una alteridad... que abre al más allá” *
Asumir responsabilidades colectivas junto al Otro también significa profundizar en las huellas de diversas construcciones superestructurales, nutrir negociaciones, aceptar compromisos.
Cuando la libertad abandona al mármol se ejercita entre opciones encarnadas, logra concentrarse en dualidades más hondas y apartarse de las superficiales. Por caso, la difusión de audiovisuales exhibiendo a bárbaros que fueron profundos pensadores y a civilizados intelectuales que desplegaron brutalidades asesinas en defensa de mezquinos intereses, perturbó los tradicionales duelos entre las categorías “civilización” y “barbarie”.
Sólo a partir de que el Estado interviene en el intercambio comunicacional y garantiza el acceso a la emisión y recepción de diversos sectores de representación popular, los ciudadanos no necesitan definirse por su pertenencia al rebaño. La puesta en valor de las elecciones personales y comunitarias y los disensos y acuerdos que aportan los debates cuestionará no pocos prejuicios y capacidades personales para disfrutar de una sociedad cada vez más inclusiva.
Un país multicultural como Argentina ofrece hoy la enorme oportunidad para diseñar, entre todos, y desde el sur del planeta, los próximos e históricos cambios de paradigma.
Después de todo, las coherencias entre la teoría y la práctica son la mejor vidriera de la efectividad de las políticas éticas y solidarias, confirmando con alegría, “como se hace” para que la Patria sea el Otro.
* Emmanuel Levinas (1906-1995).
** Antropóloga Universidad Nacional de Rosario.
09/07/14 Página|12
No hay comentarios:
Publicar un comentario